C¨®mo Estados Unidos se enganch¨® al fentanilo
La droga, responsable del r¨¦cord de muertes por sobredosis en el pa¨ªs, penetr¨® a mediados de la d¨¦cada pasada y explot¨® con la pandemia. ¡°Los camellos no saben c¨®mo usarlo para no matar a sus clientes¡±, dice Sam Quinones, gran cronista de la crisis de los opi¨¢ceos
La historia de c¨®mo Estados Unidos se enganch¨® al fentanilo es una cl¨¢sica historia econ¨®mica, de oferta y creaci¨®n de demanda. Empez¨® a mediados de los noventa, cuando farmac¨¦uticas como Purdue revolucionaron a base de agresividad las reglas del marketing m¨¦dico para inundar consultas y botiquines de todo el pa¨ªs con unas revolucionarias pastillas llamadas Oxycontin. No solo ven¨ªan a acabar de una vez por todas con el dolor, sino que no enganchaban, dijeron.
Cuando aquella sensacional oferta decay¨®, un ej¨¦rcito de adictos se lanz¨® a las calles con una demanda que parec¨ªa superada: buscaban hero¨ªna, m¨¢s barata y tambi¨¦n m¨¢s peligrosa. Hacia mediados de la d¨¦cada pasada, la epidemia de los opi¨¢ceos ya era una crisis sin precedentes cuando la historia registr¨® un nuevo inesperado giro con la entrada en escena de una poderos¨ªsima droga de la que pocos fuera de un quir¨®fano hab¨ªan o¨ªdo hablar hasta entonces. El fentanilo arras¨® con todos los h¨¢bitos anteriores; en 2022, provoc¨® en torno a las tres cuartas partes de las muertes por sobredosis, que, seg¨²n han anunciado las autoridades estadounidenses esta semana y a falta de la cuenta definitiva, se espera que marquen un nuevo r¨¦cord, con cerca de 110.000 bajas. Esto es: m¨¢s de 2.000 por semana.
Sam Quinones, periodista de investigaci¨®n y escritor, es el gran cronista de la que las agencias de narc¨®ticos ya consideran ¡°la peor crisis en la historia de las drogas en Estados Unidos¡±. Se ocup¨® de la primera parte del cuento en Tierra de sue?os (Capit¨¢n Swing), un exitoso ensayo que le vali¨® el National Book Award y que se deten¨ªa en los estragos de los analg¨¦sicos en vastas extensiones del Medio Oeste. Ese libro llev¨® a otro, The Least of Us (El m¨¢s insignificante de nosotros, a¨²n sin traducci¨®n al espa?ol), que retrata el pa¨ªs ¡°en los tiempos del fentanilo y la metanfetamina¡±.
Esta ¨²ltima sustancia, cuenta en The Least of Us, prepar¨® el terreno: gracias a ella, los narcos mexicanos abrazaron el milagro de la droga sint¨¦tica y ¡°pudieron dejar de ser los meros recaderos de los traficantes colombianos¡±. Al principio, importaban el fentanilo de China. Cuando Pek¨ªn anunci¨® en 2019 que lo prohib¨ªa, sus empresas qu¨ªmicas empezaron a venderles los precursores necesarios para fabricar el potente analg¨¦sico. ¡°As¨ª fue c¨®mo se convirtieron en los grandes productores y distribuidores de la droga, primero en polvo, y luego disfrazada de pastillas falsas. Al comprobar su enorme potencial, reorientaron su negocio e inundaron Estados Unidos¡±, explica Quinones en una entrevista telef¨®nica. De nuevo, la oferta y la demanda.
El padre del fentanilo es un qu¨ªmico belga llamado Paul Janssen. Su invento (m¨¢s efectivo y menos oneroso que la morfina) se empez¨® a usar en cirug¨ªas cardiacas y revolucion¨® la medicina. En 1985, Janssen abri¨® el primer laboratorio occidental en China para fabricar fentanilo.
Lejos de la supervisi¨®n de un anestesi¨®logo, resulta una sustancia altamente mort¨ªfera. El primer zarpazo lleg¨® a las calles de Chicago en 2006, donde se conoc¨ªa con el sobrenombre de ¡°inyecci¨®n letal¡±. Sucedi¨® cuando un qu¨ªmico llamado Ricardo Valdez-Torres y apodado El Cerebro convenci¨® a los hombres de Joaqu¨ªn Guzm¨¢n Loera, El Chapo, de que, antes que la efedrina, conven¨ªa fabricar fentanilo (fetty, en el argot). Solo le dio tiempo a enviar a Estados Unidos 10 kilos antes de su arresto en M¨¦xico. Declar¨® a la polic¨ªa que lo hizo con la advertencia de que esos polvos hab¨ªa que diluirlos hasta 50 veces antes de venderlos. Tal vez esas instrucciones nunca llegaron a sus destinatarios. O quiz¨¢ sea muy dif¨ªcil hacerle creer a un adicto que lo que tiene entre manos es demasiado fuerte. ¡°Parte del problema, entonces y ahora, es que los traficantes no saben c¨®mo usarlo, ni c¨®mo cortarlo¡±, dice Quinones. La polic¨ªa desmont¨® el laboratorio y el contagio qued¨® aquella vez cortado de ra¨ªz.
