Domar las distracciones digitales
Con el ordenador, se nos va f¨¢cilmente el santo al cielo
?Hay alg¨²n invento humano m¨¢s artero que el ordenador personal? En un principio, estas m¨¢quinas se fabricaron y se comercializaron como aparatos
para ayudarnos en el trabajo. Nos dijeron que realizar¨ªan haza?as sorprendentes: su-
mar filas de n¨²me?ros sin esfuerzo, convertir nuestras cavilaciones en bonitos documentos de calidad de revista y colaborar con perso?nas de otros continentes.
Anda que no sali¨® bien, ?eh? Est¨¢ claro que puedes usar el or?denador para analizar estad¨ªsti?cas y escribir el informe anual de ventas. Pero mira t¨² por donde, alguien quiere ser amigo tuyo en Facebook. Y espera un momento, una pareja chiflada ha decidido empezar su boda bailando hasta llegar al altar y han colgado el v¨ªdeo en YouTube. ?Y has o¨ªdo lo que ese congresista ignorante ha dicho sobre la asistencia sani?taria? Ahora no te queda m¨¢s remedio que pasarte los pr¨®xi?mos cinco minutos escribiendo un comentario vehemente para expresar tu indignaci¨®n.
Y la cosa va as¨ª: te sientas al ordenador todas las ma?anas con horas de tiempo productivo por delante y, cuando quieres darte
cuenta, te dan las 5 de la tarde y te has pasado la mayor parte del d¨ªa leyendo noticias, viendo series antiguas de televisi¨®n y tu liga de deportes favorita. ?C¨®mo puede alguien hacer algo productivo con una de las m¨¢quinas que m¨¢s distrae de todas las que se han inventado?
?ltimamente he estado utili?zando una serie de programas para domar estas distracciones digitales. Se pueden dividir en tres categor¨ªas. Los m¨¢s inocuos supervisan mis costumbres como internauta en un intento de aver?gonzarme y obligarme a trabajar de forma m¨¢s productiva. Otros reducen las distracciones visu?ales de mi escritorio para que me mantenga centrado.
Y luego est¨¢n los que me per?miten bloquear activamente partes de Internet. Es el equiva?lente digital a hacer dieta poni¨¦n?dole un candado al frigor¨ªfico y tirando la llave. La primera categor¨ªa est¨¢ representada por un programa llamado Rescue-Time, que controla todo lo que pasa en tu ordenador y luego hace un informe de lo m¨¢s revelador sobre tus costumbres en tablas y gr¨¢ficos.Por ejemplo, me di cuen?ta de que en un mes cualquiera me paso m¨¢s de 70 horas navegando por Internet. En comparaci¨®n, me paso s¨®lo la mitad del tiempo con Microsoft Word, que, como escritor, es con lo que trabajo. Ver estas estad¨ªsticas fue un golpe en toda regla; estaba claro que no es?taba utilizando mi tiempo de una forma muy sabia.
Un remedio a¨²n m¨¢s fuerte es LeechBlock, un complemento gra?tuito de la barra del Firefox que hace de ni?era severa: le dices de qu¨¦ p¨¢ginas web te quieres man?tener alejado y, a la hora que le has dicho, te para. Si intentas meterte en Facebook, te avisa de que vuel?vas al trabajo.
Pero LeechBlock tiene una pega importante: si quieres evitarlo, lo ¨²nico que tienes que hacer es abrir otro navegador. Una aplicaci¨®n para Mac que ha encontrado una forma de solucio?nar este problema se llama Free?dom y bloquea todas las funciones de red de tu ordenador durante un n¨²mero de minutos predetermi?nado. En otras palabras, cuando lo conectas, no tienes Internet, ni mensajer¨ªa instant¨¢nea, ni correo electr¨®nico. Y la ¨²nica forma de deshacer el bloqueo de Freedom es reiniciando el ordenador.
Ojal¨¢ pudiera decir que estas ni?eras digitales han revolucio?nado la forma que tengo de tra?bajar. La verdad es que no, pero los programas para bloquear la
Red por lo menos me obligan a ver todas las formas en que pierdo el tiempo.
Cuando LeechBlock me pone un obst¨¢culo en el camino, me da qu¨¦ pensar; cuando lo sorteo, al menos soy consciente de que estoy haciendo algo que no debo. A veces un poco de verg¨¹enza es todo lo que necesitas.
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