De la fascinaci¨®n a la agenda oculta: el a?o de ChatGPT define la batalla por el futuro de la humanidad
El asombro ante las inteligencias artificiales creativas provoca la fiebre del tecnocapitalismo por acaparar los beneficios y forzar que la regulaci¨®n favorezca sus intereses frente a los de la sociedad
Una sola mueca puede abarcar un mundo. Como la de Lee Sedol, campe¨®n mundial del Go, cuando se enfrent¨® por primera vez en 2017 a una m¨¢quina capaz de vencerlo: AlphaGo, creada por DeepMind, la vanguardia cient¨ªfica de Google. Sedol, maestro imbatible de un juego milenario con m¨¢s jugadas posibles que ¨¢tomos hay en el universo, estaba convencido de que ganar¨ªa 5-0. Perdi¨® 4-1. Durante las cinco partidas de la contienda, la humanidad entera se vio reflejada en el rostro de Sedol cuando observ¨® un movimiento ganador de la m¨¢quina, tan inesperado como fascinante. El campe¨®n se qued¨® boquiabierto y, tras unos segundos pasmado, sonri¨® con desenfado. Y luego frunci¨® el ce?o, concentr¨¢ndose de nuevo en su lance intelectual. En su gesto se resume lo que ha pasado este a?o en todo el planeta tras la irrupci¨®n de ChatGPT y el resto de las inteligencias artificiales creativas. Nos hemos sentido at¨®nitos, maravillados, desafiados. Porque la inteligencia que nos asombra es la que nos habla. Sedol entend¨ªa que le hablaban con palabras nuevas, pero en un lenguaje humano, el de su juego. Esa es la clave de todo lo que ha ocurrido: solo cuando nos hemos visto reflejados en el espejo de una m¨¢quina parlante nos la hemos tomado en serio. Mientras tanto, por debajo del ruido de los titulares, la seducci¨®n de las m¨¢quinas tej¨ªa una agenda oculta.
¡°El famoso fil¨®sofo Jos¨¦ Ortega y Gasset dijo: ¡®Sorprenderse y maravillarse es comenzar a entender¡±, resume Sara Hooker, una de las investigadoras m¨¢s destacadas del sector, tras su paso por Google Brain y fundar Cohere For AI, un laboratorio de investigaci¨®n sin ¨¢nimo de lucro. ¡°Este a?o ha sido el a?o de la sorpresa y la maravilla, cuando avances rompedores en la inteligencia artificial del lenguaje han alcanzado al gran p¨²blico m¨¢s all¨¢ del mundo cient¨ªfico¡±, apunta Hooker. ¡°Pero eso tambi¨¦n marca el comienzo de nuestra capacidad de comprender c¨®mo usar esta tecnolog¨ªa de modo significativo y responsable¡±. Es un ciclo, recuerda la investigadora, que ya hemos visto antes con internet o los m¨®viles y ahora llega con la inteligencia artificial generativa, la que es capaz de crear textos e im¨¢genes: ¡°Lleva tiempo descubrir los mejores usos y c¨®mo desarrollarlos. No sucede de la noche a la ma?ana¡±, se?ala la investigadora, que ha redactado el documento de base de la Cumbre de Seguridad en la Inteligencia Artificial celebrada en Bletchley Park (Reino Unido), la cuna de la computaci¨®n moderna. De esa cumbre, impulsada por el primer ministro brit¨¢nico, Rishi Sunak, sali¨® el 1 de noviembre una declaraci¨®n en la que una treintena de naciones (como Estados Unidos, el Reino Unido, China o Espa?a) reclaman seguridad y transparencia al sector.
Otro fil¨®sofo, Daniel Innerarity, director de la c¨¢tedra de Inteligencia Artificial y Democracia en el Instituto Europeo de Florencia, cree que estos avances han generado un ambiente que se atreve a calificar como ¡°histeria digital¡±, a partir de noticias ¡°que suscitaban miedos y expectativas exageradas¡±. La histeria digital de estos ¨²ltimos 12 meses se encendi¨® con el fuego de dos antorchas: la sorpresa de la que habla Hooker, pero tambi¨¦n la avaricia de las grandes tecnol¨®gicas. Alphabet (Google), Meta, Microsoft y dem¨¢s quieren que el salto a esta nueva herramienta garantice su crecimiento infinito y se han lanzado a la conquista de este nuevo terreno de juego, visto el impacto global de ChatGPT.
