C¨®mo evitar que un ciego vea fantasmas
Un experimento elimina las formas falsas de luz que perciben invidentes a los que se les ha instalado un implante en la retina
Para una persona que ha perdido la vista, la promesa de distinguir aunque solo sea entre luces y sombras resulta esperanzadora. Desde hace cinco a?os est¨¢n disponibles unos implantes que se colocan directamente en la retina, esos transformadores tras los ojos que convierten todo lo que vemos en se?ales el¨¦ctricas digeribles para el cerebro, y que ofrecen sensaciones visuales a ciegos totales afectados por una enfermedad que toca a una de cada 4.000 personas. La retinosis pigmentaria arrasa con las c¨¦lulas m¨¢s externas de esos ¨®rganos internos del ojo y deja ciegos, antes o despu¨¦s, a todos quienes la padecen. Su campo visual se va reduciendo por cada lado hasta dejar una ¨²ltima rendija vertical con la que asomarse al mundo. Al final, tambi¨¦n esa rendija desaparece.?
El mal, eso s¨ª, deja intactas las c¨¦lulas encargadas de enviar los impulsos el¨¦ctricos al cerebro. Alguien aprovech¨® esa buena comunicaci¨®n entre ojo y cerebro, y pens¨® en proporcionarles directamente los est¨ªmulos el¨¦ctricos al cerebro. La idea se sustancia en un dispositivo formado por unas gafas que captan la imagen de lo que el paciente tiene delante. Luego, un programa traduce esos claros y oscuros en distintos impulsos el¨¦ctricos, y despu¨¦s, bien instalado en la retina del paciente, un implante los recibe y se los transmite al cerebro. El resultado es algo que a duras penas puede considerarse visi¨®n, pero que es mejor que la oscuridad absoluta. Lo describen como una nebulosa de claros y oscuros en los que apenas se intuyen los objetos de mayor tama?o; un mundo esbozado por vagos contrastes.
Las apariciones no se corresponden a ning¨²n objeto en el mundo real, pero algo en el implante hace que el cerebro las considere verdaderas
Se trata de una tecnolog¨ªa extremadamente cara y, adem¨¢s, solo merece la pena aplicarse en un grupo muy reducido de pacientes, precisamente aquellos que ya no ven nada m¨¢s que alguna luz difusa que ni siquiera pueden precisar si viene desde su derecha o su izquierda.?
Muchos invidentes con el implante acusan adem¨¢s un molesto fen¨®meno: aseguran ver unas formas alargadas de luz que ocupan mucho espacio y que ocultan lo poco que logran adivinar de su entorno: una especie de fantasmas luminosos.
Las apariciones no se corresponden a ning¨²n objeto en el mundo real, pero algo en el implante hace que las neuronas de la retina ¡ªuna especie de embajada del cerebro fuera de su territorio¡ª se estimulen de m¨¢s y le transmitieran al ¨®rgano central que ah¨ª, delante, hay una forma verdadera. Ahora, un equipo de ingenieros y oftalm¨®logos de la Universidad del Sur de California (USC) cree haber encontrado la soluci¨®n: ampliar la duraci¨®n de las peque?as corrientes el¨¦ctricas que transmite el implante. La habitual es de apenas 0,5 milisegundos. El grupo ha probado a transmitirlas durante 25 milisegundos. Una nimiedad: si un nanosegundo durase lo que un segundo, un segundo se alargar¨ªa a casi 32 a?os.?
P¨ªxeles
El investigador principal del estudio, Andrew Weitz, se ufana de que, gracias a su logro, se estimulan de manera m¨¢s atenta las neuronas: "Hablamos de un est¨ªmulo muy concreto (si fuera una pantalla, hablar¨ªamos de unos pocos p¨ªxeles, y cuando menos se estimulen, mejor, porque m¨¢s precisa es la imagen que se hace la persona.?Piense en cada punto de luz como un p¨ªxel en una imagen. Si se agrupan mucho de esos puntos de luz para lograr la forma de un objeto, podemos generar im¨¢genes m¨¢s definidas de ese objeto", ejemplifica. Como para una persona vidente es dif¨ªcil imaginar c¨®mo es la cuasiceguera, el investigador describe as¨ª el cambio: "Para quienes llevan gafas, es la diferencia entre leer un le¨®n que est¨¢ a lo lejos con y sin ellas". El experimento ha sido realizado solo en animales y aparece publicado en la revista Science Translational Medicine.
