Con los lectores
El diario inicia una etapa clave con la implementaci¨®n de un modelo de suscripci¨®n digital. Los lectores podr¨¢n acceder a 10 art¨ªculos mensuales; despu¨¦s necesitar¨¢n suscribirse. El precio es de 10 euros al mes, con una oferta del primero por un euro. Este art¨ªculo cierra una serie sobre los pilares de EL PA?S
Es el hombre al que m¨¢s cartas he enviado en mi vida. No nos hab¨ªamos visto nunca y cuando me sentaba a escribirle lo hac¨ªa sabiendo que hab¨ªa otras muchas como yo, pero eso no me desanim¨® nunca. A veces me respond¨ªa. Me llamaba ¡°distinguida amiga¡± y a m¨ª eso ya me val¨ªa. Luego dec¨ªa, muy serio: ¡°Lamento tener que comunicarle que, debido al exceso de originales, no nos es posible proceder a su publicaci¨®n en la secci¨®n Cartas al Director. Muchas gracias por su colaboraci¨®n¡±. Lo mejor, de todas formas, era cuando Jes¨²s Ceberio no contestaba a mi carta, porque eso quer¨ªa decir que la publicaba, es decir, que iba a ver mi nombre en las p¨¢ginas de EL PA?S. Fue leyendo este diario como descubr¨ª a qu¨¦ quer¨ªa dedicar el resto de mis d¨ªas.
Mi etapa de acosadora por correspondencia no la confes¨¦ hasta mucho tiempo despu¨¦s, cuando ya ten¨ªa contrato fijo en el peri¨®dico y entend¨ª que el delito hab¨ªa prescrito. Pero mi secci¨®n favorita siempre ser¨¢ esa, donde nos vemos todos los d¨ªas, donde nos conocemos mejor. Esa correspondencia permanente con la sociedad ¡ªrecibimos una media de 1.300 cartas al mes¡ª alimenta un contenedor de inquietudes y emociones ¡ªde la compasi¨®n a la indignaci¨®n; de la frustraci¨®n al orgullo¡ª que, visto con el paso del tiempo, muestra la evoluci¨®n de una comunidad. Lo hace, adem¨¢s, con un poder ilustrativo que a veces supera al de las propias noticias porque consigue que nos pongamos en el lugar del otro en un oficio que exige, sobre todo y antes que nada, empat¨ªa.
Es en la secci¨®n de Cartas al Director (Cartas a la Directora desde junio de 2018) donde contamos qui¨¦nes somos, lo que anhelamos y de lo que nos arrepentimos. Y en alguna ocasi¨®n ha llegado a ser, incluso, el escenario de una sociedad reconcili¨¢ndose consigo misma. En 1992, un adolescente de 16 a?os llamado Borja S¨¦mper escribi¨® desde Ir¨²n (Gipuzkoa) una carta al director explicando lo que supon¨ªa entonces tener unas ideas diferentes sobre qu¨¦ era ser ¡°buen vasco¡±. Por ejemplo, que quemaran el coche de tu padre, que te dijeran ¡°vete a tu pa¨ªs¡±. Se titulaba ¡°Miedo¡±, y al d¨ªa siguiente de publicarla, intentaron darle una paliza en su instituto. El pasado 16 de enero, un lector llamado Marcos Fern¨¢ndez sinti¨® la necesidad de pedirle p¨²blicamente perd¨®n en nombre de muchos. Y fueron esas l¨ªneas que envi¨® desde Mutilva (Navarra) a la directora de este diario, Soledad Gallego-D¨ªaz, las que, despu¨¦s de un d¨ªa de despedidas y buenas palabras, reconfortaron definitivamente a S¨¦mper tras abandonar la pol¨ªtica. Dec¨ªan: ¡°Recuerdo las palabras de Borja sobre la libertad, la democracia y la convivencia. No le cre¨ªa. Pura estupidez. Ahora quisiera decirle que s¨¦ que ten¨ªa raz¨®n, y que siento no haber defendido esos tres principios. Hoy s¨¦ que me equivoqu¨¦. Que no solo yo, sino todos los que no estamos a su lado nos equivoc¨¢bamos. Que era momento de defenderle, de cubrir sus espaldas, de responder a las amenazas que pon¨ªan en riesgo su vida. Lo siento¡±.