Pero esa revoluci¨®n comercial ¡ªy la carrera pol¨ªtica por regularla¡ª necesitaba del combustible at¨®mico de la fascinaci¨®n humana. Ese impacto ha sido el gran catalizador de un fen¨®meno que ha acaparado gran parte de la conversaci¨®n global y que llev¨® a Sam Altman, hasta el viernes l¨ªder de OpenAI (la empresa que desarroll¨® ChatGPT), a reunirse con gobernantes de todo el planeta en una gira impensable unos meses antes para un emprendedor desconocido, ahora despedido. ¡°La clave del ¨¦xito ha sido la conversaci¨®n. El momento en el que una m¨¢quina empez¨® a generar ideas, a articular lenguaje con una fluidez y sutileza sorprendentes, ese fue el gran cambio¡±, se?ala el neurocient¨ªfico Mariano Sigman, que ha reflexionado sobre este asombro en Artificial (Debate). ¡°Gracias a eso hay una enorme conciencia sobre las consecuencias que acarrea la inteligencia artificial, que hubiesen pasado inadvertidas si hubiese permanecido en una esfera mucho m¨¢s selecta¡±, advierte el investigador.
La inteligencia artificial (IA) llevaba a?os revolucionando sectores y logrando grandes ¨¦xitos, como destronar a Sedol, detectar tumores mejor que los radi¨®logos, conducir coches razonablemente bien o descubrir c¨®mo se pliegan las prote¨ªnas para abrir la puerta a innumerables medicamentos. Pero nada como el magnetismo irresistible que ejerce sobre los humanos una m¨¢quina capaz de conversar: el programa de OpenAI muestra m¨¢s empat¨ªa que los m¨¦dicos a la hora de trasladar un diagn¨®stico, seg¨²n un estudio realizado por universidades de EE UU. Esa capacidad de hablar con sentimientos hizo que el ojo de Sauron de la atenci¨®n global se girara hacia la IA. Y es lo que ha convencido a dirigentes globales de que el problema, o la revoluci¨®n, requer¨ªa tomar medidas aqu¨ª y ahora.
El presidente Joe Biden ya ha publicado su marco legislativo para EE UU, y la Uni¨®n Europea quiere tener lista una normativa este a?o. Mientras, los expertos en este campo inform¨¢tico publican art¨ªculos sobre la conciencia humana como si fueran fil¨®sofos, los padres de esta tecnolog¨ªa debaten sobre el apocalipsis como si fueran profetas y mantienen discusiones bizantinas en redes, como sacerdotes de un misterio esot¨¦rico inaccesible para los dem¨¢s. Pero del resultado de estos debates depender¨¢ el futuro de la humanidad, si hacemos caso a los agoreros, o al menos determinar¨¢ el devenir de ¨¢mbitos tan dispares como el mercado laboral, la privacidad, la desinformaci¨®n o la cultura y los derechos de autor.
Uno de esos padres es J¨¹rgen Schmidhuber, director del Instituto de Inteligencia Artificial de la Universidad de Suiza, que puso los primeros ladrillos de modelos decisivos: ¡°Lo curioso es que los principios b¨¢sicos detr¨¢s de la IA generativa tienen m¨¢s de tres d¨¦cadas¡±. Y se pregunta: ¡°?Por qu¨¦ tard¨® tanto en despegar todo esto? Porque en 1991 la computaci¨®n era millones de veces m¨¢s cara que hoy. En aquel entonces, solo pod¨ªamos hacer peque?os experimentos de juguete. Esa es la principal raz¨®n por la que, en la ¨²ltima d¨¦cada, empresas como Google, OpenAI, Microsoft o Samsung han podido implementar nuestras t¨¦cnicas miles de millones de veces al d¨ªa en miles de millones de smartphones y ordenadores en todo el mundo¡±.
En este momento, es dif¨ªcil discernir cu¨¢l ser¨¢ el futuro de la IA y de la creatividad artificial m¨¢s espec¨ªficamente: si hay burbuja o revoluci¨®n. Las estimaciones sobre el valor de esta industria para 2030 se disparan hasta los 180 billones de euros. En el ¨²ltimo a?o, sin embargo, solo se han invertido 2.300 millones de euros en IA generativa frente a los 65.000 millones de la IA tradicional ¡ªque pilota aviones o lee curr¨ªculos¡ª, seg¨²n el informe de la firma Menlo Ventures. ¡°Dentro de 30 a?os, la gente solo sonreir¨¢ ante las aplicaciones de hoy, que les parecer¨¢n primitivas en comparaci¨®n con lo que estar¨¢ disponible entonces; la civilizaci¨®n tal como la conocemos se transformar¨¢ completamente y la humanidad se beneficiar¨¢ enormemente¡±, profetiza Schmidhuber.
