?Se rompe Internet?
CON ESTA FRASE, en forma afirmativa, la prestigiosa Technology Review abr¨ªa su primer n¨²mero del a?o. Toda una paradoja cuando la humanidad ya la reconoce, junto a las viriasis, como el epifen¨®meno de la globalizaci¨®n.
Una aclaraci¨®n, no por acad¨¦mica, menos necesaria: Internet y Web no son sin¨®nimos. La primera es la familia de redes de computadoras conectadas entre s¨ª (por medio de cables de cobre, fibra ¨®ptica, conexiones inal¨¢mbricas, sat¨¦lites, etc¨¦tera) que soporta m¨²ltiples servicios: correo electr¨®nico, transferencia de archivos... y, entre ellos, est¨¢ la Web. ?sta s¨®lo es una colecci¨®n de documentos (texto, im¨¢genes, voz, v¨ªdeo, etc¨¦tera) localizables por referencias aceptadas universalmente, y s¨®lo cuenta con 15 a?os de vida. El buen funcionamiento de Internet es un requisito para el desarrollo de la Web; inversamente, la evoluci¨®n y el impacto de la genuinamente estadounidense Internet, no ser¨ªa tal sin la mucho m¨¢s europea Web (gestada en Ginebra por un ingl¨¦s, ahora ya Sir Berners-Lee, aunque afincado en Boston, desde donde dirige su desarrollo en el W3 Consortium).
La Nacional Science Foundation ya ha puesto los millones de d¨®lares necesarios para buscar ideas que sustituyan gradualmente los actuales principios de la Red y as¨ª evitar su crisis a medio plazo
El tend¨®n de Aquiles de Internet reside en que se dise?¨® en el sobreentendido de la confianza entre sus usuarios. Desafortunadamente, 50 a?os despu¨¦s, viaja por ella tanto informaci¨®n leg¨ªtima, como verdaderas cartas bomba
El impacto de las aplicaciones que la Web facilita y la versatilidad de las comunicaciones inal¨¢mbricas, explica la tremenda evoluci¨®n de esta infraestructura. Ante la magnitud de su uso futuro, es obligado avisar que un sistema iniciado hace medio siglo, a pesar de las mejoras y cambios incorporados, presenta dudas sobre si responder¨¢ a las demandas que la Web del futuro le exigir¨¢.
Las debilidades de Internet no residen en carencias estrictamente tecnol¨®gicas, ya que a pesar que queda mucho por mejorar, todo indica que la ingenier¨ªa har¨¢ su trabajo. Curiosamente, al repasar los grandes problemas (seguridad ante ataques premeditados, sobreutilizaci¨®n, redefinici¨®n de la propiedad intelectual, control de la calidad de la informaci¨®n, etc¨¦tera) se observa que ¨¦stos tienen m¨¢s que ver con el factor humano que con la tecnolog¨ªa. Aunque cada uno tenga naturaleza y diagn¨®stico distinto y pueda verse desde diferentes ¨®pticas, estos problemas coinciden en que todos eran imprevisibles para los padres de Internet.
Aquellos pioneros definieron protocolos que, muy eficientemente, descomponen datos en unidades, llamadas paquetes, para llevarlos a su destino a trav¨¦s de la malla de ordenadores que obedecen a una ¨²nica direcci¨®n. El tend¨®n de Aquiles reside en que se dise?¨® en el sobreentendido de la confianza entre sus usuarios. Desafortunadamente, 50 a?os despu¨¦s, viaja por ella tanto informaci¨®n leg¨ªtima, como verdaderas cartas bomba. En su desarrollo y adaptaci¨®n, Internet ha tenido que enfrentarse a una secuela de gusanos, virus y errores involuntarios que hoy encadenan problemas y p¨¦rdidas sin cuento.
Los primeros usuarios (unos cientos de funcionarios y acad¨¦micos americanos) trabajaban en plena confianza mutua, con intercambios de informaci¨®n supuestamente veraz y todos ten¨ªan una ubicaci¨®n fija (los actuales sistemas m¨®viles, capaces de conectarse no importa d¨®nde, tampoco pod¨ªan estar en la cabeza de estos pioneros). Entonces, poco importaba el contenido de los datos, la ¨²nica pretensi¨®n era que los paquetes llegar¨¢n a su destino. No se pod¨ªa prever que los mensajes incluyeran virus que da?an al receptor, ni que la lectura de un correo (y luego el acceso a una p¨¢gina web) pudiera esconder un ataque que dejara el sistema bajo el control de extra?os. Al concebir Internet, la seguridad era un requisito que no se intu¨ªa, el sobreuso una cuesti¨®n sin raz¨®n de ser, hablar de propiedad intelectual, poco menos que una extravagancia y la calidad de la informaci¨®n, un atributo obvio.
Frente a la creciente eficacia de la Red, la naturaleza humana explot¨® su lado oscuro. Se ha llegado al extremo caso de Jeremy Janes, encarcelado despu¨¦s de haber vehiculado m¨¢s de 10 millones de correos al d¨ªa. Para afrontar la nueva situaci¨®n se ha recurrido a elementos no previstos inicialmente: cortafuegos, antivirus, filtros y m¨²ltiples parches. Por otro lado se debate el principio de propiedad intelectual (para bien o para mal en entredicho) y una confiabilidad en la calidad de la informaci¨®n, sobre la que esperemos act¨²e una especie de selecci¨®n natural.
