Un mes en el Salvaje Oeste de la Web3, lo cripto y los NFT: entre la utop¨ªa y la especulaci¨®n
Quieren revolucionar internet (que sea de todos y no de las plataformas), y aunque hay serios motivos para dudar de su visi¨®n, tambi¨¦n los hay para mantenerse curiosos
Este oto?o decid¨ª explorar la web cripto, para entender el ruido con el blockchain, las criptomonedas y los objetos digitales escasos (NFT). He le¨ªdo a esc¨¦pticos y a fan¨¢ticos, pero sobre todo he tratado de asomarme a la comunidad supuestamente revolucionaria del Web3: compr¨¦ una fracci¨®n de un bitcoin, abr¨ª una cartera de Ethereum y otra de Tezos, me hice un perfil en bitclout, escog¨ª tres NFT baratos y pas¨¦ una tarde programando este cuadro generativo de c¨®digo abierto.
Vuelvo con una imagen: la caravana de la Web3 me recuerda a los colonos del Salvaje Oeste. Es un viaje a tierra de nadie de gente que persigue riquezas o promesas; hay timadores, oportunistas y magnates, pero tambi¨¦n chavales listos que reinventan la rueda ¡ªo la web¡ª, genuinos creadores, optimistas e idealistas.
Lo primero es explicar de qu¨¦ hablamos. Para sus defensores, la Web3 es la siguiente fase de internet, tras la Web1 (1990-2005; protocolos abiertos) y la Web2 (2005-2020; plataformas cerradas). La promesa es una internet descentralizada gracias al blockchain, la tecnolog¨ªa que sustenta todo esto, criptodivisas, contratos inteligentes o NFT. Si lo entiendo bien, la idea esencial es que la cadena de bloques es un registro p¨²blico sin due?o, una base de datos cuya escritura se gestiona de forma distribuida, y cuya integridad se protege criptogr¨¢ficamente. Es el sitio donde dice ¡ªpara que cualquiera pueda verlo¡ª que cierta cantidad de bitcoins pertenece a una wallet que t¨² controlas; que eres due?o de un producto digital; o que su autor ha firmado un contrato que dicta que el 10% de sus ventas ir¨¢n a una ONG. Si funciona como dicen sus adalides, la internet Web3 volver¨¢ a ser algo descentralizado y gobernado por comunidades. En palabras de uno de ellos, Chris Dixon: ¡°Es una internet pose¨ªda por sus constructores y usuarios¡±.
?Pero cu¨¢nto hay de verdad en esa visi¨®n? Si escribo hoy de este l¨ªo es por seguir a la periodista y escritora Marta Peirano, que la semana pasada public¨® una dura cr¨ªtica de esta ¡°nueva fe llamada Web3¡å. Es un texto ¨²til que denuncia problemas reales (especulaci¨®n, evasi¨®n de impuestos, emisiones de CO?), y que har¨¢ bien poniendo en guardia a mucha gente. Pero mi visi¨®n no es ni tan rotunda, ni tan negativa. Creo que las tecnolog¨ªas Web3 importan y que algunas funcionar¨¢n; y que en la comunidad que las empuja, en ese Salvaje Oeste del que hablaba, hay elementos positivos e historias interesantes. Por eso me mantengo curioso y parcialmente optimista.
Aqu¨ª van mis conclusiones tentativas.
Ser¨¦ tremendamente cauto antes de invertir en criptodivisas. Decidir si las monedas valen lo que cuestan es un trabajo a tiempo completo. Ya tengo uno.
No veo las ventajas de las DeFi, la banca descentralizada. Al rev¨¦s: ?Entender lo que implica custodiar tus propias criptomonedas me ha hecho apreciar m¨¢s a mi banco! Esa entidad aburrida y regulada que me asegura que algo es m¨ªo. Para conservar tus criptocosas tienes una contrase?a de doce palabras que es lo ¨²nico que da acceso a tus monedas. ?Si alguien accede a tu clave? Game Over. ?Si pierdes la clave? Game Over.
Es inaceptable que la Web3 caliente tanto el planeta. Una transacci¨®n de Ethereum consume 800.000.000 julios de energ¨ªa, el equivalente a 50 horas de aire acondicionado. Una transacci¨®n de bitcoin a¨²n consume m¨¢s. Existen cadenas m¨¢s eficientes, y Ethereum promete mejorar, pero es urgente.
No obstante, s¨ª entiendo la ilusi¨®n por un internet con propiedad. Las tecnolog¨ªas cripto prometen a?adir a internet una capa que ordene la posesi¨®n. En palabras de Dixon: ¡°Los tokens [fichas] dan a los usuarios derechos de propiedad: la capacidad de poseer una parte de internet¡±. Ahora mismo es dif¨ªcil poseer cosas digitales, no solo porque todo se puede copiar, tambi¨¦n porque es dif¨ªcil saber qui¨¦n hizo qu¨¦ o qui¨¦n es due?o de algo. Las tecnolog¨ªas del blockchain permiten crear bienes realmente digitales, como explic¨® muy bien Ezra Klein en su podcast en The New York Times, ¡°cuya existencia, singularidad, propiedad e historial de transacci¨®n se puede verificar¡±. Y eso ofrece posibilidades: ¡°formas realmente digitales de poseer cosas de valor y comprarlas y venderlas a otra gente¡±. Suena abstracto, pero pensad en aplicaciones sencillas, como hacer micropagos en lugar de dar likes, o imaginad un escritor novato que decide compartir los royalties de su primer libro con sus primeros 1.000 lectores.
