La Salle conoci¨® las agresiones sexuales del religioso y escritor Patxi Ezkiaga en los noventa y no tom¨® ninguna medida
24 nuevos testimonios corroboran las acusaciones en el colegio de la orden en San Sebasti¨¢n. Cuatro exalumnas afirman que informaron al centro entre 1991 y 1996. Surgen denuncias contra otro hermano, Sebasti¨¢n Grandmontagne
EL PA?S puso en marcha en 2018 una investigaci¨®n de la pederastia en la Iglesia espa?ola y tiene una base de datos actualizada con todos los casos conocidos. Si conoce alg¨²n caso que no haya visto la luz, nos puede escribir a: abusos@elpais.es. Si es un caso en Am¨¦rica Latina, la direcci¨®n es: abusosamerica@elpais.es.
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La congregaci¨®n de La Salle conoci¨® en los a?os noventa los abusos de mujeres menores de edad del religioso y escritor vasco Patxi Ezkiaga en su colegio de San Sebasti¨¢n, desvelados por este diario, seg¨²n los testimonios de cuatro antiguas alumnas. No se conocen entre ellas y aseguran que informaron de distintos modos al colegio en 1991, 1995 y 1996, respectivamente. Ezkiaga falleci¨® en 2018 con 74 a?os. La primera, Izaskun Iparraguirre, monitora de los campamentos que organizaba el religioso en Isaba, Navarra, relata que habl¨® con un hermano de la orden en 1991. La segunda, v¨ªctima de abusos continuados durante cuatro a?os, explica que tambi¨¦n inform¨® en 1995 al colegio, que asegur¨® que se ocupar¨ªa de ello, aunque luego Ezkiaga solo fue enviado a Roma unos meses y volvi¨® al centro. En el a?o siguiente, 1996, Leire G. afirma que envi¨® una carta a la direcci¨®n, sin firma, alertando de los abusos. Ese curso, una cuarta alumna refiere que tambi¨¦n se lo dijo a un profesor: ¡°Lo comentamos con uno con quien ten¨ªamos m¨¢s confianza y se re¨ªa. No nos ten¨ªan en cuenta¡±.
En total, EL PA?S ha recabado 24 nuevos testimonios de antiguas alumnas y alumnos, y 18 de estas mujeres relatan haber sufrido abusos del religioso, junto a las cuatro v¨ªctimas que ya hab¨ªan aparecido. Todas estas personas describen a Patxi Ezkiaga, que fue director del colegio y era muy conocido en el mundo de la literatura en euskera, como un depredador que comet¨ªa abusos impunemente, con pr¨¢cticamente todas las alumnas, desde tocamientos en clase a situaciones m¨¢s graves en privado, con chicas con las que se obsesionaba y acosaba sistem¨¢ticamente, en su despacho, su habitaci¨®n del colegio o en los campamentos que organizaba en Isaba, Navarra. ¡°Durante cuatro a?os me forz¨® todas las veces que quiso o pudo¡±, dice una de ellas, que relata que luego ha tenido tres intentos de suicidio. Ezkiaga estuvo en el colegio aproximadamente 30 a?os ¨Dla orden tambi¨¦n se niega a precisar este dato¨D, por lo que puede haber cientos de v¨ªctimas. En algunos cursos del colegio le llamaban El Perver.
La primera v¨ªctima que destap¨® el caso en EL PA?S el pasado 30 de mayo, Marisol Zamora, est¨¢ indignada: ¡°Si hubieran hecho algo podr¨ªan haber evitado m¨¢s v¨ªctimas. Hay gente que est¨¢ viva, lo supo y no hizo nada¡±. Ya se ha reunido con responsables de la orden y ha exigido que aclaren lo que sab¨ªan y lo que saben.
