En las tripas de ¡®La casa de papel¡¯: el fen¨®meno espa?ol de Netflix se termina
?lex Pina regresa a los escenarios de la ic¨®nica serie para hablar sobre ¨¦tica, violencia y las exigencias de la nueva ficci¨®n televisiva y adelantar algunos aspectos de la batalla final que tendr¨¢ lugar en la quinta y ¨²ltima temporada
Triunfo antes de la destrucci¨®n final. As¨ª se pueden resumir el discurso y las sensaciones transmitidas por ?lex Pina al regresar, emocionado, ¡°al lugar del crimen¡±, a los escenarios de La casa de papel en Tres Cantos (Madrid) antes de que se destruyan para siempre tras haber concluido el rodaje de la quinta y ¨²ltima temporada de esta serie de ladrones con caretas de Dal¨ª, esp¨ªritu antisistema y nombres de ciudades. Una producci¨®n que inici¨® su andadura con dos temporadas en Antena 3, en las que se narra el asalto de la banda a la Casa de la Moneda, pero que se convirti¨® en fen¨®meno global en 2017 de la mano de Netflix, ya con el atraco perfecto a las reservas del Banco de Espa?a, rehenes incluidos, como trama. Una evoluci¨®n que responde a causas ¡°no del todo descifrables¡±, como asegura Pina una ma?ana de principios de julio.
[Aviso, a partir de aqu¨ª el reportaje incluye destripes que afectan a las cuatro primeras temporadas]
¡°La serie en consumo compulsivo funciona mejor que en consumo fraccionado porque la publicidad y el semana a semana hace que t¨² no tengas esa ansiedad de tiempo interno que tiene la serie, es decir, no te metes dentro. Adem¨¢s, La casa de papel funciona en tiempos muy cortos. La experiencia del espectador es mucho m¨¢s bestia en consumo compulsivo y m¨¢s adictiva, l¨®gicamente¡±, reflexiona Pina (Pamplona, 54 a?os). Pero hay algo m¨¢s ah¨ª, de lo que se fueron dando cuenta poco a poco, fruto, quiz¨¢s, de la potencia de pegada de Netflix en todo el mundo. Primero, los seguidores de las cuentas en redes sociales de los actores sub¨ªan exponencialmente; luego, no pod¨ªan rodar en exteriores urbanos (en esta ¨²ltima parte en Copenhague) sin una nube de admiradores alrededor; despu¨¦s vino el festival de Montecarlo, con la ciudad empapelada, como est¨¢ estos d¨ªas el metro de Madrid, con la est¨¦tica de la serie y gente de todo el mundo en manifestaciones estudiantiles, sindicales o antigubernamentales con el mono rojo y la careta de Dal¨ª.
Intentamos sublimar la violencia en t¨¦rminos est¨¦ticos porque nos parece que forma parte de una visi¨®n de la serie?lex Pina
Pero al pasear por los escenarios de la gran batalla se puede ver que todo ha llegado al final. El polvo y restos de los escombros cubren las paredes grises y los vetustos adornos dorados. Hay agujeros y rastros de explosiones. En los escritorios solo quedan algunos tel¨¦fonos anticuados. La escalera en la que tantas cosas han pasado, por la que Helsinki (Darko Peric) llev¨® en brazos el cad¨¢ver de Nairobi (Alba Flores), se alza impasible ante la destrucci¨®n.
Las virtudes y los excesos de la serie se acent¨²an en esta quinta entrega, que tiene m¨¢s violencia que nunca. Pina reconoce que ¨¦l y su equipo apostaron por el g¨¦nero b¨¦lico en estos ¨²ltimos cap¨ªtulos, que Netflix emite en dos tandas de cinco: una desde este viernes 3 de septiembre y la otra en diciembre. ¡°Somos un pa¨ªs con gran complejo de inferioridad en la ficci¨®n¡±, se defiende. ¡°La casa de papel es una locura porque nunca podr¨ªan estar unos t¨ªos encerrados en el Banco de Espa?a porque los aniquilan, pero hay que hacer algo que tenga otros componentes, con sus propias reglas internas, con las que tiene que ser coherente, no con la realidad, que es deleznable desde el punto de vista de la ficci¨®n. Y cuando lo haces te dicen: ¡®?D¨®nde vas?¡¯ Pues, se?ores, ah¨ª est¨¢ la Marvel, que lleva 10 a?os siendo lo m¨¢s visto en cine y no para de ganar peso¡±. La ¡°visi¨®n l¨ªrica¡± de la violencia de otras temporadas, con el c¨¦lebre Bella Ciao y otros temas de fondo, da paso a algo m¨¢s duro y seco, aunque Pina defiende tambi¨¦n aquella apuesta: ¡°Intentamos sublimar la violencia en t¨¦rminos est¨¦ticos porque nos parece que forma parte de una visi¨®n de la serie. Una serie tiene una l¨ªnea editorial, como un peri¨®dico. Hay cosas que puedes hacer y otras no¡±.
