¡°Quiero cansarme contigo¡±
Cuando se tiene libertad de elecci¨®n, la mayor¨ªa se decanta por vivir un amor exclusivo, mon¨®gamo y bajo el mismo techo, es decir, lo mismo que eligieron nuestros abuelos
El individualismo es, sin duda, uno de los rasgos m¨¢s definitorios de las sociedades avanzadas contempor¨¢neas. La conquista de espacios de libertad empez¨® hace varios siglos (seg¨²n algunos autores, el germen pudo ser la prohibici¨®n de los matrimonios consangu¨ªneos por parte de la Iglesia cat¨®lica en plena Edad Media), pero es sobre todo a partir de la revoluci¨®n cultural de los a?os sesenta del siglo XX cuando la emancipaci¨®n individual se convierte en un fen¨®meno irreversible. En esta evoluci¨®n, la digitalizaci¨®n no ha hecho m¨¢s que acelerar un proceso en marcha, pues se presenta como la aliada perfecta en la construcci¨®n de una sociedad compuesta por individuos aut¨®nomos y libres, capaces de construir sus identidades y expresar sus opiniones en las redes sociales, sin interferencia alguna. Por mucho que pese lo comunitario y la propia socializaci¨®n, m¨¢s a¨²n en un pa¨ªs como el nuestro, en el que se vive tanto de puertas afuera, estamos presenciando un estadio superior del individualismo, un momento de la historia en el que predominan lo que el soci¨®logo Ronald Inglehart denomina los ¡°valores ego-expresivos¡±.
El camino hacia una sociedad en la que el yo pesa cada vez m¨¢s se refleja en los tipos de pareja dominantes en cada momento de la historia. La sociedad preindustrial, con estadios inexistentes o incipientes de individualismo, se caracteriz¨® por uniones concertadas entre hombres y mujeres, destinadas a ser vitalicias. En esos tiempos, no se pod¨ªa elegir. M¨¢s tarde, en el per¨ªodo de la revoluci¨®n industrial, un mayor individualismo trajo consigo el amor rom¨¢ntico y, por tanto, una cierta capacidad de elecci¨®n, aunque por muchos a?os convivieron la formaci¨®n de parejas enamoradas con los matrimonios de conveniencia, generando en no pocas ocasiones conflictos personales e interpersonales desgarradores (pensemos, por ejemplo, en Madame Bovary). En aquellas d¨¦cadas, adem¨¢s, s¨®lo se aceptaba romper la pareja en circunstancias extremas: hab¨ªa m¨¢s elecci¨®n para hacer que para deshacer el camino andado.
La sociedad postindustrial trae m¨¢s libertades individuales, tambi¨¦n en el amor: se extiende la uni¨®n rom¨¢ntica, casi como la ¨²nica uni¨®n con aut¨¦ntica legitimidad social. As¨ª, por ejemplo, se empieza a ver mal casarse por dinero. Adem¨¢s, se adquiere la capacidad de decidir hasta cu¨¢ndo o d¨®nde: se normalizan, por tanto, las separaciones y los divorcios. Es en ese contexto de plena revoluci¨®n de los valores cuando, a finales del siglo XX, surge internet, dando paso a la sociedad digital tal y como la conocemos hoy, en la que se extiende a¨²n m¨¢s la libertad de con qui¨¦n y c¨®mo formar pareja: se legaliza por primera vez en la historia el matrimonio homosexual (con Espa?a a la cabeza), que da paso a una diversidad de uniones sin precedentes. Es la libertad en su m¨¢xima expresi¨®n.
Pero, ?a qu¨¦ elecciones nos lleva la libertad? ?Qu¨¦ decisiones sobre la pareja se toman cuando se goza de m¨¢s autonom¨ªa que nunca en la historia? ?C¨®mo se vive el amor en una sociedad digital, tan marcadamente individualista? El estudio de 40dB. para EL PA?S/Cadena SER ofrece la fotograf¨ªa: cuando se tiene libertad de elecci¨®n, la mayor¨ªa se decanta por vivir un amor exclusivo, mon¨®gamo y bajo el mismo techo, es decir, lo mismo que eligieron nuestros abuelos, bisabuelos y tatarabuelos (aunque, en algunos casos, con parejas sucesivas). Al hurgar m¨¢s en los datos, sin embargo, hay cosas que s¨ª han cambiado, m¨¢s all¨¢ de la diversidad en cuanto a la orientaci¨®n sexual, especialmente entre los j¨®venes (un tercio de los cuales no se declaran heterosexuales). Por un lado, las mujeres hemos aprendido la lecci¨®n de nuestras madres o abuelas, y, aunque vivimos el amor con m¨¢s compromiso, tambi¨¦n ponemos m¨¢s l¨ªmites: estamos dispuestas a hacer menos sacrificios por la pareja y damos m¨¢s valor a nuestra independencia. Cuando nos dan a elegir, las mujeres preferimos marcar territorio: no todo vale. Por otro lado, el posicionamiento social tambi¨¦n introduce diferencias: es m¨¢s f¨¢cil elegir el amor mon¨®gamo y duradero cuando se sabe que se tiene una opci¨®n de salida o cuando el espacio para la convivencia es m¨¢s c¨®modo o m¨¢s grande.
En suma, contra todo pron¨®stico (o no), la sociedad digital, la m¨¢s individualista y libre de la historia, no ha abierto m¨¢s que una peque?a rendija a otras formas de amor no mon¨®gamas. En su mayor¨ªa, los espa?oles son como Lola, una de las protagonistas de la comedia teatral de Javier Gom¨¢, quien, despu¨¦s de a?os de matrimonio y, tras una crisis, le pregunta solemnemente a Trist¨¢n, su marido: ¡®?Quieres cansarte conmigo?¡¯, porque al final de la vida, no podemos elegir no estar cansados, pero s¨ª con qui¨¦n o c¨®mo. ?l le da el s¨ª y s¨®lo le reprocha que a su lado la vida pase demasiado deprisa.
Bel¨¦n Barreiro es directora de 40dB.
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