Brewster Kahle, fundador de Internet Archive: ¡°Hemos dejado a los poderosos tomar demasiado control¡±
Fund¨® la gran biblioteca de la web en 1996 para preservar en formato digital el conocimiento de la humanidad. Despu¨¦s de 25 a?os de cruzada, sigue pensando que la red es el medio m¨¢s amenazado
Cada vez que alguien sube un archivo o hace una descarga en Internet Archive, parpadea una lucecita azul en las torres de servidores instaladas a la vista de todos en la sede de la gran biblioteca de internet en San Francisco. La elevada actividad de la p¨¢gina que permite a 1,5 millones de visitantes acceder diariamente a sus m¨¢s de 70 millones de gigabytes [el equivalente a 470 millones de discos en formato mp3] de archivos entre libros, pel¨ªculas, videojuegos y p¨¢ginas web, entre otros, convierte esa pared en una constelaci¨®n de destellos en constante movimiento. A Brewster Kahle (Nueva York, 60 a?os), padre del proyecto, se le ilumina el rostro cuando habla del lugar. ¡°Es precioso. Deber¨ªas venir a verlo¡±, se regocija mientras se balancea suavemente en el sill¨®n desde el que se ha conectado a la videollamada.
Sin embargo, su expresi¨®n tambi¨¦n titila. Como una met¨¢fora encarnada de la pared de servidores, se ensombrece cuando repasa los obst¨¢culos m¨¢s recientes a los que se ha enfrentado su proyecto, que pretende guardar copia del contenido que se va generando en internet para preservarlo y hacerlo accesible a todo el mundo. ¡°Hemos dejado a los poderosos tomar demasiado control¡±, lamenta el bibliotecario digital. Kahle fund¨® Internet Archive hace 25 a?os con la intenci¨®n de crear lo que a¨²n describe como una versi¨®n mejorada y universalmente accesible de la Biblioteca de Alejandr¨ªa, pero empez¨® a fraguar sus planes mucho antes. Antes incluso de que existiera una red de redes que le brindase la simple posibilidad de intentarlo.
Es un chiste cruel llamar ¡®p¨¢ginas¡¯ a las webs, como si fueran a durar los 500 a?os que dur¨® la Biblia de GutenbergW
En los 80, un veintea?ero Kahle, entonces estudiante de inform¨¢tica en el Massachusetts Institute of Technology (MIT), iba de un lado a otro por el puente que une Boston y Cambridge dando vueltas a la pregunta que le hab¨ªa hecho un amigo. ¡°Eres un tecn¨®logo y un idealista. ?Qu¨¦ cosa buena puedes hacer con la tecnolog¨ªa?¡±. Se le ocurrieron dos respuestas. Una era proteger la privacidad de la gente. ¡°Todav¨ªa no hab¨ªa internet, pero ya sab¨ªamos que iba a ser un problema¡±, explica. Sin embargo, acab¨® descartando esta opci¨®n por ser demasiado compleja. La alternativa era construir una biblioteca de todo: ¡°Es la ¨²nica idea que he tenido desde entonces, la ¨²nica que he llevado a cabo y todo lo que he hecho durante este tiempo¡±, asegura. ¡°No pensaba que fuera a ser tan duro, ni que llevase tanto tiempo¡±.
Consciente de que sus planes estaban fuera del alcance de la tecnolog¨ªa del momento, el joven neoyorquino dedic¨® los primeros a?os de su carrera al avance de las tareas pendientes que pod¨ªan allanarle el camino. En la empresa Thinking Machines contribuy¨® al desarrollo de superordenadores capaces de responder a consultas planteadas en lenguaje natural. Particip¨® tambi¨¦n en la creaci¨®n de WAIS, un sistema de b¨²squeda de texto capaz de obtener informaci¨®n de bases de datos de equipos remotos, al m¨¢s precoz estilo del Internet moderno. El objetivo de esta plataforma, que acab¨® vendi¨¦ndose a la empresa de servicios de internet AOL, era permitir el acceso a contenidos de socios como el Wall Street Journal o la Enciclopedia Brit¨¢nica. ¡°Una vez que la posibilidad de publicar contenidos lleg¨® a internet, pude centrarme en la biblioteca¡±.
En 1996, Kahle se puso manos a la obra de su vida. ¡°Al principio, la gente pensaba que estaba loco, que no pod¨ªa hacerse, o bien que no ten¨ªa sentido molestarse¡±, recuerda. Su primer objetivo fue poner en marcha las labores de rescate del medio cuya supervivencia vio, parad¨®jicamente, m¨¢s amenazada: la web. Entonces el peligro era la corta vida de sus p¨¢ginas. Cada una tarda una media de 100 d¨ªas en desaparecer o verse modificada. ¡°Es un chiste cruel llamarlas p¨¢ginas, como si fueran a durar los 500 a?os que dur¨® la Biblia de Gutenberg¡±, ironiza. En octubre de aquel a?o, la organizaci¨®n lanz¨® una de sus herramientas m¨¢s conocidas: la Wayback Machine, una suerte de m¨¢quina del tiempo que permite consultar los contenidos de los portales almacenados en Internet Archive a lo largo de su historia.
