Shannon Liss-Riordan, el terror de Uber

La valoraci¨®n no lo es todo. Uber acaba de cerrar una ronda de financiaci¨®n que eleva el valor de la compa?¨ªa hasta los 50.000 millones de d¨®lares, el doble del valor de Twitter en bolsa. Aunque el dinero cuenta, en Silicon Valley tampoco da la felicidad. Las ¨²ltimas semanas se han convertido en una pesadilla para la empresa con sede -m¨¢s bien fortaleza, por las escasas visitas que recibe- en la calle Market de San Francisco.

Su problema principal tiene nombre de mujer: Shannon Liss-Riordan, una abogada cuyo despacho con sede en Boston ya ha ganado pleitos a grandes como FedEx, que tuvo que contratar a como empleados a los repartidores despu¨¦s de su defensa. Un juzgado de San Francisco ha admitido a tr¨¢mite una demanda colectiva en esta misma l¨ªnea. Si la abogada gana, Uber tendr¨¢ que contratar a los conductores como empleados con todos los derechos de los que est¨¢n en plantilla.

Un cambio en las condiciones para los nuevos conductores lo que ha terminado por soliviantar los ¨¢nimos entre el ej¨¦rcito de coches. En lo sucesivo, aquellos que hagan menos de 20 viajes al mes se quedar¨¢n con el 70% de la tarifa, un 75% en el caso de los que hagan entre 20 y 40, y un 80%, que hasta ahora era lo habitual, para los que rebasen los 40 servicios.

Los que conducen a tiempo completo, es decir, m¨¢s de 40 horas semanales al volante, haciendo de esta actividad su forma de vida, tampoco parecen demasiado satisfechos, y ah¨ª radica el gran problema de Uber.?

¡°Lo que ellos llaman ¡®trabajadores independientes' son, en realidad, la clave de su producto. Sin ellos, no tendr¨ªan negocio. Trabajan y les hacen ganar dinero, tienen un control total sobre su salario, pero no son empleados¡±, reclama.

Una de las claves est¨¢ en el sistema de valoraci¨®n, casi siempre a trav¨¦s de estrellas. Mientras que a los consumidores les cautiva el hecho de que en Uber no haya que pagar propinas, sino que basta con dar una calificaci¨®n positiva al conductor, a los que van al volante les van sus ingresos en ello: ¡°Les piden que tengan entre 4,6 y 4,8 puntos sobre cinco. Si tienen una calificaci¨®n m¨¢s baja, dejan de enviarles clientes¡±. Hay m¨¢s puntos negativos en la relaci¨®n entre la aplicaci¨®n y sus no empleados: ¡°Si el coche se rompe, lo paga el conductor, que es su due?o. Lo mismo sucede con la gasolina. Eso es ilegal¡±.

De prosperar su demanda, Uber tendr¨ªa que contratar a todos los conductores que ahora no reconoce como empleados. Surge una duda: ?Uber podr¨ªa asumirlo? ¡°Por supuesto, tienen m¨¢s de 20.000 millones de d¨®lares en efectivo. Ahora mismo se llevan, de media, un 20% de lo que paga el cliente. Si pagasen los gastos podr¨ªan conseguir hasta el 30% y seguir siendo rentables¡±, asegura.

Lo que ellos llaman ¡®trabajadores independientes' son la clave de su producto"

Liss-Riordan no disculpa a los consumidores: ¡°Para el cliente es muy c¨®modo, pero se les oculta una parte, el c¨®mo viven aquellos que les proporcionan el servicio. Deben ser conscientes de su desprotecci¨®n¡±.

La ambig¨¹edad de Uber es manifiesta. Basta con visitar su p¨¢gina de ofertas de empleo para darse cuenta de ello. En la parte superior aparece un reclamo: "Convi¨¦rtete en conductor". En la inferior, un listado con los puestos disponibles dentro de sus oficinas y sus codiciados 'perks', como denominan en Silicon Valley a las ventajas, esas a las que los que conducen los coches no tienen. Entre las mismas: seguro de salud, un gran n¨²mero de viajes gratis en la aplicaci¨®n y vacaciones ilimitadas.

Al mismo tiempo, la abogada alerta sobre un peligro: ?qu¨¦ pasa en caso de accidente? ¡°Ah¨ª Uber se lava las manos. Hay un seguro, pero ellos no son parte del mismo, sino que queda entre el tomador del seguro, el que viaja y la aseguradora¡±, denuncia.

La letrada advierte de dos posibles escenarios. Por un lado, el que todos los servicios terminen gobernados por aplicaciones que sigan esta mec¨¢nica. ¡°Se escudan en la tecnolog¨ªa para crear precariedad¡±, apunta. Por otro, del monopolio que pretende crear Uber: ¡°Nadie impide que cada vez tengan una mayor cuota de mercado, dejando de lado al taxi. Cuando lo consigan, tendr¨¢n control total sobre los precios¡±.

Adem¨¢s, destaca algunos t¨¦rminos que pueden llevar a confusi¨®n: ¡°Cuando se leen las condiciones, da la sensaci¨®n de que los conductores van a tener propina, un 20% es lo que en Estados Unidos se considera normal, pero no es as¨ª. No la hay¡±.

La aplicaci¨®n de Travis Kalanick guarda con celo la cantidad de conductores que emplea. A finales de 2014, desvel¨® que rozaban los 160.000 usuarios activos que ejerc¨ªan como pilotos. Por activos contemplan a los que hacen, al menos, cuatro portes al mes. M¨¢s de 120.000 se dieron de alta durante el pasado a?o. Para entender mejor esta cifra, basta con citar que Amazon cuenta con 149.500 empleados. A tiempo completo, consideraron a 32.000. Estos son los que, siempre que operen en Estados Unidos, podr¨ªan beneficiarse de la petici¨®n de la abogada.

Uber no es la ¨²nica empresa afectada. Lyft su m¨¢ximo competidor tambi¨¦n est¨¢ entre los denunciados. Homejoy, cuyo negocio consiste en la limpieza de hogares bajo pedido a trav¨¦s de una aplicaci¨®n; Postmates, de reparto de comida y compras con un ej¨¦rcito de ciclistas que cruzan, a pesar de las pendientes, la ciudad; y Caviar, que ofrece comida gourmet a particulares, est¨¢n dentro de la misma demanda.

En las ¨²ltimas semanas a Uber se le acumulan los problemas. Primero, por la negativa a aceptar perros lazarillo a bordo. La Asociaci¨®n de Ciegos de California ha llevado a los juzgados a la empresa tras registrar m¨¢s de 40 casos en los que no permitieron subir a los perros gu¨ªa en el coche.

En tono m¨¢s jocoso, se han convertido en el hazmerre¨ªr de la comunidad de habla hispana por su hilarante traducci¨®n para los usuarios de Estados Unidos. A UberPool, uno de sus servicios estrella, que permite compartir trayecto con otros clientes, se refieren como ¡°Piscina¡±, una traducci¨®n demasiado literal, m¨¢s propia de un servicio autom¨¢tico que de un profesional.