La evoluci¨®n de Internet implica reducir el papel del humano en los procesos. Las m¨¢quinas son muy eficaces para determinadas cosas, pero f¨¢ciles de enga?ar en otras funciones si existe la intencionalidad de hacerlo. En consecuencia, la propia estructura del ordenador exige tomar medidas exageradamente s¨®lidas para salvaguardar el funcionamiento de la red como un todo.
Aunque, ahora ya sea real el principio de "el ordenador es la Red", hay que rese?ar que esta m¨¢quina no naci¨® como nodo de red alguna, y que los sistemas operativos que las soportan fueron pensados para ordenadores mucho m¨¢s aislados que los que ahora manejamos. Ni UNIX (antecesor de LINUX), ni mucho menos MS (ideado por Microsoft para el primer PC de IBM, origen de los actuales Windows) ten¨ªan Internet como requisito. Eso hace que, en el fondo, estemos trabajando con meras adaptaciones a las nuevas demandas de la Red.
Vinton Cerf, uno de estos padres de Internet es claro: "No me gusta la actual situaci¨®n..., el spam, la vulnerabilidad a los distintos ataques, etc¨¦tera; los agujeros surgen por las carencias que arrastran los sistemas operativos y no es posible, con los protocolos actuales, que sea Internet el que autentifique una identidad o busque virus y gusanos. Eso supondr¨ªa usar tal cantidad de recursos que podr¨ªa inutilizarla y, por tanto, ha llegado el momento de abrirse a nuevas ideas".
Para dar una estimaci¨®n de lo que est¨¢ en juego (a veces, en el pecado est¨¢ la penitencia) sirvan dos apuntes: de los 6.000 millones de d¨®lares que Microsoft gast¨® en el ¨²ltimo a?o en I+D, un tercio se fue a temas de seguridad, una parte para parches que acallasen a clientes descontentos y otra a productos que no llegan al mercado, porque no se est¨¢ seguro de que cumplan los est¨¢ndares de seguridad; Intel, ve los gastos en seguridad como un impuesto revolucionario, que estima en el 30% del funcionamiento de un equipo, y es consciente de que, ante este coste, se pueden dejar de explotar algunas de las potencialidades de Internet y con ello lentificarse la demanda de nuevos procesadores.
Universidades y empresas apuntan tecnolog¨ªas prometedoras: autentificar el remitente de la conexi¨®n, identificar quien invade la privacidad de otro sistema, a?adir nuevos sensores y perif¨¦ricos para trabajar en entornos m¨®viles, etc¨¦tera. Esto en su conjunto dibuja un proceso de evoluci¨®n/ruptura de Internet, que pasa por:
a) Incorporar, desde el principio, la seguridad en la arquitectura.
b) Nuevos protocolos para mejorar el enrutamiento del tr¨¢fico y as¨ª colaborar entre todos a ofrecer nuevos servicios, sin afectar a sus actuales actividades.
c) Dise?ar perif¨¦ricos (de cualquier tama?o, fijo o m¨®vil, etc¨¦tera) empotrados en equipos aut¨®nomos para conectarse a trav¨¦s Internet.
Un precio que pagar
El debate inicial fue: ?seguimos generando parches que resuelvan problemas a medida que aparezcan, o borramos la pizarra y redise?amos Internet? Un tema caliente en Estados Unidos, donde saben que el futuro de su Internet tiene mucho que ver con su permanencia como l¨ªderes mundiales. Y ya se sabe que en estos casos el pragmatismo anglosaj¨®n suele superar, con cierta facilidad, ideolog¨ªas tales como la libertad absoluta.
Con su actual extensi¨®n y uso, la simple posibilidad de cambiar la arquitectura de Internet pone los pelos de punta, pero quiz¨¢ sea uno de los problemas m¨¢s importantes que la comunidad internacional deba resolver m¨¢s pronto que tarde (reconociendo que seguramente la soluci¨®n ser¨¢ made in USA).
Cada vez aparecen m¨¢s problemas y para taparlos hay que poner m¨¢s recursos, y ¨¦stos ya son ingentes. "Ha llegado el momento de pensar en cambiar las reglas". La estadounidense Nacional Science Foundation ya ha puesto los millones de d¨®lares necesarios para buscar ideas que sustituyan gradualmente los actuales principios de la Red y as¨ª evitar su crisis a medio plazo.
Este esfuerzo para evolucionar a partir de la Internet actual, tiene un precio que no s¨®lo se mide en dinero, sino tambi¨¦n por el choque cultural asociado al posible final de la atractiva cultura libertaria de que disfrutan los actuales usuarios. Por si fuera poco, en Estados Unidos, tras el 11-S, con una Administraci¨®n entregada al e-government, el temor al llamado "digital Pearl Harbor" es una espada de Damocles que orienta las soluciones. Agrade o no, el precio adicional se resume en una frase: "Una Internet m¨¢s segura, aunque menos interesante". Definitivamente la Red necesita adaptarse para que pueda digerir su propio ¨¦xito, y por tanto su futuro. La ¨²nica duda reside en c¨®mo ir a una arquitectura nueva, con una serie escalonada de cambios profundos, desde lo actualmente existente.
Ser¨ªa bueno que, por esta vez, hubiera alguna aportaci¨®n sustantiva desde esta parte del Atl¨¢ntico.
GREGORIO MART?N QUETGLAS. Catedr¨¢tico de Ciencias de la Computaci¨®n. Universidad de Valencia.
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