Por qu¨¦ las buenas personas se vuelven ¡®trolls¡¯ en Internet
Conozca a los cient¨ªficos que se dedican a averiguar c¨®mo podemos derrotar a nuestros boicoteadores internos y construir unas sociedades digitales m¨¢s cooperativas
La tarde del 17 de febrero de 2018, la catedr¨¢tica Mary Beard public¨® en Twitter una fotograf¨ªa suya llorando. La eminente experta clasicista de la Universidad de Cambridge, que tiene casi 200.000 seguidores en la red social, se sent¨ªa desconsolada tras recibir una lluvia de insultos por Internet. Fue la reacci¨®n a un comentario que hab¨ªa hecho sobre Hait¨ª. Tambi¨¦n public¨®: ¡°Hablo con el coraz¨®n (y, por supuesto, puedo equivocarme), pero la basura que recibo en respuesta no es justa, no lo es en absoluto¡±,
En los d¨ªas posteriores, Beard recibi¨® apoyo de varias personalidades. Greg Jenner, un conocido historiador compa?ero suyo, escribi¨® en Twitter sobre c¨®mo vivi¨® ¨¦l mismo una avalancha de comentarios en la red social: ¡°Siempre recordar¨¦ lo traum¨¢tico que es que, de repente, gente desconocida te odie. Consideraciones morales aparte ¨Cmi opini¨®n pudo ser equivocada o correcta¨C, me sorprendi¨® (m¨¢s tarde, cuando me recuper¨¦) lo mucho que me hab¨ªa desestabilizado psicol¨®gicamente¡±.
Quienes mostraron su apoyo a Beard a trav¨¦s de la red social ¨Ccon independencia de que coincidiesen o no con el mensaje inicial que desencaden¨® las reacciones agresivas¨C se convirtieron a su vez en blanco de agresiones. Y cuando uno de los adversarios de la profesora, su compa?era de Cambridge Priyamvada Gopal, una mujer de ascendencia asi¨¢tica, present¨® su respuesta al tuit original de Beard en un art¨ªculo en Internet, recibi¨® su propia lluvia de insultos.
Hay multitud de pruebas de que las mujeres y los miembros de las minor¨ªas ¨¦tnicas son objeto de las agresiones en Twitter en cantidad desproporcionada. En los casos en que ambas se?as de identidad se cruzan, el acoso se puede volver particularmente intenso, como comprob¨® la diputada negra Diane Abbott, la cual recibi¨® casi la mitad de los tuits insultantes enviados a parlamentarias durante la campa?a que precedi¨® a las elecciones generales de 2017 en Reino Unido. Por t¨¦rmino medio, las diputadas negras y asi¨¢ticas fueron objeto de un 35% m¨¢s de mensajes abusivos que sus compa?eras blancas, aun excluyendo a Abbott del total.
Hay multitud de pruebas de que las mujeres y los miembros de las minor¨ªas ¨¦tnicas son objeto de las agresiones en Twitter en cantidad desproporcionada. En los casos en que ambas se?as de identidad se cruzan, el acoso se puede volver particularmente intenso
El constante bombardeo de agresiones, incluidas las amenazas de muerte y violencia sexual, est¨¢ silenciando a la gente, expuls¨¢ndola de las plataformas de Internet y reduciendo todav¨ªa m¨¢s la diversidad de voces y opiniones en la Red. Y no da muestras de amainar. Una encuesta realizada el a?o pasado descubri¨® que el 40% de los adultos estadounidenses hab¨ªa experimentado en primera persona el acoso a trav¨¦s de Internet, y que la mitad de ellos hab¨ªan sido v¨ªctima de formas severas de hostigamiento, incluidas amenazas f¨ªsicas y acoso. El 70% de las mujeres calificaba la persecuci¨®n a trav¨¦s de Internet de ¡°problema grave¡±.
Los modelos de negocio de las plataformas de las redes sociales, como YouTube y Facebook, promocionan los contenidos que es m¨¢s probable que obtengan respuesta de otros usuarios porque m¨¢s participaci¨®n significa mejores oportunidades de tener anunciantes. La consecuencia, sin embargo, es que se favorecen los mensajes extremos o los intensamente emotivos que crean discordia, lo cual, a su vez, puede alimentar las ¡°ciberburbujas¡± de grupos que reflejan y refuerzan mutuamente sus opiniones, contribuyendo a impulsar la difusi¨®n de contenidos m¨¢s extremos y facilitando un nicho a los bulos. En los ¨²ltimos meses, los investigadores han revelado las diferentes v¨ªas que diversos intereses particulares, entre ellos los agentes rusos, han explorado para manipular a la opini¨®n p¨²blica infiltr¨¢ndose en las burbujas de las redes sociales.
