Un videojuego de baile incita a los ni?os a levantarse del sof¨¢
El Dance Dance Revolution se puede encontrar en varios centenares de colegios de Estados Unidos
Los ni?os no suelen gritar de emoci¨®n cuando les dejan entrar en clase, pero cuando un lunes reciente se abrieron las puertas del piso superior del gimnasio en la South Middle School de Morgantown, los alumnos congregados se pusieron a chillar al un¨ªsono.
Pasaron corriendo junto a la mesa de ping-pong, las barras de equilibrios y las colchonetas de lucha, apiladas sin estrenar. Dejaron atr¨¢s los anteriores cursos de gimnasia y se dirigieron hacia dos televisores que dominan unas colchonetas cuadradas de pl¨¢stico dispuestas en el suelo. En menos de un minuto, una docena de alumnos de s¨¦ptimo curso bailaban en una uni¨®n furiosamente cin¨¦tica al son del golpeteo de una canci¨®n tecno titulada Speed over Beethoven. Bill Hines, que ha sido profesor de educaci¨®n f¨ªsica en el colegio durante 27 a?os, sonr¨ªe y dice: "Le puedo asegurar que para jugar al baloncesto no llegan tan corriendo".
Es una escena que se repite por todo EE UU, ya que las escuelas est¨¢n utilizando Dance Dance Revolution, un videojuego que propicia el bombeo de la sangre, como la ¨²ltima arma en la batalla de la naci¨®n contra la epidemia de obesidad infantil. Mientras los videojuegos tradicionales a menudo son objeto de cr¨ªticas por contribuir a un tallaje cada vez mayor entre los ni?os estadounidenses, al menos varios centenares de colegios de un m¨ªnimo de 10 Estados emplean Dance Dance Revolution, o DDR, como parte de su programa de educaci¨®n f¨ªsica.
Bas¨¢ndose en los planes actuales, se espera que m¨¢s de 1.500 colegios utilicen el juego a finales de esta d¨¦cada. Nacido hace nueve a?os en las salas de juegos de Jap¨®n, DDR se ha convertido en una peque?a fiebre entre una generaci¨®n de j¨®venes estadounidenses que no parecen estar tan enamorados de los deportes en equipo tradicionales como sus padres y que se muestran m¨¢s proclives a las actividades personales que permite la tecnolog¨ªa moderna.
El incorporar DDR a la clase de gimnasia forma parte de un cambio generalizado en la educaci¨®n f¨ªsica, en el que los distritos escolares restan ¨¦nfasis a los deportes tradicionales en favor de actividades menos competitivas. "Normalmente, la educaci¨®n f¨ªsica consist¨ªa en deportes en grupo y estaba muy basada en las aptitudes", se?ala Chad Fenwick, supervisor de educaci¨®n f¨ªsica para el distrito escolar de Los ?ngeles, en el que unos 40 colegios utilizan Dance Dance Revolution. "Lo que estamos presenciando es un giro hacia actividades en las que no hace falta ser tan bueno atrapando, lanzando y cosas por el estilo, de modo que podamos atraer a una gama m¨¢s amplia de ni?os".
Un sistema b¨¢sico de DDR, que incluye un televisor y una videoconsola, puede obtenerse por menos de 400 euros, pero la mayor¨ªa de las escuelas que utilizan el juego optan por gastarse entre 50 y 600 euros cada una en colchonetas m¨¢s robustas, en lugar de romper las versiones relativamente endebles destinadas al uso dom¨¦stico.
En un estudio realizado el a?o pasado, investigadores de la Mayo Clinic, en Rochester, Minnesota, descubrieron que los ni?os que jugaban a Dance Dance Revolution consum¨ªan bastante m¨¢s energ¨ªa que los que ven la televisi¨®n y se entretienen con videojuegos tradicionales.
Virginia Occidental, que est¨¢ entre los l¨ªderes nacionales en obesidad, diabetes e hipertensi¨®n, ha patrocinado un estudio propio y ha tomado la delantera en la utilizaci¨®n del juego, que exige a los participantes que bailen siguiendo unos patrones cada vez m¨¢s complicados y extenuantes al ritmo de la m¨²sica electr¨®nica.
