Indonesia, al borde de una nueva cat¨¢strofe medioambiental por los incendios forestales
Varias semanas de sequ¨ªa dificultan la extinci¨®n de los fuegos que extendienden una niebla t¨®xica por Singapur y Malasia
Azuzadas por el viento, un foco de llamas resiste los denodados esfuerzos de Yusro y su equipo por aplacarlas. ¡°No ve¨ªa algo igual desde 2015. Espero que podamos gestionarlo, pero tiene que llover¡±, asegura el hombre, protegido de las irrespirables r¨¢fagas de humo y cenizas por un pa?uelo de camuflaje que le llega hasta los ojos y una visera que le cubre la testa. El ¨²ltimo recuento, del 10 de septiembre, del Centro Meteorol¨®gico de la Asociaci¨®n de Naciones del Sureste Asi¨¢tico (ASEAN) indica que hay 474 incendios en Borneo (Kalimant¨¢n) y 387 en Sumatra. La prolongada sequ¨ªa hace temer una cat¨¢strofe medioambiental si no llueve de forma inminente.
Yusro forma parte de una brigada anti-fuegos de la compa?¨ªa Adga Palm, dedicada a la producci¨®n de aceite de palma en la provincia de Jambi (Sumatra). ¡°Vecinos, miembros del Ej¨¦rcito, de la Polic¨ªa¡ Todo el mundo est¨¢ ayudando¡±, afirma el hombre, visiblemente sofocado por el agobiante calor, agravado por las llamas. En total, 9.000 efectivos han sido desplegados en el pa¨ªs para sofocar los fuegos. Mientras Yusro habla, un par de helic¨®pteros de la Agencia de Gesti¨®n de Desastres Forestales de Indonesia sobrevuelan la plantaci¨®n escupiendo torrentes de agua de forma casi ininterrumpida.
¡°Llevamos una semana intentando apagar los fuegos, trabajando d¨ªa y noche en turnos de doce horas, con siete equipos de seis personas, cubriendo cada uno 15 hect¨¢reas¡ Pero nada¡±, lamenta Yusro, turbado por la posibilidad de que la situaci¨®n se prolongue hasta que llegue la ¨¦poca de lluvias en noviembre.
De ser as¨ª, podr¨ªan enfrentarse a una situaci¨®n similar a la de hace cuatro a?os: entonces los incendios en la estaci¨®n seca ¨Centre junio y noviembre- se vieron empeorados por una severa sequ¨ªa debido al fen¨®meno El Ni?o y arrasaron dos millones de hect¨¢reas en toda Indonesia, provocando p¨¦rdidas estimadas en 16.000 millones de d¨®lares, seg¨²n el Banco Mundial. El aire contaminado alcanz¨® a las vecinas Singapur y Malasia, donde durante un mes la concentraci¨®n de part¨ªculas PM2,5 -las m¨¢s peque?as y perjudiciales para la salud- lleg¨® a superar los 400 microgramos por metro c¨²bico, mientras la Organizaci¨®n Mundial de la Salud (OMS) considera que a partir de los 25 microgramos ya no es saludable. Seg¨²n la ONG Amigos de la Tierra de Indonesia (Walhi), se trat¨® del peor desastre medioambiental provocado por el hombre desde el vertido de petr¨®leo de BP en el golfo de M¨¦xico en 2010.?
Aunque todav¨ªa no se ha llegado a ese punto, el aire en Jambi y otras cinco provincias indonesias ha entrado ya en niveles peligrosos, rondando los 200 microgramos por metro c¨²bico y afectando a m¨¢s de 23 millones de personas. Singapur y Malasia comienzan tambi¨¦n a verse perjudicados; la ciudad-estado asi¨¢tica amanece a diario envuelta en neblina, con medidores como AirVisual calificando el aire de insalubre (por encima de los 150 microgramos por metro c¨²bico). Las autoridades malasias han distribuido medio mill¨®n de mascarillas a sus residentes y han cerrado colegios en varias provincias debido al smog.
Si en los pa¨ªses vecinos la niebla inquieta, la situaci¨®n se hace insostenible en las plantaciones de Sumatra, donde las mascarillas protectoras negrean en minutos. ¡°Todav¨ªa estamos bien, pero estoy preocupado por si el humo contaminado entra en mi casa y hace enfermar a mi familia¡±, dice Yusro. Cient¨ªficos calculan que la exposici¨®n continuada a este aire t¨®xico podr¨ªa provocar 36.000 muertes prematuras al a?o en Indonesia, Singapur y Malasia en las pr¨®ximas d¨¦cadas si esta situaci¨®n contin¨²a.?
De momento, Jasmine Puteri, de Greenpeace Indonesia, afirma que los efectos de El Ni?o ¡°no est¨¢n siendo tan fuertes este a?o, pero creemos que si la sequ¨ªa perdura la situaci¨®n podr¨ªa ser potencialmente tan grave como en 2015¡±. Actualmente, m¨¢s de 930.000 hect¨¢reas arden en Indonesia, alrededor de la mitad de las que fueron arrasadas en 2015, una cifra que puede aumentar r¨¢pido si no llueve.?
