¡°Me ha tocado la loter¨ªa por poder verte, hija¡±
La prohibici¨®n de las visitas tiene efectos negativos en los mayores que viven en las residencias. Hay que buscar un equilibrio entre la prevenci¨®n y su bienestar
Llevan nueve meses sin tocarse. Extienden las manos, como si no hubiera dos metros de distancia entre ambas. ¡°No nos podemos tocar¡±, le advierte Mari¨¢n Mu?oz a su madre, Mar¨ªa ?ngeles Calz¨®n, de 94 a?os. Nueve meses sin un beso ni un abrazo, sin dar un paseo. Las separa una cinta roja y blanca, como las de la polic¨ªa. Est¨¢n sentadas cada una a un lado, en la hora de visita de la residencia privada Concesol, en Madrid. Pasaron de estar todas las tardes juntas a no verse durante meses. Mu?oz, de 60 a?os, ahora se conforma con media hora semanal en la que habla a gritos a su madre, que casi no la oye. A Calz¨®n se le entrecorta la voz mientras su hija le muestra una foto de sus cuatro bisnietos. Al peque?o, que naci¨® este a?o, no lo conoce a¨²n. ¡°Me ha tocado la loter¨ªa por poder verte, hija¡±, le dice.
Cortar las visitas en las residencias fue una medida dr¨¢stica en la primera oleada del virus, pero con un alto precio, la soledad y el aislamiento. Ahora est¨¢n sujetas a medidas rigurosas. ¡°Con la desescalada volvieron a ser ellos, porque mientras no vieron a sus familias, se fueron desconectando¡±, dice Alicia Aguado Szurek, la subdirectora de esta residencia, propiedad de su familia. Est¨¢ convencida de que en julio una se?ora muri¨® de pena. ¡°No pod¨ªa ver a sus hijos como antes, ni a sus nietos, ni abrazarlos ni besarlos, perdi¨® el apetito, fue apag¨¢ndose¡±.
Una guirnalda con luces adorna la entrada de este centro que vivir¨¢ pronto su Navidad m¨¢s triste. Aqu¨ª residen 52 mayores. En marzo, aunque blindaron el centro, dos ancianos murieron de covid. Ahora no hay casos y han convertido cada d¨ªa en una lucha para que el virus no se cuele. Se han acondicionado pasillos para ampliar el espacio en el que los mayores comen. La sala antes repleta de visitas ahora se divide en solo tres sectores. Hay cita previa. Declaraci¨®n jurada de no tener s¨ªntomas. Gel hidroalcoh¨®lico. Term¨®metro. Alfombra viricida. Mascarillas que los hacen gritar. Se ven pendientes del reloj. Pero al menos se ven.
Ya hay literatura cient¨ªfica sobre los efectos de prohibir las visitas. Jos¨¦ Augusto Garc¨ªa, presidente de la Asociaci¨®n Espa?ola de Geriatr¨ªa y Gerontolog¨ªa, cita un reciente estudio a nivel europeo dirigido por el Departamento de Salud P¨²blica de la London School of Economics que se?ala un incremento de residentes con depresi¨®n, soledad y trastornos de comportamiento tras suspenderlas. ¡°Estamos oyendo hablar de la cara a de la pandemia: proteger del contagio. Pero hay una cara b, lo que sufren las personas por no poder relacionarse¡±, a?ade. En las consultas ven m¨¢s ¡°s¨ªndromes geri¨¢tricos, como ca¨ªdas, desorientaci¨®n, insomnio, hay una descompensaci¨®n enorme de patolog¨ªas cr¨®nicas, y en todos los casos aumentan much¨ªsimo los rasgos y s¨ªntomas de depresi¨®n y ansiedad¡±. Algo que se agrava en los casos de demencia y los trastornos del comportamiento.
