Las soledades de Omar, el menor tutelado n¨²mero 22.042
El suicidio de un adolescente guineano que hab¨ªa sido tutelado por la Generalitat revela la herida de la ruta africana y el v¨¦rtigo de los migrantes al cumplir los 18


El puente de piedra parduzca que atenaza el r¨ªo Anoia con sus grandes ojos de medio punto es un tel¨®n de fondo ideal para el festival Rec. Es 6 de noviembre, primer d¨ªa de un evento que es el ep¨ªtome de lo h¨ªpster: paradas de street food, patrocinio de Estrella Damm y marcas de moda que ocupan las antiguas curtidur¨ªas en la margen izquierda del r¨ªo. Omar Diallo est¨¢ solo encima del puente. Poco antes de las 14.00, salta. No se lanza sobre el espeso ca?averal que cubre el pobre caudal del r¨ªo, sino sobre el asfalto. Un testigo le ha visto y avisa a los Mossos.
La muerte de Omar abate a quienes, hasta hace pocos d¨ªas, fueron sus compa?eros en el centro de acogida de menores Mas Amig¨®; derrumba a la familia guineana que le hab¨ªa acogido en su casa; y descoloca a los educadores que le han asistido desde que lleg¨® a Catalu?a, porque no vieron venir el desenlace. ¡°Se hab¨ªa adaptado bien, era uno m¨¢s de esa familia, enviaba mensajes diciendo que estaba contento¡ Nadie pens¨® que pasar¨ªa esto. Los suicidios no avisan¡±, explica Marta Montoya, que coordina los centros para migrantes de la cooperativa Eduvic.
En mayo, seis meses antes de quitarse la vida, Omar entra en la comisar¨ªa de los Mossos de la plaza de Espanya, un edificio moderno pero de aroma sovi¨¦tico. Dice que tiene 17 a?os, aunque no presenta pasaporte ni certificado de nacimiento. La polic¨ªa le fotograf¨ªa (plum¨®n azul, peque?a herida bajo el ojo derecho) y le asigna un n¨²mero de tutelado ¡ª22.042¡ª, a la espera de que la Fiscal¨ªa determine su edad. El chico empieza as¨ª su breve vida bajo la ¨¦gida de la Generalitat, que le conduce primero a un centro de Calella y, luego, a una mas¨ªa en un entorno id¨ªlico de la Catalu?a central.
Desde Santa Margarida de Montbui, un discreto cartel marca el desv¨ªo, por un sendero, hacia Mas Amig¨®. Un campo de f¨²tbol de tierra ¡ªel rojo y el blanco de las porter¨ªas reci¨¦n pintadas refulgen frente al paisaje ocre¡ª da paso a un patio donde un vigilante controla el acceso al recinto. ¡°Aqu¨ª est¨¢n alejados de miradas hostiles¡±, dice un educador. All¨ª vivi¨® Omar. ¡°Era un chico reservado y t¨ªmido, pero activo. Hab¨ªa hecho su grupo de amigos¡±, indica Montoya. Arrastraba, sin embargo, una pesada carga como migrante y una infancia de soledad, abandono y pobreza. Hu¨¦rfano, hab¨ªa sido ¡°ni?o de la calle¡± en T¨¦lim¨¦l¨¦ ¡ªlocalidad de 15.000 habitantes al oeste de Guinea¡ª y emprendido, de adolescente, un penoso viaje a Europa, tambi¨¦n en soledad. De esas experiencias le quedaron heridas profundas pero invisibles; en alguna ocasi¨®n verbaliz¨® su ¡°miedo a estar solo¡±.

