Navarra es la primera comunidad que ofrece justicia restaurativa a las v¨ªctimas de abusos en la Iglesia
El servicio se ofrecer¨¢ a partir de enero, tras dos intervenciones pioneras, con el objetivo de ayudar a la reparaci¨®n moral de los afectados
¡°He soltado el nudo que ten¨ªa y ahora soy feliz¡±. Es una de las frases pronunciadas por Juan Antonio Arbizu (1955, Pamplona), uno de los dos navarros que han participado en un proyecto piloto a nivel nacional de justicia restaurativa para denunciantes de abusos en el seno de la Iglesia Cat¨®lica. En estos procesos se ha tratado de crear un ¡°espacio seguro¡± para que estas personas compartan sus necesidades, explica Alberto Olalde, uno de los dos facilitadores. A partir de enero, esta intervenci¨®n, de car¨¢cter p¨²blico, se ofrecer¨¢ a todas las v¨ªctimas que lo soliciten. Por ahora, m¨¢s de una decena de personas se han mostrado interesadas en participar en un proceso que, dado que la mayor¨ªa de los agresores ha fallecido ya, no utiliza la mediaci¨®n, sino m¨¦todos indirectos y m¨¢s flexibles, sin una finalidad punitiva.
Son, por ejemplo, reuniones con herederos simb¨®licos de los agresores o visitas a los centros educativos donde sucedieron los hechos. Olalde detalla que, al principio, no saben lo que una v¨ªctima necesita: ¡°Le escuchamos tanto tiempo como necesite para elaborar aquello que esa persona requiere para ser reparada. Es como un traje a medida¡±. ¡°Nosotros no hacemos terapia psicol¨®gica, no hacemos orientaci¨®n jur¨ªdica. Hemos hecho un trabajo de acompa?amiento en la definici¨®n de esas necesidades de reparaci¨®n¡±, a?ade.
Acompa?ado y comprendido es como se siente Arbizu. Nacido en Pamplona y criado en Estella, estudi¨® en los a?os sesenta en el colegio de Nuestra Se?ora del Puy, donde denuncia que sufri¨® graves abusos f¨ªsicos y psicol¨®gicos por parte del entones director del centro, Jos¨¦ San Juli¨¢n. Hubo un episodio especialmente duro: ¡°Un d¨ªa ¨ªbamos a la capilla y, subiendo las escaleras, parece ser que toqu¨¦ el barandao. Me llam¨® a la direcci¨®n y se ensa?¨® conmigo. Me agarr¨® de las orejas, me las flexion¨®, me levant¨® en el aire y me las rasg¨®. Me qued¨¦ con la parte de abajo de las orejas sin pellejo¡±, rememora.
Cuando lleg¨® a casa, se lo cont¨® a sus progenitores, pero no le creyeron: ¡°Le cog¨ª odio al cura y a mis padres porque no me hicieron caso, no me defendieron¡±. Ese rencor le ha acompa?ado toda su vida, hasta que comenz¨® el proceso piloto de justicia restaurativa, que ha durado cerca de dos a?os. ¡°Al principio iba con miedo, con precauci¨®n, hasta que vi que eran unas personas maravillosas, que me escuchaban con delicadeza, que pod¨ªa hablar tranquilamente. Descubr¨ª que uno de mis trabajos fundamentales era escribir una carta a mi madre pidi¨¦ndole perd¨®n porque vi muy claro que mis padres no ten¨ªan ninguna culpa. Entonces el clero ten¨ªa mucho poder y no se atrev¨ªan a decir nada. Yo escrib¨ª la carta y se la le¨ª a mi madre, pero ella ya estaba con Alzheimer. No s¨¦ si me entendi¨®, pero yo me liber¨¦, estoy como nuevo¡±, confiesa.
Jes¨²s Antonio Zudaire (Estella, 1954) estudi¨® en el mismo centro y la misma d¨¦cada. All¨ª padeci¨® abusos sexuales, f¨ªsicos y psicol¨®gicos. Tras m¨¢s de veinte a?os de terapia psicol¨®gica continuada, se le sigue entrecortando la voz al recordar los abusos sufridos a manos del mismo agresor, San Juli¨¢n, el entonces director del colegio diocesano de Nuestra Se?ora del Puy. Los abusos comenzaron cuando apenas ten¨ªa ocho a?os y terminaron cuando cumpli¨® los catorce y se march¨® del centro. ¡°Siempre hab¨ªa tenido en la mente la imagen del colegio, le ten¨ªa un odio profundo. Desde que me fui hace 54 a?os, no hab¨ªa vuelto a entrar y, si pod¨ªa evitar pasar por ah¨ª, lo hac¨ªa. Ese odio te reconcome por dentro¡±. Tras este proceso, reconoce que se siente mejor. ¡°Te liberas de esos males, de esos odios¡±, explica quien tambi¨¦n es presidente de una de las dos asociaciones denunciantes de los abusos en la comunidad.