Por su parte, la orden de La Salle no quiere dar ninguna informaci¨®n sobre cu¨¢ntas denuncias ha recibido, lo que ha averiguado y lo que sabe. ¡°Para obedecer la petici¨®n de algunas v¨ªctimas con las que nos hemos encontrado y que as¨ª nos lo demandan expresamente, no podemos dar cuenta de los detalles¡±, explica una portavoz. Tambi¨¦n asegura que ¡°con todas las personas con las que hemos hablado que tuvieron responsabilidad en el colegio en esos a?os nos han trasladado que no tuvieron ning¨²n conocimiento de los hechos que ahora se han denunciado¡±. No obstante, Marisol Zamora sostiene que el superior de la orden en Espa?a, Jos¨¦ Rom¨¢n, con el que se ha reunido, le admiti¨® que un director de los a?os noventa conoci¨® una protesta del padre de una alumna. En cuanto al traslado de Ezkiaga a Roma, la orden afirma que ¡°en ning¨²n momento consta que fuera un traslado, sino que estuvo durante cortos periodos siempre vinculados a su trabajo como traductor. En ning¨²n momento consta que fuera un traslado motivado por las denuncias a las que se hace referencia¡±.
La Salle, una de las ¨®rdenes m¨¢s opacas a la hora de dar informaci¨®n sobre los casos de pederastia en su seno, es la cuarta orden espa?ola con mayor n¨²mero de acusaciones de abuso, a un total de 77 religiosos, tras los jesuitas, los maristas y los salesianos, seg¨²n la base de datos p¨²blica de este diario, la ¨²nica existente. En este momento, contabiliza 1.532 acusados, con al menos 2.735 v¨ªctimas, despu¨¦s de seis a?os de investigaci¨®n de EL PA?S.
La v¨ªctima m¨¢s joven de Ezkiaga que ha hablado con este diario tiene ahora 44 a?os y la de m¨¢s edad, 64. Las acusaciones relatan abusos en edades que van de los ocho o nueve a?os a los 17, pues este religioso fue profesor desde sexto de EGB hasta el fin del bachillerato. Muchas de estas personas han desenterrado sus recuerdos al leer los primeros testimonios en EL PA?S.
Los primeros abusos se?alados se remontan a 1974, en el ¨¢mbito de las excursiones de monta?a que organizaba, en las que a veces se dorm¨ªa fuera, luego se disparan cuando el colegio se hizo mixto a partir de 1980, y llegan, al menos, hasta 1996, seg¨²n los testimonios recogidos. Son dos d¨¦cadas de abusos, pero Ezkiaga en realidad sigui¨® en el colegio hasta la d¨¦cada de 2000.
Este diario ha reunido testimonios que revelan situaciones de abuso sexual pr¨¢cticamente cotidianas. Ezkiaga, un poeta y escritor con mucho carisma, se aprovechaba de su prestigio e influencia. Los abusos eran habituales en clase, donde manoseaba a las alumnas, las sentaba encima de ¨¦l y les tocaba los pechos, incluso delante del resto de compa?eros. Segu¨ªan en reuniones en su despacho en las que citaba a las chicas. Leire G. recuerda: ¡°Era sacarnos a la pizarra, porque casi siempre sacaba solo a las chicas, y un ejercicio completo de ingl¨¦s con su mano en la cintura sin soltarte, met¨ªa la mano por detr¨¢s de la espalda y jugaba con las tiras de los sujetadores¡±.
Los abusos en el colegio comenzaron con las primeras ni?as que entraron en EGB a partir de 1980, cuando el centro se hizo mixto. Este diario ha hablado con cinco exalumnas de la primera promoci¨®n y tres de la segunda, y relatan episodios ya en quinto de EGB, con nueve a?os. ¡°Tuve una lesi¨®n en la ingle haciendo deporte y me dijo que fuera al despacho, me sent¨® en su regazo, me baj¨® los pantalones, y con una crema que ten¨ªa empez¨® a tocarme, en esa zona, la ingle y los genitales, hasta que consegu¨ª irme¡±, dice una de ellas. Otra exalumna, A. R. S., recuerda: ¡°Patxi me quiso consolar un d¨ªa que estaba llorando, me llev¨® a su despacho, me sent¨® en sus piernas, encima de su partes, empez¨® a moverse conmigo encima, a abrazarme muy fuerte, yo me intentaba soltar y no me dejaba, empez¨® a subir la mano al pecho, a darme besos en el cuello, hasta que me gir¨® la cara y me dio un beso en los labios. Me levant¨¦ de forma violenta, le dije que me dejara en paz y me fui a casa¡±.
