Pijoaparte
La prosa de Mars¨¦ prosa era tan evocadora como l¨ªrica, siempre hablaba de derrotas, de sue?os inalcanzables, de lo imaginado y lo sufrido
Fue el iconoclasta Groucho Marx el que plante¨® este interrogante y su respuesta: ¡°?Mi juventud? Pod¨¦is quedaros con ella¡±. Pero tambi¨¦n parece ser incontestable aquella frase hecha y cursi de: ¡°Juventud, divino tesoro¡±. Al parecer, abundantes delincuentes juveniles que andan contagiando el monstruo, convencidos de que ellos son invulnerables y de que se jodan los inservibles viejos, lo hacen por motivos tan inapelables como la urgencia de sexo, de coloc¨®n, de fiesta. Normal. Cuando sean ancianos tal vez recordar¨¢n con gratitud sus satisfechos ardores de ahora. Y su memoria dar¨¢ palmas asociando su adolescencia a los primeros videojuegos, al tel¨¦fono multiuso, al para¨ªso de las redes sociales, a su inserci¨®n gozosa en el mundo que les toc¨® vivir.
Que cada uno disfrute como pueda. Sospecho que bastante gente de mi generaci¨®n nunca descuidamos cuando ¨¦ramos j¨®venes los placeres de la carne ni la satisfacci¨®n que provocaba el alcohol y otras sustancias. Y lo compaginamos con refugios tan s¨®lidos como el cine, los libros, la m¨²sica en variados y ya agonizantes g¨¦neros. Cosas que nos van a acompa?ar hasta el definitivo adi¨®s.
Pienso en tantos tesoros ancestrales al enterarme de la muerte de Juan Mars¨¦. Recuerdo la emoci¨®n que sent¨ª al leer hace infinitos a?os ?ltimas tardes con Teresa, Un d¨ªa volver¨¦, Ronda del Guinard¨®, Si te dicen que ca¨ª. Su prosa era tan evocadora como l¨ªrica, siempre hablaba de derrotas, de sue?os inalcanzables, de lo imaginado y lo sufrido. La escritura de Mars¨¦ se parec¨ªa a la de otro pintor del fracaso llamado Scott Fitzgerald. Aunque el primero se centrara casi siempre en los paisajes m¨¢s deprimidos de Barcelona y el otro derrochara su muy fr¨¢gil existencia entre las flappers, las universidades elitistas, la jet set de la Riviera francesa y Hollywood. Suave es la noche. Y el pijoaparte tuvo alguna vez entre sus brazos a Teresa Serrat. Y como Gatsby, tambi¨¦n crey¨® enga?osamente en la luz verde.
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