Dos semanas de noviembre
Hubo dos semanas que lo cambiaron todo para siempre. El 15 de noviembre de 2022, Meta lanz¨® Galactica, una versi¨®n de prueba de una inteligencia artificial capaz de crear lenguaje, orientada m¨¢s a la creaci¨®n de textos acad¨¦micos. Dur¨® tres d¨ªas en el aire: Meta la tumb¨® tras recibir cr¨ªticas dur¨ªsimas por promover informaci¨®n sesgada y falsa: Galactica ¡°alucinaba¡±, como se denomina a los errores de bulto que cometen estos programas. El 30 de noviembre, OpenAI hizo p¨²blico su programa, ChatGPT, que tambi¨¦n alucinaba. Pero hab¨ªa dos diferencias importantes. La empresa de Mark Zuckerberg ten¨ªa un pasado controvertido que le pas¨® factura y la de Sam Altman hab¨ªa tenido la astucia de entrenar previamente a ChatGPT con personas. Tras el desarrollo tecnol¨®gico, la m¨¢quina aprendi¨® hablando con tutores de carne y hueso, que reforzaban las respuestas m¨¢s humanas. Galactica se qued¨® en un caj¨®n y ChatGPT se convirti¨® en uno de los programas de mayor ¨¦xito de la historia, logrando en seis meses el impacto social que a Facebook le llev¨® toda una d¨¦cada.
Lo sucedido entre el 15 y el 30 de noviembre fue tambi¨¦n un cambio radical de mentalidad entre los gigantes tecnol¨®gicos, que llevaban m¨¢s de un lustro invirtiendo miles de millones en IA y vaciando los departamentos de inform¨¢tica de las universidades al contratar a todo cient¨ªfico relevante. En todo ese tiempo, los laboratorios de estas compa?¨ªas se centraron en desarrollos como Galactica oAlphaGo: pruebas fascinantes, logros cient¨ªficos notables, pero poco producto con verdadero poder comercial. Es m¨¢s, Google iba muy por delante, pero no se atrevi¨® a lanzar esos productos al mercado por miedo a poner en riesgo el liderazgo de su buscador ¡ªsi le puedes preguntar a un chat inteligente no se lo preguntas a un buscador tonto¡ª, seg¨²n se ha conocido en las investigaciones sobre sus pr¨¢cticas monopol¨ªsticas. En enero, Microsoft anunci¨® un acuerdo de 9.200 millones de d¨®lares en OpenAI y se dispararon todas las alarmas en Google. Con el pie cambiado, el tit¨¢n de las b¨²squedas cambi¨® sus dudas iniciales por un ¡°c¨®digo rojo¡± interno para incorporar la IA generativa a todos sus productos, adem¨¢s de fusionar sus dos laboratorios, DeepMind y Google Brain, en un solo departamento con una misi¨®n menos cient¨ªfica y m¨¢s productiva.
De los experimentos se pas¨® al marketing. Y los mismos empresarios que invert¨ªan millones en estos algoritmos alertaban sobre el riesgo para la humanidad y reclamaban regulaci¨®n inmediata. Altman asegur¨® que si la IA sale mal, ¡°esconderse en un b¨²nker no salvar¨ªa la vida de nadie¡±. Mientras miles de chicas se ve¨ªan pornificadas por programas fruto de estas tecnolog¨ªas, la aristocracia tecnocapitalista agitaba el fantasma de Terminator, la pel¨ªcula en la que las m¨¢quinas someten a la especie humana. Nada tan expresivo como cuando Biden reconoce que su inter¨¦s por legislar se aceler¨® tras ver la ¨²ltima pel¨ªcula de Misi¨®n imposible, en la que un programa, La Entidad, pone contra las cuerdas a todas las potencias mundiales. Los pol¨ªticos han decidido actuar cuanto antes por el temor a que les pase con las manipulaciones de im¨¢genes y audios (deepfakes) lo que pas¨® con la desinformaci¨®n de Facebook hace a?os.
