Ser LGTBI+ en un mundo hostil
De la invisibilidad en China a la lucha por que no haya retrocesos en Argentina. De la homofobia institucional en Rusia al temor a la extrema derecha en Alemania. Catorce personas de distintos pa¨ªses cuentan c¨®mo es su vida cotidiana en el D¨ªa Internacional del Orgullo
La defensa de los derechos LGTBI+ ha entrado de lleno en la denominada ¡°guerra cultural¡±. No solo es un argumento de la extrema derecha occidental, que intenta polarizar a la sociedad atacando a las minor¨ªas sexuales; sino tambi¨¦n una tesis utilizada por dictaduras y autocracias en Asia, ?frica y Latinoam¨¦rica para confrontar con Occidente.
En Europa, una de las regiones m¨¢s comprometidas con el colectivo, cada vez hay m¨¢s visibilidad. As¨ª lo afirma el 52% de las personas entrevistadas en la ¨²ltima encuesta de la Agencia Europea de Derechos Fundamentales, con datos de 2023 (un 6% m¨¢s que en la anterior). Sin embargo, el 54% afirma evitar ir de la mano en p¨²blico con su pareja por temor a ser atacados. ¡°M¨¢s gente LGTBI+ afronta en 2023 acoso diario que en 2019¡å, concluye el informe.
La visibilidad y la normalizaci¨®n ha aumentado en algunos pa¨ªses, como en Tailandia, que hace unas semanas ha aprobado el matrimonio igualitario. En Asia, solo Nepal y Taiw¨¢n tienen normativas similares. En China la situaci¨®n es peor. Como en Rusia. Ambas dictaduras ubican los derechos de las minor¨ªas sexuales como una amenaza a su visi¨®n r¨ªgida, constre?ida y homog¨¦nea de la realidad. Una sensaci¨®n que se extiende tambi¨¦n en pa¨ªses de ?frica, donde ambas potencias tienen intereses e influencia. El peor caso es Uganda, donde las relaciones homosexuales pueden acarrear la pena de muerte.
Por otro lado est¨¢n los pa¨ªses en conflicto, como Ucrania o Palestina, donde la batalla sepulta la lucha por los derechos, adem¨¢s de alimentar una ret¨®rica nacionalista y excluyente.
A pesar de la persecuci¨®n y la amenaza, el activismo LGTBI+ no cede. En este 28 de junio, D¨ªa internacional del Orgullo, viajamos de China a Argentina; de Rusia a Espa?a, pasando por Ucrania, Palestina, Jap¨®n y Alemania: 14 personas LGTBI+ cuentan c¨®mo luchan, sue?an, viven o sobreviven.
China
Por Guillermo Abril (Pek¨ªn)
Panchro
¡°No puedo decir a mis compa?eros que soy gay¡±
Panchro tiene dos tel¨¦fonos. Este pekin¨¦s treinta?ero trabaja en una empresa p¨²blica, lo cual en China supone estar ¡°dentro del sistema¡±; bajo el dominio del Partido Comunista. ¡°No puedo decir a mis compa?eros que soy gay¡±, comenta en una cafeter¨ªa de la capital china. Cuando va a trabajar act¨²a ¡°como un heterosexual¡± y los colegas, si son conscientes ¡ª¨¦l cree que es imposible no serlo¡ª, hacen como si no supieran nada. En ese ambiente, al igual que en el entorno familiar, usa siempre uno de sus m¨®viles: el de marca Oppo, que es china, lo cual est¨¢ bien visto ¡°dentro del sistema¡±. Con el otro m¨®vil lleva otra vida. Es un iPhone, estadounidense, mal visto en esta era de competici¨®n estrat¨¦gica, y cuyo salvapantallas es a¨²n peor: un arcoiris. Con este aparato charla con sus amigos del colectivo, queda para cenar, salir o irse de viaje. En China, conviene no mezclar ambas realidades.
Panchro se define como ¡°gay 100%¡±, tiene gafas, barba, un f¨ªsico musculado y a la entrevista ha venido vestido con un peque?o detalle: unos calcetines arco¨ªris. Prefiere no dar su nombre, opta por un seud¨®nimo que deriva de la palabra panchromatic, ¡°todo color¡±. En China, las relaciones homosexuales estuvieron penadas hasta 1997. Hoy, sin estar perseguido, la vida para el colectivo LGTBI+ es bastante complicada. Los gais, que son los m¨¢s visibles, son bastante invisibles.
Hijo de una familia de funcionarios con posibles ¡ªestudi¨® en Estados Unidos y Australia; sus padres le regalaron una casa y un coche¡ª, define la sociedad en la que vive como ¡°parcialmente tolerante¡±. Si uno se mantiene en el ¨¢mbito privado y vive en una ciudad grande, explica, puede ir a un bar gay ¨Den Pek¨ªn no hay demasiados, pero existen¨D y tener novio sin problemas. ¡°La polic¨ªa no te va a llamar a la puerta por eso¡±. Otra cosa es el activismo: reclamar derechos para la comunidad LGTBI+. Panchro lo equipara con asuntos tan espinosos como T¨ªbet, Falun Gong o Hong Kong, que despiertan la ira de Pek¨ªn.
Los colectivos que s¨ª alzan la voz consideran que, en los ¨²ltimos a?os, ha habido un endurecimiento de la normativa que ha reducido su visibilidad. Denuncian persecuci¨®n ¡°legal y extralegal¡±, acoso e intimidaci¨®n por parte de las autoridades. ¡°El panorama de los derechos LGTBQ+ est¨¢ marcado por una yuxtaposici¨®n de avances y obst¨¢culos¡±, concluye el borrador de un informe reciente de China Rainbow Collective y China Rainbow Observation al que ha tenido acceso EL PA?S. Las generaciones j¨®venes son m¨¢s abiertas, a?ade el texto, pero chocan con un Estado que promueve ¡°las nociones tradicionales de g¨¦nero y sexualidad bajo el estandarte de los valores familiares y el nacionalismo¡±, perpetuando la discriminaci¨®n. Los contenidos LGTBI+ son censurados; apenas hay referencias positivas en los medios controlados por el Gobierno.
El informe alerta de un contexto cada vez m¨¢s complicado. Casi todas las organizaciones han tenido que suspender actividades. El a?o pasado, cerr¨® Beijing LGTB Center, un referente. En 2020, lo hizo Shanghai Pride, que impuls¨® durante 11 a?os el mayor evento del Orgullo en China.
Para Panchro, ¡°comparado con hace 20 a?os, ha mejorado¡±. ¡°Por el ambiente pol¨ªtico, no creo que vaya a mejorar; espero que no vaya a peor¡±. Dentro de la comunidad, a?ade, la situaci¨®n es ¡°bastante buena¡± de puertas adentro, pero se mantiene en lo ¡°underground¡±. Ahora, a diferencia de su infancia, tienen aplicaciones para quedar, conocer gente y hacer amigos. De adolescente, ¨¦l se enfrent¨® al silencio y la incomprensi¨®n; pens¨® en el suicidio. A su madre le llev¨® seis a?os aceptar su homosexualidad. A¨²n no le ha presentado a su novio, con el que lleva tres a?os.
Argentina
Por Mar Centenera (Buenos Aires)
Ana Carolina
¡°No parece tan f¨¢cil desmantelar lo que tenemos¡±
La argentina Ana Carolina (Buenos Aires, 48 a?os) se define como ¡°una payasa lesbiana¡±. La homosexualidad atraves¨® sus espect¨¢culos de humor desde los inicios, cuando estudiaba en el American Comedy Institute de Nueva York y los profesores le alentaban a hablar de lo que conociera en primera persona. ¡°?Y de qu¨¦ iba a hablar? De ser lesbiana y de ser inmigrante¡±.
