C¨®mo se convirti¨® Portugal en un referente mundial en la regulaci¨®n de las drogas
Se cumplen 20 a?os desde que el pa¨ªs luso descriminaliz¨® el consumo de estupefacientes, que ha tra¨ªdo consigo reducciones del consumo de hero¨ªna y coca¨ªna y bajada del VIH
Las drogas entraron con fuerza en Portugal al terminar la dictadura. Llegaron de la mano de la libertad hasta crear una aut¨¦ntica crisis social. ¡°No hab¨ªa familia sin alg¨²n adicto¡±, recuerda Jo?o Goul?o, director del Servicio de Intervenci¨®n de Comportamientos Adictivos y Dependencias (SICAD). Los Gobiernos democr¨¢ticos trataron de atajar el problema con mano dura: tolerancia cero con traficantes, y tambi¨¦n con consumidores, a quienes les ca¨ªa el peso del sistema penal si eran sorprendidos in fragranti. Pero la situaci¨®n no hac¨ªa sino empeorar: el consumo crec¨ªa al mismo ritmo que las enfermedades infecciosas y la saturaci¨®n de las prisiones. Hasta abril de 1999. Hace 20 a?os el pa¨ªs dio un giro a sus pol¨ªticas y lo convirtieron en un referente mundial.
Fue entonces cuando el Gobierno aprob¨® una nueva estrategia que se empezar¨ªa a implementar dos a?os despu¨¦s, tras largos debates con la sociedad civil y en el Parlamento. La legislaci¨®n no era ni mucho menos revolucionaria: despenalizar el consumo a aquellos que portasen un m¨¢ximo de 10 dosis de una determinada sustancia il¨ªcita. No muy distinto de lo que sucede en Espa?a, por ejemplo. Pero lo que marc¨® la diferencia fue el cambio de sensibilidad hacia los drogodependientes: dejaron de ser tratados como a delincuentes, se aplicaron programas de atenci¨®n, sustituci¨®n de hero¨ªna por metadona, se les incluy¨® en el sistema sanitario para atender sus enfermedades. Los resultados no tardaron en llegar. Aunque el consumo en general de estupefacientes no ha descendido, el de hero¨ªna y coca¨ªna, dos de los m¨¢s problem¨¢ticos, ha pasado de afectar al 1% de la poblaci¨®n lusa a un 0,3%; las infecciones de VIH entre los consumidores han ca¨ªdo a la mitad (en el total de la poblaci¨®n ha pasado de 104 nuevos casos al a?o por mill¨®n en 1999 a 4,2 en 2015), y la poblaci¨®n carcelaria por motivos relacionados con drogas ha bajado del 75% al 45%, seg¨²n datos de Agencia Piaget para el Desarrollo (Apdes).
Jose Queiroz, su director, define esta pol¨ªtica como ¡°una aproximaci¨®n humanista que no juzga y se basa en la confianza y en la relaci¨®n con la gente¡±. La ley puso las bases, pero de poco habr¨ªa servido si no hubiera sido acompa?ada por medidas sociales y fondos destinados a servicios de lo que se conoce como reducci¨®n de da?os, es decir, mitigar en lo posible las consecuencias negativas de las drogas desde una perspectiva no basada tanto en la persecuci¨®n como en la informaci¨®n, la atenci¨®n m¨¦dica y los servicios a los adictos. Los m¨¢s frecuentes son ofrecer materiales esterilizados a quienes se inyectan, metadona a los que buscan dejar la adicci¨®n a la hero¨ªna, espacios de consumo supervisado (tambi¨¦n conocidos como narcosalas) o, seg¨²n las tendencias m¨¢s recientes y progresistas, centros donde examinar las sustancias para que los usuarios sepan exactamente qu¨¦ se meten en el cuerpo. Cada vez m¨¢s pa¨ªses, a trav¨¦s de ONG, proporcionan este servicio en lugares l¨²dicos, como festivales de m¨²sica y, poco a poco, van abriendo sedes fijas, como sucede en el propio Portugal, Holanda o Suiza.