?Es mercantilizar internet? S¨ª, pero eso ya pas¨®.
?Traer¨¢ la descentralizaci¨®n? Lo dudo. Es cierto que una de las cosas que ahora hacen las plataformas intermediarias, como YouTube o Spotify, es esto: ofrecen un jard¨ªn privado donde garantizan los derechos de los creadores¡ a cambio de una comisi¨®n. Los optimistas de la Web3 creen que si pierden esa funci¨®n perder¨¢n poder, y que habr¨¢ distribuci¨®n, pero en este punto soy muy, muy esc¨¦ptico ¡ªcomo Ezra Klein o Jack Dorsey¡ª: los intermediarios actuales, o sus sucesores, tienen otras v¨ªas para mantener su dominio.
Tambi¨¦n veo la relevancia de tener identidades que viajan contigo. Ahora mismo, el garante de tu perfil en Facebook o en Twitter son dos empresas. En parte por eso no tienes un solo perfil, sino uno diferente en cada jard¨ªn privado. Tener una identidad ¨²nica y de tu propiedad, que viaje contigo en internet o al metaverso, es sugerente e inquietante al mismo tiempo.
No me parecen risibles los objetos digitales. Es una locura que alguien pague millones por ser el leg¨ªtimo due?o de un dibujo de un simio, pero no es una locura nueva: las personas pagamos por se?alizar pertenencia y estatus. Desde luego lo hace quien compra un Ferrari, pero puede que t¨² tambi¨¦n. Si tienes un reloj o una pulsera cara, no es porque son objetos mejores que un Casio o una pulsera bonita y barata, es porque te gusta que sean originales (escasos), o porque te gusta lo que dicen de ti. ?Cu¨¢nta gente conoces que disfruta pagando por experiencias para compartirlas en Instagram? Es comprensible.
Pagar por objetos digitales me parece a¨²n m¨¢s normal. A las personas nos gustan las cosas bonitas. Y, en la medida en que una parte de nuestra vida sea digital, querremos esas cosas en digital: si pasas tres horas al d¨ªa en reuniones de Zoom, con colegas, clientes o familiares, ?no querr¨¢s un fondo precioso de una artista que te gusta? La distancia entre decir ¡°qu¨¦ abrigo m¨¢s bonito¡± y ¡°qu¨¦ avatar m¨¢s bonito¡± es microsc¨®pica, aunque una frase nos parezca natural y la otra exc¨¦ntrica.
"Ganxillo" with 4 branches, 9 branches, 7 and 3.
— Anna Carreras (@carreras_anna) January 13, 2022
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Hay gente en la Web3 haciendo cosas interesantes. Un ejemplo es el mundillo del arte generativo: artistas que programan sus creaciones. Ellos escriben las reglas matem¨¢ticas, su algoritmo, pero luego el azar interviene para decidir c¨®mo ser¨¢n los trazos exactos de cada obra. Puedes ver ejemplos en Art Blocks o en fxhash. Es una escena con d¨¦cadas de oscura historia, pero que ha vivido una explosi¨®n en 2021 haciendo que sus obras sean objetos digitales escasos, o NFT, que puedes guardar, exhibir y revender.
El mercadeo de NFT puede estar en mitad de una burbuja. Y es cierto que hay artistas generativos ganando mucho dinero, como la catalana Anna Carreras con sus hipn¨®ticos Trossets, pero es relevante su sorpresa: no lo esperaba. Puede responder afirmativamente la pregunta que separa a optimistas y oportunistas: ?Tendr¨ªan curiosidad por la Web3 sin hacerse ricos? S¨ª.
La Web3 levanta un entusiasmo genuino y es ¡ªen parte¡ª una cosa de chavales, en el mejor sentido posible. Lo ha se?alado un esc¨¦ptico del movimiento, Robin Sloan, y me ilumin¨® leerlo: es justo eso. La Web3 ha resonado en gente joven quiz¨¢s porque parece realmente nuevo, algo que puede ser suyo. Si tienes 22 a?os, Twitter es antiguo, YouTube ya tiene sus creadores, y ambas son plataformas comerciales y del establishment. ?Por d¨®nde pasa la pr¨®xima revoluci¨®n? ?C¨®mo se llega al futuro? Es poco probable que la Web3 sea la respuesta a esas preguntas, pero no es raro que los j¨®venes la busquen all¨ª. Si quer¨¦is un ejemplo, pensad en el espa?ol Miguel Piedrafita, de 19 a?os, que particip¨® en el grupo de apasionados de las criptomonedas que reuni¨® 45 millones de d¨®lares¡ para casi adquirir una reliquia: ¡°Que tus amigos digan: vamos a comprar la Constituci¨®n de EE UU. Y que casi lo logremos, es incre¨ªble¡±.
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