Hay un caso muy significativo, porque refleja que Ezkiaga aprovechaba cualquier oportunidad, incluso con alumnas a las que apenas conoc¨ªa y trataba. Es el de A. G. O., que cuenta que en 1985, con 15 a?os, quer¨ªa hacer alg¨²n deporte en el colegio, pero para las chicas solo hab¨ªa balonmano, que no le gustaba. Le sugirieron jugar al squash con Ezkiaga, en una pista que ten¨ªa el centro. Solo lo conoc¨ªa de vista y no le daba clase. ¡°Jugamos, luego al irnos cogimos el ascensor y de repente se acerc¨®, me apret¨® con fuerza y me dio un beso en la boca, y estuvo un rato pegado. No ten¨ªa ninguna relaci¨®n con ¨¦l y una vez que lo vi pas¨® esto. Deb¨ªa de ser muy frecuente, si no, no se entiende. Tengo conciencia de haber esquivado una bala¡±. Muchas otras alumnas no pudieron esquivarla.
¡°Se sac¨® el pene y me dijo: ¡®La ternura va a salvar el mundo¡±
Olatz Mercader, otra alumna a la que ayudaba en su vocaci¨®n literaria y a presentarse a premios, relata esta escena: ¡°En el curso 1992-1993 me llam¨® a su despacho con la excusa de que ten¨ªamos que revisar unos escritos. Se sac¨® el pene erecto y me pidi¨® que me sentara encima suyo. Me dijo: ¡®La ternura va a salvar el mundo¡¯¡±. Sali¨® corriendo. ¡°A partir de entonces, me conden¨® al ostracismo: ninguno de mis trabajos fue seleccionado, hablaba mal de m¨ª a mis compa?eros, dici¨¦ndoles que era una vaga redomada, una persona sin pasi¨®n ni chispa¡±.
Este diario tambi¨¦n ha recogido testimonios de exalumnos que desean apoyar a sus compa?eras, porque los tocamientos y el acoso se produc¨ªan a la vista de todos, pero no eran conscientes del da?o que acusaban ni de hasta d¨®nde pod¨ªan llegar. Por ejemplo, el periodista Mart¨ªn Llade, que admite que conocer los abusos ha supuesto un golpe para ¨¦l, pues admiraba a Ezkiaga. Ha hecho p¨²blica en redes sociales su solidaridad con las v¨ªctimas: ¡°?l ten¨ªa como referencia el profesor de la pel¨ªcula de El club de los poetas muertos, y dec¨ªa que quer¨ªa ser como ¨¦l, lo ve¨ªas as¨ª. Al final todos hemos sido parte de esto en mayor o menor medida, hemos estado ah¨ª y hemos asumido normales cosas que no lo eran. Y ahora hemos tenido que hacer un ejercicio de ver lo que estaba pasando. Y en 40 a?os no ha salido nada¡±.
Ezkiaga tambi¨¦n organizaba un club de escritoras los s¨¢bados por la tarde. Una de las alumnas que participaba, recuerda: ¡°Nos pon¨ªa un tema, nos dejaba una hora para escribir, todas alrededor de la mesa. ?ramos todas chicas, ser¨ªa sexto de EGB. Luego lo iba corrigiendo, y hac¨ªa igual que en clase, pero all¨ª con m¨¢s intimidad. Nos sentaba encima de sus piernas, te agarraba la cintura e iba subiendo. Todas ¨ªbamos pasando por sus manos, seg¨²n iba corrigiendo¡±.