Le sorprende que sus espect¨¢culos encuentren p¨²blico pese a la dura crisis socioecon¨®mica que atraviesa Argentina, con cerca del 50% de la poblaci¨®n en la pobreza y una clase media muy golpeada. Quiz¨¢s la risa es necesaria para soportarlo; al menos, para evadirse un rato.
Ana Carolina critica al Gobierno del ultraderechista Javier Milei: ¡°Est¨¢n desmantelando el Estado¡±. Esta comediante, actriz y guionista advierte de que el retroceso en derechos no se limita a la comunidad LGTBI+, sino que afecta tambi¨¦n a las mujeres, a los pueblos ind¨ªgenas y a la poblaci¨®n m¨¢s vulnerable. ¡°Esa idea de que te pod¨¦s salvar solo y que nadie te regal¨® nada es una falacia¡±.
La ret¨®rica del actual Gobierno argentino, as¨ª como la de su entorno, es lgtbif¨®bica. ¡°Es un problema que alguien salga en televisi¨®n diciendo que ser homosexual es ¡®da?ino para la salud¡¯, critica Ana Carolina en referencia a unas palabras de Nicol¨¢s M¨¢rquez, bi¨®grafo de Milei. ¡°Es un problema, primero, porque es mentira y, segundo, porque hace que alguien que escucha, lo repita. Eso, mezclado con el hambre y la desesperaci¨®n, es un c¨®ctel explosivo para que nos agarremos entre nosotros¡±, lamenta.
Aunque considera que en t¨¦rminos generales la poblaci¨®n argentina es tolerante con la comunidad LGTBI+, avisa de que el auge de los discursos reaccionarios ha dado rienda suelta a una violencia verbal e incluso f¨ªsica que antes estaba contenida: ¡°Esa forma de pensar estaba como entubada¡±. El ejemplo m¨¢s atroz ha sido la masacre de Barracas, en mayo, cuando un hombre atac¨® con un c¨®ctel molotov a cuatro lesbianas en la habitaci¨®n de la pensi¨®n donde viv¨ªan. Una muri¨® en el acto y dos m¨¢s fallecieron tras agonizar durante d¨ªas.
Pese a todo, la comediante se muestra optimista sobre la capacidad de resistencia de la poblaci¨®n argentina: ¡°No parece tan f¨¢cil desmantelar lo que tenemos¡±. En los ¨²ltimos 15 a?os, Argentina ha estado a la vanguardia latinoamericana con respecto a los derechos de las personas LGTBI+ con la aprobaci¨®n de leyes como el matrimonio igualitario (2010) o la ley de identidad de g¨¦nero (2012). ¡°Todas las luchas son herederas de la de Madres y Abuelas de Plaza de Mayo en la dictadura [1976-1983]. La lucha por la despenalizaci¨®n del aborto, contra la Ley Bases¡ est¨¢n todas conectadas. Ve¨ªas a [la reci¨¦n fallecida Madre de Plaza de Mayo] Norita Corti?as en la marcha en defensa de la universidad p¨²blica o en tribunales protestando por los detenidos y te dabas cuenta de esas redes tejidas colectivamente¡±, remarca.
Uganda (exiliado en Canad¨¢)
Por Raquel Seco (Nairobi)
Steven Kabuye
¡°Ser gay en mi pa¨ªs es una sentencia de muerte¡±
Steven Kabuye estuvo a punto de morir en enero, cuando lo apu?alaron unos desconocidos volviendo de su trabajo en Kampala, la capital de Uganda. Despu¨¦s, y a¨²n en el hospital, unos agentes de polic¨ªa lo acusaron de ¡°promocionar la homosexualidad¡± y ¡°trabajar con agentes extranjeros¡±. La investigaci¨®n concluy¨® que se apu?al¨® a s¨ª mismo. En cuanto pudo, huy¨® a Canad¨¢, desde donde concede esta entrevista por tel¨¦fono.
Kabuye, activista LGTBI+ en la organizaci¨®n Coloured Voices Media Foundation de Uganda, recib¨ªa amenazas desde el a?o pasado, cuando su pa¨ªs aprob¨® una de las leyes m¨¢s duras del mundo contra las personas homosexuales. ¡°Es homofobia patrocinada por el Estado¡±, subraya. La norma castiga las relaciones homosexuales con condenas de cadena perpetua; los ¡°intentos de actos homosexuales¡± pueden acarrear 10 a?os de prisi¨®n. ¡°Ser gay en Uganda hoy es una sentencia de muerte¡±, afirma Kabuye, ¡°uno puede ser arrestado y torturado o asesinado por una turba en la calle¡±.
Kabuye sostiene que las personas como ¨¦l se han convertido en cabeza de turco en Uganda. ¡°Somos utilizados para desviar la atenci¨®n de las acusaciones de corrupci¨®n, de las violaciones de los derechos humanos... La ley es una herramienta para la tortura o para la extorsi¨®n. Y la opini¨®n p¨²blica nos odia porque cree que somos el problema¡±.
El presidente del pa¨ªs africano, Yoweri Museveni, ha calificado a las personas LGTBI+ de ¡°desviados¡± y, en consonancia con el discurso dominante entre los ultraconservadores en ?frica, insiste en que la homosexualidad es una importaci¨®n del extranjero.
Como Kabuye, los ugandeses que pueden, huyen. Muchos lo hacen a la vecina Kenia donde, en campos de refugiados como el de Kakuma, tambi¨¦n sufren violencia, seg¨²n denuncias de organizaciones como Amnist¨ªa Internacional.
Kabuye tuvo suerte: ten¨ªa un visado para asistir a una conferencia en Canad¨¢, donde ahora estudia Trabajo Social, mientras tramita el asilo. Hasta mayo de 2023 (¨²ltima fecha de la que hay datos), la ONG canadiense Rainbow Railroad ¨Cque apoya a Kabuye- hab¨ªa recibido 700 peticiones de auxilio desde Uganda; casi el doble con respecto al a?o anterior. Hay que buscar socorro fuera porque ser homosexual o trans en Uganda significa estar m¨¢s solo que nunca.
¡°Por miedo a ser descubiertos, la gente corta lazos con las personas LGTBI+, especialmente las que lo son p¨²blicamente. Desde la aprobaci¨®n de la ley la vida se ha vuelto m¨¢s tensa, han aumentado las agresiones, la p¨¦rdida de empleos... Adem¨¢s, la ley hace muy dif¨ªcil obtener atenci¨®n m¨¦dica¡±, enumera Kabuye. Algo especialmente preocupante en cuestiones como la prevenci¨®n del VIH, en un pa¨ªs con 1,4 millones de personas que conviven con el virus (la poblaci¨®n es de 45 millones) y 17.000 muertes anuales por el virus, seg¨²n la Comisi¨®n del sida de Uganda.
Las minor¨ªas sexuales ya ten¨ªan dificultades para recibir tratamiento por miedo a los ataques, la discriminaci¨®n y la estigmatizaci¨®n, pero el panorama es ahora m¨¢s desolador. Seg¨²n datos de Onusida, en pa¨ªses donde las relaciones entre personas del mismo sexo est¨¢n criminalizadas, la prevalencia del VIH es cinco veces m¨¢s alta entre hombres gais. En los que esta persecuci¨®n legal se ha exacerbado recientemente, la prevalencia se multiplica por 12.
Aunque los activistas por los derechos humanos han intentado derribar la ley, en abril de este a?o, la Corte Constitucional del pa¨ªs dictamin¨® que no viola derechos fundamentales como el de igualdad, de no discriminaci¨®n, ni tampoco el de la privacidad o libertad de expresi¨®n. ¡°Han dejado claro que es constitucional criminalizarnos, que est¨¢ bien considerar a los LGTBI+ como no ugandeses... Tenemos miedo¡±, resume Kabuye.
