¡®Sky Rojo¡¯, otra coartada para el machismo y la violencia
La nueva serie de ?lex Pina y Esther Mart¨ªnez Lobato para Netflix convierte cada bofetada, cada humillaci¨®n y cada amenaza en un espect¨¢culo
Sky Rojo, la nueva superproducci¨®n para Netflix de ?lex Pina y Esther Mart¨ªnez Lobato, creadores de La casa de papel, cuenta la historia de tres prostitutas que escapan de su proxeneta. De quienes no pueden escapar es de Pina y Lobato, que convierten cada bofetada, cada humillaci¨®n y cada amenaza en un espect¨¢culo. ¡°Voy a cortaros los brazos y las piernas y dejaros solo los agujeros¡±, les dicen en un momento dado.
Pina ha insistido en que su intenci¨®n no era hacer un documental sobre la trata de blancas. No es que hiciera falta la aclaraci¨®n. La primera frase de la serie es la voz de Coral (Ver¨®nica S¨¢nchez): ¡°Soy la puta favorita de un proxeneta, antes era ama de casa y, antes de eso, bi¨®loga¡±. Sky Rojo es una fantas¨ªa de violencia con Quentin Tarantino como m¨¢ximo referente (Mart¨ªnez Lobato ha confesado que le encanta Tarantino y que por eso siempre que puede pone una katana en sus series). Pero esa influencia es solo cosm¨¦tica. Sky Rojo no tiene nada de Tarantino en el fondo.
¡°No ganamos en siderurgia. No ganamos en miner¨ªa. Pero ganamos en putas¡±, presume Romeo cuando explica que Espa?a es el primer pa¨ªs de Europa en consumo de prostituci¨®n. Por ese rollo macarra, Sky Rojo es la serie m¨¢s punki que se ha rodado en muchos a?os. Un trabajo antisistema, no apto para ofendiditos, pero ideal para la gente que usa palabras como ¡°ofendiditos¡±. Para un espectador que satisfaga alguna fantas¨ªa con esa violencia expl¨ªcita e impl¨ªcita contra las mujeres (y solo contra ellas: la c¨¢mara se regodea mucho m¨¢s en los golpes cuando es una actriz quien las recibe), o con la sexualizaci¨®n del cuerpo femenino, o con los actos sexuales humillantes (de nuevo, descompensada: apenas los hay masculinos). Esos espectadores existen hoy, por el mismo motivo por el cual tras la segunda ola del feminismo en los setenta surgi¨® un g¨¦nero in¨¦dito, el slasher, que, bajo el subterfugio de empoderar a una chica final, masacraba semidesnudas a todas las dem¨¢s. ¡°La gente va al club a satisfacer sus fantas¨ªas¡±, explica un cliente. En cierto modo, Sky Rojo es ese club.
Esther Mart¨ªnez Lobato ha confesado que las noticias sobre trata de blancas le entristecen y que tiene la esperanza de que Sky Rojo arroje visibilidad sobre esta lacra social. La serie no tiene, ni necesita, la textura social que sugieren sus creadores. En la tercera secuencia se le da una paliza a una protagonista y un bol¨ªgrafo atraviesa un pecho. Todo esto que se desarrolla a ritmo de verbena (suena La leyenda del tiempo de Camar¨®n) y ya no puede dejar de notarse el entusiasmo con el que la c¨¢mara se ensa?a con sus actrices. Cuando el secuaz del proxeneta, Mois¨¦s (Miguel ?ngel Silvestre), interroga a las prostitutas en fila y les va sacando un pecho a cada una, no hay justificaci¨®n posible excepto: ¡°Lo hago porque puedo¡±.
Aqu¨ª se hacen las cosas porque se pueden y porque est¨¢ probado que funcionan. En La casa de papel el mayor ¨ªdolo de la audiencia, Berl¨ªn (Pedro Alonso), violaba a una reh¨¦n que luego acababa enamor¨¢ndose y cas¨¢ndose con ¨¦l. En la boda, le cantaba una canci¨®n de Umberto Tozzi sin la m¨¢s remota iron¨ªa: estaba planteada como una escena de romanticismo exacerbado. La actriz Alba Flores ha confesado que lleg¨® a comentarles a los guionistas que la serie se pasaba de machista por momentos. En la primera escena del episodio piloto, ?rsula Corber¨® ronroneaba sobre la cama en ropa interior sin mayor necesidad. En la cuarta temporada, se desnudaba para desvelar mensajes escritos sobre su cuerpo. Esas escenas solo exist¨ªan porque quer¨ªan mostrar semidesnuda a Corber¨®. Y por el contrario no hay una mirada lasciva hacia Miguel Herr¨¢n o Jaime Lorente, del mismo modo que Sky Rojo no le quita la camisa a Miguel ?ngel Silvestre.
Abundan los di¨¢logos chocarreros. ¡°?Quieres que te chupe los huevitos, cari?o?¡±, pregunta Ver¨®nica S¨¢nchez en la segunda escena. ¡°?T¨² ser¨ªas capaz de hacerme una mamada ahora mismo y hacer que fuese una obra maestra?¡±, inquiere el proxeneta a su sometida en su entrevista de trabajo. Tambi¨¦n abundan las luces artificiales: neones, tubos fluorescentes. Hasta la luz del sol resulta pl¨¢stica. La producci¨®n (el montaje, la direcci¨®n de arte y la puesta en escena) es, eso s¨ª, extraordinaria. Y su sentido de la econom¨ªa narrativa es tan intr¨¦pido (en un flashback de 50 segundos, a Gina le da tiempo a contar c¨®mo pas¨® de vivir en Cuba a estar secuestrada en el prost¨ªbulo y rematar con un chiste de micropenes) que sus episodios de 25 minutos caen, uno tras otro, sin que el espectador pueda hacer nada para remediarlo. Tampoco querr¨¢.
Durante su periodo de prueba en el burdel, Romeo le instruye a Coral que ella representar¨¢ la sofisticaci¨®n: ¡°T¨² eres a lo que aspiran los hombres corrientes despu¨¦s de ver una pel¨ªcula francesa¡±. Tras un par de cap¨ªtulos uno se pregunta qu¨¦ clase de pel¨ªculas francesas han visto ?lex Pina y Esther Mart¨ªnez Lobato. Pero tambi¨¦n da la sensaci¨®n de que ese es el tipo de descripciones que se utilizaron en la sala de guion para escribir los personajes. Coral, Gina y Wendy pueden escapar de su proxeneta, pero Pina y Lobato les siguen diciendo c¨®mo vestirse, qu¨¦ deben hacer y qu¨¦ deben decir. El escalofr¨ªo que provoca no es una cuesti¨®n moral, sino de buen gusto. Por todo esto, Sky Rojo seguramente arrase.
Puedes seguir EL PA?S TELEVISI?N en Twitter o apuntarte aqu¨ª para recibir nuestra newsletter semanal.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.