Miles de jubilados se agolpan ante los bancos argentinos y se exponen a un contagio masivo
Indignaci¨®n popular por la falta de previsi¨®n en el pago de pensiones
?Qu¨¦ es lo peor que se puede hacer en plena pandemia? Sin duda, aglomerar a miles y miles de ancianos durante horas. Y eso es lo que se hizo el viernes en Argentina. Por una falta de previsi¨®n asombrosa, una gran cantidad de jubilados se api?¨® ante las sucursales bancarias de todo el pa¨ªs para cobrar su pensi¨®n. Fue un desastre que expuso al contagio a las personas de mayor riesgo y redujo sustancialmente los efectos positivos del estricto confinamiento impuesto desde el 20 de marzo.
El presidente Alberto Fern¨¢ndez hizo saber que estaba furioso y desde medios gubernamentales se se?al¨® como responsables al presidente del Banco Central, Miguel Pesce, y al director de la Administraci¨®n Nacional de la Seguridad Social (Anses), Alejandro Vanoli. El abogado y defensor de la Tercera Edad, Eugenio Semino, exigi¨® la dimisi¨®n inmediata de Vanoli y del secretario de Seguridad Social, Luis Bulit Go?i. El secretario del gremio sindical La Bancaria, Sergio Palazzo, tambi¨¦n fue se?alado. Los hechos del 3 de abril parec¨ªan destinados a convertirse en un hito negativo dentro de la crisis del coronavirus en Argentina.
Las oficinas bancarias se cerraron hace ya dos semanas, en cuanto se decret¨® el confinamiento. Algunos empleados siguieron acudiendo a sus puestos para mantener la actividad imprescindible, pero el sindicalista m¨¢s poderoso del sector, Sergio Palazzo, impuso que no se atendiera al p¨²blico: quer¨ªa minimizar el riesgo de contagio para los afiliados a La Bancaria. Desde entonces, la poblaci¨®n tuvo que manejarse solamente con los cajeros autom¨¢ticos.
Llegados al final de marzo, el cobro de salarios y pensiones motiv¨® largas filas ante los cajeros. Para muchos jubilados, poco habituados a operar con tarjetas y pantallas, retirar su dinero se convirti¨® en un suplicio. Para otros, que hab¨ªan perdido la tarjeta o la contrase?a o no las hab¨ªan tenido jam¨¢s, se convirti¨® en una tarea imposible. Con el fin de reducir las aglomeraciones, el Gobierno decidi¨® que los bancos abrieran el viernes, d¨ªa 3. Empezaban a solaparse el cobro de las pensiones (siete millones de jubilados), de las ayudas por hijo o embarazo (2,4 millones de beneficiarios) y de los 10.000 pesos concedidos como Ingreso Familiar de Emergencia a m¨¢s de 11 millones de personas.
Ocurri¨® lo que ocurri¨®. Algunos pensionistas comparecieron ya la v¨ªspera, dispuestos a pasar la noche ante la puerta del banco. Era casualmente la noche m¨¢s fresca del incipiente oto?o austral. Al amanecer ya hab¨ªa largas filas. Pes¨® probablemente el recuerdo del ¡®corralito¡¯ de 2001-2002, cuando entre los argentinos qued¨® impresa la convicci¨®n de que el ¨²ltimo en llegar no cobrar¨ªa. Cuando abrieron las oficinas, a las 10 de la ma?ana, los empleados apenas lograban ordenar el ingreso en los locales y las distancias de seguridad se reduc¨ªan a cent¨ªmetros. Las im¨¢genes difundidas por televisi¨®n eran devastadoras. ¡°Quieren que nos muramos para ahorrarse nuestras pensiones¡±, gritaba una mujer. Algunos se desvanec¨ªan por el cansancio. En localidades como Villa Gesell, provincia de Buenos Aires, la municipalidad llev¨® sillas y agua. En la Casa Rosada se encendieron todas las alarmas.
El presidente Alberto Fern¨¢ndez, que impuso el confinamiento y paraliz¨® la econom¨ªa de un pa¨ªs en recesi¨®n cuando la pandemia apenas hab¨ªa llegado a Argentina, proclam¨® esta semana que estaba dispuesto a tomar cualquier medida necesaria para proteger la salud de sus conciudadanos, en especial los m¨¢s d¨¦biles ante la infecci¨®n, es decir, los ancianos. ¡°Somos un ejemplo para el mundo¡±, proclam¨®. En unas horas, toda esa prudencia se derrumb¨® por una cadena de errores.
Seg¨²n una reconstrucci¨®n efectuada por el medio digital Infobae, a las 8 de la ma?ana el presidente telefone¨® al presidente del Banco Central, Miguel Pesce, para ordenarle que los bancos abrieran tambi¨¦n el s¨¢bado y el domingo. Pesce, a su vez, telefone¨® al sindicalista Sergio Palazzo para comunicarle la decisi¨®n. Palazzo se hab¨ªa opuesto hasta el ¨²ltimo minuto a la apertura al p¨²blico de las oficinas, por miedo al contagio de los trabajadores bancarios. Palazzo recibi¨® poco despu¨¦s una llamada del propio presidente, quien le acus¨® de ser el causante de las aglomeraciones. Seg¨²n otras fuentes citadas por Clar¨ªn, Alberto Fern¨¢ndez amenaz¨® a Palazzo con incluir la banca en la lista de servicios esenciales y obligar a sus trabajadores a abrir cada d¨ªa.
El director de la Anses, Alejandro Vanoli, fue otro de los culpados. A media ma?ana, cuando las redes sociales herv¨ªan ya de indignaci¨®n, Vanoli dio vagas explicaciones al canal informativo TN: ¡°No quiero entrar en qui¨¦n tiene la culpa, es una situaci¨®n compleja en la que hay que elegir cu¨¢l es el menor de los males¡±. ¡°No se ver¨ªan largas colas si los jubilados pudieran entrar en los bancos¡±, a?adi¨®, como si aglomerar dentro fuera mejor que aglomerar fuera. Y record¨® que la Anses hab¨ªa pedido que solo acudieran a los bancos ¡°los jubilados que tuvieran la necesidad imperiosa de hacerlo de forma presencial¡±.
Por la noche, Alberto Fern¨¢ndez cit¨® a Vanoli y a Pesce a la residencia de Olivos, donde pasa la cuarentena. Tras una reuni¨®n breve, dispusieron un cronograma que ordenar¨¢ los pagos seg¨²n la terminaci¨®n del documento del jubilado. La prueba comenzar¨¢ este mismo s¨¢bado con aquellos que tengan como ¨²ltimo n¨²mero del DNI cero o uno.
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