Ustedes son mucho m¨¢s influyentes de lo que probablemente piensan. Y no solo aqu¨ª dentro. Ahora hay m¨¢s competencia, pero en el libro Una historia de EL PA?S, Mar¨ªa Cruz Seoane, doctora en Filosof¨ªa y Letras, y Susana Sueiro, profesora de Historia Contempor¨¢nea, cuentan que ¡°el usuario de servicios descontento amenazaba ¡ªmuchas veces con buenos resultados¡ª con enviar una carta a EL PA?S¡±. Y una lectora, Carolina Alguacil, logr¨® introducir una nueva palabra en el diccionario de la Real Academia Espa?ola despu¨¦s de escribir una carta al director en 2005 titulada ¡°Yo soy mileurista¡±, en la que explicaba por primera vez el concepto.
En 2019, EL PA?S tuvo un promedio de 20,8 millones de usuarios ¨²nicos mensuales en Espa?a, seg¨²n Comscore. Es la web en espa?ol l¨ªder en el mundo. A los periodistas nos gustan las cifras y los rankings, pero para entender algo en su contexto, es decir, para saber valorarlo, que es nuestra primera misi¨®n, necesitamos otras herramientas: la comparaci¨®n, los ejemplos. Sirvan estos dos para explicar el v¨ªnculo de esta cabecera con sus lectores.
1. En los corchos de muchas oficinas de este pa¨ªs hay todav¨ªa vi?etas de Forges, que sigue dibujando en el cielo de los periodistas. Y cuando el pasado mayo falleci¨® Mambrino, ustedes nos enviaron centenares de mensajes lamentando su muerte. ¡°Qu¨¦ disgusto. Hice durante a?os su crucigrama. Eran como chistes privados entre ¨¦l y todos nosotros¡±, dec¨ªa, por ejemplo, Eva Cruz. Nada une m¨¢s que haber llorado juntos.
2. Vicente Perezpay¨¢, ¡°suscriptor desde el primer d¨ªa¡± (4 de mayo de 1976), ha hecho el c¨¢lculo de cu¨¢nto tiempo ha dedicado a leer EL PA?S en toda su vida: ¡°?Son m¨¢s de dos a?os!¡±. Tiene 87 y desde hace m¨¢s de cuatro d¨¦cadas, ¡°cada d¨ªa a las 8.30 de la ma?ana¡±, el peri¨®dico llama a su puerta. ¡°Leo EL PA?S porque tengo inquietudes¡±, explica. ¡°Y hoy lo hacen tambi¨¦n mis hijos y algunos de mis nietos¡±. Una cabecera es poderosa no solo por las primicias o la calidad de sus firmas, sino cuando logra convertirse en un ritual, una costumbre que se transmite de generaci¨®n en generaci¨®n.
Solo existe una manera de corresponder a esa lealtad: el respeto. Nos lo ense?¨®, a muchos de los que escribimos hoy en este diario, Miguel ?ngel Bastenier, maestro de varias generaciones de periodistas en la Escuela de EL PA?S. En el d¨ªa a d¨ªa, ese respeto se traduce en jornadas maratonianas para conseguir toda la informaci¨®n, un miedo atroz a equivocarse y un lector siempre en la cabeza a la hora de escribir. En mi caso son dos: ¨¦l y mi padre.
Por respeto, desde 1985, el peri¨®dico dispone de un periodista dedicado, en exclusiva, a atender sus quejas y reclamaciones. Puede dimitir en cualquier momento, pero no puede ser cesado. Hoy es el ¨²nico gran diario espa?ol que dispone de esta figura que otras grandes cabeceras, como The New York Times, terminaron eliminado por resultar inc¨®modas. Y lo son. Tanto como necesarias. Nuestro Defensor del Lector, Carlos Y¨¢rnoz, recibe una media de diez consultas o cr¨ªticas al d¨ªa. La mayor¨ªa son por las imperdonables erratas o faltas de ortograf¨ªa, y en segundo lugar, por informaciones que algunos consideran poco objetivas. Tambi¨¦n nos escriben cuando algo les chirr¨ªa porque consideran que un contenido determinado ¡°no es EL PA?S¡± al ser ¡°excesivamente fr¨ªvolo¡±. Lo detectan enseguida. Y¨¢rnoz cuenta que muchos de ustedes comienzan sus cartas advirtiendo de que son ¡°lectores desde el primer n¨²mero¡±. Es tanto como decir que su peri¨®dico no puede cometer fallos que a otros s¨ª se les pueden consentir.
Trabajamos para ustedes, pero a la vez, hacemos el trabajo juntos. Esa es parte de la magia de un peri¨®dico como este. No dejen nunca de escribirnos, por favor. Ni de leernos, ni de exigirnos.
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