Otro de los lugares de sus agresiones era una borda en Isaba, Navarra, donde organizaba convivencias de fin de semana, campamentos en verano. Uno de los episodios m¨¢s graves ocurri¨® en 1993, a una exalumna que no desea identificarse: ¡°Yo ten¨ªa 17 a?os. Puso mi tienda de campa?a al lado de la suya, y una ma?ana apareci¨®. Es lo m¨¢s desagradable que me ha pasado en la vida: me desnud¨®, se desnud¨® y con su pene se estuvo frotando con mis partes. Aguant¨¦ que se pasara, temblando de miedo¡±.
Izaskun Iparraguirre, que era monitora en estos campamentos, fue la primera persona que advirti¨® al centro sobre Ezkiaga. ¡°En el colegio ya sab¨ªamos que era un sob¨®n asqueroso, pero cada a?o se tra¨ªa a Isaba una alumna distinta, y yo sospechaba que abusaba de una manera m¨¢s seria. En julio de 1991, ten¨ªamos 16 y 17 a?os, vino con una compa?era y era sangrante. Por las tardes se la llevaba y desaparec¨ªa dos o tres horas. Ya me pareci¨® que pasaba algo m¨¢s gordo. Habl¨¦ con un hermano y le dije: ¡®A esta persona hay que pararla¡¯. Este hermano estaba realmente preocupado, pero no supo reaccionar. F¨ªjate si estaban acojonados que me dijo: ¡®Habla t¨² con ¨¦l, a ver si te hace caso¡¯. Y yo era alumna suya. Patxi ten¨ªa una personalidad muy arrolladora, y mucho poder. Los hermanos no sab¨ªan c¨®mo pararlo sin que perjudicara a la orden y al colegio. Claramente ellos lo sab¨ªan, lo vigilaban, pero miraron para otro lado. Algo hicieron, porque ya dej¨® de llevar alumnas al campamento. Pero reaccionaron tarde, ya hab¨ªa much¨ªsimas v¨ªctimas, y hay personas que a¨²n hoy est¨¢n muy mal¡±.
Muchos testimonios coinciden, en ¨¦pocas distintas, en se?alar que en cada clase o cada a?o se encaprichaba de alguna alumna, a la que acosaba especialmente y con quien las agresiones iban a m¨¢s. Adem¨¢s tambi¨¦n intentaba introducirse en las familias de las chicas y ganarse su confianza. ¡°En mi clase fue muy a saco con una compa?era¡±, cuenta Edurne Saizar Beldarrain, que es de la primera promoci¨®n mixta. ¡°Empez¨® d¨¢ndonos ingl¨¦s en sexto y fue a por una de nosotras, le escrib¨ªa poemas, se la llevaba a Isaba. Mi sensaci¨®n es que, para estar con ella, consigui¨® estar con nosotros siete a?os, porque lo tuvimos desde sexto a COU¡±.
Cuatro a?os obsesionado con una alumna: ¡°Me forz¨® todas las veces que quiso¡±
Una de esas alumnas con la que se obsesion¨® constituye uno de los casos m¨¢s graves pues adem¨¢s explica que el colegio tuvo conocimiento. Prefiere proteger su anonimato porque a¨²n sufre las secuelas de los abusos. ¡°Mi vida ha sido dura, eso ha condicionado todo lo que vino despu¨¦s. Se podr¨ªa decir que estoy sobreviviendo hasta la fecha¡±, relata. Ezkiaga fue su profesor en BUP y COU y durante esos cuatro a?os su acoso fue permanente. Incluso le dejaba flores en su pupitre. Esta chica relata que sufri¨® numerosas agresiones sexuales en el entorno del colegio, incluida la habitaci¨®n del religioso. ¡°Me agredi¨® en repetidas ocasiones. Estaba obligada a verlo de lunes a viernes. El fin de semana me permitir¨ªa tomar respiro, sabiendo que al d¨ªa siguiente mis piernas se encaminar¨ªan al matadero. Miedo, asco y una sensaci¨®n de ahogo angustiosa. Puedo dibujar a detalle su habitaci¨®n con los ojos vendados. A la hora del recreo todos los d¨ªas del a?o, ya fuese invierno o verano, yo me encerraba con pestillo en uno de los ba?os del edificio para que no me interceptase. En lugar de estar jugando con mis amigas¡±.