Una encuesta realizada el a?o pasado descubri¨® que el 40% de los adultos estadounidenses hab¨ªa experimentado en primera persona el acoso a trav¨¦s de Internet, y que la mitad de ellos hab¨ªan sido v¨ªctima de formas severas de hostigamiento, incluidas amenazas f¨ªsicas y acoso. El 70% de las mujeres calificaba la persecuci¨®n a trav¨¦s de Internet de ¡°problema grave¡±
La capacidad humana de comunicar ideas a trav¨¦s de redes de personas hizo posible que construy¨¦semos el mundo moderno. Internet nos ofrece una perspectiva sin parang¨®n de cooperaci¨®n y comunicaci¨®n entre toda la humanidad. Sin embargo, da la impresi¨®n de que, en vez de abrirnos a la ampliaci¨®n a gran escala de nuestros c¨ªrculos sociales en la Red, estemos retrocediendo al tribalismo y el conflicto. En estos momentos, la fe en el potencial de Internet para unir a la humanidad en una espl¨¦ndida red de colaboraci¨®n empieza a parecer ingenua. Mientras que, en la vida real, en nuestras relaciones con extra?os normalmente nos conducimos con respeto y cortes¨ªa, en Internet podemos ser horribles. ?C¨®mo podemos volver a aprender las t¨¦cnicas de colaboraci¨®n que hicieron posible que encontr¨¢semos un terreno com¨²n y prosper¨¢semos como especie?
Por qu¨¦ cooperamos
¡°?No se lo piense dos veces y pulse el bot¨®n!¡±
Pulso una cantidad, me empobrezco en un instante, y paso r¨¢pidamente a la siguiente pregunta, consciente de que jugamos contrarreloj. Mis compa?eros de equipo est¨¢n lejos y no los conozco. No tengo ni idea de si vamos todos en el mismo barco o si me est¨¢n tomando por tonta, pero sigo pulsando, sabiendo que los dem¨¢s dependen de m¨ª.
Estoy participando en uno de los llamados juegos de bienes p¨²blicos en el Laboratorio de Cooperaci¨®n Humana de la Universidad de Yale. Los investigadores del centro lo utilizan como herramienta para facilitar la comprensi¨®n de c¨®mo y por qu¨¦ cooperamos, y si podemos mejorar nuestra conducta en pro de la sociedad.
A lo largo de los a?os, los cient¨ªficos han propuesto varias teor¨ªas sobre por qu¨¦ los humanos cooperamos tan bien como para formar sociedades fuertes. Actualmente, muchos investigadores creen que las ra¨ªces evolutivas de nuestra buena disposici¨®n en general se pueden encontrar en las ventajas para la supervivencia individual que los seres humanos experimentamos cuando cooperamos como grupo. He venido a New Haven, en Connecticut (EE UU), un febrero abundante en nevadas para visitar un conjunto de laboratorios en el que los investigadores utilizan experimentos para profundizar en la indagaci¨®n de nuestra extraordinaria tendencia a ser considerados con los dem¨¢s aun a costa nuestra.
Hay muchas pruebas de que la cooperaci¨®n es una caracter¨ªstica fundamental de la evoluci¨®n humana
El juego en el que participo en la plataforma en Internet Mechanical Turk de Amazon es uno de los experimentos que el laboratorio est¨¢ realizando en estos momentos. Formo parte de un equipo de cuatro personas de diferentes lugares, y a cada uno nos han entregado la misma suma de dinero para que juguemos con ella. Nos han pedido que decidamos qu¨¦ cantidad vamos a contribuir a un fondo com¨²n sabiendo que ese fondo se duplicar¨¢ y se dividir¨¢ a partes iguales entre todos.
Esta clase de dilema social, al igual que cualquier forma de cooperaci¨®n, se basa en un cierto nivel de confianza en que los dem¨¢s miembros del grupo se van a comportar con honradez. Si cada miembro del grupo aporta todo su dinero, la cantidad se duplica, se redistribuye en cuatro partes, todos duplican lo que ten¨ªan y todo el mundo sale ganando.
¡°Pero si lo piensas desde la perspectiva individual¡±, apunta David Rand, director del laboratorio, ¡°cada d¨®lar que aportas se multiplica por dos y luego se divide entre cuatro, lo que significa que cada persona solo recibe 50 centavos a cambio del d¨®lar que puso¡±.
Aunque, desde el punto de vista colectivo, todo el mundo sale ganando al contribuir a un proyecto de grupo que nadie podr¨ªa gestionar solo ¨Cen la vida real podr¨ªa ser pagar la construcci¨®n de un hospital o abrir una acequia de riego comunitaria¨C, a escala individual hay un coste. Desde el punto de vista financiero, uno gana m¨¢s dinero comport¨¢ndose de manera m¨¢s ego¨ªsta.
