El d¨ªa de la cibercandidez
La principal conclusi¨®n que puede extraerse del art¨ªculo "Privacidad en Internet" de la enciclopedia libre Wikipedia, en su versi¨®n actual, es que la privacidad en Internet pr¨¢cticamente no existe. Por eso, cuando me pregunto si hay algo que podamos celebrar en este campo en el d¨ªa de Internet, no s¨¦ si centrarme en los avances tecnol¨®gicos que permiten a los usuarios proteger su intimidad y a los desaprensivos invadirla, o en el triunfo total del pasotismo, es decir, la m¨¢s absoluta despreocupaci¨®n de algunos usuarios en proteger sus datos personales.
No puede negarse que hoy en d¨ªa el usuario dispone de muchas m¨¢s herramientas para ocultar su identidad y navegar an¨®nimamente. Tambi¨¦n hay m¨¢s informaci¨®n sobre los riesgos existentes y las cautelas que deben adoptarse al visitar p¨¢ginas desconocidas o cumplimentar formularios.
Casi todos sabemos lo que pasa cuando respondemos a un mensaje de alguien que dice ser nuestro banco y nos pide las claves para acceder a nuestra cuenta de banca electr¨®nica.
Sin embargo, y a pesar de todo, sigue habiendo una elevada tasa de usuarios que por desconocimiento o despreocupaci¨®n, cae en todas las trampas. En el d¨ªa de Internet queremos celebrar las ventajas que la red ha aportado a nuestra vida profesional o personal, pero este a?o propongo que hagamos un homenaje al "cibergarrulo", al c¨¢ndido usuario de Internet que no puede esperar al 28 de diciembre para formar parte de la larga lista de santos inocentes que son v¨ªctimas de las m¨¢s evidentes calamidades.
Y no me refiero al elevado n¨²mero de visitas que recib¨ªa el dominio yaju.com antes de ser recuperado por Yahoo, sino a situaciones de reiterado descuido que ayudan a comprender por qu¨¦ el timo de la estampita tuvo en su tiempo tanto ¨¦xito.
En Internet se unen desconocimiento y candidez y el resultado no puede ser otro que un incremento constante del spam, un n¨²mero nada desde?able de estafas electr¨®nicas y una suma anual millonaria en transferencias bancarias a pa¨ªses del Este.
La opci¨®n f¨¢cil ha sido dar las culpas a la red, pero mi opini¨®n es que los usuarios somos responsables en gran parte de lo que nos pasa en Internet, y me gustar¨ªa documentar esta idea con algunos ejemplos.
No leemos las condiciones generales de contrataci¨®n. Hay muchos usuarios que est¨¢n dispuestos a dar sus datos personales, especialmente su direcci¨®n de correo electr¨®nico a cambio de un tono polif¨®nico para el m¨®vil, una foto de un artista muy popular o una canci¨®n en formato MP3.
En algunos casos, esas cl¨¢usulas que se aceptan con un simple clic y tambi¨¦n con una gran dosis de frivolidad, incluyen la aceptaci¨®n de f¨®rmulas de marketing sumamente intrusivas y abren las puertas a la instalaci¨®n de programas de spyware y adware. Algunos programas de P2P incluso establecen la obligaci¨®n de aceptar publicidad mediante adware como contrapartida al uso de una plataforma que permite el intercambio de ficheros.
Por otra parte, la obsesi¨®n del usuario por conseguir bajarse pel¨ªculas en el menor tiempo posible le lleva a ampliar el n¨²mero de directorios habilitados para la descarga, sin darse cuenta de que en ellos puede haber datos personales. Para comprobar esta din¨¢mica s¨®lo hay que introducir las palabras "curr¨ªculum", "contactos" o "contrase?as" en eMule.
Otra prueba del nivel de desconocimiento o de descuido del usuario es la cantidad de routers inal¨¢mbricos desprotegidos con los que te encuentras si haces una b¨²squeda de puntos de acceso WiFi en cualquier barrio de una ciudad.
Pero el exponente m¨¢s grave de la candidez del usuario se centra este a?o en el phishing. A pesar de las advertencias de las entidades financieras sobre el riesgo de facilitar las claves de banca electr¨®nica a trav¨¦s de Internet, sigue produci¨¦ndose un nivel importante de respuesta a las solicitudes que se reciben por correo electr¨®nico. El caso m¨¢s grave de "cibercandidez" que conozco es el de un usuario que llam¨® a su banco quej¨¢ndose porque llevaba media hora transcribiendo toda su tarjeta de coordenadas a un formulario de un sitio web, que adem¨¢s estaba lleno de faltas de ortograf¨ªa. No entend¨ªa por qu¨¦ le ped¨ªan semejante esfuerzo.
Todos reclamamos m¨¢s informaci¨®n por parte de las empresas y las Administraciones P¨²blicas, pero despu¨¦s de m¨¢s de diez a?os de Internet en Espa?a, tal vez ya ha llegado el momento de que el usuario asuma su responsabilidad y empiece a utilizar esta tecnolog¨ªa con conocimientos y sobre todo, con sentido com¨²n.
Javier Ribas es Abogado de Landwell - PwC
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