Los robots sexuales ya est¨¢n aqu¨ª, ?debe haber leyes que los regulen?
El autor considera que los 'sexbots' plantean problemas de ¨¦tica y privacidad como, por ejemplo, en el caso de los robots con forma de ni?o
Los robots ya est¨¢n aqu¨ª. ?Les siguen de cerca los robots sexuales?
Seg¨²n afirman desde el Informe Drudge hasta The New York Times, los robots sexuales, o sexbots, se est¨¢n convirtiendo r¨¢pidamente en parte del tema de conversaci¨®n nacional sobre el futuro del sexo y de las relaciones. Detr¨¢s de los titulares hay varias empresas que desarrollan actualmente robots dise?ados para proporcionar compa?¨ªa y placer sexual a los seres humanos, y ya hay algunos en el mercado.
A diferencia de los juguetes y de las mu?ecas sexuales, que por lo general se venden en tiendas discretas y se esconden en armarios, los sexbots pueden llegar a ser algo corriente. Un estudio de 2017 indicaba que casi la mitad de los estadounidenses piensan que tener sexo con robots se convertir¨¢ en una pr¨¢ctica habitual dentro de 50 a?os.
Como experto en inteligencia artificial, neurociencia y derecho, me interesan las cuestiones legales y pol¨ªticas que plantean los robots sexuales. ?C¨®mo nos aseguramos de que son seguros? ?C¨®mo afectar¨¢ la intimidad con un robot sexual al cerebro humano? ?Ser¨ªa ¨¦tico el sexo con un robot con aspecto de ni?o? Y, por cierto, ?qu¨¦ es exactamente un robot sexual?
La definici¨®n de ¡°robot sexual¡±
No existe una definici¨®n universalmente aceptada de ¡°robot sexual¡±. Puede que esto no parezca importante, pero en realidad supone un grave problema para plantear cualquier propuesta de regularlos o de prohibirlos.
La principal dificultad es c¨®mo distinguir un robot sexual de un ¡°robot sensual¡±. ?El hecho de que un robot sea atractivo para un ser humano y le pueda proporcionar satisfacci¨®n sexual lo convierte en un ¡°robot sexual¡±?
Resulta tentador definirlos como juguetes sexuales centr¨¢ndose en su uso principal, como hace la legislaci¨®n. En Alabama, el ¨²nico estado de EE UU que todav¨ªa proh¨ªbe totalmente la venta de juguetes sexuales, el Gobierno se centra en los aparatos ¡°principalmente para la estimulaci¨®n de los ¨®rganos genitales humanos¡±.
El problema que suscita la aplicaci¨®n de esta definici¨®n a los robots sexuales es que estos ¨²ltimos cada vez proporcionan mucho m¨¢s que sexo. Estos robots no son solo mu?ecas con un microchips sino que usar¨¢n algoritmos que aprenden ellos mismos para despertar emociones en su pareja.
Tomemos el ejemplo del robot Mark 1, que se parece a la actriz Scarlett Johansson. A menudo se le considera un robot sexual, pero cuando entrevist¨¦ a su creador, Ricky Ma Tsz Hang, me aclar¨® r¨¢pidamente que Mark 1 no est¨¢ hecho para ser un robot sexual. El objetivo de estos robots ser¨¢ ayudar en todo tipo de tareas, desde preparar la comida de un ni?o hasta proporcionar compa?¨ªa a un pariente anciano.
Naturalmente, los seres humanos pueden manejarse bien tanto en el contexto sexual como en el no sexual. Pero, ?qu¨¦ pasar¨ªa si un robot pudiese hacer lo mismo? ?C¨®mo conceptualizamos y dirigimos a un robot que puede pasar del modo ¡°jugar con ni?os¡± durante el d¨ªa al modo ¡°jugar con adultos¡± por la noche?
Cuestiones legales espinosas
En el caso Lawrence contra Texas de 2003, que marc¨® un hito, el Tribunal Supremo anul¨® la ley sobre la sodom¨ªa de Texas y estableci¨® lo que algunos expertos han descrito como un derecho a la privacidad sexual.