El equipo de Rand ha usado este juego con miles de jugadores. A la mitad se les ha pedido ¨Ccomo en mi caso¨C que decidiesen su contribuci¨®n r¨¢pidamente ¨Cen 10 segundos¨C, mientras que a la otra mitad se les indic¨® que se tomasen su tiempo y considerasen detenidamente su decisi¨®n. Result¨® que, cuando la gente actuaba por instinto, era mucho m¨¢s generosa que cuando dedicaba tiempo a deliberar.
¡°Hay muchas pruebas de que la cooperaci¨®n es una caracter¨ªstica fundamental de la evoluci¨®n humana¡±, afirma Rand. Cuando cooperan con el grupo, los individuos obtienen beneficios y tienen m¨¢s probabilidades de sobrevivir. Por otra parte, que se nos permita formar parte del grupo y beneficiarnos de ¨¦l depende de nuestra reputaci¨®n de comportarnos de manera cooperativa.
¡°En las sociedades reducidas en las que viv¨ªan nuestros ancestros, todas las interacciones se produc¨ªan con personas a las que ibas a volver a ver y con las que ibas a volver a interactuar en el futuro inmediato¡±, explica el investigador. Eso refrenaba cualquier tentaci¨®n de actuar agresivamente o de aprovecharse por la cara de las contribuciones de otros. ¡°Desde un punto de vista ego¨ªsta, el mostrarse cooperativo tiene sentido¡±.
La cooperaci¨®n genera m¨¢s cooperaci¨®n en un c¨ªrculo mutuamente virtuoso. M¨¢s que cavilar cada vez para decidir si el ser considerados favorece a nuestros intereses a largo plazo, es m¨¢s eficaz y requiere menos esfuerzo seguir la norma b¨¢sica de comportarse correctamente con los dem¨¢s. Esta es la raz¨®n de que, en el experimento, cuando reaccionamos sin pensar lo hagamos con generosidad.
A lo largo de nuestra vida aprendemos de la sociedad que nos rodea hasta qu¨¦ punto ser cooperativos. Sin embargo, nuestros comportamientos aprendidos tambi¨¦n pueden cambiar muy deprisa.
Los participantes en el experimento de Rand que jugaron la ronda r¨¢pida en su mayor¨ªa fueron generosos y recibieron ganancias tambi¨¦n generosas, as¨ª que su actitud se reforz¨®. En cambio, los que reflexionaron su decisi¨®n fueron m¨¢s ego¨ªstas. Esto result¨® en un fondo com¨²n escaso, lo cual confirm¨® la idea de que no val¨ªa la pena confiar en el grupo. En un experimento posterior con personas que ya hab¨ªan jugado una ronda, Rand les entreg¨® una suma m¨¢s elevada de dinero. Luego les pregunt¨® cu¨¢nto quer¨ªan donar a un desconocido an¨®nimo. Esta vez no hab¨ªa ning¨²n incentivo para la donaci¨®n. Los jugadores ten¨ªan que actuar de manera exclusivamente ben¨¦fica.
El resultado fue que hab¨ªa grandes diferencias entre unos y otros. Las personas que en la primera fase se hab¨ªan acostumbrado a cooperar, en la segunda entregaron el doble de dinero que las que hab¨ªan tomado la costumbre de comportarse ego¨ªstamente. ¡°En consecuencia, estamos influyendo en la vida y el comportamiento internos de las personas¡±, afirma Rand. ¡°Influimos en la manera en que se comportan aun cuando nadie las est¨¦ viendo ni haya ninguna instituci¨®n para castigarlas o recompensarlas¡±.
El equipo de Rand ha hecho experimentos con la manera en que gente de diferentes pa¨ªses participa en el juego a fin de ver c¨®mo la solidez de las instituciones sociales ¨Ccomo el gobierno, la familia, la educaci¨®n y los sistemas legales¨C influye en el comportamiento. En Kenia, donde la corrupci¨®n del sector p¨²blico es elevada, al principio los jugadores daban con menos generosidad al desconocido que los de Estados Unidos, donde hay menos corrupci¨®n. Esto indica que quienes pueden fiarse de unas instituciones sociales relativamente justas se comportan con un esp¨ªritu m¨¢s social, mientras que aquellos cuyas instituciones son menos dignas de cr¨¦dito son m¨¢s proteccionistas. No obstante, despu¨¦s de jugar una sola ronda de la versi¨®n del juego de bienes p¨²blicos dirigido a fomentar la cooperaci¨®n, la generosidad de los kenianos igual¨® a la de los estadounidenses. Y funcionaba en los dos sentidos: los estadounidenses a los que se hab¨ªa entrenado para que fuesen ego¨ªstas dieron mucho menos.
En definitiva, ?hay algo en la cultura de las redes sociales que hace que algunas personas se comporten de manera mezquina? A diferencia de las antiguas culturas cazadoras-recolectoras, que depend¨ªan de la cooperaci¨®n y el reparto para sobrevivir y que sol¨ªan tener normas sobre cu¨¢ndo ofrecer comida a qui¨¦n en su red social, las instituciones de las ciberredes sociales son d¨¦biles. Ofrecen distancia f¨ªsica, un relativo anonimato, y poco riesgo para la reputaci¨®n, as¨ª como de castigo para los comportamientos inadecuados. Si te comportas mezquinamente, nadie que conozcas se va a enterar.
