¡°El cura que me viol¨® era un depredador, un cazador de ni?os¡±
Los claretianos mantuvieron a un sacerdote tras conocer sus agresiones sexuales en una escuela de Madrid entre 1975 y 1978. El religioso pas¨® por un colegio mayor
El gu¨ªa tur¨ªstico Fernando Garc¨ªa-Salmones y el profesor Enrique Sacrist¨¢n arrastran el mismo pasado. Ambos estudiaban en 1975 en el colegio Claret de Madrid. Y ambos fueron violados ¡ªseg¨²n revelan a EL PA?S¡ª por el mismo sacerdote, J. P. V., un carism¨¢tico cura que frisaba entonces la cincuentena y que falleci¨® en octubre de 2009 tras recibir un homenaje de sus antiguos alumnos.
Cuando el religioso se cans¨® de Garc¨ªa-Salmones, comenz¨® a extorsionar a Sacrist¨¢n, explican. ¡°Era un depravado, un cazador de ni?os¡±, zanja el primero, que pas¨® seis de sus 57 a?os en una terapia para combatir el shock.
Los claretianos conocieron las andanzas de J. P. V. dos d¨¦cadas despu¨¦s, seg¨²n admite por primera vez el que fuera responsable de la orden en Madrid entre 2004 y 2006, Miguel ?ngel Velasco. El cura, sin embargo, no fue expulsado de la congregaci¨®n y agot¨® su vida pastoral en la parroquia Nuestra Se?ora del Espino de Madrid.
¡°Le dije que no se acercara a ni?os y adolescentes. Solo oficiaba misas¡±, justifica Velasco. ¡°Le vigilamos. Estuve encima de ¨¦l. Tuve una charla muy seria y me dijo que estaba de acuerdo con su nueva situaci¨®n [mantenerse alejado de menores]¡±, a?ade.
El dirigente claretiano no aclara c¨®mo consigui¨® apartar al pastor de los menores en una parroquia donde hay ni?os y adolescentes. Y reconoce que no se plante¨® denunciar el episodio, aunque de haberlo hecho, habr¨ªa ca¨ªdo en saco roto: el delito de abusos sexuales a menores prescribe a los 15 a?os y ya hab¨ªan pasado m¨¢s de 20.
Tras abandonar el Claret, J. P. V. aterriz¨® en el colegio mayor Jaime del Amo de Madrid, seg¨²n Velasco, que hoy coordina a los misioneros de este movimiento religioso.
Para entender esta historia hay que remontarse a 1975. Fernando Garc¨ªa-Salmones tiene 14 a?os, ocho hermanos y pertenece a una acomodada familia que regenta tres cafeter¨ªas en Madrid. Junto a su gemelo, desembarca en el colegio Claret. Al contrario que el resto de chavales, no juega al f¨²tbol. Y permanece solo en el patio hasta las siete de la tarde. La estampa atrae pronto la mirada del profesor de religi¨®n, un docente que ¡ªseg¨²n la v¨ªctima¡ª se presentaba ante sus alumnos como un guardi¨¢n de la ortodoxia.
"Fui a terapia por miedo a convertirme en un depredador", reconoce una v¨ªctima
¡°Una tarde lluviosa vino al patio a por m¨ª. Me ofreci¨® secarme en su habitaci¨®n. Era un cuarto austero en una zona donde resid¨ªa con otros sacerdotes. Empez¨® a tocarme mientras me preguntaba por qu¨¦ estaba solo¡±, recuerda Garc¨ªa-Salmones.
Esa jornada de 1975 arranc¨® un ritual que ¡ªseg¨²n el agredido¡ª dur¨® casi dos a?os. ¡°El cura me usaba como si fuera una prostituta. Llegaba, me desnudaba, me violaba y me despachaba. ?Ver todos los d¨ªas a un ni?o entrar y salir de la habitaci¨®n del cura no despert¨® sospechas en otros sacerdotes?¡±, se pregunta este licenciado en Bellas Artes.
Garc¨ªa-Salmones reconoce que ocult¨® la secuencia a familia y amigos. Y que el cl¨¦rigo le amenaz¨® con contar a sus padres lo que ocurr¨ªa tres veces por semana en su min¨²sculo cuarto. ¡°Un d¨ªa, J. P. V me forz¨® a tener sexo junto a otro sacerdote. Antes, me dio una bofetada¡±, relata sobre un encuentro que recuerda ¡°breve¡± y donde tuvo despu¨¦s que limpiar la habitaci¨®n y hacer la cama donde fue violado.
"Ten¨ªa que limpiar la habitaci¨®n y hacer la cama donde hab¨ªa sido violado", relata Garc¨ªa-Salmones
La v¨ªctima reprocha el comportamiento de su familia. "?C¨®mo puede ser que mi madre nunca sospechara nada? Su hijo llegaba a casa con la ropa interior con sangre¡", afirma para a?adir despu¨¦s: "?Es normal que mi hermano y su esposa participaran en un homenaje al cura despu¨¦s de saber lo que me hizo?".
