Tres mujeres m¨¢s acusan de pederastia al religioso Patxi Ezkiaga: ¡°Lo sab¨ªa todo el colegio. Somos muchas. Hay un pacto de silencio¡±
Legorreta, pueblo natal del escritor y cl¨¦rigo del centro de La Salle en San Sebasti¨¢n, le retira el t¨ªtulo de hijo predilecto, una estatua en su honor en un parque y su nombre de la casa de cultura
EL PA?S puso en marcha en 2018 una investigaci¨®n de la pederastia en la Iglesia espa?ola y tiene una base de datos actualizada con todos los casos conocidos. Si conoce alg¨²n caso que no haya visto la luz, nos puede escribir a: abusos@elpais.es. Si es un caso en Am¨¦rica Latina, la direcci¨®n es: abusosamerica@elpais.es.
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Ya son cuatro las mujeres que acusan de abuso de menores a Patxi Ezkiaga, un hermano de La Salle, profesor y director en el colegio de la orden en San Sebasti¨¢n y conocido poeta y escritor en euskera. Ezkiaga, fallecido en 2018 con 74 a?os, fue acusado por Marisol Zamora en EL PA?S hace una semana de haber abusado de ella de los 8 a los 13 a?os, entre 1976 y 1982. Es uno de los casos incluidos en el ¨²ltimo informe con casos in¨¦ditos de pederastia entregado el mes pasado por este diario al Vaticano y a la Conferencia Episcopal (CEE), el quinto dossier en tres a?os. Unido a los anteriores, todos suman 783 testimonios desde 2021, sin que haya todav¨ªa una respuesta por parte de la Iglesia espa?ola de c¨®mo ha gestionado estos casos. Ahora se unen a la denuncia de Marisol Zamora otras tres mujeres, que se han visto reflejadas en su testimonio, animadas por su decisi¨®n. Aseguran conocer a muchas m¨¢s v¨ªctimas.
La conmoci¨®n ha llegado tambi¨¦n al ayuntamiento guipuzcoano de Legorreta, pueblo natal de Ezkiaga, que seg¨²n ha anunciado esta ma?ana del viernes en un comunicado, ha decidido por unanimidad (cinco concejales de EH-Bildu y cuatro del PNV), retirarle todos los honores con que cuenta en el municipio. Le ha despose¨ªdo del t¨ªtulo de hijo predilecto, ha ordenado quitar una estatua conmemorativa instalada en 2021 en el parque municipal y en la casa de cultura, que llevaba su nombre, ha optado por suprimirlo. La Patxi Ezkiaga Kultur Etxea se denominar¨¢ simplemente Kultur Etxea. El Ayuntamiento ¡°condena firmemente cualquier tipo de agresi¨®n sexual¡± y sostiene que ¡°tiene la responsabilidad de tomar las decisiones correspondientes, de abrir v¨ªas para la reparaci¨®n y de manifestar su apoyo a la denunciante¡±, dice el comunicado. La Salle, por su parte, afirma que est¨¢ en contacto con la primera denunciante pero que no ha recibido m¨¢s acusaciones. Pide perd¨®n a las v¨ªctimas y les invita a escribir a un correo electr¨®nico para recoger su testimonio y atenderlas: proteccion@lasalle.es. La orden, que ha abierto una investigaci¨®n interna, reitera que no ten¨ªa constancia de los abusos de Ezkiaga hasta ahora y sostiene que es dif¨ªcil hacer averiguaciones porque ¡°del pasado hay muy poca informaci¨®n a la que se pueda recurrir y, lamentablemente, la mayor¨ªa de personas que podr¨ªan ser testigos, han fallecido¡±.
No es lo que piensan las mujeres que est¨¢n alzando la voz. ¡°Yo creo que lo sab¨ªa todo el colegio. Somos muchas. Yo creo que hay un pacto de silencio¡±, dice Izaskun Andonegi, psicoterapeuta, de 56 a?os, que trabaj¨® en el centro como monitora en los a?os ochenta y noventa. Cuando sali¨® la noticia los chats de antiguos alumnos comenzaron a bullir de comentarios que confirmaban las acusaciones. ¡°A m¨ª me escribi¨® un amigo, diciendo que no se lo pod¨ªa creer. Y le dije: ¡®Pues cr¨¦etelo¡¯¡±. Ahora ella ha decidido contarlo en p¨²blico: ¡°Estoy desbloqueando no solo mi dolor, sino el de tantas y tantas mujeres¡±, explica. Relata que a muchas les cuesta contarlo, porque no saben si su entorno m¨¢s cercano va a cuestionarlas.
Andonegi relata que sufri¨® abusos desde los 13 a los 20 a?os, entre 1980 y 1987 aproximadamente. ¡°Eso me ha hecho estar muy callada, por el sentimiento de verg¨¹enza, de que no va a creerte nadie, y era un abuso de poder enorme, porque ¨¦l era alguien muy conocido, y nosotros ¨¦ramos peque?as. Lo vives en soledad, y adem¨¢s piensas que lo hace solo contigo. Ahora me ha sorprendido la dimensi¨®n de lo que hizo. Este hombre era un depredador¡±.
