La caja de resonancia de la angustia vital
Muchos j¨®venes tienen muchos amigos en las redes sociales y muy pocos a los que les puedan pedir un abrazo
De un tiempo a esta parte no hay d¨ªa en que no aparezcan nuevos datos y alertas sobre el aumento de la patolog¨ªa mental en ni?os y adolescentes. Las cifras son preocupantes y en todas las estad¨ªsticas aparece la pandemia como el parteaguas a partir del cual se disparan los ingresos por trastornos de la conducta alimentaria, crisis de angustia, ansiedad, depresi¨®n o tentativas de suicidio. Ciertamente la pandemia fue una especie de laboratorio social en el que se tensaron muchas cuerdas. El miedo a lo que pudiera ocurrir y el aislamiento social hicieron mella en el equilibrio mental de muchas personas, pero ?por qu¨¦ m¨¢s entre los j¨®venes y adolescentes?
Habr¨¢ que ver la evoluci¨®n futura para determinar si la pandemia ha sido un factor de riesgo puntual o, por el contrario, ha actuado como el l¨ªquido del revelado fotogr¨¢fico, haciendo emerger malestares ocultos relacionados con el tipo de sociedad que les ha tocado vivir. Cualquier cambio, y especialmente si comporta incertidumbre, ha de impactar m¨¢s en quienes viven un momento de tr¨¢nsito vital como es la adolescencia. Y tambi¨¦n influye, sin duda, el clima general de pesimismo que vivimos. Quienes al estallar la crisis financiera de 2008 ten¨ªan doce a?os, habr¨¢n vivido tres crisis seguidas antes de cumplir los 30 y encaran un futuro incierto marcado por la emergencia clim¨¢tica y energ¨¦tica. Pero otras generaciones de j¨®venes han vivido tambi¨¦n tiempos dif¨ªciles. Mucho m¨¢s dif¨ªciles, incluso, con guerras y penurias materiales que no tienen parang¨®n con lo que hoy ocurre. Tiene que haber, por tanto, factores espec¨ªficos de este tiempo que puedan explicar la mayor vulnerabilidad mental de estas generaciones.
Uno de los elementos diferenciales es el nuevo ecosistema comunicacional, que ha cobrado mayor importancia precisamente durante la pandemia. Se ha escrito ya mucho sobre los efectos de las redes sociales, y las vulnerabilidades que generan. La pandemia las ha acentuado todas: la dependencia psicol¨®gica, la ansiedad por estar siempre conectado, la depresi¨®n que acompa?a a cualquier conducta adictiva, los trastornos del sue?o, la angustia de estar perdi¨¦ndose siempre algo o el sufrimiento por la imagen corporal. Fue muy revelador el informe interno de Facebook que revelaba que el 40% de los j¨®venes con problemas de autoestima en Estados Unidos y Reino Unido empezaron a sentirlos al empezar a utilizar Instagram.
Las relaciones interpersonales siempre requieren un mayor esfuerzo, pero tambi¨¦n ofrecen un mayor retorno. Las redes facilitan un tipo de interacciones superficiales, sin compromiso pero tambi¨¦n sin el amparo que ofrece el v¨ªnculo s¨®lido que implica compartir la vida con el amigo, la conexi¨®n emocional del contacto personal. Muchos j¨®venes tienen muchos amigos en las redes y muy pocos a los que les puedan pedir un abrazo.
La angustia es siempre una respuesta defensiva a una sensaci¨®n de opresi¨®n. Y la adolescencia es una edad de preguntas y angustias existenciales. ?Merece la pena vivir? Si se lanza esta pregunta al vac¨ªo de las redes, lo m¨¢s probable es que la respuesta sea un eco, el que genera la propia pregunta en otros adolescentes tan angustiados o m¨¢s. Lo m¨¢s probable es que la caja de resonancias que conforman los algoritmos que gobiernan las redes amplifique la angustia y refuerce las razones para suicidarse a quien expresa ideas suicidas, razones para no comer a quien ya cree que come demasiado o motivos para odiar su cuerpo a quien ya se encuentra a disgusto con ¨¦l. En este ecosistema, es m¨¢s f¨¢cil que los trastornos de la vida se conviertan en trastorno mental.
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