Mitos y realidades de las tendencias tecnol¨®gicas del pasado
Propios y extra?os de las corrientes retrofuturistas reivindican un imaginario que a veces se concret¨® en el mundo real y otras veces no
El fascinante futuro que nos prometieron a finales del siglo XIX se da de bruces con los l¨ªmites de la realidad. Propios y extra?os de las corrientes retrofuturistas reivindican a golpe de nostalgia un imaginario colectivo que a veces se materializ¨® en el mundo real y otras se qued¨® en las p¨¢ginas escritas por Julio Verne y H. G. Wells. Bienvenidos a los futuros que nunca fueron (o s¨ª).
El Punto Jonbar
Todas las corrientes retrofuturistas cuentan con un Punto Jonbar, es decir, un momento concreto en el que se desmarcan de la realidad hist¨®rica e imaginan un futuro alternativo que jam¨¢s existi¨®. Si ese hito tiene un componente tecnol¨®gico, los principales movimientos que encontramos son los siguientes:
Steampunk: Sus tramas se desarrollan en universos paralelos, normalmente, durante la segunda mitad del siglo XIX, en los que la tecnolog¨ªa a vapor sigue siendo la predominante. Una pel¨ªcula de este g¨¦nero es Will Will West (1999), donde aparecen m¨¢quinas voladoras, ara?as mec¨¢nicas gigantes y tanques impulsados por esta energ¨ªa.
Dieselpunk: ?Y si los desarrollos del periodo de entreguerras hubiesen determinado todos los avances futuros? Este es el Punto Jonbar del Dieselpunk, cuyo imaginario se basa en inventos propulsados por gasolina y gas¨®leo. Mad Max (1979) nos sit¨²a en un futuro apocal¨ªptico en el que los bienes m¨¢s preciados contin¨²an siendo estos combustibles.
Atompunk: El momento que separa realidad y ficci¨®n se encuentra entre 1945 y 1965, periodo que incluye la fascinaci¨®n mundial por dos eras, la at¨®mica y la espacial. Uno de los m¨¢ximos exponentes es la saga de videojuegos Fallout (1997, primera entrega), ambientada en unos hipot¨¦ticos siglos XXII y XXIII devastados por una guerra nuclear.
Bitpunk: Los primeros pasos de la inform¨¢tica moderna constituyen el origen de las tramas del bitpunk. Por ejemplo, el videojuego Far Cry 3: Blood Dragon, lanzado en 2013, nos ubica en un "dist¨®pico" 2007 en el que nuestra misi¨®n es salvar el mundo tomando el control de un s¨²per soldado cibern¨¦tico.
Es justo lo que faltaba para espolear la ola retrofuturista que parece envolvernos: el efecto 2038. Si nadie llama a la calma, tenemos por delante unos 20 a?os en los que el mundo se llenar¨¢ de titulares apocal¨ªpticos que anunciar¨¢n que el 19 de enero de 2038 muchos programas inform¨¢ticos viajar¨¢n en el tiempo hasta el 13 de diciembre de 1901, con todo lo que eso conlleva. ?Seremos testigos esta vez de la rebeli¨®n de los electrodom¨¦sticos, al m¨¢s puro estilo de Alaska y los Pegamoides? ?O todo se quedar¨¢ en un bluf como pas¨® con el temido efecto 2000?
Sea como fuere, si esa regresi¨®n digital afectase a todos los ¨¢mbitos de la realidad, ser¨ªa el sue?o de los defensores de las expresiones art¨ªsticas que se inspiran en los futuros imaginados hace d¨¦cadas y que jam¨¢s llegaron a cumplirse. Ante ellos, se abrir¨ªa una oportunidad para convertir en realidad todas esas recreaciones de lo que pudo haber sido si la tecnolog¨ªa, en un determinado momento, hubiese tomado unos derroteros distintos de los que conocemos. Por cierto, algunas de esas obras plasmadas en novelas, c¨®mics, series de televisi¨®n y pel¨ªculas est¨¢n ambientadas en sociedades "dist¨®picas" en las que las m¨¢quinas han vencido al hombre (aqu¨ª es donde regresa a nuestra mente lo del efecto 2038).