En su caso, los abusos fueron, como Marisol Zamora, en su despacho del colegio de La Salle en San Sebasti¨¢n, donde adem¨¢s fue director. ¡°Yo tambi¨¦n conozco bien ese despacho¡±, asegura Andonegi. No era alumna del colegio, pero empez¨® de monitora de gimnasia r¨ªtmica con unos 15 a?os, hasta los 23. Ezkiaga dejaba el aparato de m¨²sica en su oficina para que ella tuviera que ir all¨ª a buscarlo cada d¨ªa de clase: ¡°Entonces te agarraba con fuerza, te besaba, te tocaba. Yo intentaba irme, pero no pod¨ªas, y todo eran toqueteos, fricciones. Con el tiempo fue subiendo de agresividad y lleg¨® hasta coger con mi mano, met¨¦rsela en sus partes y masturbarse. Ayer hablaba con otra mujer: ¡®?Recuerdas la fuerza con que te agarraba?¡¯ Esa fuerza no se olvida¡±.
Como psicoterapeuta, Andonegi se?ala: ¡°Todo esto tiene una implicaci¨®n traum¨¢tica mucho m¨¢s profunda de lo que pensamos. Te puede condicionar la vida sexual de adulta, y no entiendes por qu¨¦: te quedas paralizada. Esto tiene que ver con que el cuerpo se queda en par¨¢lisis, te disocias. El cuerpo sobrevive a una amenaza y queda paralizado y esto queda en la memoria durante a?os y te afecta, si no lo hablas¡±. Por eso ella cree que es la hora de hablar.
Andonegi disecciona los mecanismos de seducci¨®n del pederasta: ¡°Es complejo, porque el que agrede se encarga muy bien de hacer un colch¨®n de una parte buena, de reparaci¨®n, para que te quedes confundida. Al mismo tiempo que abusa de ti, es una persona cercana a tu familia, que se porta bien, que daba trabajo en La Salle a chicas, hac¨ªa favores para el trabajo. A ojos de las otras personas es alguien tan bueno y tan majo que te quedas muy sola. La conciencia de que lo que viv¨ªa era un abuso avanzaba seg¨²n avanzaba la edad, pero al principio no eres consciente¡±.
Ella relata que empez¨® a sufrir el acoso de Ezkiaga en las excursiones al monte que ¨¦l organizaba los domingos, los abusos luego siguieron en el colegio, donde era monitora, y tambi¨¦n en los campamentos de verano del centro en una borda de La Salle en Isaba, Navarra: ¡°All¨ª tambi¨¦n se met¨ªa en las tiendas, y me han contado el horror cuando se o¨ªa el sonido de la cremallera de la tienda baj¨¢ndose¡±.
El segundo testimonio es de una mujer m¨¢s joven, nacida en los setenta, que prefiere mantenerse en el anonimato. Asegura que comenz¨® a sufrir abusos de este religioso con unos 14 a?os, en EGB, donde lo ten¨ªa de profesor de historia. Pero afirma que no era la ¨²nica: ¡°En clase nos manoseaba delante de todos. Sobeteos, besuqueos, apretarte contra ¨¦l, y lo mismo que dec¨ªa Marisol Zamora, sentarte encima de ¨¦l. Luego adem¨¢s form¨® un club de escritoras, donde ¨ªbamos los s¨¢bados las que nos gustaba escribir. Ah¨ª el hombre no se cortaba¡±. En ese club ¨¦l jugaba con su prestigio, les presentaba a premios, les ayudaba en su vocaci¨®n literaria. ¡°Hab¨ªa una dualidad, porque realmente era buen profesor, aprend¨ªas un mont¨®n, ganabas premios, ten¨ªa ese encanto, pero eso hac¨ªa dif¨ªcil pararlo. Pero llega un momento que dices: aqu¨ª est¨¢ ocurriendo algo muy grave. Era muy dif¨ªcil salir de ese c¨ªrculo, y tampoco sent¨ªas que tus padres te apoyar¨ªan. ?ramos peque?as, este se?or impon¨ªa mucho, era un se?or importante en el colegio. A m¨ª me afect¨® mucho personalmente. Cada una hemos rehecho nuestra vida como hemos podido¡±.
Adem¨¢s, ella hac¨ªa gimnasia r¨ªtmica, era una de las alumnas de Andonegi, que hac¨ªa todo lo posible para que Ezkiaga no se acercara a las ni?as, aunque ¨¦l se las arreglaba para aparecer por all¨ª y a veces actuar a sus espaldas: ¡°Merodeaba por el lugar y se quedaba mirando, con una mirada asquerosa. Nos cambi¨¢bamos en el pasillo y se quedaba ah¨ª mirando, porque no hab¨ªa vestuario¡±. Esta exalumna tambi¨¦n fue a la borda de Isaba, donde se repet¨ªan los tocamientos.
El tercer testimonio es de otra mujer m¨¢s joven, que tampoco desea dar su nombre. Empez¨® a ir al colegio cuando se hizo mixto, en los ochenta. Ezkiaga fue su profesor y al leer la noticia en EL PA?S revivi¨® lo mismo: ¡°Lo que contaba Marisol Zamora era exactamente igual. Lo hac¨ªa delante de todo el mundo, te sentaba encima de ¨¦l y empezaba a tocarte¡±. Recuerda como el peor momento un d¨ªa que subi¨® a su despacho a que le diera los deberes porque hab¨ªa estado ausente: ¡°Me agarr¨® la cara y me bes¨® en la boca. Tendr¨ªa 11 a?os¡±. Luego intent¨® tocarla y le quit¨® la mano, y nunca m¨¢s se acerc¨® a ella.
Tambi¨¦n fue alumna de gimnasia r¨ªtmica: ¡°Nos compr¨¢bamos el maillot en el colegio y a veces ¨¦l nos hac¨ªa comentarios de si nos quedaban bien o no. Con la excusa de que era el director aparec¨ªa por all¨ª. Era un ser despreciable. Desde entonces mi obsesi¨®n era decir a las ni?as peque?as que no se acercaran a ¨¦l¡±.
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