Alemania
Por Almudena de Cabo (Berl¨ªn)
Ivo Dregger
¡°El auge de la ultraderecha aumenta la amenaza para la comunidad ¡®queer¡±
Ivo Dregger se autodefine ¡°queer, trans y no binario¡±. Durante 25 a?os vivi¨® como mujer. ¡°Pas¨¦ por toda una vida; ahora estoy empezando de nuevo¡±, explica desde el jard¨ªn del Maxim Gorki Theater, en el centro de Berl¨ªn. Ivo naci¨® en la ciudad alemana de Oberhausen en Renania del Norte-Westfalia y creci¨® en la cercana Leverkusen, donde estudi¨® literatura europea. Cuando habl¨® con su familia, sus padres y su hermana peque?a, lo entendieron enseguida. ¡°Que fuera trans no supuso ning¨²n problema. Para ellos fue m¨¢s dif¨ªcil pensar en un nuevo nombre para m¨ª¡±.
En octubre, Ivo cumplir¨¢ 29 a?os, un mes antes de que entre en vigor la nueva ley de autodeterminaci¨®n de g¨¦nero alemana, con la que se facilita la reasignaci¨®n. Alemania despenaliz¨® la homosexualidad en 1994. El matrimonio igualitario fue aprobado en el Bundestag en 2017, junto con el derecho a adoptar. Hace dos meses le toc¨® el turno a la Ley de Autodeterminaci¨®n de g¨¦nero, que entra en vigor antes de fin de a?o. Hasta entonces, Ivo tendr¨¢ que convivir con su dead name (su nombre anterior). Lo que ha llevado, en continuas y muchas veces innecesarias ocasiones, a dar explicaciones. Como cuando lleg¨® a Berl¨ªn, hace tres a?os ,para trabajar en el Maxim Gorki Theater, y buscaba piso.
Para cambiar su nombre, Ivo hubiera podido ampararse en otra normativa, pero implicaba un elevado coste econ¨®mico, adem¨¢s de sendos informes psiqui¨¢tricos. No le parec¨ªan las condiciones adecuadas. S¨ª que tramit¨® el documento de la Sociedad Alemana para Personas Intersexuales y Trans (cuesta 20 euros y se puede gestionar online). Gracias a ¨¦l pudo cambiar el nombre del seguro m¨¦dico.
Alemania da cobertura al tratamiento hormonal previo informe psicol¨®gico. ¡°Tengo que ir a un m¨¦dico especial que me lo recete. Necesito una indicaci¨®n psicol¨®gica para ello. Un diagn¨®stico de ¡®transexualismo¡±, comenta. Actualmente, est¨¢ en proceso de reunir todos los documentos necesarios para someterse a una mastectom¨ªa. Despu¨¦s, debe encontrar un cirujano que la realice: ¡°No es f¨¢cil¡±, avisa. Y lograr que el seguro acepte pagarla.
A pesar de identificar escollos en su d¨ªa a d¨ªa, Ivo es consciente del privilegio de vivir en Alemania. Reconoce que la sociedad se ha vuelto m¨¢s conservadora en algunas zonas del pa¨ªs. ¡°La realidad de una persona queer en Alemania depende mucho de d¨®nde vivas. Y tambi¨¦n, de la gente que conozcas¡±, analiza.
Para Ivo existe un peligro que se cierne sobre la comunidad queer, sobre todo, en los Estados de Sajonia, Brandeburgo y Turingia, donde el partido de ultraderecha Alternativa para Alemania (AfD) se podr¨ªa proclamar principal fuerza pol¨ªtica en los comicios regionales de septiembre. ¡°El auge de la ultraderecha alemana aumenta la amenaza para la comunidad queer¡±, alerta sobre unas regiones a las que reconoce no va nunca solo.
Rusia
Por Javier G. Cuesta (Mosc¨²)
Andr¨¦i
¡°Es m¨¢s probable ser agredido en la calle que encontrar un gesto de aceptaci¨®n o apoyo¡±
Conceder una entrevista en Rusia sobre la minor¨ªa LGTBI+ es peligroso. El movimiento ha sido proscrito: desde el a?o pasado es considerado extremista y hablar en p¨²blico de su realidad es delito. Todo el mundo teme que llamen a su puerta los eshniki, los agentes del Centro E, dedicado a la lucha contra el extremismo. Pese a todo, Andr¨¦i, un joven gay de 23 a?os, habla de las dificultades que sufre d¨ªa a d¨ªa a trav¨¦s de mensajes telef¨®nicos.
Andr¨¦i hab¨ªa hecho activismo por sus derechos durante cuatro a?os, pero tras la aprobaci¨®n de la mencionada ley, lo dej¨® todo. Huy¨® de Rusia en enero, pero se vio obligado a regresar el mes pasado: ¡°No ten¨ªa ning¨²n lugar al que ir¡±. Ahora espera (desde hace casi medio a?o) un visado humanitario de un pa¨ªs de la Uni¨®n Europea que no termina de llegar.
¡°Ser homosexual en Rusia es como estar bajo un estigma constante, sentir que no soy parte de la sociedad¡±, lamenta el joven. Significa soportar estereotipos: ¡°Como que soy portador de VIH, que nos gusta la vulgaridad, ir desnudos en p¨²blico, practicar sadomasoquismo o corromper a menores¡±. ¡°Es ser una persona muy vulnerable a quien el Estado no proteger¨¢. Los m¨¦dicos, psic¨®logos, abogados, profesores y educadores no saben trabajar con personas LGTBI+, para ellos representamos una amenaza para la sociedad¡±, contin¨²a. ¡°Ser homosexual en Rusia significa esconderse y no mostrar mi verdadero yo¡±.
La mayor¨ªa de activistas y organizaciones en defensa de los derechos de las minor¨ªas sexuales han cesado toda actividad. Muchas de sus webs han cerrado a cal y canto.
El joven denuncia la persecuci¨®n que ha sufrido al intentar organizar actividades relacionadas con el colectivo. ¡°Hace a?os, ¨ªbamos a impartir un seminario web para psic¨®logos en Jab¨¢rovsk [Siberia]. No anunciamos ni d¨®nde ni cu¨¢ndo ser¨ªa¡±. Sin embargo, los ponentes fueron recibidos por unos agentes: ¡°La polic¨ªa intimid¨® al due?o del local. Hab¨ªa aceptado el evento, pero tuvo que rechazar el alquiler¡±.
El pasado a?o intent¨® organizar otro grupo de apoyo psicol¨®gico a personas LGTBI+. ¡°Los eshniki registraron el lugar y nos llevaron a todos a comisar¨ªa, salvo a una mujer que result¨® ser un se?uelo¡±, recuerda. ¡°Los agentes se saltar¨¢n las leyes si lo necesitan para lograr los resultados que necesitan. Amenazar¨¢n, intimidar¨¢n o humillar¨¢n para conseguirlo¡±.
La tolerancia de la sociedad rusa hacia el colectivo LGTBI+ es baja, pero Andr¨¦i enfatiza que hay una peque?a parte de la poblaci¨®n que no opina abiertamente por miedo a ser estigmatizada. ¡°Los menores de 37 a?os son m¨¢s tolerantes que generaciones mayores. A¨²n as¨ª, es m¨¢s probable ser agredido en la calle que encontrar un gesto de aceptaci¨®n o apoyo¡±, manifiesta el joven. ¡°Adem¨¢s, la situaci¨®n es muy diferente entre algunas grandes ciudades [m¨¢s abiertas] y otras regiones¡±, apunta Andr¨¦i. Pone como ejemplo el de un ruso sali¨® con un cartel LGTBI+ en Vladivostok y se encontr¨® muchos gestos de apoyo. Si hubiera hecho lo mismo en Chechenia, ¡°el resultado hubiera sido muy distinto¡±.