El papel de la ¨¦tica
Camino fatigosamente un par de manzanas bajo la tormenta de nieve para llegar al Laboratorio de Psicolog¨ªa de Molly Crocket, donde los cient¨ªficos investigan la toma de decisiones ¨¦ticas en la sociedad. Una de las ¨¢reas en las que centran su atenci¨®n es de qu¨¦ manera las emociones sociales se transforman en Internet, en particular la indignaci¨®n moral. Los estudios a partir de im¨¢genes cerebrales muestran que cuando las personas act¨²an bas¨¢ndose en su indignaci¨®n moral, se activa el centro de recompensa de su cerebro, lo cual hace que se sientan bien. Esto refuerza su comportamiento, de manera que es m¨¢s probable que vuelvan a intervenir de la misma manera. En consecuencia, si ven que alguien act¨²a infringiendo una norma social, por ejemplo, permitiendo que su perro haga sus necesidades en un parque infantil, y reprenden p¨²blicamente al infractor, despu¨¦s se sienten bien. Y aunque enfrentarse a un contraventor de las normas sociales de la comunidad conlleva sus riesgos ¨Cpodr¨ªa agredirte¨C, tambi¨¦n mejora la reputaci¨®n de uno
En nuestras vidas relativamente pac¨ªficas, rara vez nos encontramos con conductas indignantes, as¨ª que pocas veces presenciamos manifestaciones de indignaci¨®n moral. Pero si abrimos Twitter o Facebook descubrimos una imagen muy diferente. Diversos estudios recientes muestran que los mensajes que contienen palabras tanto morales como emotivas tienen m¨¢s probabilidades de ser difundidos por las redes sociales. Cada palabra moral o emotiva presente en un tuit aumenta en un 20% la probabilidad de que sea retuiteado.
A diferencia de las antiguas culturas cazadoras-recolectoras, que depend¨ªan de la cooperaci¨®n y el reparto para sobrevivir y que sol¨ªan tener normas sobre cu¨¢ndo ofrecer comida a qui¨¦n en su red social, las instituciones de las ciberredes sociales son d¨¦biles. Ofrecen distancia f¨ªsica, un relativo anonimato, y poco riesgo para la reputaci¨®n, as¨ª como de castigo para los comportamientos inadecuados. Si te comportas mezquinamente, nadie que conozcas se va a enterar
¡°Los contenidos que suscitan indignaci¨®n y que la expresan tienen muchas mas probabilidades de ser compartidos¡±, se?ala Crockett. Lo que hemos creado en Internet es ¡°un ecosistema que selecciona los contenidos m¨¢s indignantes junto con una plataforma en la que es m¨¢s f¨¢cil que nunca expresar indignaci¨®n¡±.
A diferencia de lo que ocurre en el universo fuera de la red, reconvenir y poner a alguien en evidencia no comporta riesgos personales. Basta con hacer clic unas cuantas veces en un bot¨®n. Adem¨¢s, no hace falta estar cerca f¨ªsicamente, as¨ª que en Internet se expresa mucha m¨¢s indignaci¨®n. Y el fen¨®meno se realimenta. ¡°Cuando castigas a alguien por infringir una norma, apareces como m¨¢s fiable a ojos de los dem¨¢s, as¨ª uno puede transmitir su car¨¢cter moral expresando indignaci¨®n y castigando la infracci¨®n de las normas sociales¡±, concluye Crocket. ¡°Adem¨¢s, la gente cree que, cuando expresa su enojo, est¨¢ haciendo el bien, que su emoci¨®n nace de un reducto de moralidad y rectitud.
¡±Cuando pasas de fuera de la Red ¨Cdonde puedes dar lustre a tu buen nombre para la persona que ande por all¨ª en ese momento¨C a la Red, donde lo difundes a toda tu red social, se amplifica espectacularmente la recompensa personal derivada de expresar tu indignaci¨®n¡±.
A ello vienen a sumarse las valoraciones que la gente recibe en las redes sociales en forma de ¡°me gusta¡±, retuits, etc¨¦tera. ¡°Nuestra hip¨®tesis es que el dise?o de estas plataformas podr¨ªa convertir la expresi¨®n de enfado en un h¨¢bito, y un h¨¢bito es algo que se practica sin pensar en sus consecuencias. No tiene en consideraci¨®n qu¨¦ pasar¨¢ despu¨¦s. No es m¨¢s que una respuesta ciega a un est¨ªmulo¡±, explica Crockett.
