La noche m¨¢s suave tras millones de horas in¨²tiles
El s¨¢bado por fin pudimos pasear sin excusa, sin perro, sin ni?o, sin tique de compra, y hab¨ªa un aire suave, esa sensaci¨®n m¨¢gica del primer d¨ªa que intuyes el verano, algo nuevo que est¨¢ llegando
A varios conocidos se les ha metido un p¨¢jaro en casa. Justo ahora, no me digan que no tiene gracia, como si a?oraran nuestra compa?¨ªa o todo ese cielo para ellos solos les pareciera demasiado. Antonio Machado contaba que un d¨ªa aparecieron dos delfines en el Guadalquivir, toda Sevilla fue al r¨ªo a verlos y as¨ª se conocieron sus padres. Yo vi un erizo en dos momentos especiales de mi vida, a muchos a?os de distancia, y que estaban relacionados entre s¨ª (los momentos, no los erizos, creo). En esas situaciones alucinas, como si en la vida hubiera c¨¢mara oculta y te quisieran descolocar a ver qu¨¦ haces. A lo que uno piensa en esos momentos le damos un valor particular de autenticidad, como si nos hubi¨¦ramos asomado unos segundos a un secreto de la vida, aunque ni idea de lo que significa. Lo curioso de este que empezamos a pasar, ojal¨¢, eso parece, es que ha durado mucho y lo hemos vivido todos a la vez. No me entiendan mal, ser¨ªa terrible si ahora todos empezamos a leer el hor¨®scopo, a creer en castigos divinos, a componer haikus o vuelven los pantalones de campana. Pero algo habremos aprendido, ya veremos qu¨¦ es. Escribi¨® Stefan Zweig: ¡°Han de transcurrir millones de horas in¨²tiles antes de que se produzca un momento estelar de la humanidad¡±. Hombre, por horas in¨²tiles no ser¨¢.
Recordar¨¢n el maravilloso n¨²mero de Les Luthiers del predicador Warren S¨¢nchez, simp¨¢tico embaucador de una secta. ¡°?Arrepent¨ªos!¡±, clamaba su sacerdote, el gran Marcos Mundstock, a quien a¨²n seguimos llorando. El fin del mundo estaba cerca, hab¨ªa que arrepentirse, y ¨¦l suger¨ªa: ¡°?nase a S¨¢nchez y le garantizo que tarde o temprano se arrepentir¨¢¡±. Siempre he pensado que es una frase buen¨ªsima para que la use el PP, pero no la han usado, deben de beber de otras fuentes culturales. En fin, no creo que lo de S¨¢nchez, el nuestro, haya sido para tanto. A cualquier Gobierno le habr¨ªa pasado parecido, con sus propios errores y matices, como a todos los del mundo. Pero desde luego la biograf¨ªa de este hombre es incre¨ªble, si le hicieran jefe de la NASA llegar¨ªan los marcianos. Ya, hablas con gente tan cabreada, tan disparada, que te hace dudar, a ver si te tendr¨ªas que cabrear tambi¨¦n, si hay algo de lo que no te est¨¢s enterando. Pero no, hay una predisposici¨®n entre gente enfadada de antes, poco cabreo sobrevenido. Adem¨¢s si te ayudan resulta mucho m¨¢s f¨¢cil. En todo caso, si hay que pedir cuentas luego no creo que nadie se quede atr¨¢s.
Qu¨¦ bien el s¨¢bado, pasear sin excusa. Te dejaban as¨ª, sin m¨¢s, sin perro, sin ni?o, sin tique de compra. Ni siquiera era obligatorio hacer deporte, aunque lo parec¨ªa. Hab¨ªa tal ambiente de celebraci¨®n que luego la gente se agolpaba en las panader¨ªas pidiendo cruasanes, como en la revoluci¨®n francesa. A las diez me asom¨¦ para ver a los m¨¢s mayores, que sal¨ªan por primera vez. Se?ores y se?oras que se hab¨ªan puesto elegantes, como los ¨²ltimos arist¨®cratas de un mundo que se ha vuelto loco. Por la tarde los ni?os se persegu¨ªan en el parque, pero sin tocarse: ¡°Miguel, ?a qu¨¦ no me pillas?¡±. ¡°Que no, que no se puede¡±. Pero lo mejor no fue el d¨ªa, sino la noche. Habr¨¢ dos noches que recordaremos como la noche que por fin nos dejaron salir: la primera, en la adolescencia, y la del s¨¢bado, aunque solo fuera hasta las once, y lo mejor es que esta vez a ning¨²n amigo le dejaban hasta m¨¢s tarde. Hab¨ªa un aire suave, esa noche m¨¢gica del primer d¨ªa que intuyes el verano, algo nuevo que est¨¢ llegando. Vi mucha m¨¢s gente bes¨¢ndose de lo normal. La noche, no el d¨ªa, ser¨¢ la verdadera y ¨²ltima conquista. Es lo primero que se proh¨ªbe siempre en una situaci¨®n excepcional, la noche. Es que no se sabe qu¨¦ hace la gente en la oscuridad.