A pesar de todo, Andr¨¦i es optimista. ¡°El Gobierno actual no vivir¨¢ siempre y a Rusia le esperan cambios. No suceder¨¢ r¨¢pidamente. El colectivo LGTBI dejar¨¢ de ser un movimiento extremista y la represi¨®n terminar¨¢. Muchos que se marcharon podr¨¢n regresar y, al menos, vivir como antes¡±.
Guatemala
Por Sof¨ªa Mench¨² (Ciudad de Guatemala)
Galilea Monroy
¡°Este pa¨ªs es machista, transf¨®bico y homof¨®bico; no hay tolerancia¡±
Galilea Monroy es un referente para el colectivo LGTBI+ en Guatemala. ¡°Me defino como una mujer transg¨¦nero, transfeminista, activista y defensora de los derechos humanos de las poblaciones altamente excluidas y vulneradas¡±, explica la fundadora y directora ejecutiva de la Red Multicultural de Mujeres Trans (Redmmutrans).
Monroy naci¨® en R¨ªo Bravo, en el departamento de Suchitep¨¦quez, una provincia costera al sur del pa¨ªs. Es hija ¨²nica, nunca conoci¨® a su padre, y su madre trabajaba como limpiadora dom¨¦stica. Debido a la extrema pobreza, se trasladaron a la capital cuando ella era adolescente: ¡°Ven¨ªa muy ilusionada, pero te topas con las puertas cerradas por tu identidad. ?Qu¨¦ nos queda? Orillarnos al trabajo sexual¡±. En el a?o 2000, el primer a?o que se celebr¨® el Orgullo en Ciudad de Guatemala, comenz¨® a prostituirse por sus calles, a unas cuadras de donde ahora tiene sus oficinas.
Cuatro a?os despu¨¦s, gracias a su triunfo en el concurso Miss Orgullo, vivi¨® un momento de alta exposici¨®n medi¨¢tica. Lo aprovech¨® para fundar el primer colectivo trans de trabajadoras sexuales del centro hist¨®rico de la capital. Despu¨¦s, en 2011, arranc¨® Redmmutrans: ¡°No hab¨ªa una organizaci¨®n de mujeres trans guatemaltecas, incluyendo a mujeres ind¨ªgenas¡±. Actualmente, tienen presencia en ocho de los 22 departamentos del pa¨ªs.
El a?o pasado, la Asociaci¨®n Lambda registr¨® 39 muertes violentas de personas LGTBI+ (21 contra gais; 10 contra mujeres trans). En lo que va de este a?o han identificado 12. Monroy considera que en Guatemala la violencia y discriminaci¨®n contra la comunidad LGTBI+ han aumentado recientemente. Lo asocia a la lgtbifobia institucional de los Gobiernos de Jimmy Morales (2016-2020) y Alejandro Giammattei (2020-2024).
¡°Empeoraron las violencias contra los derechos humanos de la poblaci¨®n LGTBI+ y los asesinatos, pero sobre todo la discriminaci¨®n porque los propios presidentes impulsaban mensajes de odio y de exclusi¨®n¡±, denuncia. ¡°Es muy dif¨ªcil vivir siendo LGTBI+ en Guatemala. Este pa¨ªs es altamente religioso, doble moralista, conservador, pero tambi¨¦n mis¨®gino, machista, transf¨®bico y homof¨®bico. No hay tolerancia ni aceptaci¨®n. Vivo con miedo a ser atacada por las autoridades o las Fuerzas Armadas¡±, expresa.
Uno de los pocos logros conseguidos por las personas trans ha sido que 300 mujeres y hombres trans (de los 15.000 que se estima que hay en el pa¨ªs centroamericano) lograron cambiar su nombre en el registro. Un tr¨¢mite que cuesta entre 5.000 y 6.000 quetzales (unos 650 a 780 euros). Un cambio de nombre que, sin embargo, no implicaba tambi¨¦n el de g¨¦nero.
A pesar del complejo panorama, la activista tiene esperanzas en conseguir avances y mejoras con el Gobierno del actual presidente, Bernardo Ar¨¦valo. ¡°No sabemos si cuatro a?os sean suficientes [para cambiar las cosas]. Estamos participando en mesas como la de prevenci¨®n de la violencia LGTBI+¡±, afirma.
Ucrania
Por Cristian Segura (Zaporiyia)
Kostia Andriiv
¡°Con la guerra hemos vuelto al punto de partida; hemos retrocedido¡±
¡°Allanad este acantilado¡±. Kostia Andriiv tiene este verso del poeta Ivano Franko tatuado en el cuello. Para ¨¦l, hombre gay en la ciudad ucrania de Zaporiyia, es un lema que representa el esfuerzo necesario para superar las dificultades que la comunidad LGTBI+ afronta en su pa¨ªs. ¡°Alguna vez me han dicho que yo no puedo lucir estas palabras porque Ivano Franko es un s¨ªmbolo nacional y no algo de homosexuales¡±, lamenta este joven de 30 a?os. Seg¨²n su experiencia, la guerra ha hecho retroceder la lucha por sus derechos.
El encuentro de este diario con Andriiv se produjo el 17 de junio en Zaporiyia. Tres personas no pod¨ªan creerse que hubiera alguien en su ciudad que reconociera abiertamente su homosexualidad. ¡°Quiz¨¢ hay gente en Zaporiyia que odia a la comunidad LGTBI, pero es por ignorancia¡±, reflexiona Andriiv.
Zaporiyia es una ciudad conservadora, marcada por la relaci¨®n de siglos con Rusia, pero Andriiv cree que los problemas se reproducen por igual en todo el pa¨ªs. Un d¨ªa antes de la entrevista, el 16 de junio, se celebr¨® en Kiev una marcha del Orgullo LGTBI+. Tras semanas de negociaciones con las autoridades locales, los organizadores recibieron el permiso para convocar a un m¨¢ximo de 500 personas. Por motivos de seguridad, durante la guerra no pueden convocarse grandes concentraciones de personas. Andriiv, que colabor¨® en el acontecimiento, revela que la marcha no pudo avanzar m¨¢s de 100 metros porque grupos hom¨®fobos la boicotearon.
¡°Las guerras, en cualquier pa¨ªs, dan alas a la extrema derecha, tambi¨¦n en Ucrania. En redes sociales recibimos muchas amenazas de muerte, por ejemplo. Si no hubiera sido por la invasi¨®n rusa, nuestra sociedad habr¨ªa continuado evolucionando¡±. ¡°Tengo la sensaci¨®n de que hemos vuelto al punto de partida, de que con la guerra hemos retrocedido a 2010¡å.
En la cabecera de la manifestaci¨®n de Kiev se mostraron fotograf¨ªas de personas LGTBI+ ucranias alistadas y que fallecieron combatiendo contra el invasor. ¡°Gracias a los soldados LGTBI, que comunican qui¨¦nes son, la situaci¨®n es mejor porque visibilizan un patriotismo, una defensa del pa¨ªs, al margen de la identidad de g¨¦nero¡±, dice Andriiv.
Andriiv asegura que, pese a todo, la sociedad es tolerante, y que vivir en Ucrania identific¨¢ndose como un hombre gay no es dif¨ªcil. Coincide su valoraci¨®n con la ¨²ltima encuesta sobre la materia del Instituto Internacional de Sociolog¨ªa de Kiev (KIIS), publicada el 18 de junio, que indicaba que un 70% de la sociedad considera que las personas LGTBI+ ¡°debe tener los mismos derechos que el resto de ciudadanos¡±.
La opini¨®n ciudadana, seg¨²n el KIIS, es menos tolerante cuando se pregunta por la posibilidad de que en Ucrania se legalice el matrimonio igualitario: solo un 28% lo apoyan, un 35% est¨¢ en contra y el resto no se posiciona.
Seg¨²n Andriiv, la guerra ha polarizado a la sociedad sobre esta cuesti¨®n, entre ideas de extrema derecha y los que piensan que est¨¢ en juego la democratizaci¨®n del pa¨ªs para alejarse de la influencia ultraconservadora rusa.