Hooker reconoce que hay ¡°riesgos significativos¡± derivados de la IA, pero le preocupa que no se est¨¢n priorizando correctamente. ¡°Los escenarios m¨¢s te¨®ricos, y en mi opini¨®n, extremadamente improbables, como los terminators tomando control del mundo, han recibido una cantidad desproporcionada de atenci¨®n por parte de la sociedad. Creo que es un gran error y que deber¨ªamos abordar los riesgos muy reales a los que nos enfrentamos actualmente, como los deepfakes, la desinformaci¨®n, los sesgos y las ciberestafas¡±. Ese discurso catastrofista desde las grandes compa?¨ªas se interpreta, seg¨²n muchos especialistas, como un inter¨¦s en conseguir una regulaci¨®n a su medida. Las cuatro compa?¨ªas ganadoras hasta ahora en la carrera (conocidas como GOMA: Google, OpenAI, Microsoft y Anthropic, fundada por exmiembros de OpenAI) han creado su propio grupo de presi¨®n para impulsar su marco regulatorio. El jefe cient¨ªfico en Meta, Yann LeCun, asegura que solo quieren frenar la llegada de competidores con una regulaci¨®n a su medida: ¡°Altman, Demis Hassabis [Google DeepMind] y Dario Amodei [Anthropic] son quienes est¨¢n realizando un lobby intenso en este momento¡±. Andrew Ng, exdirector de Google Brain, ha sido muy expresivo: ¡°Preferir¨ªan no tener que competir con el c¨®digo abierto, por lo que est¨¢n creando temor a que la IA conduzca a la extinci¨®n humana¡±.
M¨¢s de la mitad de los profesores universitarios de este sector en EE UU cree que los l¨ªderes corporativos est¨¢n enga?ando a la sociedad para favorecer sus agendas. Incluso el consejo de OpenAI ha destituido este pasado viernes a Altman, casi en el primer aniversario de ChatGPT, por considerar que no es sincero con la empresa. El periplo del magnate Elon Musk en estos a?os tambi¨¦n es muy representativo. Impuls¨® la creaci¨®n de OpenAI para combatir la opacidad de Google. Quiso controlar la empresa al atisbar su potencial y acab¨® saliendo de ella, peleado con Altman. Tras el bombazo global de ChatGPT, Musk fue de los primeros en pedir una moratoria de seis meses en el desarrollo de la IA. En realidad, estaba trabajando en la sombra para crear su propia empresa, X.AI (que se conoci¨® solo un mes despu¨¦s), y su propio programa inteligente, llamado Grok y presentado el 4 de noviembre.
¡°Corremos el riesgo de afianzar a¨²n m¨¢s el dominio de unos pocos actores privados sobre nuestra econom¨ªa y nuestras instituciones sociales¡±, advierte Amba Kak, directora ejecutiva del AI Now Institute, uno de los organismos que vigilan con m¨¢s celo este campo. No es casualidad que el gran a?o de esta tecnolog¨ªa tambi¨¦n haya sido el de su mayor opacidad: nunca las empresas que desarrollan la IA compartieron menos sobre sus datos, sus trabajos, sus fuentes. ¡°A medida que aumentan los intereses econ¨®micos y las preocupaciones por la seguridad, las compa?¨ªas que normalmente son abiertas han empezado a ser m¨¢s secretas sobre sus investigaciones m¨¢s innovadoras¡±, lamenta el informe anual sobre el sector que realiza la firma de capital riesgo Air Street Capital.
En su ¨²ltimo libro, Poder y progreso (Deusto), los profesores Daron Acemoglu (MIT) y Simon Johnson (Oxford) advierten que la historia demuestra que las nuevas tecnolog¨ªas no benefician a toda la poblaci¨®n de forma natural, sino solo cuando se combate a las ¨¦lites que tratan de acaparar ese progreso en forma de beneficios. ¡°El sector tecnol¨®gico y las grandes empresas tienen hoy mucha m¨¢s influencia pol¨ªtica que en cualquier otro momento de los ¨²ltimos 100 a?os. A pesar de sus esc¨¢ndalos, los magnates tecnol¨®gicos son respetados e influyentes en la sociedad y solo en raras ocasiones alguien les cuestiona el tipo de progreso que est¨¢n imponiendo al resto de la sociedad¡±, critican. ¡°En la actualidad, gran parte de la poblaci¨®n mundial vive mejor que nuestros antepasados porque la ciudadan¨ªa y los trabajadores de las primeras sociedades industriales se organizaron, cuestionaron las decisiones de la ¨¦lite sobre la tecnolog¨ªa y las condiciones laborales, y forzaron la creaci¨®n de nuevos mecanismos para repartir de forma m¨¢s igualitaria los beneficios derivados de la innovaci¨®n. Hoy en d¨ªa necesitamos volver a hacer lo mismo¡±.
Puedes seguir a EL PA?S Tecnolog¨ªa en Facebook y X o apuntarte aqu¨ª para recibir nuestra newsletter semanal.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.