¡®The Great¡¯: No te cases con un hombre, c¨¢sate con Rusia
Esta serie del guionista de 'La favorita' desordena deliciosa y macabramente la historia de Catalina la Grande
La Historia, con may¨²sculas, es tan maleable como cualquier historia con min¨²sculas. En la ficci¨®n, esa maleabilidad es necesaria cuando se pretende ir en busca de la esencia de un determinado personaje. En el siglo XXI, el conservador audiovisual se ha liberado del cors¨¦ hist¨®rico de la fidelidad, con pasos de gigante como aquella pl¨¢stica y fiel -no tanto al momento como al personaje- Mar¨ªa Antonieta, de Sofia Coppola, o la valeros¨ªsima Tristram Shandy de Michael Winterbottom ¨Caqu¨ª el personaje es el esp¨ªritu desarmado de la novela en cuesti¨®n-. Se pudo explorar nuevos y socarrones, a la par que fidedignos, horizontes, que acercasen e hiciesen entendible hoy, ese otro mundo del pasado, incomprensible y marciano para cualquier presente.
As¨ª, se ha ido en busca del tesoro ¨Cla eterna adolescente Mar¨ªa Antonieta, en la citada pel¨ªcula de Coppola, la infantilmente cruel Ana Estuardo, en La favorita, o la adorablemente ambiciosa Catalina La Grande¨C y se ha adecuado aquello que lo rodea para permitir que brille de la manera en que debi¨® hacerlo a los ojos de quienes lo contemplaron en su momento o incluso m¨¢s, porque nada se juzga del todo bien cuando a¨²n se est¨¢ viviendo. The Great (que se estrena esta semana en Starz) es un eslab¨®n m¨¢s, y uno brillante ¨Cincluso m¨¢s que La favorita, y la comparaci¨®n no es vana, lo han creado sus mismas manos: es obra de su guionista, el nominado al Oscar Tony McNamara¨C, uno pluscuamperfecto, de esa cadena que se permite desordenar lo que fue para comprender a quien estuvo all¨ª.
Como en la genial Dickinson (Apple TV+), y como en Mar¨ªa Antonieta, en The Great se importan formas y costumbres de nuestro siglo ¨Co el anterior; el twerking en el caso de la primera, los macarons en el de la segunda, y el humor absurdo y genial en el caso de ambas¨C, y se redibuja al personaje, una princesa alemana de rango menor, educada por franceses, que no se cas¨®, como cuenta la ficci¨®n, con el emperador Pedro III tan solo un a?o antes de destronarlo, sino 16, comprimidos en The Great en un pu?ado de rid¨ªculas y crueles fiestas palaciegas en las que la emperatriz nunca sonre¨ªa ¨Cespecialmente cuando tomaban postres servidos junto a cabezas de soldados muertos¨C porque todo le parec¨ªa demasiado cruel y est¨²pido. En ellas creci¨® su deseo de liberarse, y liberar, de paso, a Rusia.
¡°Rusia y yo estamos casadas con el mismo hombre, y ese es nuestro problema¡±, le dice la Catalina de McNamara, interpretada con una exquisita mezcla de ingenuidad y poder por Elle Fanning, a Orlo, supuesto fiel sirviente de su marido, el intelectual virgen (Sacha Dhawan) con el que acabar¨¢ orquestando el golpe de Estado. Y esa frase y la intelectualidad compartida ¨CCatalina no quiere hablar de sombreros cuando se re¨²ne con las otras damas de la corte, ni lanzar pesadas pelotas doradas al c¨¦sped durante horas, quiere hablar de Rosseau y del humanismo en auge que ¡°va a cambiar el mundo¡± y organizar lluvias de ideas¨C pone en marcha el plan.
Soberbio tambi¨¦n, en su papel de ni?o malcriado capaz de cualquier cosa ¨Cdesde prohibir la barba a los menores de 50 en toda Rusia hasta disparar en mitad de una fiesta a lo que le apetezca¨C , Nicholas Hoult, el desconsiderado Peter, un Norman Bates ¨Cha momificado a su madre y a veces se pone sus collares de perlas¨C que vive para satisfacer sus instintos y que no tiene ni la m¨¢s remota idea de c¨®mo gobernar ¨Cy se odia y odia a su padre perfecto por ello¨C y cree que todos se r¨ªen porque es realmente gracioso y no porque tengan miedo. Su personaje es similar al de Olivia Colman en La favorita, y es que Yorgos Lanthimos se enamor¨® del tono del guion de The Great ¨Cque entonces iba camino de ser una pel¨ªcula¨C y se dijo que McNamara era el tipo que buscaba.
Buscaba Lanthimos renovar el cine de ¨¦poca, y acert¨® con McNamara, que ya hab¨ªa empezado a hacerlo con The Great. Este australiano que, por otro lado, no es nada fan del cine de ¨¦poca, m¨¢s all¨¢ de Barry Lyndon ¨Cotro de esos pasos de gigante¨C, trata a sus personajes como si hubieran nacido ayer. ¡°Lo ¨²nico que nos diferencia es que ellos iban en coches de caballos y viv¨ªan en mansiones enormes, pero no creo que hayan sentido cosas muy distintas a las que sentimos hoy en d¨ªa¡±, ha dicho al respecto, y he aqu¨ª la clave de su poderoso oportunismo, el del s¨²mmum del empoderamiento femenino: una chica que llega a Rusia para ser poco m¨¢s que un objeto decorativo y, al verse rodeada de estupidez, decide tomar las riendas del pa¨ªs entero. Es decir, no limitarse a casarse con un hombre, salvar a Rusia de ese hombre, cas¨¢ndose con ella.
Y lo consigue, con todo en contra, excepto su amor por los libros y la idea de que la cultura puede hacer libre a cualquiera y el deseo de que entre esos cualquiera tambi¨¦n haya mujeres ¨Cella instaur¨® la educaci¨®n femenina¨C. Y es que adem¨¢s de una gran estadista ¨C y una d¨¦spota, como marcaba la ¨¦poca, la del absolutismo ¨C Catalina fue una intelectual, que se carte¨® con Voltaire, compr¨® la biblioteca de Diderot, e inici¨® la colecci¨®n de arte que dar¨ªa pie al Hermitage, y hay dardos al respecto ¨Cincluido el asunto del museo¨C en The Great, en la que se trasciende la idea del g¨¦nero, y no solo porque su figura sea tan poderosa que no tendr¨ªa sentido, sino porque a los personajes no se les trata por su condici¨®n de hombre o mujer sino, por fin, y justamente, por lo que son.
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