Gracias, Woody, por hacernos soportable todo eso
Woody Allen y otros a su sombra hicieron del chiste una forma de enfrentarse a la aspereza de la vida y nos ense?aron a tomarnos las cosas a guasa, que es la ¨²nica manera cabal de vivir en serio
M¨¢s que leer, galopo por las p¨¢ginas de las memorias de Woody Allen, euf¨®rico por reencontrarme con la neurosis, la inteligencia y la gracia del ¨²nico mito de la cultura occidental que tiene forma de alfe?ique, pese a que su influencia sea la de un Arist¨®fanes. Ralentizo el trote en los pasajes donde la comedia se vuelve tragedia y me entristezco mucho al constatar otra vez el final oscuro que est¨¢ teniendo una vida que ha iluminado tant¨ªsimas otras. Pero incluso ah¨ª, su genio de contador de historias consigue que todo tenga un sentido y la escandalera se explica como la consecuencia l¨®gica de ser un panoli (sin recrearse en exceso en la autocompasi¨®n, algo que no le pegar¨ªa nada).
De su vida se desprende el aire olvidado de una generaci¨®n que impuso el humor sobre lo solemne y derrot¨® al puritanismo con las armas de la frivolidad. Woody Allen y otros a su sombra hicieron del chiste una forma de enfrentarse a la aspereza de la vida y nos ense?aron a tomarnos las cosas a guasa, que es la ¨²nica manera cabal de vivir en serio. Sin humor, todo esto es insoportable.
Los chistes hacen llevadera la insignificancia y recargan unas bater¨ªas que la realidad agota a diario. Por eso, para cambiar el mundo hay que ser serio. Ning¨²n militante revolucionario ha sido humorista porque el humor es una claudicaci¨®n, y por eso molesta e irrita tanto a los ap¨®stoles y misioneros. La ofensa perpetua que muchos han adoptado como pose y se?a de identidad se basa en un enorme y muy egoc¨¦ntrico malentendido: quieren prohibir los chistes porque creen que son balas disparadas contra ellos y no conciben que apenas son un leve b¨¢lsamo que aplicamos a los d¨ªas para llegar con ¨¢nimo a la ma?ana siguiente.
Ha sido reconfortante recordarlo en las p¨¢ginas de estas memorias, que no mitigar¨¢n ni un poco el enfado del mundo ni quitar¨¢n una sola raz¨®n a los solemnes enfurecidos, pero hacen compa?¨ªa a un pu?ado de alfe?iques. Y no creo que al arte se le pueda pedir mucho m¨¢s.
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