C¨¢lzate el bat¨ªn de seda
Un juego emula la vida de Hugh Hefner, magnate del imperio Playboy
Chicago, 1953. Con 27 a?os Hugh Hefner ara?a 8.000 d¨®lares para sacar el primer ejemplar de la revista Playboy. No hay fecha en la portada: lo m¨¢s probable es que no haya segundo n¨²mero. En su interior, Marilyn Monroe se despereza pelirroja sobre s¨¢banas de sat¨¦n. Venden unas 54.000 copias.
Los ?ngeles, 2004. Marilyn est¨¢ muerta, y Hef tiene comprada desde hace a?os la tumba de al lado. En su mansi¨®n californiana, el icono superviviente, acartonado, casi octogenario y con bata de seda, presenta el videojuego de su vida en lo que parece un parque tem¨¢tico del placer. Su revista coloca ahora unos cuatro millones y medio de ejemplares en el mundo, y su marca vende ropa, p¨¢ginas web, televisi¨®n por cable, v¨ªdeos y merchandising vario. Un imperio que genera m¨¢s de setenta millones de d¨®lares de beneficios. Seg¨²n la revista Financial World, el logo del conejito s¨®lo es menos reconocible que el de Coca-Cola.
"?ste es un juego sobre hacer los sue?os realidad. ?Que c¨®mo se consigue? Inspiraci¨®n y trabajo duro", explica Hef, por tel¨¦fono, desde su trono. Playboy: The mansion es como Los Sims pero personalizado. El jugador es Hugh Hefner y debe dividir sus esfuerzos en llevarse al catre a las estupendas se?oras que se pasean en pa?os menores por sus terrenos y mantener vivo su boyante imperio editorial. La motivaci¨®n de la partida: esa mezcla de deseo sexual y aspiraciones sociales que la revista fundi¨® con tanto ¨¦xito sobre papel cuch¨¦. "Puede que mucha gente vea el concepto Playboy como algo anticuado", se defiende Hef, "pero nos adaptamos a los tiempos, este juego es un ejemplo de ello".
Lo cierto es que la versi¨®n digital reproduce la est¨¦tica pulida y superficial de la sexualidad Playboy. Una fantas¨ªa carca donde la poligamia es una exigencia (y resulta sencill¨ªsima) y las relaciones homosexuales s¨®lo est¨¢n permitidas entre las playmates. Cuando no est¨¢ montando fiestas, o enamorando a sus empleadas, el jugador debe ganarse las lentejas tomando decisiones editoriales como a qu¨¦ famoso entrevistar para esos art¨ªculos que se supone que no lee nadie, o preparando sesiones fotogr¨¢ficas con las chicas para los desplegables.
La mansi¨®n en s¨ª es otro personaje. Sus escenarios emulan el hogar de Hefner en Beverly Hills. El zoo de animales ex¨®ticos, la piscina, el sal¨®n de juegos, la cama redonda, o la famosa grotto, cueva jacuzzi donde acaban las fiestas privadas. Como en cualquier Sims, la continua mejora de la casa es uno de los objetivos del juego, que m¨¢s all¨¢ del kitsch de la propuesta inicial carece de la profundidad de otros simuladores. Aqu¨ª s¨®lo se trata de t¨ªas y pasta. Amor y lujo, versi¨®n pl¨¢stica del sue?o americano. Pero Hef sigue en sus trece: "Es halagador haber tenido una vida con la que tanta gente se quiere identificar".
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