Existe una amplia literatura cient¨ªfica que muestra c¨®mo este tipo de pol¨ªticas reducen la muerte por sobredosis y mejoran la salud de los consumidores. Especialmente, las tasas de VIH caen autom¨¢ticamente donde se ponen en marcha: el virus del sida, que lleva a?os bajando en todo el mundo, sigue expandi¨¦ndose entre esta poblaci¨®n, particularmente en los pa¨ªses del Este de Europa, donde la mayor¨ªa de las soluciones de reducci¨®n de da?os est¨¢n prohibidas. Una de cada ocho personas que se inyecta drogas en el mundo es seropositivo, y solo un 1% vive en un pa¨ªs donde se apliquen este tipo de pol¨ªticas, seg¨²n Harm Reduction International, que ha celebrado su 26? congreso esta semana en Oporto.
El consumo de hero¨ªna y coca¨ªna, dos de los m¨¢s problem¨¢ticos, ha pasado de afectar al 1% de la poblaci¨®n lusa a un 0,3%
Algunas investigaciones muestran incluso que la seguridad ciudadana all¨¢ donde se llevan a cabo medidas m¨¢s avanzadas en materia de drogas sube, como sucedi¨® en Vancouver desde que abri¨® una narcosala. Pero la ideolog¨ªa no siempre se alinea con a evidencia: los pa¨ªses m¨¢s conservadores siguen restringi¨¦ndolas, incluso persiguiendo a los drogadictos, como sucede en Rusia o Filipinas.
Desde que Portugal dio el giro en sus pol¨ªticas el consenso ha mantenido la ley y ning¨²n Gobierno desde hace 20 a?os, ni de derechas ni de izquierdas, ha tenido la tentaci¨®n de revertirla. Pero seg¨²n cuenta Queiroz, s¨ª que se han visto recortes de fondos, como en la ¨¦poca de la crisis, que dan al traste con todos estos esfuerzos. ¡°No es necesario cambiar la legislaci¨®n, basta con dejar de invertir para que el sistema deje de funcionar como debiera¡±, relata. Pone el ejemplo de Espa?a, que con una legislaci¨®n similar en todo el pa¨ªs tiene comunidades que son incluso ¡°mucho m¨¢s avanzadas que Portugal¡±, como el Pa¨ªs Vasco y Catalu?a. Y otras donde apenas hay atenci¨®n a los drogodependientes. ¡°Todo depende de la voluntad pol¨ªtica¡±, resalta Queiroz.
Un buen ejemplo de c¨®mo los fondos se canalizan a la ayuda a los toxic¨®manos es la propia Apdes. Tiago Teixeira, m¨¦dico especialista en enfermedades infecciosas, es el supervisor del programa de sustituci¨®n de opi¨¢ceos de la agencia portuguesa. Comenz¨® como voluntario, pateando las calles para ofrecer a los consumidores de drogas informaci¨®n sobre VIH y hepatitis C (un 80% de los toxic¨®manos padece o ha padecido estas enfermedades), condones (las pr¨¢cticas de riesgo son mucho m¨¢s frecuentes en esta poblaci¨®n), agujas hipod¨¦rmicas esterilizadas, etc¨¦tera. Pero el contacto con ellos habr¨ªa sido pr¨¢cticamente imposible sin los "pares", personas que pasan o han pasado por la misma situaci¨®n de quienes consumen en las calles, que gozan de su confianza y que no son vistos como parte de un sistema que viene a imponerles conductas. Por eso, dec¨ªa Queiroz, la receta portuguesa se basa en la comunicaci¨®n: ¡°Es un colectivo que est¨¢ sufriendo fuertes situaciones de violencia, estigma, obst¨¢culos para acceder a buenas medicinas, al sistema de salud. Padece normalmente pobreza estructural y exclusi¨®n. Nuestro papel es conectar con ellos, que haya una relaci¨®n de confianza; de lo contrario todas estas pol¨ªticas de reducci¨®n de da?os no les llegar¨ªan¡±.
