Lecciones de Picard para tiempos de coronavirus
La serie, cuya primera temporada acaba de echar el cierre, recuerda a la muchachada soberbia que un viejo no es un trasto in¨²til que se puede arrumbar en una mecedora
He disfrutado horrores con Picard, cuya primera temporada acaba de echar el cierre con augurios para una segunda. La disfrut¨¦ a¨²n m¨¢s despu¨¦s de leer por ah¨ª que a los puristas les escuece mucho la est¨¦tica de las nuevas Star Trek, inspirada en los dise?os y efectos que hizo J. J. Abrams para sus pel¨ªculas sobre la saga. Es cierto que sus naves se parecen a la recepci¨®n de una cl¨ªnica dental, pero a m¨ª me basta saber que los puristas est¨¢n en contra de algo para situarme a favor. Es un acto mental reflejo.
M¨¢s all¨¢ de lo mucho que me ha subido la trekkinina, no he podido evitar leer la serie en clave de actualidad. Por sorprendente que parezca, Picard habla tambi¨¦n del coronavirus.
Para empezar, el protagonista es un capit¨¢n retirado muy anciano que vuelve al espacio para una ¨²ltima misi¨®n. No solo se parece a los m¨¦dicos jubilados dispuestos a colgarse un fonendoscopio en cuanto la situaci¨®n lo requiera, sino que recuerda a la muchachada soberbia que un viejo no es un trasto in¨²til que se puede arrumbar en una mecedora. Un anciano tambi¨¦n es presente, no solo el recuerdo de una gloria mal contada en manuales escolares de historia.
Adem¨¢s, la misi¨®n es salvar una forma de vida artificial que la mayor¨ªa de las civilizaciones perciben como una amenaza. Picard impone su criterio humanista cl¨¢sico de que la sociedad solo existe en la medida en que considera inviolable la vida de todos sus individuos y que ning¨²n conflicto o crisis justifica abandonar a un colectivo a su suerte. El mundo entero tiene que sacrificarse hasta sus ¨²ltimas consecuencias para evitar que muera una parte, pues hacer lo contrario supone dinamitar la noci¨®n misma de sociedad.
Por eso Jean-Luc Picard tiene mucho que decir al Consejo Europeo y a Trump.
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