Actualmente existen divergencias entre los tribunales sobre c¨®mo deber¨ªa aplicarse el caso Lawrence a las restricciones estatales sobre la venta de juguetes sexuales. Hasta ahora, la prohibici¨®n de Alabama se mantiene, pero sospecho que al final se anular¨¢n todas las prohibiciones sobre los juguetes sexuales. De ser as¨ª, parece poco probable que los estados puedan restringir totalmente las ventas de robots sexuales en general.
La mera posibilidad de que existan robots sexuales con aspecto de ni?o ya ha dado lugar a un proyecto de ley bipartidista del Congreso
Sin embargo, podr¨ªa ser diferente en el caso de las prohibiciones sobre los robots sexuales con aspecto de ni?o.
No se sabe a ciencia cierta si ya hay alguien en EE UU que tenga un robot sexual con aspecto de ni?o. Pero la mera posibilidad de que existan robots sexuales con aspecto de ni?o ya ha dado lugar a un proyecto de ley bipartidista del Congreso de EE UU, la Ley para Restringir los Robots Electr¨®nicos Ped¨®filos Explotadores y Realistas, o CREEPER por sus siglas en ingl¨¦s. La ley se present¨® en 2007 y se aprob¨® por unanimidad seis meses despu¨¦s.
Los pol¨ªticos estatales seguir¨¢n sin duda el ejemplo, y es probable que veamos muchos intentos de prohibir los robots sexuales con aspecto de ni?o. Pero no est¨¢ claro si estas prohibiciones superar¨¢n las dudas constitucionales que plantean.
Por una parte, el Tribunal Supremo ha mantenido que las prohibiciones sobre la pornograf¨ªa infantil no violan la Primera Enmienda porque el Estado tiene un inter¨¦s apremiante en restringir los efectos de la pornograf¨ªa infantil en los ni?os representados. Sin embargo, el Tribunal Supremo tambi¨¦n ha mantenido que la Ley para la Prevenci¨®n de la Pornograf¨ªa Infantil de 1996 era demasiado general en su intento de prohibir la ¡°pornograf¨ªa infantil que no muestra a un ni?o real¡±.
Los robots sexuales con aspecto de ni?o son robots, no humanos. Al igual que la pornograf¨ªa infantil virtual, el desarrollo de un robot sexual con aspecto de ni?o no requiere ninguna interactuaci¨®n con ning¨²n ni?o. No obstante, tambi¨¦n podr¨ªa sostenerse que los robots sexuales con aspecto de ni?o tendr¨ªan unos graves efectos perjudiciales que obligan al Estado a actuar.
?Seguros y fiables?
Los robots sexuales quiz¨¢s se vuelvan sensibles alg¨²n d¨ªa, pero por ahora, son productos.
Y una cuesti¨®n que pr¨¢cticamente se ha pasado por alto es c¨®mo la Comisi¨®n sobre la Seguridad de los Productos de Consumo deber¨ªa regular los peligros asociados a los robots sexuales. Los productos sexuales actuales no est¨¢n debidamente regulados, y esto es preocupante teniendo en cuenta que los robots sexuales pueden hacer da?o a sus usuarios de muchas maneras.
Por ejemplo, existe peligro incluso en una escena aparentemente inocente en la que un robot sexual y un ser humano se cogen de la mano y se besan. ?Qu¨¦ pasar¨ªa si los labios de los robots sexuales estuviesen fabricados con pintura con plomo o alguna otra toxina? ?Y qu¨¦ pasar¨ªa si el robot, que tiene la misma fuerza que cinco humanos, aplastase por accidente el dedo del humano en un arrebato de pasi¨®n?
Y no se trata solo del da?o f¨ªsico, sino tambi¨¦n de la seguridad. Por ejemplo, al igual que una pareja humana aprende recordando qu¨¦ palabras son tranquilizadoras y qu¨¦ tipo de caricia resulta reconfortante, tambi¨¦n es probable que un robot sexual almacene y procese una enorme cantidad de informaci¨®n ¨ªntima. ?Qu¨¦ regulaciones existen para garantizar que estos datos sigan siendo privados? ?Hasta qu¨¦ punto ser¨¢ el robot sexual vulnerable al pirateo inform¨¢tico? ?Podr¨ªa el Estado utilizar los robots sexuales como aparatos de vigilancia para los delincuentes sexuales?
