Los abusos del poder
No vendr¨ªa mal ir quitando los s¨ªmbolos del poder del sacerdocio: distinciones, t¨ªtulos y ropas anacr¨®nicas
Se ha celebrado en Roma una reuni¨®n del Papa con obispos para determinar el camino a seguir en el caso de los abusos sexuales que se han dado en el seno de la Iglesia. Para m¨ª, la causa ¨²ltima de estos actos es el poder que se puede utilizar para presionar al d¨¦bil y satisfacer los deseos propios. Los casos m¨¢s cercanos que sirven para apoyar mi argumento son la violencia que han ejercido otras clases privilegiadas como los directores de cine sobre las actrices, los pol¨ªticos y empresarios sobre sus subordinados e incluso las familias sobre los menores de edad.
Hasta hace muy poco la costumbre era ¡°que los trapos sucios se ventilaban en casa¡± para no perder prestigio y dar que hablar. Pero todo esto cambi¨® cuando los d¨¦biles destaparon sus verg¨¹enzas y se atrevieron a denunciar a los malhechores. Se apoyaron unos a otros y se form¨® una cadena que termin¨® con la carrera de actores afamados, pol¨ªticos prestigiosos, escritores con muchos libros vendidos y articulistas de mucha influencia. No result¨® la Iglesia indemne pues salieron a relucir casos, demasiados casos, que afectaban a sacerdotes, obispos y cardenales como George Pell.
?Qu¨¦ puede hacer hoy? Pedir perd¨®n, una y mil veces, denunciar a los que han muerto y pagar a las v¨ªctimas por sus hechos; entregar a la autoridad civil a los vivos cuyos delitos no hayan prescrito y retirarles la orden sacerdotal. Respecto al pasado, poco m¨¢s. Y de cara al futuro suprimir redes complejas de complicidad y recuperar un mandato de Cristo que pide no llamar padre a nadie pues s¨®lo Dios es nuestro padre (Mt. 23,8-12), algo que es obvio que no cumplimos. En el grupo que segu¨ªa a Jes¨²s todos ten¨ªan que considerarse hermanos y a los que so?aban con lugares preeminentes se les llamaba la atenci¨®n.
Como el poder est¨¢ en el origen de los abusos sexuales del clero, en el clericalismo, una de las soluciones es volver al mandato b¨ªblico, fomentar una pol¨ªtica de humildad y hacer corresponsables a los laicos. Tampoco vendr¨ªa mal ir quitando los s¨ªmbolos del poder del sacerdocio como distinciones, t¨ªtulos y uniformes anacr¨®nicos.
Tengo un profundo amor a la Iglesia y siento que algunos sacerdotes hayan abusado de su poder, sobre personas y conciencias, especialmente con ni?os y mujeres pues han sido responsables de la p¨¦rdida de prestigio de la instituci¨®n y de que se hable menos de Jesucristo, una persona que ha impulsado nuestra civilizaci¨®n y ha empujado a muchos cristianos a realizar buenas obras.
No demonicemos a la Iglesia, como no lo hacemos con los varones a pesar del goteo diario de la violencia de algunos, pues ha pagado muy caro la inmunidad de su gran poder y ayud¨¦mosla con nuestras denuncias a terminar esta horrible lacra.
Isabel G¨®mez-Acebo es te¨®loga.
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