En total, hasta 5.000 ¡°puntos calientes¡± han sido detectados hasta ahora en todo el pa¨ªs por im¨¢genes de sat¨¦lite de la Agencia Nacional Aeroespacial (LAPAN). ¡°Esta semana se llegado a un nuevo r¨¦cord, con el mayor n¨²mero de fuegos desde lo ocurrido en 2015¡±, advierte Thomas Smith, especialista en turberas de London School of Economics (LSE).?
Alrededor del 40 por ciento de los fuegos se dan en las turberas, especialmente habituales en Indonesia, donde ocupan el 12 por ciento de su suelo, en contraste con el 3 por ciento que abarcan en toda la superficie terrestre. Se trata de un tipo de humedal con gran biodiversidad que almacena alrededor del 20 por ciento del carbono soterrado en el mundo. El problema es que, si bien conservar y restaurar estas reservas vitales de carbono contribuye a la lucha contra el cambio clim¨¢tico, su drenaje y quema para destinar el terreno a cultivos destapa la bomba de relojer¨ªa: se estima que las emisiones actuales de gases de efecto invernadero provocadas por el incendio de turberas representan hasta el 5% de todas las emisiones derivadas de la actividad humana.?
Seg¨²n la FAO, su drenaje tambi¨¦n incrementa la frecuencia de incendios, pues las brasas pueden persistir durante meses. ¡°Se necesita al menos una semana de lluvias continuadas para extinguirlas completamente, no hay tecnolog¨ªa apta para hacerlo¡±, afirma Ade Chandra, activista medioambiental de KKI-WARSI en Jambi, donde hay hasta 600.000 hect¨¢reas de turberas.?
Elviza Diana, de la ONG Mongabay, lamenta que el problema es que quemarlas es una pr¨¢ctica barata y r¨¢pida para dar uso a la tierra, como ocurre en la Amazonia. ¡°La mayor¨ªa de las veces puedes ver las semillas de las plantaciones para aceite de palma tres meses despu¨¦s del fuego¡±, asegura.?
Como en el resto de Indonesia, el mayor productor de aceite de palma del mundo, las plantaciones de este aceite vegetal, muy utilizado por las grandes corporaciones de alimentaci¨®n, cosm¨¦tica y biocombustibles, abundan en Jambi. Pero varios factores han propiciado que proliferen otros cultivos, y que por lo tanto se quemen m¨¢s terrenos. Por un lado, el Gobierno indonesio impuso el a?o pasado una moratoria de tres a?os a la concesi¨®n de licencias para nuevas plantaciones de palma. Por otro, la Uni¨®n Europea ha restringido sus importaciones, alegando las pr¨¢cticas poco sostenibles de su cultivo. ¡°Preferimos plantar verduras, que dan beneficios m¨¢s r¨¢pido, o nuez de areca, o la fruta del drag¨®n¡±, asegura Husli desde un peque?o comercio que regenta junto a su esposa.?
Husli culpa a compa?¨ªas de los incendios: ¡°lo hacen para extender sus zonas de explotaci¨®n¡±, se queja. Una responsabilidad que nadie asume, y que pasa de unas manos a otras como una patata caliente. Yusro, por su parte, no duda en se?alar a los vecinos: ¡°la mayor¨ªa de los fuegos los provoca la gente¡±, denuncia convencido.?
La realidad es que los fuegos contin¨²an, y tambi¨¦n en las zonas protegidas, pese a que Indonesia aprob¨® en 2011 una moratoria sobre la concesi¨®n de permisos para explotar bosques y turberas v¨ªrgenes. A poca distancia del recinto controlado por la compa?¨ªa de Yusro, un cartel amarillo chill¨®n advierte del peligro: ¡°Awas Api¡± (¡°Cuidado, Fuego¡±, en bahasa indonesio). Se trata de una turbera incendiada hace al menos una semana en un ¨¢rea vedada, de la que a¨²n emanan llamaradas, sin que nadie haya sido a¨²n incriminado.?
¡°Normalmente son las peque?as y medianas compa?¨ªas o los propios agricultores los que queman la tierra para su propia supervivencia. El problema es que no disponen del equipamiento necesario si los fuegos se hacen incontrolables¡±, apunta Lee Poh Onn, del Instituto de Estudios del Sureste Asi¨¢tico de Singapur (ISEAS).?
Y es que muchas aldeas de Sumatra o Borneo a¨²n son tremendamente dependientes de los cultivos. Es el caso del pueblo de no m¨¢s de treinta casas de Pitri, a pocos kil¨®metros de la turbera prendida en zona protegida. ¡°Casi todos trabajan para alguna compa?¨ªa agr¨ªcola¡ Mis cu?ados, a mis suegros¡±, dice la mujer, mientras prepara unas alb¨®ndigas rebozadas en un peque?o tenderete callejero para sacar un dinero extra.
¡°Pero mantenemos controlados los fuegos. Nosotros no los provocamos; si queremos abrir la tierra, talamos los ¨¢rboles, no la incendiamos¡±, se defiende.
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