¡°Mi salida del armario fue un proceso largo¡±, recuerda Andriiv. Fue gracias a las actividades en la organizaci¨®n Gender Zed: ¡°Ahora tengo mi canal de Youtube en el que explico sin tapujos mi homosexualidad y lo que hacemos en la organizaci¨®n¡±. Se siente orgulloso de la primera marcha del Orgullo que celebraron en Zaporiyia en 2020. Eran pocos, bajo fuertes medidas de seguridad, pero transcurri¨® sin problemas. ¡°Ese d¨ªa pens¨¦ que, por fin, la sociedad est¨¢ cambiando¡±, explica emocionado. Hoy ve imposible un acto similar.
Jap¨®n
Por Pablo Le¨®n (Madrid)
Yukie
¡°La mayor¨ªa de mis amigas piensa en mudarse a otros pa¨ªses donde sean respetadas¡±
Tokio no solo es la ciudad m¨¢s grande del mundo ¨Dviven unos 14 millones de personas, casi 37 si se cuenta su ¨¢rea metropolitana¨D, sino tambi¨¦n la m¨¢s abierta de Jap¨®n con respecto al colectivo LGTBI+. ¡°Aunque es m¨¢s f¨¢cil con respecto a las provincias, me enfrento a muchas dificultades¡±, resume por tel¨¦fono Yukiee, mujer lesbiana que pide anonimato. Ella no es completamente visible: ¡°Lo habl¨¦ con mi madre hace dos a?os. Mi padre y mis abuelos, al igual que muchos amigos, no saben que tengo novia. No puedo dec¨ªrselo¡±.
Shinjuku se considera el barrio LGTBI+ de Tokio, donde hay algunos bares para el colectivo, aunque solo uno exclusivo para mujeres. En algunas calles de esta zona se puede ver un beso espont¨¢neo entre dos chicos o el roce de manos de dos mujeres. Escenas que no se replican en el resto de la capital nipona, y mucho menos en el resto del pa¨ªs, conservador, machista, y donde las lesbianas sufren mayor discriminaci¨®n que los gais; por mujeres y por homosexuales.
¡°Trabajo en una empresa internacional por lo que puedo decir que soy lesbiana. A¨²n as¨ª tengo que escoger a las personas con las que lo comparto. Como si tuviese que valorar si puede aceptarme o no¡±, contin¨²a Yukie. Muchas de sus amigas no tienen esa opci¨®n. ¡°Temen que ser¨¢n discriminadas, que las ver¨¢n de manera diferente. En Jap¨®n mantener la armon¨ªa es algo importante. Y si alguien se sale de ah¨ª, es diferente o genuino, puede ser un problema¡±.
Explica que hay gente que cuestiona que las personas LGTBI+ deban ser visibles en los centros laborales. ¡°Dicen que eso no importa para el trabajo. Sin embargo, las personas heterosexuales siempre hablan de sus esposas, maridos o hijos, ?por qu¨¦ nosotras no podemos?¡±.
La pareja de Yukie no es de Jap¨®n. Actualmente, como trabaja all¨ª, disfruta de un visado laboral, ¡°pero no podr¨ªa obtener una por matrimonio ¨Dporque no podemos casarnos¨D, ni tampoco ser madres. Es muy injusto¡±. Aunque el matrimonio igualitario no es legal en el pa¨ªs asi¨¢tico, funciona un registro impulsado desde algunas instituciones municipales. La iniciativa, que comenz¨® en 2015 en dos barrios tokiotas, estaba instaurada el a?o pasado en 328 gobiernos locales, dando cobertura a casi el 71% de la poblaci¨®n.
¡°La mayor parte de gente acepta el matrimonio igualitario. El problema es el Gobierno, que tiene miedo de cambiar la sociedad¡±, afirma Yukie. ¡°En Jap¨®n la pol¨ªtica est¨¢ muy alejada de la ciudadan¨ªa, especialmente de los m¨¢s j¨®venes. En Europa la gente se moviliza para cambiar las cosas. En mi pa¨ªs no solemos hacer eso; deber¨ªamos que protestar m¨¢s¡±.
El a?o pasado, el Gobierno del conservador Fumio Kishida ¨Ddel Partido Liberal Democr¨¢tico, PLD, que lleva gobernando el pa¨ªs casi ininterrumpidamente desde los a?os cincuenta¨D impuls¨® una ley para proteger al colectivo que, sin embargo, no establec¨ªa ning¨²n mecanismo concreto para fomentar la igualdad o mejorar la situaci¨®n del colectivo. Organizaciones y activistas lo describieron como una oportunidad perdida.
Yukie planea con su pareja trasladarse a Europa. ¡°No hay otra opci¨®n. La mayor¨ªa de mis amigas est¨¢n pensando en mudarse a otros pa¨ªses donde sean respetadas. En el fondo, soy afortunada: muchas lesbianas japonesas no tienen la posibilidad de irse¡±.
Hungr¨ªa
Por Gloria Rodr¨ªguez-Pina (Madrid)
Zsolt Szekeres
¡°Nuestra existencia se etiqueta como algo peligroso e indeseable¡±
El Gobierno ultraconservador de Viktor Orb¨¢n lanz¨® el primer ataque a la comunidad LGTBI+ en 2020, cuando prohibi¨® el reconocimiento legal del nombre y el g¨¦nero sentido. El gran golpe lleg¨® en 2021, con una ley de inspiraci¨®n rusa destinada supuestamente a proteger a la infancia. La norma, que le cost¨® uno de sus m¨²ltiples enfrentamientos con Bruselas, proh¨ªbe a los menores el acceso a contenidos LGTBI+, desde libros a series, pasando por exposiciones de arte. ¡°Nuestra existencia se etiqueta como algo peligroso e indeseable¡±, denuncia Zsolt Szekeres, abogado de 33 a?os especializado en derechos humanos en el Comit¨¦ Helsinki h¨²ngaro, describe el esp¨ªritu de la ley:
¡°Es extremadamente exasperante, tambi¨¦n muy triste¡±, comparte Szekeres, que se identifica como gay, sobre el impacto de la norma en las personas del colectivo. ¡°Si tuviera que elegir un t¨¦rmino, ser¨ªa humillante¡±, contin¨²a, ¡°y deshumanizador¡±.
¡°Cada vez es m¨¢s dif¨ªcil ser miembro de la comunidad LGTBI en Hungr¨ªa¡±, lamenta en conversaci¨®n por videollamada. ¡°La narrativa del Gobierno alienta a muchas voces hom¨®fobas y tr¨¢nsfobas¡±, subraya. Al mismo tiempo, como reacci¨®n, tambi¨¦n hay una mayor visibilidad del colectivo: ¡°Muchos miembros de la comunidad sienten que tienen que salir del armario, y expresarse¡±.
Junto con la mencionada ley, el Ejecutivo de Orb¨¢n lanz¨® una campa?a de comunicaci¨®n ¡°para atizar el odio y la discordia social contra las personas LGTBI¡±. Empapel¨® el pa¨ªs con paneles publicitarios, inund¨® las redes sociales de anuncios y los medios afines con informaci¨®n que se?alaba a las minor¨ªas sexuales como una amenaza para la infancia. Los delitos de odio aumentaron, como relata el abogado. Un hombre que agredi¨® a una pareja de lesbianas en un tranv¨ªa en Budapest argument¨® que el primer ministro opinaba lo mismo que ¨¦l.