Tanto Zudaire como Arbizu pidieron y tuvieron sendos encuentros con representantes de la Iglesia. Ninguno de los dos ha podido reunirse con San Juli¨¢n porque hace casi tres d¨¦cadas que falleci¨®, pero s¨ª con sus herederos simb¨®licos. Olalde aclara que esos herederos simb¨®licos ¡°pueden ser personas no directamente vinculadas con los hechos en un sentido estricto o formal, pero s¨ª herederas de aquellos actos¡±. En el caso de Arbizu, fue un miembro del claustro actual de El Puy. ¡°?l se sent¨® delante m¨ªa y yo le cont¨¦ lo que me hab¨ªa pasado. Yo lo vi afectado. Al final nos dimos un abrazo, aunque eso siempre queda ah¨ª, ?entiendes?, pero la liberaci¨®n que he tenido...¡±.
¡°Yo lo que quiero es que no vuelva a pasar lo que me ha pasado a m¨ª. Si yo le hablo mir¨¢ndole a los ojos y ¨¦l est¨¢ arrepentido de lo que hizo un compa?ero suyo, pues algo habremos hecho para que no vuelva a suceder¡±, a?ade.
Zudaire prefiere no desvelar qui¨¦nes estuvieron al otro lado de la mesa y se le entrecorta de nuevo la voz al recordar la dureza de aquella reuni¨®n: ¡°Les ped¨ª que admitiesen en p¨²blico algunos de los actos que hab¨ªa realizado San Juli¨¢n. Estar durante dos horas y media contando lo que te pas¨® es muy duro, pero cuando ves que te han escuchado, que te han pedido perd¨®n, te sientes m¨¢s comprendido¡±.
Tanto los denunciantes como Olalde son conscientes de que la otra parte no tiene por qu¨¦ aceptar esa conversaci¨®n. ¡°Nosotros no podemos exigirle a nadie que escuche. Nosotros podemos pedirle, podemos invitarle y podemos acompa?arle. A la iglesia hay que ayudarle. Si no le ayudamos, no va a tener la oportunidad de entender cu¨¢l es su lugar. Nosotros a la iglesia la podemos acusar o manchar y puede ser leg¨ªtimo para quien lo quiera hacer, pero no le vamos a ayudar a que se ponga en un lugar de escucha¡±, concluye el facilitador.
Hubo m¨¢s peticiones, como una indemnizaci¨®n econ¨®mica o la visita acompa?ada al colegio del Puy. Zudaire la recuerda con emoci¨®n: ¡°Recorrimos el colegio en silencio, tranquilos, recordando las cosas que hab¨ªan pasado en la infancia. Me acordaba de todos los detalles de las tres estancias del colegio donde hab¨ªamos sufrido esos brutales abusos sexuales, f¨ªsicos y psicol¨®gicos¡±.
¡°Es una especie de fantasma que tienes ah¨ª y te vas quitando ese miedo, esa fobia hacia lo que supon¨ªa el edificio y el abusador¡±, narra. Como nunca hab¨ªa vuelto a ir al centro, sent¨ªa que ten¨ªa ¡°una herida en carne viva¡±. La visita, asegura, le ha permitido cerrar esa herida ¡°que te ha estado supurando toda la vida¡±. Hay otro tipo de emoci¨®n en la voz de Arbizu, que rememora aquel d¨ªa en el que acudi¨® al colegio acompa?ado por la gente de su cuadrilla: ¡°Vinieron doce¡±.
El fin de un proyecto piloto de justicia restaurativa que ha coincidido en el tiempo con el relevo al frente del Arzobispado de Pamplona y Tudela de Francisco P¨¦rez, cara visible durante 16 a?os. El 27 de enero le sustituir¨¢ en sus funciones Florencio Rosell¨®, actual director del departamento de Pastoral Penitenciaria de la Conferencia Episcopal Espa?ola (CEE). El final del mandato de P¨¦rez se ha visto marcado por las denuncias de pederastia en el seno de la Iglesia cat¨®lica y, en el anuncio de su despedida, el arzobispo se refer¨ªa a ellas: ¡°Perd¨®n por todo aquello en lo que no he estado a la altura de las circunstancias, porque veo que a veces no correspondo a la gracia de Dios¡±.
La Iglesia navarra ha reconocido que desde que P¨¦rez accedi¨® al cargo, en 2007, han tenido constancia de una decena de denuncias por abusos sexuales, aunque siete de ellas no han llegado a la justicia civil. El Arzobispado por primera vez ha admitido que durante el mandato del todav¨ªa arzobispo se han pagado indemnizaciones a algunas de estas v¨ªctimas, sin precisar su n¨²mero ni las cuant¨ªas pactadas.
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