La detenci¨®n
Mitnick es detenido y su caso se convierte en una campa?a de protesta que al grito de 'Free Kevin' pide su puesta en libertad
La noche del 15 de febrero, a la 1:30 de la madrugada, Shimomura, Markoff y una decena de agentes federales esperaban en una furgoneta a la puerta del bloque, mientras el experto japon¨¦s consegu¨ªa averiguar el apartamento exacto del que proven¨ªa la se?al que emit¨ªa Mitnick mientras realizaba uno de sus ataques. La detenci¨®n se realiz¨® sin que el mayor y m¨¢s poderoso hacker de la historia se resistiera. Gracias a esta histor¨ªa, Shimomura se hizo famoso y escribi¨® un libro ensalzando sus propias habilidades frente a las de Mitnick. Markoff, por su parte, public¨® una de las mayores exclusivas de su vida. Pero el papel del periodista en esta historia es una obsesi¨®n para Mitnick, que nunca ha culpado de su ca¨ªda al japon¨¦s ni al FBI. Markoff dej¨® de ser un simple testigo, dice, para convertirse en uno de sus principales protagonistas. El reportero nunca public¨®, por ejemplo, que una de las fechor¨ªas de Mitnick hab¨ªa consistido en leer su propio correo electr¨®nico durante cinco a?os. "S¨ª, deb¨ª publicarlo", admite, "pero yo siempre me identifiqu¨¦ como periodista y cumpl¨ª con mi trabajo", a?ade. "Mitnick se vuelve loco con el tema de Markoff, le acusa de todos sus problemas", explica otro periodista tecnol¨®gico estadounidense. El reportero, insiste el pirata, exager¨® sus cr¨ªmenes y es el ¨²nico responsable de todos los problemas que sufrir¨ªa a continuaci¨®n.
Tras su arresto, Mitnick fue trasladado a la c¨¢rcel del condado de Smithfield, en Carolina del Norte, donde pas¨® una semana en el agujero, es decir, en prisi¨®n incomunicada. El peso de su fama era tal que las autoridades pensaron que aislarlo del mundo era la ¨²nica manera de que no se fugara ni manipulara las redes telef¨®nicas e inform¨¢ticas de la prisi¨®n. Una semana despu¨¦s pas¨® a una celda, pero s¨®lo si aceptaba determinada condiciones. No habr¨ªa fianza. No habr¨ªa audiencia preliminar. Y esperar¨ªa al juicio en prisi¨®n.
Opiniones encontradas
"Si alguien parece un hacker y huele como un hacker, los hechos de su crimen son secundarios", dice en un art¨ªculo el escritor Charles Platt, uno de los mayores defensores de Mitnick. "Puede haber robado millones de Citibank, o simplemente haber entrado en el ordenador de otra persona. No hay diferencia; si lleva el estigma de ser un hacker, est¨¢ condenado. Y eso es precisamente lo que le pas¨® a Kevin Mitnick", a?ade. "Viol¨® la ley, y fue lo suficientemente est¨²pido como para hacerlo, no una ni dos, sino cinco veces", rebate John Markoff. "Sus cr¨ªmenes costaron cientos de millones de d¨®lares a las empresas a las que atac¨®. Lo que hizo no est¨¢ bien". Las compa?¨ªas aseguran que por las visitas de Mitnick hab¨ªan perdido un total de 80 millones de d¨®lares, pero ninguna de ellas ha declarado esas p¨¦rdidas al organismo regulador de la Bolsa, como es su obligaci¨®n.
Pasaron cuatro a?os, lo que convirti¨® a Mitnick en el convicto estadounidense que m¨¢s tiempo ha pasado en la c¨¢rcel sin juicio. Mientras ¨¦l estaba preso, su historia se convirti¨® en mito. La comunidad hacker mundial se moviliz¨® como nunca lo ha hecho antes, ni despu¨¦s, y lo hizo como mejor sabe: pirateando p¨¢ginas web, entre ellas las de The New York Times y el Senado estadounidense. "Pod¨¦is parar a UNO pero no podr¨¦is pararnos a TODOS. ?Liberad a Kevin!", dec¨ªa el mensaje que dejaron unos piratas en la p¨¢gina del Senado, en junio de 1999. Ese "Liberad a Kevin" se imprimi¨® en camisetas, pegatinas, carteles. Los seguidores de Mitnick se manifestaron por todo el pa¨ªs y llegaron a recaudar 3.000 d¨®lares para que el pirata pudiera pagar su defensa para el juicio, que se celebr¨®, finalmente, en 1999.
La expectaci¨®n era enorme. El p¨²blico y la prensa escucharon atentamente las primeras declaraciones de Mitnick sobre las razones que le hab¨ªan guiado a acceder compulsivamente, durante 15 a?os, a cualquier dispositivo que se le pusiera por delante: "He conseguido acceder a los sistemas inform¨¢ticos de algunas de las mayores corporaciones mundiales, y he penetrado con ¨¦xito en los sistemas m¨¢s seguros que jam¨¢s se hayan desarrollado. He utilizado m¨¦todos t¨¦cnicos y no t¨¦cnicos para obtener el c¨®digo fuente de varios sistemas operativos y dispositivos de telecomunicaciones, para estudiar sus vulnerabilidades y su funcionamiento interno. Todo lo hice para satisfacer mi curiosidad, ver lo que pod¨ªa hacer, y obtener informaci¨®n secreta sobre cualquier cosa que despertara mi curiosidad". La curiosidad de Mitnick le cost¨® cinco a?os de c¨¢rcel -ya hab¨ªa cumplido cuatro- y la prohibici¨®n de acercarse a un ordenador o dispositivo inal¨¢mbrico en tres a?os.
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