Google: ?otra burbuja burs¨¢til?
La impresionante escalada en la cotizaci¨®n de Google en el ¨²ltimo a?o ha venido acompa?ada de un enorme aumento de las ventas y la cifra de beneficios. La cotizaci¨®n descendi¨® de 430 a 390 d¨®lares el 1 de febrero, pero el 2 de febrero era superior a 400 d¨®lares. Una cotizaci¨®n 90 veces superior al beneficio por acci¨®n de la empresa en 2005.
Hace cinco a?os, muchos inversores descubrieron que Internet no es el rey Midas. Tambi¨¦n aprendieron la necesidad de analizar los negocios relacionados con Internet con el mismo rigor que cualquier otra iniciativa empresarial.
Las burbujas especulativas, sin embargo, se remontan tiempo atr¨¢s. Cuando los ferrocarriles iniciaron la construcci¨®n de sus l¨ªneas, por ejemplo, los inversores tuvieron unas tremendas expectativas sobre la evoluci¨®n de estas empresas, que se tradujeron en un aumento espectacular del precio de las acciones. Posteriormente se descubri¨® que dicho precio estaba sobrevalorado.
La expresi¨®n algebraica del concepto de burbuja especulativa fue desarrollada por Olivier Blanchard, profesor del MIT. Se basa en que cada ecuaci¨®n tiene varias soluciones. Una es la fundamental y la otra, la soluci¨®n fundamental con una burbuja especulativa adosada. ?sta ¨²ltima sostiene que la cotizaci¨®n de una acci¨®n puede ser superior a su valor fundamental -es decir, el valor actual de todos los futuros dividendos— si, simult¨¢neamente, se desarrolla una burbuja. Dicha burbuja puede, en todo momento: a) seguir creciendo, o b) explotar y desvanecerse.
Para no aburrirnos con ecuaciones, podemos imaginar una burbuja como una sobrevaloraci¨®n de las acciones. Un inversor comprar¨¢ hoy una acci¨®n por una cantidad superior a su valor fundamental si cree que ma?ana valdr¨¢ a¨²n m¨¢s. Es decir, si tiene la esperanza de que la burbuja siga creciendo. Y este proceso seguir¨¢ mientras existan inversores que tengan confianza en el crecimiento de la burbuja especulativa.
Por ello, las burbujas tienden a desarrollarse en ¨¦pocas de euforia, cuando parece que la ¨²nica posible tendencia del mercado es al alza. Pero un d¨ªa no quedan m¨¢s inversores confiados, y la burbuja estalla y se desvanece. Las acciones vuelven a su valor fundamental.
Muchos han utilizado esta teor¨ªa para explicar la dram¨¢tica ca¨ªda de las cotizaciones en la bolsa de Nueva York y en las bolsas mundiales el 19 de octubre de 1987. Seg¨²n esta explicaci¨®n, el descenso de las cotizaciones se debi¨® a la explosi¨®n de una burbuja desarrollada en los meses previos. Un estudio del profesor Shiller (Yale) -en el que entrevistaba a 1.000 inversores institucionales y particulares— corrobora esta teor¨ªa.
Los inversores que vendieron antes del lunes negro dijeron haberlo hecho porque cre¨ªan que las acciones estaban ya sobrevaloradas. Sorprendentemente, m¨¢s del 90% de los inversores institucionales que no vendieron tambi¨¦n pensaban que el mercado estaba sobrevalorado, pero esperaban poder vender antes de la inevitable ca¨ªda. As¨ª, parece que m¨¢s del 90% de los inversores institucionales eran conscientes del desarrollo de una burbuja especulativa, pero confiaban en vender antes de que estallase.
La explosi¨®n de una burbuja especulativa es un fen¨®meno relativamente habitual. El ejemplo m¨¢s reciente es la burbuja de Internet entre 1999 y 2000. La cotizaci¨®n de Amazon.com cay¨® desde 106,7 d¨®lares el 10 de diciembre del 99 hasta 5,97 d¨®lares el 28 de septiembre de 2001. La rentabilidad para los accionistas de America Online fue de -68% entre mayo y octubre de 1996; -51% entre abril y septiembre de 1999; y -90% entre diciembre de 1999 y julio de 2002. Por su parte, Microsoft proporcion¨® una rentabilidad a sus accionistas de casi un 60% entre marzo del 86 hasta diciembre de 1999. Ese mes, la cotizaci¨®n era de 59,56 d¨®lares. Un a?o despu¨¦s, las acciones se cotizaban a 20,75 d¨®lares y la rentabilidad para los accionistas fue de -65%.
Un inversor est¨¢ dispuesto a pagar un precio por una acci¨®n -que es un papel— si ese papel le reporta dinero -flujos— en el futuro. Por ello, el valor de dicha acci¨®n es el total de flujos esperados. De no ser as¨ª, podr¨ªamos comparar las acciones con las latas de sardinas de la ¨¦poca del estraperlo. Y valga un chiste -que el autor aprendi¨® de don Rafael Termes— como ejemplo. Un estraperlista vendi¨® una lata de sardinas a otro por una peseta. ?ste, a su vez, la revendi¨® por dos pesetas, y el ¨²ltimo hizo lo propio por tres pesetas. La lata fue cambiando de manos y subiendo de precio, hasta que un estraperlista la compr¨® por 25 pesetas (una alt¨ªsima cantidad para la ¨¦poca) y decidi¨® abrirla. Qued¨® estupefacto al comprobar que la lata estaba vac¨ªa y corri¨® en busca del que se la hab¨ªa vendido para reclamar sus 25 pesetas. Pero qued¨® todav¨ªa m¨¢s estupefacto cuando el que se la hab¨ªa vendido le dijo: "?c¨®mo se te ocurre abrir la lata? Esta lata es de las de vender, no de las de comer".
Pablo Fern¨¢ndez es profesor del IESE. La columna Efecto TIC se publica quincenalmente en ELPAIS.es.
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