La libertad para elegir
Antonio Guisasola es presidente de la Asociaci¨®n de Productores de M¨²sica de Espa?a (Promusicae)
Desde hace no menos de seis o siete a?os, la tradicionalmente llamada industria discogr¨¢fica - preferimos el nombre de compa?¨ªas o productores de m¨²sica- viene realizando evidentes esfuerzos para ofrecer m¨¢s opciones de acceso y m¨¢s valor a?adido en sus productos. Hace tiempo que la m¨²sica dej¨® de estar reducida a un disco con un pu?ado de buenas canciones, grabadas en las mejores condiciones posibles y empaquetadas junto a un libreto informativo de dise?o m¨¢s o menos sofisticado. Los verdaderos amantes de la m¨²sica saben bien que ahora disponen, a menudo, de DVD complementarios, temas adicionales para su descarga en las p¨¢ginas web oficiales o segundos ced¨¦s con rarezas, descartes o tomas alternativas. Y eso por no mencionar el ingente surtido digital, desde las radios tem¨¢ticas y a la carta, a las escuchas en streaming o las descargas de canciones y tonos a trav¨¦s de Internet, los tel¨¦fonos y dem¨¢s dispositivos m¨®viles.
El men¨² cada vez resulta m¨¢s tentador para los completistas, aquellos siempre admirables mel¨®manos que no se conforman s¨®lo con el grueso de una discograf¨ªa sino que escarban aqu¨ª y all¨¢ a la caza y captura de versiones en vivo, caras B de dif¨ªcil localizaci¨®n o temas que en un principio s¨®lo se incluyeron en alguna edici¨®n remota. Y en todo este panorama ser¨ªa rid¨ªculo minusvalorar el decisivo papel que han desempe?ado Apple y su iTunes, el m¨¢s exitoso de cuantos sistemas de suministro de m¨²sica en l¨ªnea conocemos hasta la fecha, dentro del respeto a los derechos de toda la cadena de creaci¨®n de la m¨²sica.
Muchas veces hemos hablado del terrible problema que los creadores, int¨¦rpretes y productores musicales padecemos con la pirater¨ªa, el expolio –sin escr¨²pulos, con chuler¨ªa y gratis total– por parte de quienes se piensan que los trabajadores del ocio y la cultura tienen menos derechos que cualesquiera otros. No nos enga?emos: el panorama en Espa?a sigue siendo, en este sentido, algo m¨¢s que descorazonador. La pirater¨ªa f¨ªsica o top manta ha remitido un poco desde que las administraciones p¨²blicas adquirieron cierta conciencia del problema, aunque todav¨ªa es f¨¢cil asistir a ese siniestro espect¨¢culo de las burdas copias clonadas y esparcidas por las aceras de nuestras grandes ciudades. En cambio, el saqueo inmisericorde a trav¨¦s de las redes p2p constituye una sangr¨ªa cotidiana que le sigue restando valor, un d¨ªa tras otro, a lo que un d¨ªa fue uno de los art¨ªculos m¨¢s preciados que el ser humano hab¨ªa sido capaz de concebir: la m¨²sica grabada. En este contexto, la apuesta de Apple (y luego de otros grandes nombres de la industria tecnol¨®gica) por la m¨²sica y su venta legal, transparente y en las mejores condiciones de calidad y accesibilidad han supuesto un b¨¢lsamo para todos cuantos a¨²n seguimos creyendo en valores como la emoci¨®n o el talento.
Hasta esta misma semana, Apple ha estado incluyendo en los millones de ficheros musicales que comprende su oferta un c¨®digo inform¨¢tico, el DRM (del ingl¨¦s "Gesti¨®n de derechos digitales"), que administra los usos del material descargado. El DRM representa, a mi juicio, otro m¨¢s de los nuevos formatos que manejamos desde que la era de la informaci¨®n irrumpi¨® para siempre en nuestras vidas. Los archivos que ven¨ªamos descarg¨¢ndonos con iTunes, a raz¨®n de 99 c¨¦ntimos por canci¨®n, eran seguros al cien por cien, proven¨ªan de una oferta de dimensiones casi inabarcables y se pod¨ªan grabar o transferir hasta en un total de cinco ocasiones, un n¨²mero muy razonable para cubrir cuantos usos se le puedan ocurrir a cualquier cliente. Y todo ello, insisto, a un precio francamente m¨®dico.
El anuncio de Steve Jobs y su equipo sobre la irrupci¨®n de un iTunes sin DRM, con el acuerdo de una importante compa?¨ªa de m¨²sica como EMI, debe inscribirse en esa ampliaci¨®n de la oferta que, como venimos esbozando, ha sido una constante en nuestro panorama musical del nuevo siglo. De la misma manera que un aficionado puede escoger entre la edici¨®n est¨¢ndar de un nuevo ¨¢lbum o su versi¨®n Premium –que por unos pocos euros m¨¢s ofrece otros materiales a?adidos, ahora podr¨¢ plantearse una disyuntiva parecida delante de la pantalla de su ordenador. Las descargas convencionales seguir¨¢n disponibles por menos de un euro y las peque?as restricciones que conlleva el DRM. Y quienes prefieran olvidarse de si va por la tercera o quinta copia privada de su material descargado, o quiera tener la canci¨®n adem¨¢s de en su iPod en un mp3 o en su tel¨¦fono m¨®vil, podr¨¢n hacerlo a cambio de un sobreprecio tambi¨¦n razonable de 30 c¨¦ntimos por canci¨®n. De paso, la resoluci¨®n ac¨²stica de la pieza ser¨¢ incluso superior de la que conoc¨ªamos hasta ahora, un detalle que a algunos puede pasar inadvertido pero que los consumidores m¨¢s exigentes agradecer¨¢n en gran medida.
El aficionado es, en ¨²ltimo extremo, quien se beneficia de una mayor oferta a la hora de ejercer su libertad para elegir. A mayor n¨²mero de posibilidades de acceso y disfrute, mayor numero de usuarios satisfechos.
Nosotros siempre le estaremos agradecidos de que su apuesta, en cualquiera de los dos casos, o por cualquiera de los m¨²ltiples sistemas existentes para acceder a su m¨²sica favorita, sea por una f¨®rmula de negocio que respeta el trabajo de todas las partes implicadas y fomenta el desarrollo de nuevas iniciativas. Ahora que se cumplen 40 a?os de Sgt. Pepper's, acaso la obra m¨¢s deslumbrante que ha conocido nuestra m¨²sica popular, bueno ser¨ªa que nos preocup¨¢semos porque dentro de otros cuarenta a?os podamos seguir hablando de referentes que est¨¦n a su altura. Por lo menos.
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