¡°Creo que vale la pena tener una conversaci¨®n como sociedad sobre si queremos que nuestra moralidad est¨¦ controlada por unos algoritmos cuyo objetivo es ganar dinero para los gigantes tecnol¨®gicos¡±, a?ade. ¡°Pienso que a todos nos gustar¨ªa creer y sentir que nuestras emociones, nuestros pensamientos y nuestros comportamientos morales son intencionados y no reacciones autom¨¢ticas a cualquier cosa que tengamos delante que el dise?ador de nuestro tel¨¦fono m¨®vil piense que va a aumentar sus beneficios¡±.
El lado positivo es que el menor coste de expresar la rabia en Internet ha permitido que grupos marginales y menos poderosos promuevan causas que, hist¨®ricamente, han sido m¨¢s dif¨ªciles de impulsar. La indignaci¨®n moral en las redes sociales ha desempe?ado un papel importante a la hora de llamar la atenci¨®n sobre los abusos sexuales contra mujeres por parte de hombres en posiciones de poder. Asimismo, en febrero de 2018, los adolescentes de Florida que clamaron en las redes sociales contra otro tiroteo m¨¢s en un instituto de su estado contribuyeron a hacer que cambiase la opini¨®n p¨²blica, adem¨¢s de poner en evidencia a unas cuantas grandes empresas para lograr que abandonasen sus programas de descuentos para los miembros de la Asociaci¨®n Nacional del Rifle.
¡°Creo que tienen que existir maneras de conservar las ventajas del universo en la Red¡±, sostiene la investigadora, ¡°al tiempo que reflexionamos con m¨¢s cautela c¨®mo redise?ar esas interacciones a fin de acabar con algunos de los aspectos m¨¢s perjudiciales¡±.
Nicholas Christakis, director del Laboratorio de la Naturaleza Humana de Yale, situado a unas pocas manzanas ¨Ccubiertas de nieve¨C de distancia, ha reflexionado ampliamente sobre el dise?o de nuestras interacciones en las redes sociales. Su equipo estudia de qu¨¦ manera nuestra posici¨®n en una red social influye en nuestro comportamiento, e incluso de qu¨¦ manera determinados individuos influyentes pueden alterar dr¨¢sticamente la cultura de toda una red.
El equipo explora las maneras de identificar a esos individuos y reclutarlos para programas de salud p¨²blica que podr¨ªan ser beneficiosos para la comunidad. En Honduras est¨¢n empleando esta estrategia para influir en las inscripciones para la vacunaci¨®n y la asistencia materna, por ejemplo. En Internet, esas personas tienen la capacidad de convertir una cultura de acoso en una de apoyo.
Las grandes empresas ya utilizan un sistema rudimentario para identificar a los llamados influencers de Instagram para que hagan publicidad de sus marcas. Pero Christakis no solo se fija en la popularidad de una persona, sino tambi¨¦n en su posici¨®n en la red y en la forma de esta. En algunas, como una aldea aislada, todo el mundo est¨¢ estrechamente conectado y es probable que, en una fiesta, conozca a todos. En una ciudad, por el contrario, puede que la gente en su conjunto viva m¨¢s cerca unos de otros, pero es menos probable que en una fiesta alguien conozca a todo el mundo. La intensidad de la interconexi¨®n en una red influye en la manera en que los comportamientos y la informaci¨®n se difunden por ella, explica el experto.
¡°Si tomamos ¨¢tomos de carbono y los ensamblamos de determinada manera, se convierten en grafito, que es blando y oscuro. Si tomamos los mismos ¨¢tomos y los unimos de manera diferente, se convierten en diamante, que es duro y claro. Estas propiedades de dureza y claridad no pertenecen a los ¨¢tomos de carbono. Son propiedades del conjunto de ¨¢tomos de ese elemento y dependen de c¨®mo estos se interconecten¡±, cita a modo de ejemplo. ¡°Lo mismo ocurre con los grupos humanos¡±.
Christakis ha dise?ado un programa para investigar este fen¨®meno mediante la creaci¨®n de sociedades artificiales pasajeras en la Red. ¡°Introducimos en ellas a personas, dejamos que interact¨²en, y observamos c¨®mo juegan un juego de bienes p¨²blicos, por ejemplo, para evaluar su buena disposici¨®n hacia otros jugadores¡±.
A continuaci¨®n, el cient¨ªfico interviene en la red. ¡°Manipulando las interacciones de determinada manera puedo conseguir que los participantes sean agradables unos con otros, que trabajen bien juntos y que sean felices, sanos y cooperen. Tambi¨¦n puedes tomar a las mismas personas, conectarlas de otra manera, y que se traten unos a otros como unos imb¨¦ciles mezquinos que no cooperan, no comparten informaci¨®n y no son amables¡±.
