Un culebr¨®n sobre la posguerra espa?ola
¡®Alguien tiene que morir¡¯ se centra en la persecuci¨®n de los homosexuales en los a?os cincuenta
La matriarca de los Falc¨®n, Carmen Maura, es lo mejor de Alguien tiene que morir, una serie hispano-mexicana producida, dirigida y coescrita por Manolo Caro y con una clara inclinaci¨®n al culebr¨®n. Todo es intenso y melodram¨¢tico, sin respiro. 1954, una Espa?a que vive la cruel posguerra a trav¨¦s de los ojos de una familia triunfadora: el padre, Ernesto Alterio, subdirector general de la Seguridad, prototipo del fascista inflexible con despacho en ese macabro edificio que hoy alberga a la Presidencia de la Comunidad de Madrid. Su mujer, Cecilia Su¨¢rez, que hace tiempo acept¨® su papel de esclava sumisa. La criada, Mariola Fuentes, una ¡°roja¡±, casada y, al poco, viuda de un preso pol¨ªtico y el bailar¨ªn Isaac Hern¨¢ndez, entre otros, que ser¨¢ el detonante de la tragedia familiar, todo ello bajo la figura de la abuela, una dura, controladora e implacable Carmen Maura.
Los a?os cincuenta del pasado siglo en Espa?a eran el territorio perfecto de la intolerancia, el resultado de un r¨¦gimen que encubr¨ªa su mediocridad con la represi¨®n. La serie se centra, b¨¢sicamente, en la persecuci¨®n de los homosexuales, una fijaci¨®n que podr¨ªa ser explicada desde el psicoan¨¢lisis y que en el franquismo se apoy¨® en la modificaci¨®n de la Ley de Vagos y Maleantes que, entre otras disposiciones, se?alaba que ¡°los homosexuales sometidos a esta medida de seguridad deber¨¢n ser internados en instituciones especiales y, en todo caso, con absoluta separaci¨®n de los dem¨¢s¡±.
Pero ese fresco m¨¢s o menos hist¨®rico que pretende describir Alguien debe morir se ve empa?ado por esa exageraci¨®n en las relaciones sentimentales, por ese regusto en la intensidad de las telenovelas, un g¨¦nero que, al parecer, ha influido en el poso cultural de realizadores y guionistas latinoamericanos.
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