Mujeres y s¨ªnodo
En el s¨ªnodo de la Amazonia se abord¨® por primera vez el papel fundamental de las mujeres en las comunidades cristianas, pero la soluci¨®n se ha remitido a otra comisi¨®n
Algo ha cambiado en la Iglesia: por primera vez en un s¨ªnodo se ha hablado expl¨ªcitamente de las mujeres, y lo que es m¨¢s, de la necesidad de encontrar una forma de reconocer el compromiso asumido por ellas en la evangelizaci¨®n de la Amazon¨ªa. Naturalmente, la solicitud -m¨¢s que leg¨ªtima- de tener derecho al voto presentada por las monjas que han participado en la asamblea sinodal, no ha obtenido respuesta, y la cuesti¨®n del reconocimiento del diaconado a las mujeres, que se arrastra desde hace a?os, se ha remitido una vez m¨¢s a una nueva comisi¨®n.
Pero s¨ª se abord¨® por primera vez el problema, que se considera estrechamente ligado al contexto amaz¨®nico, del papel fundamental desempe?ado por las mujeres en dos tercios de las comunidades cristianas, a pesar de que se han ideado soluciones contradictorias. En primer lugar, reconocer a estas mujeres dos ¨®rdenes menores, como el lectorado y el acolitado, que de hecho llevan practicando desde hace d¨¦cadas; pero sobre todo, crear un nuevo ministerio, el de ¡°Gu¨ªa de la Comunidad¡±. Esta ¨²ltima propuesta estar¨ªa bien si no fuera acompa?ada de una campa?a machacona sobre la necesidad de aumentar el n¨²mero de sacerdotes, una necesidad considerada tan urgente como para justificar incluso la propuesta de ordenar hombres casados.
Si se aceptara esta propuesta y realmente aumentara significativamente el n¨²mero de sacerdotes, las mujeres que actualmente lideran las comunidades, aunque se les reconociera el nuevo ministerio especial, perder¨ªan de hecho su papel en beneficio del sacerdote, porque en la Iglesia no se reconoce la igualdad entre mujeres y hombres, y mucho menos entre los laicos y el clero; la superioridad del sacerdote como tal sigue siendo incuestionable. Estamos muy lejos de reconocer a cualquier cristiano, hombre o mujer, como sujeto del sacerdocio dado por el bautismo, y por este motivo, digno de desempe?ar un papel de gu¨ªa, siempre que tenga capacidad para ello.
En cierto modo, por lo tanto, la posibilidad de ordenar hombres casados puede convertirse, de hecho, en otra forma de negar la autoridad de las mujeres, para no reconocer el gran trabajo que han realizado y ni siquiera el esfuerzo invertido en el trabajo de evangelizaci¨®n.
El s¨ªnodo amaz¨®nico ha sacado a la luz una cuesti¨®n fundamental, el retraso de la instituci¨®n eclesi¨¢stica en reconocer la dignidad de las mujeres, que alcanza niveles realmente serios, como el negarles el derecho al voto en una asamblea de la que han formado parte, y en la que se ha hablado continuamente de camino sinodal, es decir, en com¨²n. Pero, evidentemente, la propuesta de un camino com¨²n est¨¢ dirigida solo a hombres, preferiblemente sacerdotes. No se ha hecho nada para contrarrestar la clericalizaci¨®n de la Iglesia que el papa Francisco denuncia con tanta frecuencia.
Y aun cuando se piensa en un nuevo reconocimiento, como el Ministerio de Gu¨ªa de la Comunidad, inmediatamente se busca una forma de quitar a las mujeres la posibilidad de desempe?ar un papel de liderazgo, aunque lo hayan conquistado sobre el terreno, como en este caso.
Adem¨¢s, sigue existiendo una gran vaguedad: cada nuevo proyecto parece referirse solo a la Amazonia, y a sus problemas tan especiales. Pero no es solo este enorme territorio el que se lamenta por la falta de sacerdotes y reivindica el papel desempe?ado por las mujeres, y est¨¢ claro que cada una de estas medidas se extender¨¢ a toda la Iglesia. ?Pero puede un s¨ªnodo particular, dedicado a una parte del mundo explotada y marginada, convertirse en el modelo de cambios tan decisivos?
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