Los pares son una conexi¨®n entre los drogadictos y las organizaciones que les ayudan. Y figuras como la de Teixeira, quien los enlaza con el sistema de salud. ¡°Les atendemos, les hacemos controles de VIH, de tuberculosis [otra dolencia que se dispara entre los consumidores de drogas, entre otras circunstancias porque suelen consumir juntos y hacinados, compartiendo el bacilo que viaja por el aire], les ofrecemos la metadona. Cuando ven una de nuestras furgonetas [de Apdes] ya saben que pueden confiar en nosotros. Y esto ha servido para derribar barreras con el hospital. Muchos usuarios han tenido malas experiencias con el sistema sanitario, han sido tratados de forma inadecuada por profesionales que quiz¨¢s no est¨¢n acostumbrados a estas situaciones. Esto les alejaba del sistema de salud y era un c¨ªrculo vicioso¡±, cuenta Teixeira.
Tambi¨¦n ha cambiado radicalmente la acci¨®n policial. Los agentes de Portugal tuvieron que pasar de la noche a la ma?ana de tratar a los consumidores como delincuentes a hacerlo como enfermos. Ya no se les arresta, aunque se mantienen multas por el consumo, que pueden ser eliminadas con la integraci¨®n en programas de desintoxicaci¨®n. ¡°Se tard¨® en cambiar la mentalidad de los funcionarios. Y ni siquiera podemos decir que estemos 100% adaptados, pero la diferencia es enorme: existe una nueva mirada hacia los usuarios de drogas, el polic¨ªa ha pasado a ayudarles. Y esto tambi¨¦n ha redundado en una reducci¨®n dr¨¢stica del papeleo que antes se produc¨ªa con cada intervenci¨®n, las detenciones¡¡±, enumera Ant¨®nio Leit?o da Silva, jefe de la polic¨ªa municipal de Oporto.
A un lugar de las afueras de esta ciudad, conocido como Casa Velha, van cada d¨ªa medio centenar de usuarios a consumir. La mayor¨ªa fuma crac, hero¨ªna o ambas. Son las ruinas de lo que parece una antigua casa se?orial, con vegetaci¨®n que brota del suelo entremezclada con papelinas, peque?os botes de metadona, trozos de papel de plata¡ All¨ª est¨¢ Mario, 53 a?os, delgado, con pocos dientes y las secuelas que la hero¨ªna ha marcado en su rostro. Dej¨® esta droga hace ocho a?os. Gracias a las pol¨ªticas de reducci¨®n de da?os la cambi¨® por metadona, que toma a diario para suplirla. Sigue enganchado al crac, que fuma en pipa mientras voluntarios de ONG van repartiendo utensilios limpios y comida. No se ha inventado un sustituto de esa sustancia que quite el mono y que sea menos lesivo. Ha estado en la c¨¢rcel nueve veces, sobre todo en los noventa, cuando todav¨ªa era detenido simplemente por consumir. ¡°Ahora est¨¢ todo mejor. Voy a un centro de atenci¨®n donde puedo ba?arme, cambiarme de ropa, me siento m¨¢s limpio. Cada a?o me vacunan contra la gripe, me atienden si estoy enfermo¡¡±, enumera.
Los polic¨ªas de Portugal tuvieron que pasar de la noche a la ma?ana de tratar a los consumidores como delincuentes a hacerlo como enfermos
La mejora de la atenci¨®n a este colectivo no solo redunda en ellos. Como se?alan los expertos, es beneficiosa para la salud p¨²blica: reduce el gasto sanitario al atajar dolencias m¨¢s graves y contener los brotes de enfermedades contagiosas.
Todas estas medidas hicieron que Portugal se haya convertido en un referente para muchos otros pa¨ªses. Pero las cosas no son ni mucho menos perfectas. Las ONG se quejan de que los fondos son escasos. Las asociaciones de consumidores, de que las leyes siguen sin ser suficientemente progresistas: quieren poder consumir de manera informada sustancias legales. Lo m¨¢s parecido es la marihuana, que sigue prohibida excepto para uso medicinal, siempre bajo prescripci¨®n m¨¦dica y cuando otros remedios no hayan funcionado. Y, pese a todos los avances, en todo el pa¨ªs todav¨ªa no existe ni una sala de uso supervisado, algo que se ha demostrado muy valioso para reducir infecciones y sobredosis, pero que suele llegar con enorme pol¨¦mica entre los vecinos. Seg¨²n la Red Internacional de Locales de Consumo de Drogas, este tipo de instalaciones no suma ni un centenar en todo el mundo. La mayor¨ªa est¨¢n concentradas en Holanda (20), Suiza (18), Alemania (26) y Espa?a (15, en su gran mayor¨ªa en Catalu?a). Australia, Canad¨¢, Francia, Dinamarca, Noruega y Luxemburgo son otros pa¨ªses que disponen de estos centros.
