¡®How To with John Wilson¡¯: Algo supuestamente divertido que la gente siempre vuelve a hacer
El m¨¢s peculiar director de documentales de Nueva York estrena en HBO Espa?a una serie de peque?os ensayos sobre conectar con otros seres humanos
El a?o 1997, el tot¨¦mico y malogrado escritor David Foster Wallace public¨® un descacharrante reportaje sobre la clase de pesadilla que pod¨ªa constituir un crucero por el Caribe cuando no eras el tipo de cliente al que ese crucero se dirig¨ªa. El delirante ensayo, que llev¨® por t¨ªtulo Algo supuestamente divertido que nunca volver¨¦ a hacer, es el tipo de padre sesudo a la par que ingenioso, barroco y rupturista, con el que so?ar¨ªa un experimento como el brillante How To with John Wilson (HBO), una suerte de, a la vez, tutorial para inadaptados, cr¨®nica social decidida a dispararse en cualquier direcci¨®n y reality callejero. Esta serie, cuyos cap¨ªtulos HBO Espa?a estrena cada semana, ser¨ªa el tipo de hijo d¨ªscolo y absurdamente inteligente y descuidadamente emp¨¢tico, que el texto podr¨ªa haber tenido.
La cosa no va m¨¢s all¨¢, aparentemente, de soltar a un tipo, el marciano cineasta John Wilson, a recorrer Nueva York, su ciudad, y tratar de grabar v¨ªdeos que tratan sobre c¨®mo hacer determinada cosa. Pero el truco est¨¢ en que John Wilson no es cualquier documentalista al uso. Ni un actor ¨Co c¨®mico¨C al uso. Es un tipo que realmente lleva a?os documentando todo lo que hace: fue detective privado antes que cineasta. Y desde que se licenci¨® en una escuela de cine, en 2008, videograba todo el tiempo. Adem¨¢s, como muestra en un escalofriante momento del tercer episodio de la serie de, por el momento, seis mini documentales ¨Cde alrededor de 27 minutos¨C, documenta en peque?as libretitas lo que hace cada d¨ªa.
No, no son un diario, esas libretitas. Re¨²nen hechos aislados. Datos. ¡°Me compr¨¦ una ensalada y se me cay¨® en mitad de la calle¡±. ¡°Me cort¨¦ el pelo en tal barber¨ªa¡±. Ni siquiera apunta c¨®mo lo qued¨® o lo que hizo antes o despu¨¦s. Todo parece aleatorio. Apunta a la hora en que se levant¨® (¡°las ocho de la ma?ana¡±), y cu¨¢ntas tiras de bacon se comi¨® (¡°cuatro¡±), y quiz¨¢ dos cosas m¨¢s, en un d¨ªa concreto. ¡°As¨ª, cuando abro esa libreta, viajo en el tiempo a ese d¨ªa en concreto, pero ?qu¨¦ pasar¨ªa si la perdiera?¡±, se pregunta en un momento dado del episodio en cuesti¨®n, titulado C¨®mo mejorar tu memoria, atendiendo al doble sentido de esta, y alcanzando los recuerdos y su confusa condici¨®n de espejismo pasado.
Las piezas est¨¢n concebidas desde el absurdo. Los temas a tratar, en los que Wilson intenta introducir al espectador, parten de una autocr¨ªtica feroz que, inevitablemente, salpica al mundo que nos rodea, que puede ser experimentado como el plat¨® de una comedia o el de una tragedia, eligiendo sabiamente lo primero. Estas piezas est¨¢n, adem¨¢s, compuestas de muchas otras ¨Centrevistas a la gente con la que se topa por la calle, observaci¨®n de lo que ocurre a su alrededor, intencionados actos kamikazes que le colocan en todo tipo de aprietos¨C. Cada cap¨ªtulo tiene as¨ª la estructura de cualquier episodio de Los Simpson. Parte de algo presumiblemente anecd¨®tico y acaban en un lugar delirante e insospechado. ?Su intenci¨®n? Conectar con el mundo.
Observemos de cerca un episodio dedicado a los andamios. S¨ª, hay un episodio dedicado a la plaga de andamios en Nueva York. Empieza siendo algo anecd¨®tico. Parece divertido lo que vemos que la gente hace bajo los andamios. La misma idea absurda de que un andamio lleve 20 a?os en una calle de Harlem se lo parece a un chaval que ha crecido con ¨¦l. Pero por el camino se descubre que los andamios generan unos 8.000 millones de d¨®lares anuales desde que Nueva York oblig¨® a revisar fachadas cada cinco a?os, o que hay 450 kil¨®metros de esas abominables cosas en la ciudad. Y se acaba en una convenci¨®n de andamiaje en Nueva Orleans.
En esa convenci¨®n descubre Wilson que el tipo que ha inventado un cepillo gigante para limpiar fachadas de edificios lo ha hecho porque su mejor amigo muri¨® cay¨¦ndose de qui¨¦n sabe cu¨¢ntos pisos mientras limpiaba una fachada.
Y he aqu¨ª lo importante de How To with John Wilson. Su neur¨®tico deambular solo tiene el asidero de las peque?as islas que representa cada persona con la que Wilson y su c¨¢mara se cruzan. Y cada persona es una historia, un peque?o planeta fascinante cuya existencia desconoc¨ªamos hasta el momento.
El primer episodio es quiz¨¢ el mejor ejemplo de hasta qu¨¦ punto la no ficci¨®n puede convertirse en una especie de ficci¨®n desarticulada. Wilson quiere ense?arnos a tener peque?as charlas sin importancia y repasa los t¨®picos que pueden ponerlas en marcha, los lugares en los que pueden darse, y explora sus consecuencias. Al hacerlo, descubre, por ejemplo, a un cazador de pederastas y le acompa?a en una de sus cacer¨ªas virtuales. El tipo se hace pasar por chavales de 15 a?os y propone sexo a adultos. Es a lo que dedica su tiempo libre.
Otro ejemplo. Wilson se queda con la alfombra con enormes manchas de sangre que un particular ofrece gratuitamente en un mercadillo virtual. Cuando le conoce, se asoma durante minutos al abismo de un matrimonio roto qui¨¦n sabe en qu¨¦ condiciones. Y cuando viaja a Canc¨²n para pasar unos d¨ªas en un resort y poner en pr¨¢ctica lo indicado, da primero con la grabaci¨®n de un multitudinario programa de televisi¨®n, y luego con Chris, un chaval que no encaja en aquella extra?a bacanal porque no est¨¢ all¨ª por eso, aunque por su aspecto y lo mucho que bebe podr¨ªa parecer que s¨ª, sino porque quer¨ªa alejarse del suicidio de su mejor amigo.
As¨ª es c¨®mo How To with John Wilson rompe la barrera de lo anecd¨®ticamente c¨®mico sin dejar de resultar anecd¨®ticamente c¨®mico y divert¨ªdismo. Aproxim¨¢ndose sin filtros al mundo ah¨ª fuera, y construyendo un peculiar Vida en Nueva York, (delirantes) instrucciones de uso que convierte al espectador en un acumulador de historias, dejando muy claro de qu¨¦ forma la vida est¨¢ escribi¨¦ndose y reescribi¨¦ndose cont¨ªnuamente, y c¨®mo las ciudades podr¨ªan leerse como se leen las novelas que avanzan en todas direcciones y en todas a la vez. La vida, y la ciudad, como espect¨¢culo. Uno que experimentamos a diario sin ser del todo conscientes de que lo hacemos.
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