Mientras suena una canci¨®n, unas flechas que apuntan en cuatro direcciones adelante, atr¨¢s, izquierda y derecha? aparecen en pantalla en diversas secuencias y combinaciones, pidiendo al jugador que pise las flechas correspondientes en una colchoneta extendida en el suelo. Los jugadores pueden bailar solos, en pareja o en modo de competici¨®n. (Aunque el juego, fabricado por la empresa japonesa Konami, naci¨® en las salas de m¨¢quinas, ahora suele utilizarse en las consolas PlayStation 2, de Sony, y Xbox, de Microsoft.)
Virginia Occidental tiene previsto instalar el juego en sus 765 escuelas p¨²blicas para el pr¨®ximo a?o. El cerebro que hay detr¨¢s del proyecto es Linda M. Carson, que ocupa la c¨¢tedra Ware en la School of Physical Education de la West Virginia University y es directora del Motor Development Center del estado. "Estaba en un centro comercial y, al pasar junto a la sala de m¨¢quinas, vi a unos chicos jugando a DDR y qued¨¦ asombrada", cuenta. "All¨ª hab¨ªa unos ni?os bailando, sudando, haciendo cola y pagando dinero por ser f¨ªsicamente activos. Y beb¨ªan agua en lugar de soda. Era el sue?o de un educador f¨ªsico".
En febrero, Carson y su principal colaboradora, Emily Murphy, candidata al doctorado en la escuela de medicina de la universidad, anunciaron los resultados de un estudio de varios a?os. Descubrieron beneficios significativos para la salud en ni?os con sobrepeso que jugaban habitualmente, entre ellos una mejora de la presi¨®n sangu¨ªnea, la puntuaci¨®n gimn¨¢stica general y la funci¨®n endotelial, que refleja la capacidad de las arterias para suministrar ox¨ªgeno.
Nada de eso sorprende a Maureen Byrne, una madre de dos ni?os de Chesterfield, Misuri, que introdujo el juego en su distrito escolar tras ver el impacto que tuvo en uno de sus hijos. "Mi hijo mayor, Sean, ten¨ªa michelines; estaba rechoncho y, para ser sincera, nos preocupaba", afirma. "Hab¨ªamos o¨ªdo hablar de DDR, y se lo regal¨¦ por su cumplea?os. Pusimos l¨ªmites a los dem¨¢s videojuegos, pero le dijimos que pod¨ªa utilizar DDR cuanto quisiera. Y ahora parece otro ni?o. Practica deporte y corre, y vemos DDR como el puente hacia un estilo de vida m¨¢s activo".
Como dice Leighton Nakamoto, profesor de educaci¨®n f¨ªsica de la Kalama Intermediate School en Makawao, Hawai: "La nueva educaci¨®n f¨ªsica est¨¢ apart¨¢ndose de los deportes en equipo competitivos; se centra m¨¢s en fomentar una gimnasia de por vida, y DDR forma parte de eso. Pueden hacerlo solos, y no tienen que competir con nadie".
Seg¨²n Nakamoto, lleva cuatro a?os utilizando el juego en clase y su escuela tambi¨¦n lo ha instalado en su sala de "Estilo de vida activo", donde se permite a los estudiantes jugar en su tiempo libre y se les anima a hacerlo.
De vuelta a Virginia Occidental, Anna Potter, de 12 a?os, y Mikayla Leombruno, de 13, no se preocupan por las teor¨ªas acad¨¦micas mientras bailan y saltan siguiendo el ritmo en la clase de Hines. "Me gusta porque puedes escuchar m¨²sica y no tienes que pertenecer a un equipo o ir a alg¨²n sitio especial a jugar", dice Anna al acabar la canci¨®n. "Si juegas al b¨¦isbol o baloncesto, la gente se vuelve muy competitiva". Mikayla interviene: "Y no hace falta ser muy bueno para hacer mucho ejercicio".
![En las clases de gimnasia, los colegios utilizan un videojuego que s¨®lo requiere unos pies r¨¢pidos.](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/HTHMFEOIRZ5NQ3N7RDLVGW5GYQ.jpg?auth=f9b0278e152efc041e5cd2f67961c1bef23af3080451318ff6367936341ef6ce&width=414)
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.