Europa camina hacia los hogares burbuja empujada por el coronavirus
Las nuevas restricciones ante el aumento de contagios limitan los contactos sociales a las personas que viven bajo un mismo techo. Es el ¨²ltimo recurso antes de confinar
Tras una tarde de juegos en el Parc del Guinard¨® (Barcelona), la peque?a ?ria invit¨® el pasado domingo a Emma a dormir a su casa. A sus cuatro a?os, era la primera vez que se decid¨ªa a dar el paso con una amiga y los progenitores de ambas rieron con la iniciativa. ¡°Quedamos en hablar a lo largo de la semana, por si pod¨ªa ser este s¨¢bado. Al final lo hemos tenido que dejar¡±, explica Eva Cervera, periodista de 40 a?os y madre de Emma.
La Generalitat de Catalu?a recomend¨® el mi¨¦rcoles reducir al m¨¢ximo los contactos sociales. Esto incluye evitar encuentros con personas que no vivan bajo el mismo techo, los llamados grupos de convivencia. En Ourense, estas reuniones han sido prohibidas. Se puede dar un paseo, ir de excursi¨®n o salir a cenar, pero siempre con los convivientes.
Fuera de Espa?a, Irlanda y las mayores ciudades del Reino Unido ¡ªcomo Londres¡ª han vetado las reuniones en espacios cerrados de personas de dos o m¨¢s hogares distintos. En Alemania, cuando en un ¨¢rea se sobrepasan los 50 positivos a la semana por 100.000 habitantes, los encuentros se limitan a un m¨¢ximo de 10 personas de dos grupos de convivencia. En B¨¦lgica, las nuevas restricciones permiten invitar a un m¨¢ximo de cuatro personas al hogar, siempre que sean las mismas en las siguientes dos semanas.
Aunque a distintas velocidades y con algunas diferencias entre pa¨ªses, Europa camina hacia una nueva forma de convivencia basada en los hogares burbuja. Es el ¨²ltimo recurso para hacer frente al avance implacable del coronavirus y evitar el confinamiento duro. La Organizaci¨®n Mundial de la Salud (OMS) y la Uni¨®n Europea (UE) alertaban esta semana de la urgente necesidad de ¡°doblegar la curva¡± si se quiere evitar una medida que, tras la traum¨¢tica experiencia de la primera ola, todos quieren evitar.
¡°Sin vacuna todav¨ªa, sin tratamientos efectivos y con unos repuntes explosivos, los Gobiernos han descubierto que su mejor arma es la sociol¨®gica. Y esto pasa por reducir a la m¨ªnima expresi¨®n las interacciones de las personas fuera de las actividades esenciales¡±, explica Daniel L¨®pez Acu?a, exdirector de Acci¨®n Sanitaria en Crisis de la Organizaci¨®n Mundial de la Salud (OMS).
Para este experto, si el virus ha alcanzado los niveles de circulaci¨®n actuales ha sido en buena parte porque no se ha puesto coto antes a eventos sociales y reuniones masivas. Pero llegados a este punto, aunque las restricciones tengan algo de injusto para quienes han sido cuidadosos, no hay muchas alternativas. ¡°En la situaci¨®n actual, o vamos hacia las burbujas o hay que volver a parar la sociedad¡±, resume L¨®pez Acu?a.
¡°La tendencia es esta, porque a la que tenemos m¨¢s interacci¨®n hay m¨¢s circulaci¨®n del virus¡±, sostiene Joan Ramon Villalb¨ª, de la Sociedad Espa?ola de Salud P¨²blica y Administraci¨®n Sanitaria (SESPAS). Este epidemi¨®logo considera que tiene algo de inevitable que si la incidencia sigue creciendo por el continente ¡ª"Holanda, B¨¦lgica y Francia ya est¨¢n con peores indicadores que Espa?a"¡ª este tipo de medidas se extienda.
¡°Si tienes pocos casos, puedes controlar la situaci¨®n con una buena capacidad de rastreo y diagn¨®stico. Pero si la circulaci¨®n del virus es elevada, si no se empiezan a aplicar restricciones, lo previsible es que la incidencia siga creciendo hasta dispararse. Y entonces ya es necesario recurrir a las medidas m¨¢s duras¡±, a?ade Villalb¨ª.
El soci¨®logo Jos¨¦ Antonio Noguera, profesor de la Universidad Aut¨®noma de Barcelona, destaca que ¡°en algunos pa¨ªses del centro y norte de Europa, la tendencia sociol¨®gica va hacia familias cada vez m¨¢s peque?as y personas viviendo solas¡±. ¡°En estas sociedades, m¨¢s individualistas, las medidas de este tipo son m¨¢s f¨¢ciles de seguir. Pero en otras, como Espa?a, las familias suelen ser amplias y las interacciones sociales m¨¢s intensas. El impacto sobre las personas con estas restricciones es mucho mayor¡±, a?ade.
Noguera considera que ¡°este mayor coste social y personal hace que las personas tiendan a revertir las restricciones de forma natural en cuanto tienen oportunidad¡±. Esto tiene un lado positivo, que es que facilita la vuelta a la normalidad cuando las restricciones se levantan.
Pero tambi¨¦n otro m¨¢s controvertido en estos tiempos: ¡°Existe el riesgo de que haya un decalaje entre lo que tendr¨ªamos que hacer como sociedad y lo que realmente haremos¡±, sostiene. ¡°Seguro que buena parte de la gente sigue las indicaciones de las autoridades y las interacciones se reducen de forma importante, pero es probable que no lo hagan en la medida que las recomendaciones o normas lo exigen¡±, concluye Noguera.
Ayuda de la tecnolog¨ªa
Los costes en el ¨¢mbito personal son importantes. ¡°Todo lo que se gana en seguridad frente al virus, lo pierdes en algo tan intr¨ªnsecamente humano como son las relaciones sociales. Y esto es algo que las nuevas tecnolog¨ªas y redes sociales no suplen, aunque puedan ser de ayuda en el corto plazo¡±, explica el psiquiatra Enrique Garc¨ªa Bernardo.
La mejor estrategia para hacer frente a las nuevas situaciones es ¡°fomentar al m¨¢ximo la autonom¨ªa de las personas dentro de grupo de convivientes¡±. ¡°Hay quien necesita estar todo el d¨ªa relacion¨¢ndose con otras, pero tambi¨¦n quien quiere justo lo contrario. La clave es el m¨¢ximo respeto a la diferencia y las necesidades individuales dentro de la burbuja, porque no hacerlo aboca a sus miembros a la tensi¨®n y el conflicto¡±, a?ade Garc¨ªa Bernardo.
La primera ola mostr¨® que las restricciones pueden llevar a algunas personas a ¡°sufrir m¨¢s ansiedad y vivencias depresivas, con sentimientos de tristeza, de vac¨ªo¡¡±. ¡°Pero son cuadros leves, aunque resulten muy poco agradables para quien los sufre¡±, concluye. De hecho, destaca, que ¡°los conflictos individuales suelen quedar soterrados durante crisis de esta magnitud¡±. ¡°Como ya vieron los psiquiatras en la Segunda Guerra Mundial, cuando suenan las armas, no hay neurosis¡±, concluye.
Informaci¨®n sobre el coronavirus
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