Michael Pollan: ¡°Es peligroso creer que los psicod¨¦licos vendr¨¢n a arreglar todos tus problemas mentales¡±
Al autor de ¡®C¨®mo cambiar tu mente¡¯, referente en el resurgimiento de la investigaci¨®n cient¨ªfica sobre sustancias psicoactivas, le preocupa que se est¨¦ creando una ¡°burbuja¡±
Es octubre de 2018 y Michael Pollan, uno de los periodistas m¨¢s reputados de Estados Unidos, est¨¢ en Nueva York, en el apartamento de su madre en Park Avenue. Le pr...
Es octubre de 2018 y Michael Pollan, uno de los periodistas m¨¢s reputados de Estados Unidos, est¨¢ en Nueva York, en el apartamento de su madre en Park Avenue. Le precede una exitosa carrera escribiendo sobre comida y alimentaci¨®n, y acaba de publicar un ensayo sobre el resurgir del uso cient¨ªfico, tras d¨¦cadas de prohibici¨®n, de las sustancias psicod¨¦licas. Se titula C¨®mo cambiar tu mente (Debate). ¡°Nah¡±, dice, ¡°tengo asumido que este ser¨¢ un libro menor; es un tema muy marginal y estigmatizado¡±.
Han pasado casi cinco a?os y aquel ¡°libro menor¡± ha llegado muy lejos; tanto como a las manos de Ted Lasso, el entrenador de f¨²tbol m¨¢s famoso de la televisi¨®n. En el ¨²ltimo cap¨ªtulo de la serie-fen¨®meno, el personaje, tras tres temporadas de luchar sin ocultarse con la ansiedad y otros problemas de salud mental, aparec¨ªa leyendo el ensayo, convertido en este tiempo en biblia de un movimiento cient¨ªfico, econ¨®mico, social y cultural en Estados Unidos y en una gu¨ªa de viaje para gente que, como Lasso, busca respuestas m¨¢s all¨¢ de los tratamientos psiqui¨¢tricos tradicionales.
¡°Al menos, 10 personas me mandaron pantallazos de la dichosa secuencia¡±, record¨® el autor estadounidense, de 68 a?os, en una entrevista con EL PA?S, celebrada a finales de junio en Denver. ¡°Desde que sali¨® mi libro, las sustancias se han colocado en un lugar central de la cultura. Tiene que ver con que estamos en mitad de una crisis de salud mental, agravada por la pandemia, con las ratios de depresi¨®n y suicidio por las nubes, especialmente entre los j¨®venes. El establishment cient¨ªfico, sobrepasado por ese problema, recibi¨® mejor de lo que esperaba mi trabajo. Saben que las herramientas de las que disponen no son muy buenas. Los antidepresivos ya no funcionan, si es que alguna vez funcionaron¡±.
Pollan estaba en Colorado para participar en el congreso Psychedelics Science¡®23, que bati¨® todas las marcas al convocar a 12.000 asistentes para hablar sobre el presente y futuro del ¡°renacimiento psicod¨¦lico¡± mientras el pa¨ªs cuenta los meses hasta que la agencia del medicamento (FDA) apruebe el MDMA y la psilocibina con uso terap¨¦utico para tratar pacientes con estr¨¦s postraum¨¢tico o enfermos terminales de c¨¢ncer. El escritor atendi¨® a este diario despu¨¦s de comparecer sobre el escenario de un auditorio de 5.000 butacas al que durante la convenci¨®n se subieron para hablar de drogas quarterbacks de la NFL (Aaron Rodgers), rockeras (Melissa Etheridge) actores (Willow Smith), legendarias psiconautas (Amanda Fielding), ap¨®stoles de la micolog¨ªa (Paul Stamets) y un desfile de investigadores de algunas de las universidades m¨¢s prestigiosas de Estados Unidos.
El escritor explic¨® que en los cientos de metros que separaban el teatro de la habitaci¨®n en la que la organizaci¨®n lo tuvo que esconder para poder hablar con calma, ¡°una decena de personas¡± lo hab¨ªan parado para decirle que, adem¨¢s de la promesa de cambiarles la mente, su ensayo, que por el camino se tradujo en una serie documental para Netflix, les hab¨ªa ¡°cambiado la vida¡±. ¡°Me siento un poco celoso, yo he tenido algunas experiencias muy interesantes, pero no transformadoras¡±, admiti¨® con sinceridad en un entorno dominado por los relatos de los grandes viajeros. ¡°Tambi¨¦n estoy orgulloso de haber contribuido a difundir el mensaje m¨¢s all¨¢ de los hombres blancos pudientes, arquetipo de los psiconautas de la segunda ola, para alcanzar a las mujeres, los afroamericanos o los latinos¡±.
