Prohibido envilecerse en Twitter
Un reportero de la BBC puede compadrear con un se?or de la guerra afgano para conseguir una entrevista, pero ya no puede llamar idiotas a los idiotas que le eructan en las redes
Aunque haya mucho de leyenda, tambi¨¦n hay mucho de verdad en el arquetipo del viejo periodista canalla. Hubo un tiempo en que la profesi¨®n era un refugio acogedor para buscavidas, jetas y noct¨ªvagos, y no era del todo raro que el mismo cronista que por la tarde firmaba unas cuartillas escandalosas sobre el incremento del alcoholismo terminara la noche m¨¢s cocido que una gamba en el peor tugurio de la ciudad. Al empleador del cronista no le importaba nada, siempre que el cronista entregase su texto a tiempo.
En el siglo XXI, la imagen t¨ªpica de la degradaci¨®n no es que te echen a patadas de un tugurio de las afueras ni que un mat¨®n te reclame los tres sueldos que perdiste anoche en una timba. Lo abyecto hoy para un periodista reputado es revolcarse en los basurales de Twitter, y como es una forma de degradaci¨®n p¨²blica, y no privada, como la de antes, la BBC ha decidido que sus reporteros, encarnaci¨®n de la virtud, no deben ensuciarse all¨ª. Un reportero de la BBC puede compadrear con un se?or de la guerra afgano para conseguir una entrevista, pero ya no puede llamar idiotas a los idiotas que le eructan en Twitter.
Prohibido opinar en Twitter. Como las antiguas se?oritas de provincias, que no pod¨ªan dejarse ver en seg¨²n qu¨¦ sitios, los reporteros de la BBC (y de cada vez m¨¢s medios) deben guardar el decoro y volver de la misa directamente a casa sin pararse a hablar con nadie. Entiendo los motivos que asisten a la BBC, que tiene un compromiso con la seriedad, el estiramiento facial y la correcta pronunciaci¨®n del ingl¨¦s, pero me dan pena estos pobres periodistas que, sin el desahogo de un tuit donde soltar una fresca de vez en cuando, van a acabar volviendo a frecuentar los antros donde abrevaban sus mayores.
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