La resurrecci¨®n Erasmus de la ciudad universitaria
Los estudiantes extranjeros de Salamanca encaran una nueva etapa tras caer el estado de alarma
La leyenda de Salamanca rebasa fronteras. La ciudad, que tiene su universidad como emblema, proyecta un doble prestigio: el acad¨¦mico y el nocturno. La Universidad de Salamanca seduce a quienes aspiran a la mejor formaci¨®n y desean un ocio acorde. O viceversa, seg¨²n gustos. La pandemia ha modificado los h¨¢bitos festivos y ha enterrado acontecimientos como la Nochevieja Universitaria en la plaza Mayor, pero las ganas de disfrutar persisten en un sentido darwiniano: adaptarse o morir.
El bar Erasmus parec¨ªa, anta?o, Ibiza. Sus mesas, sus cervezas y su decoraci¨®n con todos los vicios habidos y por haber atra¨ªa a los extranjeros. Sus paellas multitudinarias o jueves locos quedaron atr¨¢s, pero al menos ahora pueden acoger a grupos, como uno convocado all¨ª por EL PA?S para hablar del programa Erasmus. Entre los asistentes est¨¢ la belga Elouise Kamangary, de 21 a?os, que valora las terrazas de aqu¨ª y piensa que en sus pa¨ªses estar¨ªan ¡°todav¨ªa m¨¢s limitados¡±. Ella cursa Comunicaci¨®n y Marketing y es la ¨²nica Erasmus de la clase cuando en otros tiempos eran siete; 568 estudiantes de los 28.378 matriculados en la USAL son tambi¨¦n for¨¢neos. Al principio se sinti¨® sola, pero el tiempo y la relajaci¨®n de las restricciones la empujan a aprovechar: ¡°Es magn¨ªfico, est¨¢n saliendo muchos planes¡±.
Su amiga Lillebil Wallner, sueca de 25 a?os y estudiante de Pol¨ªticas, se entristece por las glosas sobre la fiesta que a¨²n no ha catado. En su tierra ¡°no hab¨ªa casi covid¡± y un mundo con mascarillas dificult¨® su adaptaci¨®n, aunque entiende que ¡°es mala suerte para todos, dicen que antes era mucho mejor, pero al menos hemos estado en Salamanca¡±. El italiano Eduardo Guida, de 23, cursa Econ¨®micas mientras intenta empaparse de una cultura adicta a pasarlo bien incluso bajo el sometimiento legal. Hasta para ligar han tenido que apa?arse, admite, alguien a quien le suele funcionar aquello de ¡°Me llamo Eduardo y soy italiano¡±. ¡°?Y boom!¡±, exclama. ¡°Tendr¨¦ que volver o quedarme¡±, sentencia, para descubrir mejor la vida espa?ola.
Las clases a distancia y con menos extranjeros, aprecia el grupo, lastran las opciones para crear lazos, ni siquiera mediante los encargos de las asignaturas. Eso s¨ª, subraya Kamangary, han aprendido mejor castellano al no tener tanto forastero con quien hablar. Wallner se siente estimulada: ¡°Nos ha motivado para conocer gente¡±. El noruego Max Hammergren, de 21 a?os y dos metros de humanidad, vivi¨® en Madrid antes del coronavirus y se mofa al comparar ambos contextos: aquel desenfreno contra una realidad charra opuesta. Mirar a Oslo no ayuda: su familia ha estado meses ¡°encerrada¡± y se siente un privilegiado. Juliette Beirlaen, belga tambi¨¦n de 21, estudia espa?ol, y define con gesticulaciones y un ¡°?Uuuh!¡± la osad¨ªa pasada de pasear a las 10.30. Ninguno se arrepiente de este a?o, que los ha curtido ¡°para aprender y divertirnos cada d¨ªa¡±.
Los conocedores de los ritmos de Salamanca incluso eluden detallar el vergel de ocio que eran las orillas del Tormes. El colombiano Camilo Casta?er, de 32 a?os, gestiona Yeah, una empresa que organiza viajes y ocio Erasmus. El balance del a?o, cree, es mixto, pues mezcla la tristeza de las limitaciones con el gozo de saber que en sus pa¨ªses estar¨ªan confinados. El catedr¨¢tico de Comunicaci¨®n ?ngel Losada asiente desde sus 27 a?os en las aulas: ¡°Este a?o tienen una motivaci¨®n bestial¡±, aplaude, en lo educativo y en lo social. Una pandemia no los detendr¨¢, medita, frente a una ¡°oportunidad ¨²nica¡±.
La hosteler¨ªa asiste a una anhelada recuperaci¨®n. La Universidad de Salamanca aporta el 7% del PIB local y nadie quiere parones, por eso el due?o del bar Erasmus, Ram¨®n Benito, agradece el bullicio. Su actividad cay¨® hasta el 10% en los momentos cr¨ªticos y, como el presidente de la Asociaci¨®n de hosteleros, ?lvaro Juanes, emplaza a los j¨®venes a recuperar sus costumbres con responsabilidad para no ser se?alados.
Estos h¨¢bitos pasan por algo anteriormente tan normal y hoy tan extra?o como beber chupitos al son del reggaeton. La Chupiter¨ªa, territorio Erasmus de la bebida asequible y m¨²sica pegadiza, acoge a un crisol de nacionalidades con ganas de mambo. La salmantina Alba Mayor y las chilenas Carolina Herrera, Javiera Fern¨¢ndez y Silvia Sep¨²lveda batallan para contenerse y no perrear la m¨²sica que restalla: est¨¢ prohibido. La Polic¨ªa acecha para evitar aglomeraciones e incumplimientos normativos. El ingl¨¦s Fred Johnson, de 20 a?os, asume como un campe¨®n: se dedica a vaciar vasos y a contonearse con gracejo. El patrimonio urbano le ha agradado y ahora falta fajarse con la noche y sus misterios. Su amiga Stella Vollebregt, holandesa de 19, se menea ante algo ¡°fant¨¢stico¡± e ¡°impensable¡± en su patria.
La medianoche se ha convertido en el principal enemigo de los fiesteros. Los garitos cierran y los agentes dispersan a quien decida dar un sorbo m¨¢s. Entonces aparece el viejo comentario: ¡°?Qu¨¦ hacemos?¡±. Algunos tienen plan: ¡°?Botell¨®n en casa!¡±, pero con aforo controlado y sin grandes alborotos, que la multa de 1.200 euros asusta. Los debates de borrachos se han adelantado y ya no ocurren al amanecer sino con las campanadas. Unos hablan de c¨®mo gestionar pol¨ªticamente las restricciones y otros casi denuncian tener que recogerse ¡°con la bomba¡±. Carmen y Mar¨ªa dejan pasar los minutos en la monumental plaza Mayor hasta que montan en una bici prestada sin, sorprendentemente, descalabrarse. Cada cual ha de buscar jaleo sin ayuda, como cumpliendo ese viejo dicho latino que planea sobre la ciudad: ¡°Quod natura non dat, Salmantica non pr?stat¡±, es decir, ¡°lo que la naturaleza no da, Salamanca no lo presta¡±. Ni siquiera la forma de consumir las noches cuando cae el tel¨®n del bar. Al menos sus actores por fin sienten recobrado el esp¨ªritu universitario.
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