Para legitimar la ley, el Gobierno organiz¨® un refer¨¦ndum. Varias ONG, entre ellas la organizaci¨®n en la que Szekeres lleva ocho a?os trabajando, colaboraron en una campa?a contra la consulta y lograron invalidar el resultado. Pero el da?o ya estaba hecho. A ¨¦l -que se considera un privilegiado en su burbuja progresista de Budapest-, le increparon junto a su pareja cuando colocaban pegatinas contra la consulta. Sin embargo, lo m¨¢s doloroso lo vivi¨® en casa. ¡°Tuvo un impacto enorme en mi vida familiar; ha producido una grieta bastante grande¡±, comparte. Algunos miembros de su familia se alinearon con la narrativa del Gobierno.
?l cuenta con el apoyo de su red, pero sabe que su caso no es el de la mayor¨ªa. La ley ha ejercido un efecto paralizador, asegura. ¡°Profesores, psic¨®logos y trabajadores sociales tienen mucho miedo de hablar sobre temas relacionados con las personas LGTBI; temen perder su trabajo¡±, explica. Este silencio, a su vez, tiene ¡°consecuencias nefastas en la salud mental de la generaci¨®n m¨¢s joven del colectivo¡±. Adem¨¢s se?ala que ese vac¨ªo educativo ¡°sobre la diversidad del mundo es peligroso para la sociedad en su conjunto¡±.
Encuestas de la organizaci¨®n por los derechos LGTBI+ H¨¢tt¨¦r Society muestran que una parte importante de la sociedad h¨²ngara es m¨¢s tolerante que su Gobierno. ¡°Soy cautelosamente optimista¡±, dice Szekeres, porque esos n¨²meros indican que el Gobierno no ha logrado del todo el objetivo de su campa?a. ¡°Pero no significa que sea menos peligrosa; sigue causando mucho sufrimiento y mucho da?o¡±.
Tailandia
Por Pablo Le¨®n (Madrid)
Poramet Tangsathaporn
¡°El matrimonio igualitario ayudar¨¢ a mi familia, y a muchas otras, a entender la normalidad del amor homosexual¡±
Tailandia se ha convertido en un referente LGTBI+ en Asia tras aprobar, hace unas semanas, el matrimonio igualitario. Para Poramet Tangsathaporn, de 31 a?os, ¡°es un momento hist¨®rico¡±. ¡°Estoy feliz. Como mucha gente, llor¨¦ al enterarme; el trabajo ha dado sus frutos¡±, cuenta por tel¨¦fono desde Bangkok. Este periodista, nacido en la ciudad de Surat Thani, lleva a?os escribiendo sobre la realidad LGTBI+ en su pa¨ªs. ¡°He estado monitoreando el movimiento y participando constantemente en movilizaciones por la igualdad matrimonial. Hemos luchado por esto desde hace 23 a?os¡±.
Los primeros intentos para aprobar el matrimonio igualitario en Tailandia datan de 2001. Entonces, la normativa fue rechazada por el que fuera primer ministro, Thaksin Shinawatra, con una lapidaria frase: ¡°Tailandia no est¨¢ lista para el asunto homosexual¡±. En 2019, la dictadura militar de Prayuth Chan-o-cha, en el poder casi una d¨¦cadas, recuper¨® la idea, pero qued¨® en el aire tras las elecciones de mayo del a?o pasado, que llevaron a la presidencia a Srettha Thavisin (del centrista Pheu Thai, partido fundado por el mencionado Shinawatra).
¡°Era esperable que Tailandia aprobara esta ley antes que Jap¨®n y Corea; ambos pa¨ªses siguen siendo muy conservadores. All¨ª, las personas LGTBI+ enfrentan una discriminaci¨®n mucho m¨¢s severa que en mi pa¨ªs¡±, remarca Tangsathaporn. De hecho, denuncia que tras la aprobaci¨®n de la norma ¡ªque entrar¨¢ en vigor antes de final de a?o, 120 d¨ªas despu¨¦s de su publicaci¨®n en la Gaceta Real¡ª han recibido cr¨ªticas desde algunas naciones vecinas: ¡°Ha habido coreanos que se han referido a Tailandia como ¡®pa¨ªs del sida¡¯. Repulsivo¡±.
Los derechos LGTBI+ no terminan de consolidarse en la regi¨®n, donde solo Nepal y Taiw¨¢n tienen una normativa similar. ¡°En algunos lugares de Asia ser homosexual pueden enfrentar cadena perpetua o pena de muerte¡±, detalla el periodista. ¡°Adem¨¢s, para ser aceptadas, muchas personas LGTBI+ en Asia se ven obligadas a cumplir unas expectativas vitales muy altas: entrar en la mejor universidad, conseguir el mejor trabajo, ir al gimnasio para tener un cuerpo perfecto¡ Esa presi¨®n implica problemas, por ejemplo, de salud mental¡±.
Aunque describe su pa¨ªs como tolerante con el colectivo, no obvia los problemas. ¡°Hay leyes que obstaculizan el cambio de identidad a las personas trans, queer, no binarias o intersexuales. Adem¨¢s, muchas personas del colectivo sufren discriminaci¨®n en sus puestos de trabajo, son acosadas por sus empleadores o consideradas como un divertimento¡±.
Enmarca la nueva ley como ¡°una victoria sobre los prejuicios y la discriminaci¨®n¡±. Y celebra que haya habido voluntad pol¨ªtica para sacarla adelante. ¡°Puede ayudar al Gobierno a consolidar votos de la comunidad LGTBI+, que se considera uno de los principales grupos de votantes del pa¨ªs. Adem¨¢s, fortalece la posici¨®n de Tailandia como destino LGTBI+, lo que atraer¨¢ m¨¢s ingresos¡±, analiza. Adem¨¢s, la nueva norma tiene tambi¨¦n implicaciones personales: ¡°La legalizaci¨®n ayudar¨¢ a mi familia ¨Das¨ª como a muchas otras¨D a entender m¨¢s sobre diversidad, sobre otras relaciones, sobre la normalidad del amor homosexual¡±.
Palestina
Por Antonio Pita (Jerusal¨¦n)
Firas
¡°Entiendo a los palestinos que van a Tel Aviv; me siento ajeno, no quiero que me utilicen para blanquear su imagen¡±
Firas no se llama Firas. Lo elige como seud¨®nimo porque es el mismo que utiliz¨® en la adolescencia para buscar en Internet las respuestas que no le daba su tradicional familia y colegio palestinos de Jerusal¨¦n sobre por qu¨¦ se sent¨ªa ¡°diferente a los dem¨¢s¡±. Hoy tiene 33 a?os, entiende que lo que le pasaba era el desgarro interno de descubrir la homosexualidad ¡ªsolo y sin referentes¡ª, por eso trabaja para que otros palestinos no sufran lo que ¨¦l sufri¨®.
Firas sigue en el armario y cuenta su experiencia en una terraza a las afueras de Jerusal¨¦n en voz baja. En Palestina, la homosexualidad sigue siendo tab¨². En los entornos m¨¢s abiertos, se consiente, siempre y cuando el perfil sea bajo. En los m¨¢s conservadores puede costar la vida. Como Ahmad Abu Murkhiye, decapitado, por homosexual, en 2022 en Hebr¨®n. Malviv¨ªa en Israel sin asilo a la espera de obtenerlo a Canad¨¢.
Firas cuenta que de ni?o le hac¨ªan bullying en el colegio. ¡°Me preguntaban por qu¨¦ hablo como una ni?a, por qu¨¦ era tan afeminado¡±. En la adolescencia lleg¨® la crisis: comenz¨® a autolesionarse, a dormir todo el d¨ªa, a hacerse las cejas y ponerse maquillaje. ¡°Quer¨ªa llamar la atenci¨®n de mis padres. Gritar y decirles: ¡®?Miradme, soy diferente! ?Preguntadme qu¨¦ quiero!¡±
Sus padres lo llevaron primero a un jeque, que ley¨® unos versos del Cor¨¢n para sacarle un supuesto demonio. Luego, al psic¨®logo. De poco sirvi¨®. En la universidad, tambi¨¦n en Palestina, sent¨ªa las miradas el se?alamiento. Sin embargo, logr¨® formar un peque?o grupo discreto con otras personas del colectivo.