Los 'sexbots' en la ciudad
La decisi¨®n de los Gobiernos de regular los robots sexuales y la manera en que lo har¨¢n depender¨¢n de lo que aprendamos ¨C o de lo que supongamos ¨C sobre los efectos de estos robots en las personas y la sociedad.
En 2018, el Ayuntamiento de Houston sali¨® en todos los titulares al aprobar una ordenanza para prohibir la entrada en funcionamiento del que habr¨ªa sido el primer ¡°burdel¡± de robots de EE UU. En una de las reuniones comunitarias, uno de los asistentes advert¨ªa: ¡°Un negocio como este destruir¨ªa los hogares, las familias y las econom¨ªas de nuestros vecinos y causar¨ªa un gran revuelo comunitario en la ciudad¡±.
Pero estas predicciones alarmantes son pura conjetura. Hoy en d¨ªa, no existen pruebas de c¨®mo afectar¨ªa a las personas o a la sociedad la introducci¨®n de robots sexuales.
Por ejemplo, ?habr¨ªa m¨¢s o menos probabilidades de que un hombre que utilizase un robot sexual con aspecto de ni?o hiciese da?o a un ni?o humano real? ?Sustituir¨ªan los robots a los seres humanos en las relaciones o mejorar¨ªan las relaciones como lo pueden hacer los juguetes sexuales? ?Llenar¨ªan los robots sexuales un vac¨ªo para aquellos que est¨¢n solos y no tienen pareja? Y del mismo modo que los pilotos utilizan simuladores de vuelo virtuales antes de pilotar un avi¨®n de verdad, ?podr¨ªan las personas v¨ªrgenes utilizar robots sexuales para practicar el sexo de manera segura antes de probar el sexo real?
Dicho de otra manera, hay muchas m¨¢s preguntas sin respuesta sobre los robots sexuales que robots sexuales reales. Aunque resulta dif¨ªcil realizar estudios emp¨ªricos hasta que los robots sexuales est¨¦n m¨¢s extendidos, la regulaci¨®n con conocimiento de causa exige que los cient¨ªficos analicen urgentemente estos temas. De lo contrario, puede haber decisiones regulatorias reaccionarias basadas en suposiciones y en el temor a los supuestos m¨¢s catastr¨®ficos.
Un mundo feliz
Una cuesti¨®n que me fascina es la manera en que el tab¨² de turno sobre los robots sexuales crece y decrece conforme pasa el tiempo.
Hubo una ¨¦poca, no muy lejana, en la que los humanos atra¨ªdos por el mismo sexo se avergonzaban de hacerlo p¨²blico. Hoy en d¨ªa, la sociedad tambi¨¦n tiene sentimientos encontrados con respecto a la ¨¦tica de la sexualidad digital, una expresi¨®n que se emplea para describir varias relaciones ¨ªntimas entre los seres humanos y la tecnolog¨ªa. ?Llegar¨¢ un momento, no muy lejano, en que los humanos atra¨ªdos por los robots anunciar¨¢n de buena gana su relaci¨®n con una m¨¢quina?
Nadie sabe la respuesta a esta pregunta. Pero lo que yo s¨ª s¨¦ es que los robots sexuales seguramente estar¨¢n el mercado estadounidense dentro de poco, y es importante prepararse para esa realidad. El imaginar leyes que regulen los robots sexuales ya no es una hip¨®tesis de un profesor de derecho o ciencia ficci¨®n.
Es un desaf¨ªo del mundo real al que la sociedad est¨¢ a punto de enfrentarse por primera vez, y espero que la ley no se equivoque.
Francis X. Shen es profesor asociado de Derecho en la Universidad de Minnesota.
Este art¨ªculo est¨¢ republicado de?The Conversation. Aqu¨ª puede leer el?art¨ªculo original.
Traducci¨®n de NewsClips.
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