Cassandro, un gay que pelea contra los prejuicios de la lucha libre mexicana
Un documental recorre la vida de este luchador de 48 a?os que se ha convertido en un ¨ªdolo popular
Lady Di tiene un admirador sobre los rings de la lucha libre mexicana. Sa¨²l Armend¨¢riz (El Paso, 1970) sube a pelear transformado en Cassandro. Viste capas glamourosas de larga cola inspiradas en el vestido de novia de la princesa de Gales y trajes de lycra de colores llamativos. Usa pesta?as postizas, mucho perfume y maquillaje. Su homosexualidad declarada le vali¨® burlas, insultos y palizas pero pelea a pelea rompi¨® todos los prejuicios. "Era un deporte de machos: llegu¨¦ yo y lo hice de macho menos", dice Cassandro entre aplausos en el Festival de Cine de Mar del Plata. Cassandro el Ex¨®tico, el documental sobre su vida dirigido por Marie Losier, compite por el m¨¢ximo galard¨®n.
Al debutar sobre el cuadril¨¢tero, hace 30 a?os, Cassandro decidi¨® distanciarse del rol de buf¨®n asignado hasta entonces a los ex¨®ticos. Se trataba de luchadores gays que vest¨ªan prendas afeminadas, repart¨ªan besos, hac¨ªan gestos obscenos y provocaban risas. Eran considerados vulgares y despreciados por los que peleaban. "Vamos a ir contra el mundo y vamos a cambiar eso", se propusieron Cassandro y su amigo y colega Pimpinela Escarlata. Este mexicano de 1,60 metros de altura logr¨® primero que el Hijo del Santo, uno de los luchadores profesionales m¨¢s admirados del pa¨ªs, aceptase enfrentarse a ¨¦l en 1991. Un a?o despu¨¦s, se coron¨® como campe¨®n mundial. Hoy es un ¨ªdolo popular.
Frente a la c¨¢mara de Losier, pero tambi¨¦n ante los espectadores que lo abrazan y se sacan fotos con ¨¦l en Mar del Plata, Cassandro recuerda que fue abusado sexualmente desde los seis a?os. No esconde tampoco la adicci¨®n al alcohol y a las drogas que casi puso fin a su vida. "Cuando uno cae se levanta. Y as¨ª una y otra vez", dice este guerrero sobre sus peleas dentro y fuera del ring. Cuando lo anuncian para un combate por los altavoces suena I will survive.
Naci¨® en El Paso, una ciudad estadounidense fronteriza con M¨¦xico. Se acerc¨® a la lucha libre con 16 a?os al otro lado del muro, en Ciudad Ju¨¢rez. "Encontr¨¦ a mis h¨¦roes de carne y hueso, no a Wonder Woman y Superman", explica sobre la admiraci¨®n que sinti¨® al conocer a los luchadores que durante a?os hab¨ªa seguido cada domingo frente al televisor. Como ellos, primero sali¨® a combatir con m¨¢scara, pero pronto decidi¨® sac¨¢rsela. "Soy demasiado lindo para usar m¨¢scara", bromea. "En vez de m¨¢scara voy a usar maquillaje y mi cuerpo", se dijo cuando apost¨® por luchar a cara descubierta y dar a conocer su identidad. Su amuleto es el pelo, que se peina con tup¨¦ frente al espejo antes de cada pelea, y que debi¨® raparse por una apuesta al perder contra el Hijo del Santo.
En Mar del Plata se presenta por la ma?ana como Sa¨²l Armend¨¢riz y por la tarde llega vestido de Cassandro. El primero usa zapatos de tac¨®n de aguja. El segundo, botas de luchador. Ambos lucen el pa?uelo verde a favor de la legalizaci¨®n del aborto atado en la mu?eca y se funden en abrazos, selfies y aplausos de todos los presentes.
"Sa¨²l me quiere salvar, pero Cassandro me quiere matar", responde a la pregunta de cu¨¢ndo se retirar¨¢. Con 48 a?os, acumula un largo historial de fracturas que le ha obligado a pasar seis veces por el quir¨®fano. Los m¨¦dicos le advierten del riesgo de seguir peleando, pero la semana pasada se subi¨® tres veces al ring.
Entre las batallas que est¨¢ m¨¢s orgulloso de haber ganado hay algunas ¨ªntimas: super¨® sus adicciones y rehizo hace cinco a?os la relaci¨®n con su padre, que durante d¨¦cadas le dio la espalda por su homosexualidad. "Ojal¨¢ que venga algo bueno a M¨¦xico. Ojal¨¢, ojal¨¢, ojal¨¢", repite como un mantra sobre la llegada de Andr¨¦s Manuel L¨®pez Obrador a la presidencia de M¨¦xico aunque desconf¨ªa profundamente de la pol¨ªtica: "Es una mierda para m¨ª". Aplica en su vida la regla con la que se abri¨® paso en la lucha libre: despu¨¦s de una ca¨ªda, toca levantarse otra vez.
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