¡°Reparar parece ahora cosa de un pa¨ªs ex¨®tico del Caribe¡±
El dise?ador cubano Ernesto Oroza llama a la ¡°desobediencia tecnol¨®gica¡± para noquear la obsolescencia programada
¡°No se puede hablar del da?o que las empresas hacen al planeta, t¨² tambi¨¦n lo est¨¢s haciendo¡±, acusa el dise?ador y artista Ernesto Oroza (La Habana, 51 a?os). Reutilizar se presenta como ant¨ªdoto a la emergencia clim¨¢tica. Sin embargo, en una sociedad consumista, resulta a veces m¨¢s c¨®modo (o la ¨²nica opci¨®n factible) comprar nuevos aparatos en vez de reparar los viejos. Los cubanos saben lo que es no tirar nada y dar rienda suelta a su imaginaci¨®n para dar una segunda vida a los objetos. Oroza lleva d¨¦cadas estudiando c¨®mo la escasez surgida del embargo cubano ¡ªsevero en los noventa tras la ca¨ªda de la URSS¡ª ha hibridado el dise?o en la isla. Entre sus dispositivas luce un ventilador con base de tel¨¦fono antiguo y aspas hechas con un disco de vinilo. A otro lo impulsa el motor de una lavadora. Tambi¨¦n muestra l¨¢mparas de queroseno erguidas en latas de refresco y coches ¨²nicos, ensamblados con piezas de varias marcas.
Oroza fue profesor en el Instituto de Polit¨¦cnico de Dise?o de La Habana y dirigi¨® varios proyectos culturales en Cuba. Sin embargo, subsist¨ªa preparando 50 empanadas diarias en casa, que vend¨ªan con su esposa. ?l se mud¨® a Miami en 2007. Lo hizo cruzando la frontera de M¨¦xico, cuando su mujer ya se hab¨ªa trasladado, embarazada, a Estados Unidos. Desde all¨ª lo ha tenido m¨¢s f¨¢cil para difundir su trabajo en varios puntos del planeta. En su curr¨ªculum destaca su paso como profesor visitante por la Escuela Nacional de Creaci¨®n Industrial (ENSCI) de Par¨ªs y una beca de la Fundaci¨®n Guggenheim en Nueva York. La ¡°desobediencia tecnol¨®gica¡± es un concepto acu?ado por Oroza que consiste en desafiar la opacidad de los dise?os basados en la obsolescencia programada. Defiende que el dise?o tiene que tener en cuenta la reparaci¨®n. La experiencia cubana da sentido a su concepto, aunque el dise?ador huye de la ¡°fascinaci¨®n¡± que desprende la isla.
¡°No es cierto que los dise?os de Apple sean tan perfectos. La primera vez que tuve un Mac se me rompi¨® el cargador y vi que no hab¨ªa ning¨²n tornillo ni nada que me permitiera abrirlo¡±, explica. Lo tuvo que romper, arreglarlo y volver a juntarlo todo con celo. Perplejo, cuenta que acudi¨® al servicio t¨¦cnico de la misma marca para pedir un cambio de disco duro y que, una vez hecha la reparaci¨®n, no le entregaron el antiguo. ¡°Hay que reclamar, cuestionar, hacer preguntas, no nos podemos quedar callados¡±, asegura. Y, si hay que abrir un m¨®vil o cualquier otro aparato estropeado, Oroza subraya: ¡°Existen muchos tutoriales en YouTube¡±.
¡°Reparar parece ahora cosa de un pa¨ªs ex¨®tico del Caribe, pero era parte de nuestras culturas¡±, defiende el dise?ador, de visita a Barcelona para participar en la Maker Faire, dedicada este a?o a la econom¨ªa circular. ¡°Cuando se estropea algo uno se vuelve iracundo, pero hay que saber canalizar este conflicto¡±, apunta. Es su consejo para superar la actitud de lo quiero ahora y lo quiero ya. Sobre el deseo de anhelar la tecnolog¨ªa m¨¢s puntera reflexiona: ¡°Los j¨®venes quieren un tel¨¦fono de ¨²ltima generaci¨®n porque los dem¨¢s lo tienen. Si nos queremos integrar a una comunidad de consumidores, ya no actuamos por necesidad¡±. Padre de tres hijos, Oroza considera que esta tendencia se tiene que combatir desde le educaci¨®n: ¡°Cuando le digo a mi hijo peque?o que deje el videojuego, se pone a hacer algo creativo: tocar el piano¡±.
El artista cubano posee un registro extenso de fotos de lo que ¨¦l llama ¡°arquitectura de la necesidad¡±. Muestra c¨®mo cambiaron los edificios en su pa¨ªs natal. Ante la falta de nueva vivienda, las plantas de techos altos de dividieron en dos. Las puertas de entrada a los edificios se multiplicaron y, en algunos casos, se gan¨® espacio a la calle. Ya en Miami, ha continuado haciendo observaciones similares en comunidades desfavorecidas, cubanas, haitianas, colombianas y venezolanas. ¡°Lo que cambia, simplemente son los materiales. En Cuba no hab¨ªa cajas de pl¨¢stico de leche ni cubos de pintura¡±, explica, en referencia a los materiales reaprovechados. Un ejemplo que pone de ¡°arquitectura de la necesidad¡± en Europa: las bolsas de basura transparentes en las papeleras p¨²blicas ante el riesgo de atentado.
¡°Cuba es un capitalismo monopolista de estado¡±
¡°No todo en Cuba es cuesti¨®n del embargo, tambi¨¦n hay un embargo interno¡±, apunta Oroza. ¡°Lo l¨®gico hubiera sido que en los 90 se hubieran facilitado a la poblaci¨®n procesos de autoproducci¨®n y no se hizo¡±. Seg¨²n ¨¦l, el r¨¦gimen cubano se ha convertido en un ¡°capitalismo monopolista de estado¡±, porque es solo el Gobierno quien importa bienes y son ¡°productos de China de mal¨ªsima calidad y que da?an el medioambiente¡±. ¡°La revoluci¨®n cultural ha sido traicionada¡±, concluye. Seg¨²n ¨¦l, durante la crisis la gente quiso poner en marcha peque?as industrias y tuvieron que hacerlo a escondidas, por ejemplo, con talleres de fundido e inyecci¨®n de pl¨¢stico caseros, a veces sin el conocimiento de los materiales que eran t¨®xicos y los que no.
Tener un ordenador en Cuba no es f¨¢cil, cuenta Oroza, y durante a?os los ciudadanos se los han construido a partir de piezas sueltas. Unos j¨®venes tejieron una red llamada SNET, inicialmente a partir de cables tirados de casa en casa, para jugar en l¨ªnea y compartir contenidos, un substituto de Internet. Ya con tecnolog¨ªa inal¨¢mbrica lleg¨® a 30.000 personas. ¡°El Estado lo regul¨® y ahora quiere que les compres el ordenador a ellos para poder acceder. Mucha gente se ha quedado fuera¡±, explica. Varios miembros de SNET protagonizaron algo inusual: ¡°Fueron al ministerio de comunicaciones a manifestarse y en Cuba nunca ves ni una huelga ni nada. Lo reportaren todo en Twitter¡±. El llamado El Paquete Semanal es un disco duro de 1TB que cada semana se actualiza y los cubanos se lo pueden copiar pagando un d¨®lar. ¡°No se sabe de donde viene, mucha gente cree que est¨¢ controlado por el Estado¡±. Oroza asegura que su hermana, que vive en Cuba, muchas veces ve los contenidos de Netflix antes que ¨¦l.
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