Pero el inter¨¦s por saber m¨¢s sobre esas ¨¦pocas en las que se pensaba que con la tecnolog¨ªa se podr¨ªa conseguir todo no es algo exclusivo de los retrofuturistas. Prueba de ello es que en 2015 la tercera exposici¨®n m¨¢s visitada en Espa?a, tan solo por detr¨¢s de sendas muestras en el Museo del Prado y el Museo Thyssen-Bornemisza, fue Nikola Tesla: suyo es el futuro, un viaje por la vida y trabajos de este inventor norteamericano de origen serbio que vivi¨® entre 1856 y 1943 y cuyos descubrimientos, inventos, aportaciones y vaticinios permitieron el desarrollo de la actual civilizaci¨®n el¨¦ctrica. La muestra fue visitada por 200.000 personas, una cifra que super¨® las expectativas m¨¢s optimistas de sus propios comisarios, Mar¨ªa Santoyo y Miguel ?ngel Delgado, quienes tambi¨¦n son los responsables de Julio Verne: los l¨ªmites de la imaginaci¨®n, que puede verse en el Espacio Fundaci¨®n Telef¨®nica de Madrid hasta el pr¨®ximo 21 de febrero.
En palabras de Miguel ?ngel Delgado, la nostalgia por esos tiempos quiz¨¢s tenga que ver con una actual visi¨®n asfixiante provocada por la crisis: "Esa sensaci¨®n de que no hay salida nos hace mirar atr¨¢s y tener un inter¨¦s creciente por la concepci¨®n de progreso del siglo XIX". No en vano, tal y como recuerda Mar¨ªa Santoyo, entre 1850 y el inicio de la Primera Guerra Mundial la velocidad de los cambios fue tan vertiginosa que en tan solo una generaci¨®n el mundo modific¨® su percepci¨®n del tiempo y del espacio. "Tanto Tesla como Verne se dieron cuenta de que la verdadera revoluci¨®n est¨¢ en las comunicaciones y en los medios de transporte, en acortar el tiempo y en llegar m¨¢s r¨¢pido a culturas muy distantes, algo en lo que a¨²n estamos inmersos hoy en d¨ªa con todo lo que ha desatado Internet", remarca Santoyo.
El hechizo estriba en el poder de transformar a la sociedad gracias a un efecto en la cultura popular
Esa visi¨®n global de un mundo interconectado est¨¢ detr¨¢s de la fascinaci¨®n por algunos inventos a lo largo de la historia, como el tel¨¦grafo de Morse (patentado en 1840), que puede considerarse la primera gran aplicaci¨®n de la electricidad en el campo de las telecomunicaciones. En otras ocasiones, el hechizo estriba en el poder de seducir y transformar a la sociedad gracias a un efecto en la cultura popular o en la vida cotidiana: desde la fotograf¨ªa, la radio, el cine y la televisi¨®n hasta el tel¨¦fono o los electrodom¨¦sticos. Dicho de otro modo, la aut¨¦ntica fascinaci¨®n comienza cuando un invento al que tan solo ten¨ªa acceso la comunidad cient¨ªfica o unos pocos privilegiados (l¨¦ase los adinerados de la ¨¦poca) pasa a tener una aplicaci¨®n de masas.
En muchas ocasiones, dicha aplicaci¨®n de masas llega con antelaci¨®n a trav¨¦s de narraciones fant¨¢sticas que ponen a disposici¨®n del p¨²blico lo que podr¨ªa pasar en un futuro m¨¢s o menos cercano. Por eso, los mundos imaginados por Julio Verne (1828-1905) y otros autores como H.G. Wells (1866-1946) han servido de inspiraci¨®n tanto a movimientos retrofuturistas, que han fabulado mundos fascinantes, como a inventores que han conseguido llevar a la pr¨¢ctica lo que en principio solo era ficci¨®n. Como dijo el propio Verne, "Todo lo que una persona puede imaginar otros pueden hacerlo realidad". Aunque en su caso conviene desmitificar esa imagen de genio visionario porque, m¨¢s que invenciones, la mayor¨ªa de sus obras incluyen prospecciones basadas de forma rigurosa en las ¨²ltimas novedades tecnol¨®gicas de su ¨¦poca. "Verne estaba muy bien documentado sobre todos los avances, as¨ª que no inventaba desde cero. Es m¨¢s, hac¨ªa gala de que lo que planteaba en sus obras era factible y se cuidaba mucho de introducir esa vuelta de tuerca de m¨¢s que lo pudiera convertir en una fantas¨ªa, algo que reprochaba a Wells", matiza Miguel ?ngel Delgado.
