Conversaciones con mi ascensor
Algunos objetos te acompa?an toda la vida, hay jerseys con los que llevas 20 a?os, y las cosas hablan, tienen una historia
El otro d¨ªa, por primera vez, tuve ganas de salir corriendo. Baj¨¦ la basura y sent¨ª un impulso de mandarlo todo a la porra y correr hasta los l¨ªmites de la ciudad a dormir bajo las estrellas. No he llegado al extremo de un se?or de Mil¨¢n, que sali¨® en pelotas a hacer la compra, pero ah¨ª voy. Tambi¨¦n veo a mi alrededor gente que enloquece. En nuestra calle observamos con aprensi¨®n a un vecino que a las ocho se sube al tejado. Tengo conocidos que creen realmente que el Gobierno sab¨ªa todo y no hizo nada adrede. Esto gente con estudios, viajada. Yo mismo el otro d¨ªa me qued¨¦ mirando una l¨¢mpara. Algunos objetos te acompa?an toda la vida y me puse sentimental: ¡°Querido azucarero, ?hace cu¨¢nto que nos conocemos?¡±. Hay jers¨¦is con los que llevas 20 a?os. Las cosas hablan, tienen una historia. El fin de la prisa da vida a lo inanimado, si sabes mirar. Antes mir¨¢bamos poco, la verdad, salvo el m¨®vil.
Por ejemplo, el ascensor. Me da pena verlo parado con la luz encendida, expectante, no entra nadie. Julio Camba podr¨ªa escribir un di¨¢logo con el ascensor, hac¨ªa cosas as¨ª de raras con toda naturalidad, pero yo no, y no s¨¦ si hemos llegado a un enrarecimiento tal de la vida p¨²blica en el que podr¨ªa colar. Aunque el presidente del Gobierno habla solo en las ruedas de prensa. Pero mi ascensor, antiqu¨ªsimo, de madera, algo dice en un cartel de la ¨¦poca: ¡°Para hacer subir el camar¨ªn a un piso desde este, actuar sobre el bot¨®n de llamada. En algunas instalaciones se prescinde de estos botones por la poca utilidad de emplear el ascensor para el descenso¡±. Es decir, cuando inventaron los ascensores les parec¨ªa absurdo usarlo para bajar. Y ahora te traen la cena a casa por no cocinar ni mover el culo hasta un restaurante chino. Cuando te empiezan a cobrar el perejil y es gratis ver una pel¨ªcula hay algo que va mal. Y empez¨® a ser normal que te dijeran: ¡°Le sale m¨¢s barato comprar otro que repararlo¡±. Perdimos el cari?o a los objetos, te desprend¨ªas de ellos como si fueran empleados. Una tostadora que lleve ah¨ª 10 a?os es un insulto a la econom¨ªa de mercado.
Camba, al¨¦rgico a todo tremendismo ib¨¦rico, tiene un divertido di¨¢logo de microbios en plena gripe espa?ola. En 1920 enferm¨® y le pregunt¨® al m¨¦dico qu¨¦ deb¨ªa hacer. ¡°Haga usted un art¨ªculo. La prensa todav¨ªa dispone de cierta influencia¡±, le aconsej¨®. Qu¨¦ tiempos (la nota es m¨ªa). ¡°Y el doctor pas¨® a explicarme c¨®mo mi enfermedad era culpa de los malos Gobiernos que no se preocupan del problema de las subsistencias y que abandonan los servicios sanitarios. La medicina ¡ªme dijo¡ª no existe todav¨ªa en Espa?a donde est¨¢ a¨²n mezclada a la pol¨ªtica. Yo, a veces, en lugar de indicarle al enfermo la conveniencia de un cambio en el r¨¦gimen alimenticio, estoy por prescribirle que cambie de r¨¦gimen gubernamental¡±. Los humanos somos muy burros, quiz¨¢ las cosas, m¨¢s serias, nos ayuden a recordar y si las paredes hablaran, quiz¨¢ nos dir¨ªan: no te quejes y cuando votes piensa si quieres recortar la sanidad o te preocupa m¨¢s la nobleza de la raza. Que adem¨¢s se defiende mejor con un hospital p¨²blico.
Los a?os en que Camba escrib¨ªa esto no eran m¨¢s tranquilos, aunque ahora parezca el fin del mundo. Se asesinaba presidentes con cierta facilidad (Prim, C¨¢novas del Castillo, Canalejas); hac¨ªamos una guerra en ?frica; en Rusia triunfaba la revoluci¨®n; en Italia, el fascismo; y todo eso sin f¨²tbol (la liga es de 1928). En 1923 hubo un golpe de Estado en Catalu?a, de Primo de Rivera, con un alegre manifiesto: ¡°Este movimiento es de hombres: el que no sienta la masculinidad completamente caracterizada que espere en un rinc¨®n¡±. Qu¨¦ enternecedor es reconocer los tics nacionales. No hay nada m¨¢s viejo que ir de nuevo.
En casa hemos rescatado juegos de mesa (Risk: ¡°?Yakutia declara la guerra a Kamchatka!¡±) y hay uno que dice cosas incre¨ªbles, visto ahora. Se llama ?Virus! y se presenta as¨ª: ¡°El juego de cartas m¨¢s contagioso. Enfr¨¦ntate a la pandemia y s¨¦ el primero en erradicar los virus. ?ticos o no, todos los medios a tu alcance valen para ganar. Usa tu astucia para alzarte con la victoria boicoteando a tus rivales¡±. No crean, no va de pol¨ªtica, pero es que hasta el dibujo del virus es igual, una bola con pinchos de anuncio de Pato WC. Y concluye: ¡°Como Bertrand Russell dijo una vez: ¡®Lo ¨²nico que redimir¨¢ a la humanidad es la cooperaci¨®n¡¯. Obviamente, no conoc¨ªa este juego¡±. ?A qu¨¦ jugamos nosotros? Obviamente, no hemos le¨ªdo a Russell ¡ªlos holandeses menos¡ª, tampoco a Camba, ni los libros de historia, y desde luego nadie escucha a su tostadora.
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