Crear adictos
La segunda embestida lleg¨® hacia 2014 y nada pudo pararla. Los camellos empezaron a cortar otras sustancias, como la coca¨ªna o la metanfetamina, con fentanilo, mucho m¨¢s barato, ¡°de modo que miles de personas, las que no mor¨ªan por una sobredosis accidental, acabaron enganchadas a algo que ni siquiera sab¨ªan que estaban tomando¡±. ¡°No solo buscaban aumentar sus beneficios, los traficantes tambi¨¦n estaban interesados en crear adictos¡±, advierte el periodista.
Ese fue uno de los motivos que contribuy¨® a que la droga derribara barreras raciales. Quinones explica que la primera oleada de la crisis de los opi¨¢ceos, la de las pastillas con receta, se llev¨® por delante a una poblaci¨®n mayoritariamente blanca (tanto como un 90%). Con el fentanilo fue distinto: se extendi¨® como una especie invasora por las esquinas de las ciudades de todo el pa¨ªs hasta arrasar con la hero¨ªna y otras sustancias, del mismo modo que prendi¨® en las comunidades afroamericanas e hispanas.
En el libro se cuenta el caso del primer negro que muri¨® en la ciudad de Akron (Ohio). Se llamaba Mikey Tanner, luch¨® durante 10 a?os contra la adicci¨®n a la coca¨ªna, pero solo dur¨® un par de meses cuando el fentanilo entr¨® en escena. Su historia recuerda a la de las primeras sobredosis en Espa?a. Al principio, fueron noticias de portada. Con el tiempo, sus muertos no ten¨ªan asegurado ni siquiera un lugar en la p¨¢gina de las esquelas.
The Least of Us est¨¢ lleno de terribles historias de consumidores atrapados en una estad¨ªstica como la de Tanner, que acaban formando el mosaico de una sociedad enferma, acosada por el dolor y el aislamiento. Tambi¨¦n hilvana el relato del declive del siglo XX americano a trav¨¦s de ciudades como Muncie (Indiana), que fue la ¡°capital mundial¡± de las cajas de cambios de los coches hasta que todo se fue al carajo, o Kenton (Ohio), un pueblo del cintur¨®n de ¨®xido donde las estrellas del deporte del instituto que empezaron a tomar pastillas para el dolor acabaron enganchadas a la hero¨ªna.
La pandemia fue la puntilla. En 2020, las muertes por sobredosis crecieron un 20%, hasta los 91.799 casos. En 2021, se registraron 106.699, seg¨²n el Instituto Nacional de Abuso de Drogas, un 16% m¨¢s. Y en 2022, la DEA (siglas en ingl¨¦s de la agencia antidrogas) se incaut¨® de 50,6 millones de p¨ªldoras falsas y de 4.500 kilos de polvo de fentanilo, el equivalente a ¡°m¨¢s de 379 millones de dosis potencialmente mortales¡±; m¨¢s que de sobra, por tanto, para acabar con toda la poblaci¨®n estadounidense. ¡°El confinamiento fue terrible para quienes estaban luchando contra la adicci¨®n¡±, recuerda Quinones. ¡°A los que tratan de salir les recomiendan dos cosas: que no se a¨ªslen y que trabajen. As¨ª que el coronavirus fue la tormenta perfecta. Tampoco ayud¨® que la terapia se hiciera de la noche a la ma?ana por Zoom¡±.
Las alarmantes cifras despertaron a Estados Unidos a un problema que ha acabado convertido en otro campo de batalla pol¨ªtico, entre Estados Unidos y M¨¦xico, as¨ª como en clave interna, con los republicanos usando el fentanilo como arma arrojadiza por las pol¨ªticas de la frontera de la Administraci¨®n de Joe Biden o por la gesti¨®n del aumento de la criminalidad de las grandes ciudades, donde acostumbran a votar dem¨®crata. San Francisco se ha convertido en el gran s¨ªmbolo: all¨ª ha muerto desde 2020 el doble de personas por sobredosis (unas 2.000) que a causa de la pandemia. A Quinones, que fue reportero de Los Angeles Times, le ¡°sorprenden¡± esos ataques, teniendo en cuenta que ¡°Donald Trump fue presidente en los a?os en los que el fentanilo se extendi¨® por todo el pa¨ªs¡±. ¡°Las autoridades locales est¨¢n sencillamente desbordadas¡±, a?ade. ¡°Este es un problema que tiene que afrontarse como asunto nacional¡±.
En el libro, Quinones se hace dos preguntas clave: por qu¨¦ alguien querr¨ªa tomar algo que sabe que lo puede matar y qu¨¦ puede hacer que un traficante d¨¦ a sus clientes algo con muchas opciones de acabar con ellos (y con su dinero).
A la primera, el periodista, que se entrevist¨® como trabajo de campo con destacados neurocient¨ªficos, responde: ¡°Esa es la naturaleza de la adicci¨®n; reprograma tu cerebro para que su misi¨®n no sea sobrevivir, sino conseguir la droga¡±.
A la segunda, contesta: ¡°El fentanilo se convirti¨® en la droga m¨¢s potente de la historia. Cualquiera que se dedicara al negocio sab¨ªa que si no la ofrec¨ªa se iba a quedar r¨¢pidamente sin clientes. Los camellos no se atrev¨ªan a no mezclarla con otras. Pronto, se volvi¨® una herramienta de expansi¨®n de mercado¡±.
En la entrevista, Quinones destac¨® otro inesperado efecto: ¡°El fentanilo est¨¢ acabando con el uso de drogas recreativas en Estados Unidos, un uso que por lo menos lleva entre nosotros medio siglo. Ya nadie se atreve a tomarse una pastilla o una raya en una fiesta por miedo a morir¡±.
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