De las p¨¢ginas de Verne al mundo real
Teniendo en cuenta esa vertiente de divulgador, Verne difundi¨® en forma de aventuras algunas de las tendencias de la ¨¦poca que, tarde o temprano, llegaron al mundo real:
Las tesis pol¨ªticas de Wells
Si bien es cierto que Verne reconoci¨® siempre la calidad literaria de Wells, tambi¨¦n dej¨® constancia de que no aprobaba su forma de resolver las cuestiones t¨¦cnicas, mucho m¨¢s cercana a la ciencia ficci¨®n. Por esta misma raz¨®n, no resulta extra?o que las invenciones descritas por el brit¨¢nico no hayan llegado a materializarse en el mundo real. Por ejemplo, en Los primeros hombres en la Luna, lejos de la obsesi¨®n por la verosimilitud del franc¨¦s, Wells transportaba a los dos protagonistas hasta nuestro sat¨¦lite gracias a una nave recubierta de "cavorita", una sustancia imaginaria de propiedades antigravitatorias.
De todos modos, Wells concibi¨® sus obras como una forma de exponer sus tesis pol¨ªticas, de tal modo que La m¨¢quina del tiempo simboliza la lucha de clases; La guerra de los mundos aborda el imperialismo; y El hombre invisible o La isla del doctor Moreau tratan los peligros de tomar la ciencia como religi¨®n.
1. Una de las mejores creaciones de Verne es el Nautilus de Veinte mil leguas de viaje submarino (1869). Esta m¨¢quina inspir¨® al espa?ol Isaac Peral, que en 1888 bot¨® con ¨¦xito el primer prototipo del submarino el¨¦ctrico, el Peral.
2. Resulta curioso que a Verne se le identifique con los globos hasta el punto de que muchos lectores los ubican en libros en los que no aparecen, como en La vuelta al mundo en ochenta d¨ªas (1872). Aunque el autor alab¨® en Cinco semanas en globo (1863) las posibilidades de los aerostatos, finalmente, pronostic¨® que la conquista de los cielos se har¨ªa con aparatos m¨¢s pesados que el aire. Esta apuesta por las grandes m¨¢quinas como medio de vuelo qued¨® reflejada en el Albatros de Robur el Conquistador (1886) o el anfibio Espanto de Due?o del mundo (1904).
3. Todos los contempor¨¢neos de Verne so?aban con el viaje a la Luna, que finalmente se hizo realidad en 1969. La relectura de De la Tierra a la Luna (1865) y Alrededor de la Luna (1870) revela asombrosas coincidencias entre la invenci¨®n del franc¨¦s y los hechos, como el lugar de partida o el amerizaje que culminaba la misi¨®n.
4. A pesar de que Verne la escribi¨® en 1863, Par¨ªs en el siglo XX no se public¨® hasta 1994. En esta novela, el autor especula sobre c¨®mo ser¨ªa el mundo en 1960 y, entre otras cosas, habla de trenes de alta velocidad y de una red de comunicaciones global o ¡°tel¨¦grafo fotogr¨¢fico¡± que extrapolado a nuestros d¨ªas se asemeja a Internet.
5. En el relato En el siglo XXIX: Jornada de un periodista americano en el 2889 (1889) ¡ªque para muchos no fue escrito por Julio Verne, sino por su hijo Michel¡ª, se habla del "fonotelefoto", un sistema de comunicaci¨®n que viene a ser la actual videoconferencia. Qui¨¦n sabe si dentro de ocho siglos se habr¨¢n cumplido otras predicciones de esta narraci¨®n, que describe un mundo en el que los humanos se han extendido por todo el sistema solar y una vida cotidiana con medios de transporte como aerocoches, aero¨®mnibus y aerotrenes.
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