¡®Dickinson¡¯: Reinvidicar el esp¨ªritu ¡®punk¡¯ de la poeta indomable
La cat¨¢rtica y lib¨¦rrima serie de Alena Smith permite entender como nunca los versos de Emily Dickinson, liberando su figura de los condicionantes de la ¨¦poca
Nadie entendi¨® a Emily Dickinson en su tiempo, as¨ª que por qu¨¦ no probar a entenderla en el nuestro. Con esa m¨¢xima puso en marcha Alena Smith la cat¨¢rtica, punk y espectacular, de un espect¨¢culo barroco que algo tiene del cine expansivo y deliciosamente camp de Baz Luhrmann, Dickinson (Apple TV+), una sarc¨¢stica aproximaci¨®n ¡ªla m¨¢s valiente y certera¡ª al esp¨ªritu de la indomable poeta que rebate, por fin y de una vez por todas y ante el gran p¨²blico ¡ªy es un p¨²blico nuevo, porque se dirige a los nacidos casi dos siglos despu¨¦s que la escritora¡ª la vieja concepci¨®n de Dickinson, que poco o nada, ten¨ªa que ver ni con su ardorosa poes¨ªa ni con su exc¨¦ntrico e imparable yo.
Para los no iniciados, Dickinson siempre ha sido poco m¨¢s que una poeta que jam¨¢s se atrevi¨® a publicar y se pas¨® la vida en casa cuidando de sus padres y escribiendo versos en pedazos de papel, mientras hac¨ªa todo tipo de tareas del hogar, pero ?c¨®mo, y ese era el misterio de su figura, pod¨ªa la autora de los versos m¨¢s transgresoramente brillantes de la Historia ¡ªse la considera la mejor poeta de todos los tiempos, sin distinci¨®n por sexo, es decir, el mejor y a la vez, la mejor¡ª, no haber hecho otra cosa que ir a por agua al pozo y preparar y servir la cena y aun as¨ª arder de la manera en que parec¨ªa arder en cada verso? Dickinson explica exactamente c¨®mo.
Tom¨¢ndose tantas libertades estil¨ªsticas como le apetece, pues, despu¨¦s de todo, se trata de captar el esp¨ªritu punk de la poeta, es decir, lo que le susurra la Muerte en la diligencia, aquel ¡°ser¨¢s inmortal porque vas a romper todas las reglas¡±, y aplicarlo a la forma de lo que se cuenta, Smith compone un fest¨ªn ¡ªpuro hedonismo visual y sonoro¡ª de un equilibrio c¨¢ustico perfecto en cada cap¨ªtulo. Fest¨ªn que, unido al magnetismo de Hailee Steinfeld ¡ªes asombroso su parecido con la poeta, y asombrosa su capacidad para contagiar su deseo; es, como la poeta, un alma que desea, todo¡ª permite entender como nunca los poemas de tan enigm¨¢tica figura.
Dibuja, Smith, a la Dickinson veintea?era que se enamor¨® perdidamente de la que ser¨ªa su cu?ada ¡ªsu musa, su primera lectora, el centro de su universo¡ª, Sue Harrington, y tambi¨¦n, a la Dickinson que se mor¨ªa por hacer cualquier cosa que no fuese una tarea del hogar ¡ªy no dudaba en burlar cualquier norma para conseguirlo¡ª, y al animal salvaje que siempre constituy¨® para su padre ¡ªque, en realidad, nunca quiso que se casara para no tener que perderla¡ª y lo hace sin perder de vista la ¨¦poca ¡ªla del auge del puritanismo¡ª ni el papel central que su familia, y la de otras escritoras c¨¦lebres, como Louisa May Alcott, jugaron a la hora de perpetuar la desigualdad de las mujeres.
La obsesi¨®n con la Muerte de la poeta ¡ªtan presente en sus versos como a su alrededor en la ¨¦poca, en la que nadie estaba a salvo del tifus, la fiebre amarilla, o cualquier cosa que pudiera complicarse sin penicilina a la vista¡ª se transforma en una f¨¢bula intermitente, coche de caballos fantasma mediante, que, junto al rato que pasa ante su peque?o escritorio, casi siempre en camis¨®n, escribiendo, hace ¨²nico su mundo siempre cambiante y nunca, contra lo que podr¨ªa parecer, limitado. Porque la lecci¨®n de Dickinson es la de que no hay vida peque?a, ni asfixiante, si te permites ser tan libre como para vagar en tu m¨¢s o menos salvaje abismo interior.
Su condici¨®n, adem¨¢s, de exquisita y gamberra farsa millenial, en la que se acercan todo tipo de posiciones, eliminando la barrera del tiempo y dando a entender que nuestras vidas nunca han sido tan distintas ¡ªel momento en el que todos hablan del siguiente cap¨ªtulo de Casa desolada de Charles Dickens y se piden, por favor, que nadie haga un solo spoiler apunta en esa direcci¨®n¡ª, permite lanzar dardos contra lo can¨®nicamente establecido tan divertidos como el cap¨ªtulo en el que Dickinson visita a Thoreau para pedirle que la ayude a salvar un viejo roble y descubre al genio aislado recibiendo la visita de su madre en busca de la ropa sucia y luego, su hermana, con galletas.
S¨ª, hay un feminismo desacomplejado que, por momentos, roza el absurdo ¡ªde tan fuera de lugar, el personaje de la madre, interpretado por Jane Krakowski (Ally McBeal, 30 Rock), es a la vez el problema y su soluci¨®n¡ª y que permite re¨ªrse hasta de las ambiciones vac¨ªas y las excentricidades de aquellas que las tienen ¡ªo c¨®mo hacer jogging con miles de enaguas y cara de fumar en pipa, o la autora de Mujercitas queriendo echar una mano a Dickinson¡ª, pero que, cuando debe radiografiar desde la tragedia, lo hace a la manera en que lo har¨ªa la propia Dickinson, porque, como se dice en el cap¨ªtulo en el que el circo visita Amherst, no hay animal m¨¢s raro y m¨¢s fiero que la mujer poeta. Mejor, imposible.
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