Omar relat¨® su periplo, con cuentagotas, a los educadores y a la forense que le visit¨®. Dijo que hab¨ªa salido de Guinea ¡ªo Guinea-Conakry, para distinguirla de sus vecinas con apellido¡ª y llegado en avi¨®n a Malta. De all¨ª hab¨ªa cruzado a Italia y luego a Francia hasta llegar a Barcelona. Ese pa¨ªs, a la cola en el ¨ªndice de desarrollo humano, es el segundo (tras Marruecos) que ha aportado m¨¢s migrantes a Espa?a en lo que va de a?o: 3.013 personas han llegado por las fronteras mar¨ªtimas y terrestres, seg¨²n Acnur. No se sabe si Omar tom¨® en alg¨²n momento un avi¨®n o si cont¨® esa versi¨®n porque le conven¨ªa. Pero personas cercanas a ¨¦l dicen que pas¨® primero por Guinea Bissau y que complet¨® por tierra el tramo m¨¢s duro de la ruta africana.
El d¨ªa que se suicid¨®, los Mossos hallaron en la mochila de Omar la copia de una denuncia que present¨® durante su paso por Marsella: dec¨ªa que le hab¨ªan robado la documentaci¨®n. Aquel incidente le afect¨®, relatan sus cuidadores. M¨¢s duro fue saber que dejaba de ser tutelado. El 14 de octubre, mientras los l¨ªderes independentistas conoc¨ªan la sentencia del proc¨¦s, la Fiscal¨ªa decretaba que Omar, corpulento y de anchas espaldas, era mayor de edad. Un forense le hab¨ªa practicado las pruebas preceptivas: un estudio radiogr¨¢fico de la mu?eca y otro de maduraci¨®n dental. La primera prueba indic¨® que ten¨ªa 19 a?os; la segunda, 18. ¡°En ese momento, se vino abajo¡±, dice un educador. Pudo haber recurrido ante el juez, pero no lo hizo, seg¨²n su entorno, porque admiti¨® que al notific¨¢rsele el resultado ¡ªcinco meses despu¨¦s de llegar a Catalu?a¡ª ya era mayor de edad.

De la mas¨ªa a la familia
Esos m¨¦todos han sido cuestionados por las entidades de apoyo a los migrantes ¡ª¡°est¨¢n pensados para varones cauc¨¢sicos; habr¨ªa que aplicar otros criterios¡±, cuenta un portavoz de Acnur¡ª, pero tambi¨¦n por la literatura cient¨ªfica, que subraya sus m¨¢rgenes de error. La Fiscal¨ªa asegura que, ante la duda, los forenses apuntan a la minor¨ªa de edad. Pero advierte de que, sin documentos, el sistema no ofrece otras v¨ªas. Entidades como Hourria replican que tampoco los papeles sirven para los subsaharianos que emigran solos: ¡°Si el chico es negro, se pone en duda su pasaporte¡±.
¡°El problema es que, tengan 17 o 18, siguen siendo vulnerables¡±, apunta una fiscal de menores. Y en esa frontera legal hay mucho en juego: ser un menor protegido o un inmigrante irregular. Omar tuvo que abandonar la mas¨ªa. Se acabaron para ¨¦l el f¨²tbol y las clases de catal¨¢n; las actividades en el pueblo y el psic¨®logo; las tareas en el huerto y el gallinero y la vida rural: tranquila y reposada como ¨¦l. Las entidades sociales denuncian que el chico se encontr¨® expulsado, solo y desamparado, y ven en su tr¨¢gico final un s¨ªmbolo de todo lo que funciona mal en la atenci¨®n a los menores. La indignaci¨®n alcanza a los guineanos que viven en Espa?a. ¡°Un migrante es un hu¨¦rfano. A un chico que no tiene familia, ni papeles ni recursos, ?le echan a la calle?¡±, se pregunta Fod¨¦ Diakit¨¦, mediador.
Pero la Generalitat y el centro niegan la mayor. ¡°Hay errores y hay casos que hacen emerger disfunciones. El de Omar no lo es. No se qued¨® en la calle, se le conect¨® con una red de apoyo, como solemos hacer¡±, afirma la directora de la Direcci¨®n General de Atenci¨®n a la Infancia y la Adolescencia, Georgina Oliva.
El apoyo vino de la comunidad guineana. Mamadou Lamarana, musulm¨¢n y de etnia fula como Omar, le ofreci¨® techo junto a sus tres hijos. Los educadores siguieron el caso m¨¢s por voluntad que por obligaci¨®n y constataron que se adapt¨® a su nueva vida. Lamarana, que habla r¨¢pido, lo corrobora: ¡°Es un buen chaval, normal y corriente, como un hijo m¨¢s... La ma?ana que se suicid¨® me dijo que iba a caminar un rato¡±. Mientras hace gestiones para repatriar el cuerpo, Lamarana no deja de preguntarse, como todos, por qu¨¦ un ni?o de la calle que cruz¨® ?frica para salir de la miseria salt¨® de un puente; y por qu¨¦ tuvo que hacerlo precisamente ahora, cuando empezaba a estar un poco menos solo.
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