Tras el drama de la primera ola, con m¨¢s de 20.000 muertos en residencias sociosanitarias, miles de mayores vuelven a estar contagiados. En solo dos meses y medio, de septiembre a mitad de noviembre, murieron cerca de 3.500 residentes. Ahora, el debate de hasta qu¨¦ punto restringir las visitas est¨¢ sobre la mesa. Amnist¨ªa Internacional denunci¨® en un duro informe esta semana que en muchos casos sigue dependiendo de los propios centros. A la asociaci¨®n de familiares y trabajadores Pladigmare le constan al menos siete casos en Madrid en que, sin contagios, se suspendieron las visitas. La Marea de Residencias tambi¨¦n pide que se flexibilicen.
Hay que ponderar riesgo y beneficio, indica el informe del grupo de trabajo sobre residencias elaborado por el Ministerio de Derechos Sociales y las comunidades: ¡°La separaci¨®n prolongada de sus familias derivada de la prohibici¨®n de visitas est¨¢ causando da?os devastadores y duraderos en la salud cognitiva y psicol¨®gica de las personas que viven con demencia en residencias¡±.
En agosto, el Gobierno y las autonom¨ªas acordaron que las visitas quedar¨ªan limitadas a una persona por residente, un m¨¢ximo de una hora al d¨ªa. Pero la situaci¨®n var¨ªa mucho por comunidades, tanto su duraci¨®n como periodicidad. ¡°Los saltos de criterio de una autonom¨ªa a otra generan incertidumbre y hartazgo¡±, opina Jos¨¦ Ram¨®n Mart¨ªnez, doctor en Salud P¨²blica y presidente de la Asociaci¨®n de Enfermer¨ªa Comunitaria. Cree que es posible conciliar protecci¨®n y contacto humano, como ocurre, por ejemplo, en la atenci¨®n primaria. ¡°Se ha optado por la soluci¨®n m¨¢s eficaz, la m¨¢s f¨¢cil, pero con efectos muy negativos¡±, sostiene.
Prudencia
Sin embargo, parte del sector llama a la prudencia. Andr¨¦s Rueda, presidente de Ascad (asociaci¨®n que agrupa a unas 250 residencias catalanas), recuerda que tanto trabajadores como familiares son vectores de contagio y huye de generalizaciones: ¡°No a todos los mayores les ha afectado igual¡±. Pide que las decisiones sobre las visitas est¨¦n ligadas a la situaci¨®n epidemiol¨®gica del ¨¢rea sanitaria en que se encuentre la residencia, pero no de toda la autonom¨ªa. Aboga por ¡°normalizarlas m¨¢s¡±, usando test de ant¨ªgenos, algo que permitir¨ªa a los familiares ¡°tener contacto con los residentes¡±. Cree que hay que estudiar caso a caso y priorizar, ¡°con criterio profesional¡±, a quienes el contacto con su familia servir¨ªa para ralentizar su deterioro.
Para la madre de Mar¨ªa Josefa S¨¢nchez hubo un antes y un despu¨¦s. El 10 de marzo salieron a comer para celebrar su cumplea?os. Cuando volvi¨® a verla en persona, tras la desescalada, ¡°hab¨ªa perdido 20 kilos¡±. Se indigna al otro lado del tel¨¦fono. Su madre vive en la residencia Fundaci¨®n de Alzh¨¦imer Reina Sof¨ªa, un centro p¨²blico gestionado por Clece, en Madrid. ¡°Nos dijeron que estaba muy mal y la llevamos a casa. No com¨ªa. Empezaron a tratarla en paliativos y fue recuper¨¢ndose¡±, relata. Al romper su rutina la enfermedad avanz¨®. En agosto la reingresaron, ¡°tras la advertencia de que si no, perder¨ªa la plaza¡±.