En un experimento, Christakis eligi¨® al azar a desconocidos para que jugasen el juego de bienes p¨²blicos entre ellos. Al principio, cuenta, alrededor de dos terceras partes de los participantes se comportaban de manera cooperativa. ¡°Pero algunas de las personas con las que interactuaban se aprovechaban de ellos, y como sus ¨²nicas opciones eran ser amables y cooperativos o desertar, eligieron esto ¨²ltimo porque estaban atrapados en su relaci¨®n con esas personas que se aprovechaban de ellos. Al final del experimento todos se trataban mal¡±.
Christakis dio la vuelta a la situaci¨®n por el sencillo procedimiento de permitir que cada persona controlase un poco con qui¨¦n estaba conectada despu¨¦s de cada ronda. ¡°Ten¨ªan que tomar dos decisiones: tratar bien a sus vecinos o no hacerlo, y quedarse con un vecino o no quedarse con ¨¦l¡±. Lo ¨²nico que cada jugador sab¨ªa sobre sus vecinos era si, en la ronda anterior, hab¨ªan cooperado o hab¨ªan desertado. ¡°Logramos demostrar que la gente cortaba sus lazos con los desertores y los establec¨ªa con los cooperadores, y que la red se reconectaba y se convert¨ªa en una estructura como la del diamante en vez de como la del grafito¡±. En otras palabras, en una estructura cooperativa prosocial en lugar de en una no cooperativa.
En un intento por generar cibercomunidades m¨¢s cooperativas, el equipo de Christakis ha empezado a a?adir bots a sus sociedades temporales. El experto me lleva a un ordenador port¨¢til y me pone a jugar otro juego. En ¨¦l, los jugadores an¨®nimos tienen que trabajar como equipo para resolver un dilema que a los alicatadores les resultar¨¢ familiar. Cada uno de nosotros tenemos que elegir un color de entre tres, pero los colores de los jugadores conectados directamente entre s¨ª tienen que ser diferentes. Si resolvemos el rompecabezas en un l¨ªmite de tiempo, recibiremos una parte del dinero del premio. Si no lo conseguimos, todos nos quedaremos sin nada. Estoy jugando al menos con 30 personas m¨¢s. Ninguno podemos ver la red de conexiones completa, sino solamente a las personas con las que estamos conectados directamente. En todo caso, para ganar tenemos que cooperar.
Yo estoy conectado a dos vecinos cuyos colores son verde y azul, as¨ª que elijo rojo. Entonces mi vecino de la izquierda cambia a rojo, de manera que yo, r¨¢pidamente, cambio a azul. El juego contin¨²a y cada vez estoy m¨¢s tensa. Maldigo la lentitud de mis tiempos de reacci¨®n. Tengo que cambiar de color con frecuencia en respuesta a novedades en otros puntos de la red que no puedo ver y que env¨ªan una cascada de cambios a trav¨¦s de las conexiones. El tiempo se acaba antes de que resolvamos el problema, lo cual desencadena respuestas airadas en el buz¨®n de comentarios del juego procedentes de jugadores lejanos que reprueban la estupidez de los dem¨¢s. Personalmente, me siento aliviada de que hayamos terminado y ya no haya nadie que dependa de mi torpeza en el juego para ganar dinero.
Christakis cuenta que hay redes tan complejas que el rompecabezas es imposible de resolver en el tiempo establecido. El consuelo, sin embargo, dura poco. El juego en el que yo he participado se pod¨ªa resolver. Mi anfitri¨®n da marcha atr¨¢s al proceso y me revela por primera vez la red completa. Veo que yo me encontraba en una rama inferior lejos del centro principal. Algunos jugadores estaban conectados solamente a otra persona, pero la mayor¨ªa ten¨ªan conexiones con tres o m¨¢s. Miles de personas de todo el mundo participan en estos juegos en Amazon Mechanical Turk, atra¨ªdas por la peque?a cantidad que ganan en cada ronda. Como yo estoy viendo el juego que acabo de jugar, pero ahora desplegado, Christakis me informa de que, en realidad, tres jugadores son bots infiltrados. ¡°Los llamamos ¡®inteligencia artificial tonta¡±, explica.
Su equipo no est¨¢ interesado en inventar una inteligencia artificial supersagaz para que sustituya la cognici¨®n humana. El plan es m¨¢s bien infiltrar bots tontos en una comunidad de seres humanos inteligentes para ayudar a estos ¨²ltimos a ayudarse a s¨ª mismos.
¡°Quer¨ªamos comprobar si pod¨ªamos usar los bots ¡®tontos¡¯ para conseguir que la gente se desprendiese de manera que pudiese cooperar y coordinarse un poco m¨¢s, y que su capacidad natural de obtener buenos resultados saliese a la superficie con un poco de ayuda¡±, me explica el director del experimento. Lo que descubri¨® fue que aunque los bots jugaban a la perfecci¨®n, no serv¨ªan de ayuda a los humanos, pero si comet¨ªan algunos errores, liberaban el potencial del grupo para encontrar una soluci¨®n.
