El primer d¨ªa con veto a fumar en las calles de Galicia: ¡°La medida nos beneficia a todos¡±
El tabaco no desaparece de las terrazas gallegas pese al apoyo ciudadano
Huele a mar y caf¨¦ en las terrazas del paseo mar¨ªtimo de Sanxenxo, en Pontevedra, y un peque?o hilo de humo intenta, sin demasiado ¨¦xito, rivalizar con la bruma que cubre el otro lado de la r¨ªa a primera hora de la tarde. Una pareja de m¨¦dicos asturianos se lo recrimina a la responsable, que trata de defenderse a unos dos metros de ellos.
¡ªSe?or, no voy a apagar el cigarrillo.
¡ªPues no lo apague, pero est¨¢ haci¨¦ndolo mal.
En el templado ecuador del verano gallego, encender un cigarro al sol puede provocar un incendio dial¨¦ctico. Desde la medianoche de este jueves, un decreto de la Xunta proh¨ªbe fumar en la calle y las terrazas si no es posible mantener la distancia de seguridad por el coronavirus. La medida ha sido acogida con un apoyo un¨¢nime, incluso entre los fumadores, pero la ausencia de un VAR para saber si la infracci¨®n se produce dentro o fuera del ¨¢rea mantiene vivo el amargo debate de la sobremesa.
¡°V¨¢yase usted a casa y no tendr¨¢ problemas¡±, le espeta Antonio a Cristina, mientras ella contin¨²a fumando en la mesa de al lado y sube la voz para que se le escuche: ¡°O usted a otro bar a tomar el caf¨¦¡±. La pareja de m¨¦dicos se va, no sin antes reconocer que a ellos tambi¨¦n les gustaba el tabaco hace unos a?os ¡ªalcanzan los 60¡ª y la norma no est¨¢ tan clara como debiera. Cristina dice estar a favor del decreto, pero quiere seguir ganando el debate ante sus dos hijos peque?os con un argumento muy repetido en los ¨²ltimos a?os: ¡°Los fumadores somos los nuevos apestados¡±. A continuaci¨®n, enciende otro cigarro sin que nadie se lo impida.
En realidad todos fuman, pero nadie incumple la ley. El comportamiento respetuoso de los ciudadanos contrasta con las colillas que colman los ceniceros de los bares. La raz¨®n es muy sencilla: en teor¨ªa, la distancia de seguridad entre las mesas ya se respetaba, y eso legitima cualquier incursi¨®n en el vicio. Al menos ese es el argumento que ofrecen la mayor¨ªa de los camareros a los clientes que, como Lorenzo, preguntan antes de sacar el mechero. Este madrile?o, de 51 a?os y una apariencia que contrasta con la de los ba?istas que transitan por el paseo mar¨ªtimo, acompa?a el caf¨¦ con unas caladas a un cigarro electr¨®nico, mientras reclama que su comunidad aplique la misma norma que Galicia: ¡°Toda prevenci¨®n es buena¡±.
Jos¨¦, el due?o del restaurante, rechaza que el decreto espante a la clientela: ¡°Nos beneficia a todos y sobre todo a los que vivimos de la hosteler¨ªa¡±. En el establecimiento, ya semivac¨ªo tras las comidas, no hace falta coger la regla para saber que la distancia de seguridad se cumple de manera escrupulosa.
M¨¢s dif¨ªcil es controlar la calle, donde una pareja de la Polic¨ªa Local se encarga de advertir a quienes se saltan la norma. De momento no hay sanciones. ¡°Con la cantidad de gente que hay es imposible cumplir la distancia de seguridad, pero la mayor¨ªa se muestra receptiva¡±, explica una de las agentes. No se ve a un solo fumador en el paseo mar¨ªtimo del epicentro vacacional de Galicia.
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