Las agresiones, relata, ocurr¨ªan donde consegu¨ªa asaltarla, a la salida del gimnasio, en las aulas, en los pasillos, empuj¨¢ndola al ascensor y los episodios m¨¢s graves, obligando a la menor a masturbarlo mientras frotaba el cuerpo de ella por debajo de la ropa, en la habitaci¨®n que el religioso ten¨ªa en el edificio del colegio donde la arrastraba. ¡°Para sobrevivir a esos abusos sexuales, mi mente crey¨® que lo preferible era quedarse quieta, paralizada y cerrar los ojos con fuerza. Como la presa cuando se hace pasar por muerta hasta que ha pasado el peligro. Era un depredador y ejerc¨ªa fuerza f¨ªsica sobre m¨ª. Estaba como obcecado, y tambi¨¦n me segu¨ªa hasta mi casa. ?l sab¨ªa d¨®nde viv¨ªa. Me forz¨® todas las veces que quiso o que pudo¡±.
En su ¨²ltimo a?o en el colegio, ya en COU, esta alumna inform¨® al centro de los abusos. La respuesta fue que no se preocupara y que tomar¨ªan medidas, pero despu¨¦s de irse de all¨ª el colegio nunca m¨¢s se puso en contacto con ella. Seg¨²n los testimonios recogidos, la ¨²nica iniciativa fue enviar a Ezkiaga a Roma durante unos meses, entre 1995 y 1996. Esta experiencia dej¨® profundas heridas a esta chica. Luego estuvo m¨¢s de un a?o sin relacionarse con gente, afect¨® a su carrera, ha tenido tres intentos de suicidio, el ¨²ltimo, el m¨¢s serio, hace unos meses. ¡°A estas alturas s¨®lo quiero ayudar a las v¨ªctimas. A ellas y a m¨ª misma para encontrar un sentido a la vida. Nunca pens¨¦ que esto fuera a salir a la luz, el d¨ªa que lo public¨® EL PA?S fue un giro de guion brutal, jam¨¢s imagin¨¦ que alguien se atrever¨ªa a dar un paso al frente. Da v¨¦rtigo y mucho miedo contar lo que pas¨® all¨ª¡±.
Esta antigua alumna expresa su agradecimiento personal al Ayuntamiento de Legorreta por revocar la condici¨®n de hijo predilecto de Ezkiaga, quitar su nombre de la casa de cultura del municipio y retirar una escultura dedicada a ¨¦l del parque municipal. ¡°Quiz¨¢ no lo sepan, pero con ese gesto han ayudado a muchas personas¡±, afirma.
Relata que el impacto de los abusos es severo para el resto de la vida. Tambi¨¦n muchas de las v¨ªctimas refieren los efectos que luego han sufrido. ¡°Condiciona tu vida sexual, yo ten¨ªa un problema con que me tocaran mis parejas, romp¨ªa con mis novios por eso, lo fui superando con los a?os. Nos puede haber afectado a muchas, tener que estar escapando de una persona de todo el rato¡±, explica una de las exalumnas.
Cuatro acusaciones de abusos contra Sebasti¨¢n Grandmontagne
Al a?o siguiente, en 1996, otra alumna, Leire G., asegura que tambi¨¦n inform¨® al colegio. Lo hizo mediante una carta an¨®nima enviada a la direcci¨®n del centro. En ella alertaba de los abusos de Ezkiaga, pero tambi¨¦n de otro fraile, Sebasti¨¢n Grandmontagne Santamar¨ªa, fallecido en 2020 con 87 a?os. Se trata de un religioso sobre el que ya pesan tres acusaciones de abusos remitidas por EL PA?S a La Salle, dos en el primer informe sobre abusos de este diario, de 2021, ya publicadas por este diario, y la ¨²ltima, en el quinto, entregado el mes pasado. En esos casos los abusos fueron con hombres menores de edad, en el colegio de Beasain en 1971 y en el aspirantado de Ir¨²n, de 1973 a 1976. La Salle no ha aclarado a este diario qu¨¦ ha averiguado en estos tres a?os y medio, desde que conoci¨® las acusaciones a trav¨¦s de este diario. El exalumno de Beasain se?ala que en 2022 le llam¨® por tel¨¦fono un responsable de la orden para pedirle perd¨®n y no ha vuelto a saber nada de La Salle. La orden tampoco ha respondido sobre si le constaban denuncias en el colegio de San Sebasti¨¢n contra este religioso.