¡°Algunos de estos bots tomaron decisiones contrarias al sentido com¨²n. Aunque sus vecinos ten¨ªan el color verde y ellos deber¨ªan haber elegido naranja, eligieron verde¡±. Al hacerlo, dieron la posibilidad a uno de los jugadores conectados con ellos que ten¨ªan verde de escoger naranja, ¡°lo cual abre la puerta al siguiente jugador, que puede elegir un color diferente y, mira por d¨®nde, se resuelve el problema¡±. Sin el bot, los jugadores humanos probablemente se habr¨ªan quedado con el verde sin darse cuenta de que ese era el problema. ¡°Incrementar temporalmente los conflictos permite que los jugadores contiguos tomen mejores decisiones¡±.
El equipo de Yale no est¨¢ interesado en inventar una inteligencia artificial supersagaz para que sustituya la cognici¨®n humana. El plan es m¨¢s bien infiltrar bots tontos en una comunidad de seres humanos inteligentes para ayudar a estos ¨²ltimos a ayudarse a s¨ª mismos
A?adiendo una peque?a perturbaci¨®n al sistema, los ¡°jugadores¡± cibern¨¦ticos contribuyeron a que la red funcionase m¨¢s eficazmente. A lo mejor se podr¨ªa elaborar una versi¨®n del modelo que infiltrase de vez en cuando comentarios que ofreciesen una perspectiva diferente en la secci¨®n de noticias de personas tendenciosas, de manera que se ofreciese un perspectiva diferente que ayudase a la gente a salir de su burbuja de confort en las redes sociales y permitiese que la sociedad en su conjunto cooperase m¨¢s.
Gran parte del comportamiento antisocial en Internet tiene su origen en el anonimato de las interacciones, en las que el coste de la mezquindad para el buen nombre es mucho menor que en las relaciones cara a cara. Tambi¨¦n en este caso, los bots pueden ofrecer una soluci¨®n. Un experimento descubri¨® que el nivel de los insultos racistas tuiteados a usuarios negros se pod¨ªa reducir radicalmente utilizando cuentas robotizadas con perfiles de personas blancas para responder a los tuiteros racistas. Una t¨ªpica respuesta de un bot a uno de estos tuits ofensivos ser¨ªa: ¡°Oye t¨ªo, piensa que hay gente de verdad que se siente dolida cuando la atacas con ese lenguaje¡±. Con fomentar un poco la empat¨ªa en los autores de los comentarios bast¨® para que los emisores redujesen sus mensajes racistas casi por completo durante semanas.
Otra manera de responder al bajo precio para la reputaci¨®n de una persona por su mal comportamiento en la Red es introducir artificialmente alguna forma de castigo social. La empresa de juegos League of Legends lo hizo incluyendo un elemento llamado ¡°Tribunal¡±, en el que los jugadores sancionan el juego negativo. La empresa inform¨® de que, en un a?o, 280.000 jugadores se hab¨ªan ¡°reformado¡±, lo que significa que, tras ser castigados por el Tribunal, hab¨ªan cambiado de actitud, a ra¨ªz de lo cual hab¨ªan adquirido buena fama en la comunidad. Los inform¨¢ticos que desarrollan las aplicaciones tambi¨¦n podr¨ªan introducir recompensas sociales por el buen comportamiento, fomentando as¨ª los elementos m¨¢s cooperativos que contribuyen a forjar relaciones.
Los investigadores ya han empezado a aprender a predecir cu¨¢ndo una conversaci¨®n est¨¢ a punto de volverse negativa, y por lo tanto, el momento en el que una intervenci¨®n preventiva podr¨ªa resultar beneficiosa. ¡°Normalmente piensas que los soci¨®patas de la Red, los llamados trolls que causan todo ese da?o, son una minor¨ªa¡±, se?ala Cristian Danescu-Niculescu-Mizil en el departamento de Ciencias de la Informaci¨®n de la Universidad de Cornell. ¡°En realidad, lo que descubrimos en nuestro trabajo es que la gente de a pie, como usted y como yo, puede mostrar esa clase de comportamiento antisocial. Durante un periodo de tiempo, uno puede convertirse en un verdadero troll, lo cual es sorprendente¡±.
Y tambi¨¦n alarmante. Echo mentalmente un vistazo a mis ¨²ltimos tuits, con la esperanza de no haber ca¨ªdo en el acoso en alg¨²n torpe intento de parecer interesante o graciosa o mis seguidores. Al fin y al cabo, puede ser muy tentador comportarse ofensivamente con alguien que est¨¢ lejos y a quien no conoces si piensas que con ello vas a impresionar a tu grupo social.