Cuando volvi¨® al centro, ya no pod¨ªa visitarla. Del 17 de agosto al 23 de septiembre se suspendieron, despu¨¦s de que 14 residentes dieran positivo. S¨¢nchez asegura que antes de la pandemia estaban encantados con la residencia. Ya no. ¡°Veo a mi madre cada 21 d¨ªas porque me reparto con mis hermanos¡±, lamenta. ¡°Yo soy fisioterapeuta y atiendo a 20 personas con una mascarilla de doble filtro, ?y no puedo estar con mi madre? Si la abrazas, se calma, pero no me dejan tocarla. Nos corresponder¨ªan dos visitas de una hora a la semana, pero solo tenemos una y durante menos tiempo¡±, se queja. La directora del centro, Cristina Rodr¨ªguez, explica que ¡°por error¡± la Comunidad public¨® un dato err¨®neo sobre su nivel de inmunidad, pero que realmente les corresponde una. Confirma que las han reducido a 40 minutos ¡°para que todos los residentes puedan recibir visitas todas las semanas¡±.
¡°Hemos dejado de tener una funci¨®n de apoyo, nos sentimos marginados, un estorbo¡±, contin¨²a S¨¢nchez. ¡°Mi madre ya no camina. En la primera ola la ten¨ªan atada al sill¨®n en su cuarto para que no se moviera, porque no entiende que tenga que quedarse aislada¡±, asegura. Clece no responde respecto si usa m¨¦todos de sujeci¨®n. La responsable sanitaria de la residencia, Bel¨¦n Gonz¨¢lez, s¨ª confirma que ha habido deterioro en los residentes.
Algo que ha pasado en muchos centros. En la residencia Concesol, Vicenta Mart¨ªn, acostumbrada a estar con su hijo, se entristeci¨® durante los meses confinada. Ahora hay tres visitas semanales de media hora. Va en silla de ruedas y se cubre el regazo con una manta. Tiene 92 a?os, tambi¨¦n padece alzh¨¦imer. ¡°Tras el aislamiento hab¨ªa perdido mucho, en el contacto diario trat¨¢bamos de mantener su ilusi¨®n¡±, explica su hijo, Gabriel Montes, de 60. ¡°Lo recuperamos en un mes¡±, a?ade. Sentado frente a ella, la anima. Pero el tiempo pasa r¨¢pido y la media hora vuela. ¡°Adi¨®s, madre, p¨®rtate bien y c¨®metelo todo. Y acu¨¦rdate y me lo cuentas¡±, se despide. ¡°Adi¨®s, guapa¡±.
La disparidad auton¨®mica
En Asturias, con datos hasta mediados de noviembre, no se han detectado contagios originados por familiares en la segunda oleada. En Madrid se sospecha de un brote (en otros tres tambi¨¦n hay familiares contagiados). Sin embargo, y pese a que en este momento el principal vector de contagio son los trabajadores, hay 17 realidades respecto a visitas.
En Castilla-La Mancha est¨¢n suspendidas desde el 5 de noviembre. En La Rioja se acaban de retomar, despu¨¦s de tres meses prohibidas. Una decisi¨®n que la justicia no aval¨® en noviembre en Castilla y Le¨®n, cuando la Junta quiso suspenderlas para toda la regi¨®n.
En la mayor¨ªa de autonom¨ªas se permiten, salvo en los centros con brote. Esto quiere decir que el centro se blinda para todos los mayores, sean positivos o no. No obstante, en regiones como Catalu?a, Galicia, Canarias, o las provincias de Bizkaia y ?lava, si el brote est¨¢ controlado, los centros bien sectorizados y los casos bien aislados, tambi¨¦n pueden tener lugar. Algo que Madrid aprob¨® recientemente en un nuevo protocolo: el n¨²mero de visitas permitido seguir¨¢ dependiendo del riesgo epidemiol¨®gico de la comunidad y del porcentaje de residentes con anticuerpos, pero a?ade novedades. Los familiares podr¨¢n tener contacto f¨ªsico con los mayores, usando equipos de protecci¨®n. Ser¨¢n menos de 15 minutos si el residente no tiene inmunidad. En Navarra se permite ¡°contacto f¨ªsico a trav¨¦s de las manos¡±, si se usa gel hidroalcoh¨®lico.
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