Grandmontagne era director espiritual de los novicios en Ir¨²n y aprovechaba esta posici¨®n para abusar de ellos, en las reuniones privadas que manten¨ªan peri¨®dicamente, seg¨²n el testimonio recogido en el ¨²ltimo informe de este diario. Esta persona, que no desea identificarse y que tambi¨¦n ha prestado declaraci¨®n ante la orden, relata: ¡°El director se sentaba en su mesa y yo permanec¨ªa de pie junto ¨¦l, y me ped¨ªa que me bajara los pantalones. Estaba obsesionado con la masturbaci¨®n. Entonces me empezaba a tocar, a hacer caricias y darme besos en el pene. Lo revest¨ªa de que aquello era una cosa normal, fraternal o amorosa, que era por nuestro bienestar. Lo hac¨ªa con todos, y con todos los que ¨¦ramos, unos 120 solo en mi curso, en realidad recib¨ªa uno o dos al d¨ªa¡±.
Grandmontaigne fue trasladado luego a San Sebasti¨¢n en 1977, como director del prenoviciado, hasta 1980. Seg¨²n informaci¨®n de la orden, luego fue responsable de las comunidades de Igeltegi (1980-86) y Hariztigane/Igeltegi (1986-2015). Tambi¨¦n era profesor y coordinador de pastoral en el colegio de la orden, donde ahora surgen acusaciones contra ¨¦l, pero en este caso, de mujeres. Repiti¨® el patr¨®n, 20 a?os despu¨¦s, arrog¨¢ndose un papel de gu¨ªa espiritual y experto en cuestiones de sexo. Leire G. relata que comenz¨® con conversaciones inapropiadas. ¡°Me preguntaba si me gustaba alg¨²n chico, por la menstruaci¨®n, y no s¨¦ por qu¨¦ un d¨ªa me llev¨® a su despacho, como si fuera mi educador sexual, de orientaci¨®n prematrimonial, y que lo hac¨ªa por el v¨ªnculo especial que ten¨ªa conmigo, pero que era un secreto, un pacto silencioso, porque la gente no lo entender¨ªa. Conversaciones sobre c¨®mo satisfacer a nuestro futuro marido, nos ense?¨® dibujos de penes, de vulvas, que hab¨ªa hecho ¨¦l mismo, y todo el rato preguntando sobre masturbaci¨®n¡±.
La segunda vez, prosigue Leire G., fue a m¨¢s: ¡°Hubo tocamientos por encima de la ropa en la zona p¨²bica y en el pecho. Yo estaba muerta, no entend¨ªa nada. Este hombre ten¨ªa 63 a?os, y yo 16. Dec¨ªa que era para explicarme c¨®mo nos ten¨ªa que tocar nuestro marido, y sac¨® recortes de revistas pornogr¨¢ficas. Creo que no he visto tantos penes juntos en mi vida, y todo el rato hablando de que no ten¨ªa que asustarme de una erecci¨®n, que si yo me tocaba. Me dec¨ªa que ¨¦l entend¨ªa de eso, y que el pr¨®ximo d¨ªa me preguntar¨ªa si me hab¨ªa tocado. No volv¨ª, no sab¨ªa qu¨¦ iba a ser lo siguiente¡±. Busc¨® ayuda de un adulto, un monitor de confianza, para que le ayudara a redactar una carta al colegio. Funcion¨®: luego, Grandmontaigne ya no se volvi¨® a acercar. Pero afirma que Ezkiaga sigui¨® como siempre.
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