Se empieza a ver la luz al final del t¨²nel, y este diario ya no ser¨¢ diario, se ir¨¢ espaciando. Qu¨¦ momentos hemos pasado. Parece hace mil a?os, pero a principios de febrero se discut¨ªa si se suspend¨ªa el Mobile y menuda exageraci¨®n. No hab¨ªa que dejarse llevar por el alarmismo, luego ya todas las alarmas eran pocas. ?Recuerdan que a finales de febrero todos los medios mandaron gente a Tenerife, a un hotel donde aparecieron los primeros casos? Era incre¨ªble, les encerraron dentro, no les dejaban salir. En las im¨¢genes se les ve¨ªa en la piscina y tampoco te parec¨ªa tan mal plan. Luego ya empezamos a preocuparnos por algo de lo que nunca, al aparecer, nos hab¨ªamos preocupado: qu¨¦ hospitales ten¨ªamos, y por qu¨¦. Despu¨¦s nos pusimos todos muy sentimentales. No pod¨ªamos ir a ver la nieve, se qued¨® intacta, en las monta?as. No s¨¦ qu¨¦ me ha conmovido m¨¢s, esos anuncios de bancos, aseguradoras, como si realmente se preocuparan por m¨ª, casi con cari?o, o verme dando conversaci¨®n a alguien que me llamaba para venderme algo, sin mandarlo a la porra como siempre. Tambi¨¦n ha estado bien ver a los famosos sin maquillar en videoconferencia. Pasar horas juntos, convertir la casa en un refugio. Quiz¨¢ lo recordaremos como unos meses tontos que tuvimos, con sentimientos de los que luego no te puedes fiar, como una fiesta en la que bebiste demasiado.
Ahora bajar tripa ser¨¢ objetivo del milenio y quiz¨¢ abran corredores humanitarios entre Madrid y las playas a trav¨¦s de la Espa?a vac¨ªa. Pero ha pasado algo m¨¢s, todos lo sabemos. Vivir con lo que necesitas y consumir menos, algo que hemos descubierto, resulta que si lo hacemos en serio y todos a la vez es una movida, el mundo no funciona. Que apenas haya coches nos ha dejado un aire casi medicinal, pero es un problema. ?Es obligatorio volver a respirar humo, en serio? La ciudad sin turistas, devuelta a sus vecinos, es m¨¢s humana. Pero por otro lado, qu¨¦ ganas de coger el coche y viajar. Hemos fijado la atenci¨®n por primera vez en cosas reales: enfermos, hospitales, m¨¦dicos, ancianos en residencias que resulta que eran de fondos de inversi¨®n, ni?os, aut¨®nomos, alquileres, comer sano, de d¨®nde vienen las cosas, en qu¨¦ se gasta el dinero, el cambio clim¨¢tico. Me pregunto cu¨¢nto tardaremos en distraernos, y c¨®mo, y con qu¨¦. Con el tiempo puede que hasta este mes y medio nos acabe pareciendo poca cosa, que no fue para tanto.
No s¨¦ qu¨¦ lecci¨®n sacaremos de esta extra?a educaci¨®n sentimental que hemos atravesado, porque somos muy brutos. Al iniciar su gran novela con ese t¨ªtulo, La educaci¨®n sentimental, Flaubert escrib¨ªa en una carta en 1864: ¡°Quiero hacer la historia moral o m¨¢s exactamente sentimental de los hombres de mi generaci¨®n. Es una novela de amor, de pasi¨®n como puede haber ahora, es decir inactiva. El tema tal como lo he concebido es, creo, profundamente verdadero, pero me pareci¨® en s¨ª mismo poco divertido. Faltan un poco los hechos, el drama, y la acci¨®n se desarrolla en un periodo de tiempo demasiado largo¡±. Tard¨® cinco a?os en acabarla. Al final de la novela, dos viejos amigos repasan su vida y constatan sus fracasos. Recuerdan una an¨¦cdota, dram¨¢tica en su momento, divertida vista luego, y concluyen que fue algo m¨¢s: ¡°S¨ª, quiz¨¢ s¨ª, aquella fue la mejor aventura que corrimos¡±.
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