En las estanter¨ªas de la biblioteca digital por excelencia figuran, de acuerdo con las ¨²ltimas cifras oficiales, 475.000 millones de p¨¢ginas que crecen a un ritmo de 750 millones al d¨ªa. Adem¨¢s, Internet Archive ha digitalizado 4,6 millones de libros y contin¨²a ampliando su cat¨¢logo con unas 3.500 adiciones diarias. En el apartado de televisi¨®n ofrecen dos millones de programas de noticias en los que se pueden realizar b¨²squedas de texto y cuatro millones de pel¨ªculas. Tambi¨¦n hay espacio para la m¨²sica, con 220.000 conciertos en directo de 8.000 bandas, y los programas inform¨¢ticos. En este ¨²ltimo apartado se ofrecen 580.000 t¨ªtulos, muchos de los cuales son accesibles desde el mismo navegador a trav¨¦s de un emulador. ?Estamos sacando partido de todo ello? ¡°La mayor¨ªa de la gente solo quiere vivir su vida, hablar con los amigos, ver un poco las noticias, comprar, construir una maqueta de un tren¡ Probablemente no van a pasar mucho tiempo en la biblioteca, pero esta siempre debe estar ah¨ª, a la vuelta de la esquina cuando la necesiten¡±, razona Kahle.
Peligro persistente
Un cuarto de siglo despu¨¦s y con 70 petabytes de datos almacenados [otra manera de expresar los citados 70 millones de gigabytes], la web sigue siendo el recurso m¨¢s fr¨¢gil, admite el bibliotecario, pero los motivos han cambiado y el alcance de esos peligros se ha extendido a los dem¨¢s soportes que han ido desembarcando en ella: ¡°El problema con el acceso es que todo est¨¢ convergiendo. Uno a uno, los diferentes medios se hacen parte de Internet¡±. Adem¨¢s, preservar los contenidos que se vierten en la red exige ahora sortear firewalls que limitan el acceso para pa¨ªses enteros, contenidos publicados tras contrase?as y licencias temporales que imposibilitan adquirir permanentemente los derechos de recursos concretos. ¡°Lo que est¨¢ en peligro es la propia web. Estamos volviendo a un tiempo en el que unas pocas plataformas y actores tecnol¨®gicos convergen. Netflix hace sus pel¨ªculas, Amazon publica sus libros¡ El peligro est¨¢ en ese nivel de control¡±. La apertura que caracteriz¨® la divina juventud de internet ha dado paso a un entorno controlado por unos pocos.
?Peligra tambi¨¦n la Biblioteca de Alejandr¨ªa de la era digital? ¡°Sigue siendo nuestro objetivo. Por lo pronto, lo hemos hecho mejor que los griegos¡±, razona Kahle. ¡°No necesitas ser amigo del rey Tolomeo para entrar en ella. Puedes ser un ni?o con un ordenador en Kenia y acceder a las m¨¢s grandes obras de la humanidad¡±, razona, de nuevo con ojos brillantes. El tecn¨®logo idealista admite que completar su colecci¨®n va a llevar m¨¢s tiempo del que pens¨® en un principio, pero mantiene vivas sus convicciones.
¡°No podemos volver al pasado, pero podemos continuar mostrando el valor de la apertura¡±, asegura. Dentro de esa demostraci¨®n constante encajan proyectos como su colaboraci¨®n con Wikipedia para convertir las notas al pie de los art¨ªculos de la enciclopedia en enlaces que permitan a los lectores profundizar en la informaci¨®n; o la creaci¨®n de Internet Archive Scholar, un repositorio de estudios cient¨ªficos que adem¨¢s de rescatar documentos descatalogados, permite hacer b¨²squedas transversales en archivos web y publicaciones impresas.
Igual que hace 40 a?os, pero ahora con el respaldo de la instituci¨®n que es Internet Archive, Kahle sigue tratando de impulsar las tecnolog¨ªas que su biblioteca necesita para prosperar. En 2015, fue una de las primeras voces en reclamar la construcci¨®n de una web distribuida donde se pueda garantizar el acceso universal y la privacidad de los usuarios. ¡°Internet tuvo ¨¦xito en gran parte por su simplicidad. Pero es tr¨¢gicamente defectuoso¡±, insiste. La organizaci¨®n est¨¢ entre los mecenas de Dweb, una plataforma que trabaja en el desarrollo de una red descentralizada. ?Tenemos tiempo para esperar a que exista esta alternativa? ¡°Creo que debemos darnos prisa. Lo m¨¢s importante que tenemos que hacer es dejar espacio para que ocurran cosas nuevas. Porque los que est¨¢n en el poder suelen querer cerrar la puerta a cualquier novedad¡±, sentencia.
La esperanza del bibliotecario es desbrozar los caminos que devuelvan a internet su apertura perdida y permitan que su visi¨®n de un nuevo crisol de las grandes obras de la humanidad trascienda las paredes de su archivo digital: ¡°Nosotros somos en cierto sentido el internet del principio. Su visi¨®n original. Y todav¨ªa seguimos aqu¨ª. As¨ª que soy optimista. Creo que la gente quiere ese mundo raro y extravagante que va m¨¢s all¨¢ de lo que los poderosos, las plataformas y las tecnol¨®gicas quieren que veamos¡±.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.