Pero el congreso de reducci¨®n de da?os de Oporto ha tra¨ªdo buenas noticias. Durante su inauguraci¨®n, seg¨²n cuentan fuentes cercanas, influido por el ambiente proclive a estas pol¨ªticas, el alcalde de la ciudad, Rui Moreira, anunci¨® que se abrir¨ªa pr¨®ximamente un local para el consumo controlado de drogas. Por la improvisaci¨®n del anuncio se conocen pocos detalles, pero es un nuevo paso adelante.
Como recuerda Alexandre Quintanilha, presidente del comit¨¦ parlamentario de Educaci¨®n y Ciencia, hace 20 a?os muchos advert¨ªan de que la regulaci¨®n portuguesa estaba fuera del sistema legal internacional, de que acabar¨ªa en los tribunales. ¡°En tiempos dominados por el miedo y la regresi¨®n est¨¢ bien escuchar una historia de ¨¦xito. Pero lo que fue innovador en el pasado tiene que mantenerse bajo control permanente. Las pol¨ªticas p¨²blicas tienen que adaptarse a las nuevas tendencias y abordar los desaf¨ªos emergentes y de largo plazo. No nos podemos dormir en los laureles. Todos los pa¨ªses, todas las ciudades, todas las comunidades pueden hacer m¨¢s y mejor para la reducci¨®n de da?os¡±, reflexionaba en Oporto Jorge Sampaio, presidente de Portugal cuando el pa¨ªs aprob¨® el giro en su pol¨ªtica de drogas.
M¨¢s all¨¢ de la reducci¨®n de da?os
En la 26? Conferencia de Reducci¨®n de da?os, que se ha celebrado en Oporto esta semana, ha habido tiempo para repasar casos de ¨¦xito como el portugu¨¦s, pero tambi¨¦n para subrayar los enormes retos que hay por delante. M¨¢s all¨¢ de llevar estas pol¨ªticas a los pa¨ªses donde no las tienen, algunas voces apostaban por seguir avanzando hacia una regulaci¨®n m¨¢s progresista en materia de estupefacientes. Lo dijo la alta comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, Michelle Bachelet, quien afirm¨® que la "guerra contra las drogas ha fracasado", ya que el consumo en lugar de disminuir crece. Entre 2000 y 2015 ha habido un aumento del 60% en las muertes relacionadas con las drogas: 450.000 fallecimientos en 2015, seg¨²n la Organizaci¨®n Mundial de la Salud.
M¨¢s contundente se muestra Michel Kazatchkine, de la Comisi¨®n Global para Pol¨ªtica de Drogas: "Necesitamos descriminalizar a los consumidores, pero no solo esto. En muchos pa¨ªses se cree que poni¨¦ndoles multas van a solucionar el problema, pero lo normal es que no puedan pagarlas, lo que les lleva al sistema criminal y a la encarcelaci¨®n. La demanda de drogas existe y seguir¨¢ existiendo y si no se encuentra de forma legal, ser¨¢ en el mercado ilegal, con todas sus malas consecuencias: adulteraci¨®n, mafias, epidemias de VIH, hepatitis, corrupci¨®n, violencia e inseguridad". El comisionado se muestra a favor de legalizar los estupefacientes, como se est¨¢ haciendo en algunos pa¨ªses con el cannabis, pero tambi¨¦n con los duros. "Los gobiernos deber¨ªan apostar por un uso seguro de estas sustancias. Hay que enfrentarse al mundo tal como es, y uno libre de drogas no existe".
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