Actualmente, Firas vive con sus padres -es normal en el mundo ¨¢rabe hasta casarse o que lo exija el trabajo o estudios- y nunca ha tenido pareja, ni pasado una noche fuera con otro hombre. ¡°Siento que ser¨ªa como fallar a mi madre, no me puedo quitar esa sensaci¨®n¡±, admite. Sus padres, cree, ¡°est¨¢n en negaci¨®n¡±; a¨²n le preguntan si se va a casar.
Su caso refleja la encrucijada de las personas LGTBI+ en Palestina, una sociedad conservadora que no los acepta, estructurada en torno a la familia y a los roles de g¨¦nero tradicionales. Pero desconf¨ªa y se siente ¡°ajeno¡± al ambiente LGTBI+ de la mucho m¨¢s tolerante con la diversidad sexual Israel, por miedo a que lo utilicen para ¡°blanquear su imagen¡± y ¡°presentar a todos los ¨¢rabes como extremistas¡±.
Tampoco acude a las celebraciones en Tel Aviv, capital gay de Oriente Pr¨®ximo. ¡°Entiendo a los palestinos que van all¨ª unas horas. Todo es muy r¨¢pido, muy f¨¢cil de conseguir¡±, se?ala. Y muy an¨®nimo, a diferencia de Jerusal¨¦n Este, donde viven unos 350.000 palestinos y casi todo el mundo sabe al menos de qu¨¦ clan familiar procede cada uno.
En la parte jud¨ªa de la ciudad, hay dos parques donde los homosexuales suelen ir a buscar encuentros furtivos. Hace una d¨¦cada, estaba con un grupo de amigos en uno de ellos cuando se les acerc¨® un grupo de palestinos. Le robaron y dieron una fuerte paliza. ¡°Fue traum¨¢tico. No he vuelto desde entonces¡±, lamenta.
Firas recuerda casos peores. El de Zuhair al-Ghaleeth, al que los servicios secretos israel¨ªes amenazaban con difundir un v¨ªdeo en el que se le ve¨ªa teniendo sexo con otro hombre si no les pasaba informaci¨®n sobre la Guarida de los Leones, un nuevo grupo armado en la ciudad de Nablus. No es una pr¨¢ctica aislada. Lo extraordinario es que lo descubrieron y mataron, en el primer asesinato en dos d¨¦cadas por espiar para los israel¨ªes. La milicia exhort¨® en un comunicado a ¡°quien tenga algo de lo que avergonzarse¡± que no se deje extorsionar por los israel¨ªes.
O de amigos y conocidos. Al que la familia quit¨® el tel¨¦fono y encerr¨® un mes en la habitaci¨®n. El que logr¨® asilo en un pa¨ªs europeo. El que vive en Tel Aviv con pareja israel¨ª jud¨ªa. Al que su familia cas¨® a la fuerza con una mujer y, tras encadenar infidelidades homosexuales y consumo de drogas, cumple hoy condena de c¨¢rcel.
Le frustra vivir entre malas opciones.
Durante meses ha sido el ¨²nico palestino de un grupo de psicoterapia en Tel Aviv, con 12 jud¨ªos israel¨ªes. ¡°Me piden que me una a sus planes, no me excluyen. Pero no encajo. Hablan de Eurovisi¨®n, de la representante israel¨ª¡ O de los rehenes, pero no de los inocentes que mueren en Gaza¡±, protesta. La guerra en Gaza tambi¨¦n ha resquebrajado la solidaridad intra-LGTBI+.
Kenia
Por Raquel Seco (Nairobi)
Elle Khaoma
¡°El Gobierno no nos proteger¨¢, tenemos que hacerlo nosotros mismos¡±
Elle Khaoma celebra este mes el Orgullo en Nairobi, la capital de Kenia, junto a amigos y a otros activistas. ¡°A veces, durante estas celebraciones hay una sensaci¨®n de comunidad, de libertad, incluso de seguridad. Si en ese momento me dijeran que no vivo en un pa¨ªs hom¨®fobo, me lo habr¨ªa cre¨ªdo¡±, dice. ¡°Pero son eventos a puerta cerrada, donde solo se revela la localizaci¨®n a quienes tienen entrada... Porque la burbuja se puede pinchar muy f¨¢cil¡±, lamenta.
El C¨®digo Penal de Kenia, heredado del periodo colonial brit¨¢nico, tipifica como delito los actos de ¡°indecencia grave¡± y ¡°acceso carnal contra natura¡± con hasta 14 a?os de prisi¨®n. Adem¨¢s, un diputado keniano trata ahora de sacar adelante una ley de ¡°protecci¨®n de la familia¡± que pretende penalizar la ¡°promoci¨®n¡± de la homosexualidad. Por ahora, y en comparaci¨®n con pa¨ªses vecinos como Uganda, Kenia no parece perseguir activamente a las personas no heterosexuales, pero las organizaciones de derechos humanos denuncian que muy a menudo personas del colectivo sufren chantajes de la polic¨ªa, acoso y ataques en las calles. A menudo, tambi¨¦n el abandono de sus familias.
Sin embargo, tambi¨¦n hay peque?os avances: en 2019, el 14% de los kenianos dec¨ªa que la homosexualidad deber¨ªa aceptarse en la sociedad, frente a solo el 1% de 2002, seg¨²n una encuesta de Pew Research.
Khaoma, que se define como una persona no binaria y lesbiana, tiene 24 a?os, trabaja en comunicaci¨®n de la Comisi¨®n Nacional de Derechos Humanos de Gais y Lesbianas (NGLHRC por sus siglas en ingl¨¦s) de Kenia. La organizaci¨®n consigui¨® el a?o pasado -tras una batalla judicial de una d¨¦cada- registrarse oficialmente como organizaci¨®n de derechos humanos. El paso, meramente burocr¨¢tico, despert¨® una reacci¨®n entre los m¨¢s conservadores, con l¨ªderes religiosos azuzando el miedo ante una posible legalizaci¨®n del matrimonio igualitario. ¡°Nuestra cultura y nuestra religi¨®n no permiten los matrimonios entre personas del mismo sexo¡±, zanj¨® el presidente, William Ruto.
En el d¨ªa a d¨ªa, y fuera de su ¡°burbuja¡±, Khaoma reconoce que ser LGTBI+ en Kenia implica ¡°aprender a morderse mucho la lengua¡±. ¡°Yo tengo privilegios por mi presentaci¨®n femenina, pero, por ejemplo, en el transporte p¨²blico, mi pareja o mis amigas m¨¢s butch [de est¨¦tica masculina] sufren comentarios inapropiados y amenazas¡±.
?Est¨¢n mejorando las cosas? ¡°Creo que en los ¨²ltimos a?os, en ciertos aspectos, van un poco a mejor: hay m¨¢s visibilidad, hay mucha gente valiente tratando de crear espacios seguros, desafiando la noci¨®n de que no existimos¡±. (El anterior presidente del pa¨ªs, Uhuru Kenyata, declar¨® en 2020 que los derechos LGTBI+ son un ¡°no asunto¡± en Kenia- . ¡°Por otra parte, la visibilidad conlleva un peligro: ahora algunos creen que estamos impulsando una agenda [pol¨ªtica]¡±, alerta. As¨ª, abunda la idea de que la homosexualidad no es africana, sino una importaci¨®n de pa¨ªses occidentales, y de que las personas j¨®venes como Khaoma est¨¢n influenciadas por los medios de comunicaci¨®n y las redes sociales. ¡°Hay incluso intentos de prohibir el contenido LGTBI+ en Netflix¡±, detalla.