Garc¨ªa-Salmones vincula las reticencias familiares con el omn¨ªmodo poder de su verdugo. Un sacerdote conectado con un alto cargo franquista que aparece en las cr¨®nicas de la ¨¦poca flanqueado por almirantes y jefes de la Armada. El p¨¢rroco oficiaba bodas a las que asist¨ªa el consejo de ministros de la dictadura en pleno.
El fantasma de transformarse en un depredador, de reproducir en otros lo que le hicieron a ¨¦l, atorment¨® a esta v¨ªctima durante d¨¦cadas. ¡°Fui a terapia para no convertirme en un depredador. Me daba miedo eso de que el abusado se convirtiera en un abusador. Nunca he tratado con menores¡±, zanja.
Ocho a?os despu¨¦s de abandonar el colegio, Garc¨ªa-Salmones envi¨® una carta a su director. Asegura que no recibi¨® respuesta ni llamadas. Y que, cuando decidi¨® lidiar la batalla en los tribunales, en 1995, el delito ya hab¨ªa prescrito.
La violaci¨®n, invisible en la confesi¨®n
La liberaci¨®n de Garc¨ªa-Salmones lleg¨® en 1977. Fue entonces cuando el sacerdote que le angusti¨® se fij¨® en otro estudiante, Enrique Sacrist¨¢n.
Con 15 a?os, Sacrist¨¢n recibi¨® una tarde la llamada de su profesor de religi¨®n, J. P. V. El pastor le eligi¨® entre el reba?o para ultimar los preparativos de una misa. ¡°Ten¨ªa idolatrado a aquel cura. Era como la representaci¨®n de Dios en la tierra¡±, explica este antiguo funcionario de Hacienda de 56 a?os que se gana la vida dando clases de espa?ol por la red desde su casa de Oliva (Valencia, 25.448 habitantes).
Sacrist¨¢n relata que el cura le dio las llaves de su cuarto el mismo d¨ªa que empezaron los abusos. El sexo con el cl¨¦rigo se prolong¨® hasta que la v¨ªctima cumpli¨® 18 a?os. ¡°El d¨ªa que fui a decirle que ya no pod¨ªa m¨¢s se lo tom¨® muy mal. Creo que le caus¨¦ un trauma¡±.
Mientras duraron las agresiones, el cura confesaba a su v¨ªctima. ¡°Me impon¨ªa el rezo cuando le dec¨ªa que me hab¨ªa masturbado y pasaba por alto los abusos a los que me somet¨ªa¡±, comenta contrariado.
Dos d¨¦cadas despu¨¦s, con el delito prescrito, Sacrist¨¢n abord¨® al religioso en una c¨¦ntrica calle de Madrid. ¡°Reaccion¨® como si nunca hubiera pasado nada¡±, recuerda este docente que tambi¨¦n dej¨® constancia de las agresiones en un diario infantil.
Sacrist¨¢n adem¨¢s envi¨® en 2005 una carta a la revista Zero donde se presentaba como una v¨ªctima. Sin detallar el nombre de la orden, el colegio y la identidad del cura que le rob¨® la inocencia, denunci¨® la soledad del ni?o ante la ¡°voracidad¡± del verdugo. El docente remiti¨® la misiva a su agresor y a dos representantes de la congregaci¨®n. No recibi¨® respuesta.
El coordinador de los colegios claretianos de Madrid, Basilio ?lvarez, esgrime que la congregaci¨®n maneja un protocolo que contempla la denuncia a la fiscal¨ªa. Y dice desconocer el caso en el colegio Claret del cura J. P. V. Su hermano, el padre Velasco, hoy alto cargo en la orden, supo del asunto hace 15 a?os.
Si conoce alg¨²n caso de abusos sexuales que no haya visto la luz, escr¨ªbanos con su denuncia a abusos@elpais.es
A la caza de presas vulnerables
"?l sab¨ªa muy bien a qui¨¦n pod¨ªa cazar, cu¨¢l era el entorno familiar y los problemas de cada chaval". El gu¨ªa tur¨ªstico Fernando Garc¨ªa-Salmones asegura que el sacerdote J. P. V. rastreaba con celo a sus futuras presas en el patio del colegio Claret. Ten¨ªa, dice, predilecci¨®n por los d¨¦biles. "Yo era un ni?o que no jugaba al f¨²tbol, solitario y eso le llam¨® la atenci¨®n", explica. El agredido cree que los abusos de este cl¨¦rigo "simp¨¢tico, irascible y mand¨®n¡± le privaron de la inocencia. Y que esto le provoc¨® "falta de seguridad y baja autoestima".
La t¨¢ctica de caza del religioso, un cl¨¦rigo popular entre los estudiantes por presidir en su d¨ªa la asociaci¨®n de antiguos alumnos, tambi¨¦n la suscribe su otra v¨ªctima, Enrique Sacrist¨¢n. "Cuando le ense?¨¦ al cura mi diario y se enter¨® de mis problemas, se frot¨® las patitas", recuerda este docente que, junto con Garc¨ªa-Salmones, coincide en definir al pastor que le atorment¨® entre 1975 y 1978 como "un depredador".
Garc¨ªa-Salmones y Sacrist¨¢n se comunicaron por separado con este peri¨®dico para denunciar el caso de J. P. V. Coinciden en que no son las ¨²nicas v¨ªctimas.
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