Para ?lvaro Fern¨¢ndez-Vega, uno de los pocos?retin¨®logos con licencia para implantar estos dispositivos en Espa?a, estos implantes no equivalen, como a veces se ha dicho, a un ojo bi¨®nico: "Estamos muy, muy lejos de que podamos implantarle un dispositivo a un paciente y que vea". Adem¨¢s, a su alto coste se a?ade que solo pueda aplicarse a un 1% de los pacientes. Eso hace que su prescripci¨®n est¨¦ muy restringida. Desde su centro de trabajo, el?Instituto Fern¨¢ndez-Vega en Oviedo, el investigador y facultativo insiste en que es fundamental que el candidato a la operaci¨®n haya perdido ya la visi¨®n: cualquier resto de ella es mejor que lo que el dispositivo ofrece. Adem¨¢s, debe presentar "una actitud muy positiva, porque el resultado puede ser frustrante: lo m¨¢ximo que se consigue es tener cierta sensaci¨®n de contrastes", apunta Fern¨¢ndez-Vega. Refiere el caso de un paciente que celebraba, simplemente, poder distinguir los blancos y los negros de un paso de cebra.?
El dispositivo no est¨¢ cubierto por la Seguridad Social ("el beneficio que se obtiene es muy peque?o para el coste", apunta Fern¨¢ndez-Vega) y por eso la mayor parte de los retin¨®logos no lo utilizan salvo en casos "muy especiales".
Unos a los 20, otros a los 80
Hasta que la gen¨¦tica supo ponerle etiquetas m¨¢s precisas, la retinosis pigmentaria era un caj¨®n desastre para referirse a muchas enfermedades distintas. Ten¨ªan en com¨²n ser hereditarias, producir una alteraci¨®n de las capas m¨¢s importantes de la retina (las externas: el epitelio pigmentado y la capa de conos y bastones) y, al tiempo, dejar las internas y el nervio ¨®ptico intactos.?
"En la pr¨¢ctica, el paciente lo que percibe es que su campo de visi¨®n cada vez es m¨¢s estrecho, pierde visi¨®n por los laterales, aunque lo que sigue viendo se observe razonablemente bien. Tiene tambi¨¦n muy mala visi¨®n nocturna. Eso s¨ª, la evoluci¨®n de la enfermedad es muy distinta: algunos pacientes mantienen restos de visi¨®n hasta los 80, otros, a los veinte, ya la han perdido toda", explica Fern¨¢ndez-Vega.
Las neuronas de Cajal eran del ojo
El Nobel espa?ol Ram¨®n y Cajal estudi¨® la sinapsis neuronal en c¨¦lulas de la retina. En su ¨¦poca, adem¨¢s, no hab¨ªa otra forma de estudiar este ¨®rgano del ojo que no fuera en un cad¨¢ver. Hoy, con t¨¦cnicas como la Tomograf¨ªa de Coherencia ?ptica que realiza un esc¨¢ner ¨®ptico y permite ver el corte de la retina en un momento real, en un paciente vivo y sin necesidad de microscopio.
Detr¨¢s de esos distingos entre unos y otros se esconden los genes. Aunque no existe tratamiento, la terapia gen¨¦tica es una muchas l¨ªneas de investigaci¨®n, aun muy b¨¢sicas, que pretenden dar con la clave que frene o evite la enfermedad. La neuroprotecci¨®n (es decir, t¨¢cticas que, si bien no curan la enfermedad, reducen el n¨²mero de neuronas que mueren) es otra de ellas, al igual que una tercera, por lo pronto tan prometedora como ineficiente: trasplantar c¨¦lulas madre al epitelio pigmentario de la retina. Se sabe tambi¨¦n que el componente azul de la luz solar es da?ino para estos pacientes y por eso es habitual prescribir unas gafas que filtran ese color en el espectro electromagn¨¦tico.
Adem¨¢s del coste del aparato, implantarlo implica costes m¨¦dicos y terap¨¦uticos, los que conllevan reeducar a las personas para saber usar el aparato de la mano de optometristas y, atenci¨®n, la reforma de la casa del paciente: hay que pintar los muebles, paredes y puertas alternativamente en blanco y negro para que su contraste pueda percibirse bien por el aparato. Lo mismo vale para la vajilla y otros objetos de uso cotidiano.
Este avance no llega a crear un nuevo est¨¢ndar, sino que afina el uso de un dispositivo ya existente, Argus. Es uno de los implantes m¨¢s frecuentes, aunque ya hay una enorme variedad de ellos, y se colocan en diferentes puntos de la anatom¨ªa del ojo. La t¨¦cnica, por lo dem¨¢s, no es la ¨²nica que a¨²na oftalmolog¨ªa e ingenier¨ªa. "A nivel experimental hay l¨ªneas de investigaci¨®n que intentan la estimulaci¨®n directa de la corteza cerebral, evitar el uso del ojo por completo: usas el est¨ªmulo el¨¦ctrico y se lo proporcionas directamente al cerebro, pero es todav¨ªa ciencia ficci¨®n", apunta Fern¨¢ndez Vega.
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