El libro contaba la historia de esa nueva corriente desde la experiencia personal de un casi ne¨®fito y en la perspectiva de la primera embestida en los cincuenta y sesenta de la investigaci¨®n cient¨ªfica en torno a estas sustancias, durante la que unos 40.000 estadounidenses las tomaron en entornos cl¨ªnicos. Todo acab¨® cuando el LSD, mol¨¦cula sintetizada en 1938 por Albert Hoffman, o la psilocibina, con la que experiment¨® Timothy Leary en Harvard, acabaron tomando las calles con fines recreativos y Richard Nixon las criminaliz¨® en 1970, en los albores de la ¡°guerra contra las drogas¡±.
Un grupo de psic¨®logos y exploradores psicod¨¦licos, venerados hoy a la manera de los h¨¦roes en reuniones como la de Denver, mantuvo la llama subterr¨¢nea al margen de la ley, hasta que la investigaci¨®n fue poco a poco regresando con el nuevo siglo a la superficie. Pollan espera que ¡°esta vez no se cometan los mismos errores que entonces¡±. Errores como ¡°ignorar por pura arrogancia occidental las ense?anzas de los pueblos ind¨ªgenas que llevan usando estas mol¨¦culas desde hace centenares de a?os¡± o ¡°que las cosas acaben fuera de control en mitad de un nuevo boom¡±.
A la pregunta de si cree que hay una burbuja psicod¨¦lica en Estados Unidos, el escritor responde: ¡°S¨ª lo creo. Ya hemos visto pinchar las aventuras de unos cuantos inversores. Desde luego, las expectativas est¨¢n desbordadas. Pero no hay que olvidar que los experimentos que se est¨¢n haciendo est¨¢n optimizados para el ¨¦xito. Los participantes se escogen con mucho cuidado, y est¨¢n muy dispuestos a que todo salga bien. Hay que ver cuando se ampl¨ªe el foco a otros pacientes. No es algo exclusivo de los psicod¨¦licos; vivimos en una cultura que vive del hinchar el siguiente globo¡±.
¡°Es peligroso¡±, contin¨²a, ¡°que la gente piense que los psicod¨¦licos pueden arreglar todos los problemas, mentales y de todo tipo, como he escuchado decir aqu¨ª. Y me preocupan, mientras llega la legalizaci¨®n, los abusos de los terapeutas clandestinos sin escr¨²pulos, que se aprovechan de la gente y se lucran, cobrando indignantes cantidades de dinero por brindar asistencia psicod¨¦lica, en vista de que la demanda es muy alta. Los hay que no tienen ni idea, ?qu¨¦ har¨¢n si algo se tuerce durante el proceso? ?Llamar¨¢n a urgencias, o se preocupar¨¢n m¨¢s por las consecuencias legales?¡±.
Por ¡°proceso¡±, Pollan se refiere al ritual observado para estos tratamientos en lugares como el Centro de Investigaci¨®n Psicod¨¦lica y de la Conciencia de la Universidad Johns Hopkins, en Baltimore: una habitaci¨®n tranquila, antifaz, un poco de m¨²sica, la presencia de un terapeuta durante el viaje y sesiones con un psic¨®logo antes y despu¨¦s para prepararse para la experiencia, que puede ser profundamente desestabilizadora, y para su asimilaci¨®n posterior. Parte de la labor de la FDA consiste en fijar protocolos rigurosos y un sistema para capacitar y acreditar a los nuevos profesionales de la medicina psicod¨¦lica.