¡°Pienso en el futuro y tengo mucho miedo. La ola hom¨®foba que parece estar atravesando ?frica, el proyecto de ley en Kenia... Pero tambi¨¦n tengo esperanza. Hay campa?as, recaudamos fondos, nos mantenemos a salvo. El Gobierno no nos proteger¨¢, tenemos que hacerlo nosotros mismos¡±.
Senegal
Por Jos¨¦ Naranjo (Dakar)
Pierre
¡°Te golpean, te se?alan, te insultan¡±
Desde hace dos a?os, Pierre (nombre ficticio) vive en las sombras. Con las cortinas del balc¨®n siempre cerradas para que nadie pueda verle, sale lo justo a la calle. Vive con el miedo siempre en el cuerpo. ¡°M¨¢s tarde o m¨¢s temprano me va a pasar algo¡±, dice. Una humillaci¨®n p¨²blica, una paliza, un incendio en su peque?o apartamento, todo es posible. Hace dos a?os su vida cambi¨®, cuando se filtr¨® a TikTok un v¨ªdeo de un grupo de miembros de la comunidad LGTBI+ de Senegal, hablando a cara descubierta durante una entrevista. Pierre, casado y con cuatro hijos, era uno de ellos. Perdi¨® a su familia y su trabajo.
¡°Soy gay. Al principio pens¨¦ que eran cosas de chiquillos, que se me pasar¨ªa. Pero no fue as¨ª¡±, asegura este hombre de 52 a?os que se vio obligado, como la mayor¨ªa de homosexuales en Senegal, a llevar una doble vida. ¡°El sexo con otros hombres lo viv¨ªa con mucha discreci¨®n. Me tuve que casar para acallar los rumores, para complacer a mi familia. Inventaba viajes de trabajo, salidas, compromisos fuera de casa para poder verme con otros como yo¡±, explica Pierre, que trabaj¨® como camarero en varios hoteles. Hasta que nadie lo quiso contratar.
¡°Quedamos en locales de copas, en parques, en playas escondidas. Si eres discreto y no muy femenino, no tienes problemas. Pero el d¨ªa que cometes un error o alguien te delata, te van a golpear, gritarte en la calle, se?alarte con el dedo, insultarte¡±, comenta. A un amigo suyo que tambi¨¦n apareci¨® en el v¨ªdeo le quemaron la casa y tuvo que escapar a Francia.
El 28 de octubre, una multitud enfervorecida desenterr¨® el cuerpo de un homosexual y lo prendi¨® fuego en una calle de Kaolack, en el interior del pa¨ªs. Las im¨¢genes corrieron por las redes sociales.
Pierre es pesimista respecto al futuro. ¡°Este pa¨ªs no va a tolerar jam¨¢s la homosexualidad. Algunos s¨ª lo aceptan, incluso hay gobernantes y pol¨ªticos que lo son, eso lo sabemos, pero no lo admitir¨¢n p¨²blicamente. Es un caso de extremismo religioso. Los cat¨®licos no tienen problema, pero los musulmanes son intransigentes¡±, comenta. En Senegal, los llamados ¡°actos contra natura¡± est¨¢n castigados con penas de uno a cinco a?os de c¨¢rcel. Sin embargo, cada cierto tiempo surgen iniciativas para endurecer la normativa, impulsadas por grupos radicales.
En mayo, el nuevo primer ministro senegal¨¦s, Ousmane Sonko, dio una conferencia en la universidad ante cientos de estudiantes. All¨ª, asegur¨® que ¡°existe el riesgo de que la cuesti¨®n LGTBQ sea el pr¨®ximo casus belli entre el mundo occidental y el resto del globo terrestre. Senegal, al igual que muchos pa¨ªses africanos, no puede aceptar el intento de imponernos la legalizaci¨®n [de la homosexualidad]¡±. Sus palabras que fueron recibidas con gritos de j¨²bilo.
¡°Cada vez que los pol¨ªticos sacan el tema, las cosas se ponen peor. Las agresiones se redoblan¡±, lamenta Pierre, quien vive ahora de la solidaridad de amigos y de una parte de su familia. ¡°He intentado ir a Francia, pero me denegaron el visado en tres ocasiones. Tengo miedo por mi vida. Necesito ayuda¡±, remacha.
Espa?a
Por Pau Alemany (Madrid)
Jordi Su¨¢rez
¡°Las personas intersexuales visibles podemos tener relaciones y alguien que nos quiera¡±
Jordi Su¨¢rez llevaba toda una vida chocando con un muro de incomprensi¨®n. Lo hizo hasta que, a sus 50 a?os, descubri¨® que era intersexual gracias a un programa de TV3. ¡°Termin¨¦ llorando mientras lo ve¨ªa¡±, recuerda ahora, seis a?os despu¨¦s de ese momento, este profesor de M¨²sica barcelon¨¦s. Cada experiencia que se contaba coincid¨ªa con las vividas por ¨¦l: ¡°Las operaciones infantiles, las inyecciones de testosterona, la esterilidad¡ yo hab¨ªa pasado por lo mismo¡±, a?ade.
La I de intersexual es la sigla m¨¢s desconocida del colectivo LGTBI+. Se define como la persona que muestra caracter¨ªsticas ¨Dgenitales o cromos¨®micas¨D que no encajan en el binarismo de masculino y femenino. No se trata de una orientaci¨®n sexual, sino de una condici¨®n biol¨®gica; se estima que entre el 0,5% y el 1,7% de la poblaci¨®n en Espa?a es intersexual, aunque hay pocos datos disponibles al respecto y en muchos casos la identificaci¨®n es tard¨ªa. ¡°Hace relativamente poco tiempo que tengo la etiqueta, pero durante toda la vida he tenido el sentimiento de ser una persona extra?a¡±, incide Su¨¢rez.
?l naci¨® con pene, pero sin test¨ªculos. Los m¨¦dicos conminaron a sus padres a esperar un tiempo por si finalmente se desarrollaban. Sin embargo, cuando ten¨ªa siete a?os decidieron operarle para explorar su interior: le abrieron, le dieron 40 puntos y le dejaron una cicatriz de por vida. ¡°No entend¨ªa absolutamente nada; recuerdo que lloraba sin parar¡±, rememora. Como en su historial m¨¦dico no qued¨® documentado, nunca pudo saber qu¨¦ le hicieron en esa intervenci¨®n.
Tras una infancia de relativa normalidad, los problemas emergieron en la adolescencia. ¡°En los vestuarios me escond¨ªa detr¨¢s de las puertas y evitaba que me vieran. Siempre he tenido mucha verg¨¹enza¡±, relata. M¨¢s adelante, cuando era un poco m¨¢s mayor, llegaron las inseguridades en sus relaciones sentimentales que se combinaban con un sentimiento de inferioridad: ¡°Siempre me ha marcado el hecho de saber que era est¨¦ril, sobre todo en aquella ¨¦poca [finales de los a?os setenta]. Pensaba que nadie me querr¨ªa¡±.
La ayuda psicol¨®gica recibida en esa etapa hizo que Su¨¢rez consiguiera mejorar su autoestima. Encontr¨® pareja y fue padre: adopt¨® tres hijos que ahora tienen 28, 24 y 19 a?os. Sin embargo, nunca consigui¨® romper la barrera de hablar de su realidad abiertamente con sus progenitores. Para ellos descubrir que Su¨¢rez es intersexual siempre ha sido un tema tab¨².
En el centro educativo donde imparte clase s¨ª que se ha visibilizado. Fue gracias a una entrevista que le realizaron en un medio local, en la que hablaba abiertamente de su intersexualidad. En el colegio le preguntaron si pod¨ªa dar una charla al respecto para los alumnos. Acept¨® sin dudarlo: ¡°He pasado 50 a?os de mi vida en silencio y escondido, hasta que descubr¨ª que las personas que lo hablamos abiertamente podemos tener relaciones y alguien que nos quiera¡±.