Danescu-Nicalescu-Mizil ha investigado las secciones de comentarios que hay debajo de los art¨ªculos que se publican en Internet y ha identificado dos detonadores principales del acoso: el contexto de la conversaci¨®n ¨Cc¨®mo se comportan los otros usuarios¨C y el estado de ¨¢nimo del que hace el comentario. ¡°Si tienes un mal d¨ªa o resulta que es lunes, por ejemplo, es mucho m¨¢s probable que hagas comentarios maliciosos en la misma situaci¨®n¡±, observa. ¡°Los s¨¢bados por la ma?ana eres m¨¢s agradable¡±.
Tras recopilar los datos, incluidos los de personas que hab¨ªan tenido comportamientos malintencionados en el pasado, el cient¨ªfico desarroll¨® un algoritmo que predice con un 80% de acierto cu¨¢ndo alguien est¨¢ a punto de empezar a ser ofensivo en la Red. Su creaci¨®n ofrece la oportunidad, por ejemplo, de retardar la velocidad de publicaci¨®n de la respuesta. Si la gente se lo tiene que pensar dos veces antes de escribir algo, mejora el contexto de la conversaci¨®n para todos, ya que es menos probable que asistas al mal comportamiento de otras personas, y por lo tanto, tambi¨¦n que te comportes de manera desagradable t¨² mismo.
La buena noticia es que, a pesar de las actitudes horribles que muchos de nosotros hemos vivido en Internet, la mayor¨ªa de las interacciones son agradables y cooperativas. La indignaci¨®n moral justificada se utiliza con un resultado provechoso para recriminar los tuits que transmiten odio. Un reciente estudio brit¨¢nico sobre el antisemitismo en Twitter descubri¨® que los art¨ªculos que reprochaban los tuits ofensivos para los jud¨ªos se compart¨ªan mucho m¨¢s que los antisemitas. La mayor¨ªa de los art¨ªculos malevolentes eran ignorados o se compart¨ªan ¨²nicamente dentro de una peque?a c¨¢mara de eco de cuentas similares. Quiz¨¢ estemos empezando a realizar nosotros mismos la tarea de los bots.
Bloquee e ignore a los acosadores o, si se siente en condiciones, d¨ªgales que dejen de hacerlo. Hable con su familia y sus amigos de lo que pasa y p¨ªdales que le ayuden. Haga capturas de pantalla e informe del acoso al servicio de la red social en la que se est¨¦ produciendo y, si este incluye amenazas f¨ªsicas, avise a la polic¨ªa
Como indica Danescu-Niculescu-Mizil, hemos tenido miles de a?os para pulir nuestras relaciones cara a cara, pero solo 20 para las redes sociales. ¡°En persona contamos con pistas que van desde las expresiones faciales hasta el lenguaje corporal o el tono. Sin embargo, en Internet debatimos los temas solamente a trav¨¦s del texto. Creo que no deber¨ªa sorprendernos que nos cueste tanto encontrar la manera adecuada de discutir y cooperar en el ciberespacio¡±.
A medida que se desarrolla nuestro comportamiento en la Red, podemos introducir se?ales sutiles, equivalentes digitales de las pistas faciales, para ayudar a suavizar las discusiones. Hasta entonces, el consejo para afrontar el acoso v¨ªa Internet es mantener la calma. Usted no es el responsable. No contraataque. Bloquee e ignore a los acosadores o, si se siente en condiciones, d¨ªgales que dejen de hacerlo. Hable con su familia y sus amigos de lo que pasa y p¨ªdales que le ayuden. Haga capturas de pantalla e informe del acoso al servicio de la red social en la que se est¨¦ produciendo y, si este incluye amenazas f¨ªsicas, avise a la polic¨ªa.
Si las redes sociales tal como las conocemos quieren sobrevivir, las empresas que operan las plataformas tendr¨¢n que seguir gobernando sus algoritmos, quiz¨¢ contando con los conocimientos de las ciencias del comportamiento, para promover la cooperaci¨®n m¨¢s que la divisi¨®n y las experiencias positivas en la Red m¨¢s que el maltrato. Los usuarios, por nuestra parte, tambi¨¦n podemos aprender a adaptarnos a este nuevo entorno de la comunicaci¨®n de manera que las interacciones c¨ªvicas y productivas sigan siendo la norma en el ciberespacio de la misma manera que lo son cara a cara.
¡°Soy optimista¡±, asegura Danescu-Niculescu-Mizil. ¡°No es m¨¢s que un juego diferente, y tenemos que evolucionar¡±.
Diversas organizaciones, como HeartMob, HeartMob y ConnectSafely, as¨ª como los propios servicios que operan las redes sociales (por ejemplo, Twitter, Facebook e Instagram) ofrecen asesoramiento y apoyo para hacer frente al acoso en Internet.
Wellcome, editora de Mosaic, posee acciones en Facebook, Alphabet y otras empresas de redes sociales como parte de su cartera de inversiones.
Este art¨ªculo apareci¨® primero en Mosaic y se publica aqu¨ª gracias a una licencia Creative Commons.
Traducci¨®n de News Clips.
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