El ¡®mono¡¯ de caf¨¦
Para participar en uno de esos experimentos, es necesario tener un motivo: por ejemplo, estar al borde del abismo del c¨¢ncer terminal. En C¨®mo cambiar tu mente, Pollan, ¡°un tipo sin problemas¡±, acud¨ªa a la clandestinidad para probar dosis altas de LSD, psilocibina (hongos) y DMT (ayahuasca). Y continu¨® con sus exploraciones en su siguiente libro, el reci¨¦n publicado en espa?ol Tu mente bajo el efecto de las plantas (Debate, traducci¨®n de Manuel Manzano G¨®mez). Ah¨ª estudia otras tres sustancias: una ¡°tranquilizante¡±, el opio; una ¡°excitante¡±, la cafe¨ªna (¡±esa potente droga oculta a la vista de todos¡±); y otra ¡°expansiva¡±, la mescalina, un psicod¨¦lico que le faltaba tachar de su lista.
El resultado son tres reportajes largos en los que, como acostumbra, Pollan conduce al lector por el proceso de su propio aprendizaje. En el de la cafe¨ªna, corta de ra¨ªz su costumbre de tomarla cada d¨ªa para certificar c¨®mo sientan los efectos de ese mono: ¡°dolor de cabeza, fatiga, letargo, dificultad para concentrarse, disminuci¨®n de la motivaci¨®n, irritabilidad, angustia intensa, p¨¦rdida de confianza y disforia, el polo opuesto a la euforia¡±. ¡°Mucha gente¡±, explic¨® en la entrevista, ¡°me ha dicho que dej¨® de tomarla tras leer el libro. Les digo que solo buscaba tratar de recalibrar mi relaci¨®n con el caf¨¦, y que despu¨¦s volv¨ª a ¨¦l. ?Por qu¨¦ renunciar a ese gran placer?¡±.
Resulta interesante leer el texto sobre el opio a la luz de la crisis del fentanilo, un narc¨®tico 50 veces m¨¢s fuerte que la hero¨ªna, que asuela Estados Unidos. Se trata en realidad de la adaptaci¨®n de un art¨ªculo que el autor decidi¨® publicar censurado en los a?os noventa para evitarse problemas legales. Fue ¡°durante el apogeo de la guerra contra las drogas¡±, cuando se plante¨® si ¨¦l, experimentado amante de las plantas, podr¨ªa acabar en la c¨¢rcel por cultivar amapolas en su casa. Lo que no sab¨ªa, a?ade, es que mientras la polic¨ªa persegu¨ªa a los ¡°comerciantes de semillas y a los jardineros¡±, farmac¨¦uticas como Purdue estaban creando el germen de la crisis de los opi¨¢ceos a base de comercializar agresivamente unas pastillas llamadas Oxycontin.
¡°A finales de los noventa, hab¨ªa medio mill¨®n de adictos a la hero¨ªna en EE UU¡±, recuerda Pollan. ¡°En 2022, murieron 110.000 personas por sobredosis [dos terceras partes a causa del fentanilo]. Es incre¨ªble c¨®mo ha empeorado la cosa, incluso en los casi dos a?os que hace que publiqu¨¦ el libro [en ingl¨¦s]¡±. Por otra parte, agrega, el resurgir psicod¨¦lico y lo que la DEA (narc¨®ticos) ya considera la mayor crisis de drogas de la historia de este pa¨ªs pueden estar relacionados. ¡°Hay estudios que dicen que sustancias como la iboga¨ªna son capaces de combatir esa potente adicci¨®n. A la gente le cuesta creer eso de que una sustancia sirva para acabar con otra, porque, despu¨¦s de todo, piensan, son drogas, ?no?¡±.
Como parte de su nueva vida de ap¨®stol lis¨¦rgico, el escritor, profesor de no ficci¨®n en Harvard y de periodismo cient¨ªfico en Berkeley, tambi¨¦n fund¨® en 2020 el Centro de Ciencia Psicod¨¦lica de esta ¨²ltima universidad, enfocado en la investigaci¨®n y en la difusi¨®n. Como parte de esa segunda misi¨®n, esta semana aval¨® la presentaci¨®n de una encuesta sobre la percepci¨®n de la opini¨®n p¨²blica estadounidense sobre estas sustancias. El sondeo concluye que un 61% de los votantes registrados apoya que se permita su uso terap¨¦utico, que el 56% ver¨ªa bien que se distribuyeran con receta y que la mitad aprobar¨ªa la despenalizaci¨®n de su posesi¨®n y consumo. De momento, en Colorado ya han dado ese paso con las setas alucin¨®genas, mientras que Oreg¨®n se convirti¨® este a?o en el primer Estado en legalizarlas para su uso terap¨¦utico.