La ficci¨®n televisiva del siglo XXI ha experimentado una revoluci¨®n y esas cosas permitidas o no, tambi¨¦n. Pina, que estuvo detr¨¢s de Los Serrano, Periodistas o Los hombres de Paco, sabe de qu¨¦ habla. Las tramas, por ejemplo: ¡°El espectador ha cambiado mucho. Cuando trabaj¨¢bamos en la televisi¨®n de los a?os noventa y los dos mil hab¨ªa una especie de ¨¢ngel de la guarda que proteg¨ªa al espectador y este sab¨ªa que a su protagonista no lo iban a matar y que las cosas, aunque les jodieran un poco, iban a salir bien. Pero la experiencia del espectador es mucho mejor cuando las cosas salen mal. Hemos matado a Nairobi y ahora cuando a alguien le ponen una pistola en la cabeza dices: ¡®Ostras, que lo mata¡±. O los protagonistas, construidos para caer bien, aunque sean detestables: ¡°Hace 10 a?os nos dec¨ªan: ¡®El personaje tiene que ser blanco porque si es un cabr¨®n nadie quiere que entre en su casa¡¯. Y sin embargo ahora la perversi¨®n del villano es muy atractiva¡±, confiesa Pina, que se refiere sobre todo a Berl¨ªn (Pedro Alonso), ese miembro de la banda hom¨®fobo, narcisista, egoc¨¦ntrico y cruel que es uno de los preferidos del p¨²blico y al que, ya desaparecido, todav¨ªa explota la trama con oportunos flashbacks. ¡°Hemos disfrutado mucho con ¨¦l¡±, admite.
Somos un pa¨ªs con gran complejo de inferioridad en la ficci¨®n?lex Pina
En los dos cap¨ªtulos iniciales de la quinta temporada ¡ªque EL PA?S ha podido ver antes de su estreno¡ª, los celos, las diferencias entre los miembros de la banda, los egos y el amor y el deseo siguen ah¨ª, parte esencial de la receta del ¨¦xito. ¡°La gente lo que quiere es entretenimiento y nosotros hemos a?adido una idiosincrasia de afectividad latina a un g¨¦nero como el del atraco perfecto que era muy fr¨ªo, matem¨¢tico. Hemos hecho un h¨ªbrido que ha funcionado en todo el mundo, quiz¨¢s porque hab¨ªa una demanda de emocionalidad, de algo m¨¢s caliente¡±, cuenta Pina.
¡°Jaque mate, hijo de puta (...) Su condena es nuestra salvaci¨®n¡±, suelta la polic¨ªa Alicia Sierra (una excesiva y a ratos brutal Najwa Nimri) al cerebro de todo, el Profesor (Alvaro Morte) en los primeros minutos de la quinta temporada, con unos y otros contra las cuerdas. Quedan pocos l¨ªmites a los que llevar a los personajes y eso se ha notado en un equipo, reconoce Pina, que tiene las l¨ªneas rojas claras. ¡°En el cap¨ªtulo dos est¨¢bamos trabajando en plena pandemia, online, y not¨¦ que no ten¨ªamos la inmediatez, esa chispa, y lo tiramos entero para hacer un cap¨ªtulo experimental, sin fragmentaci¨®n temporal y en el que incluso el protagonista es diferente. Y lo hicimos como si fuera ya un final de temporada¡±. Pero no lo es. Quedan otros ocho. El aficionado al g¨¦nero sabe que el atraco perfecto, desde los cl¨¢sicos The Killing o La jungla de asfalto hasta los m¨¢s recientes Heat, El ¨²ltimo golpe o The Town, nunca sale bien, no del todo, muchas veces ni un poco. El primer final previsto por Pina y su equipo termin¨® en la basura. Veremos qu¨¦ ocurre con Lisboa, Tokio, Denver, Bogot¨¢ y compa?¨ªa al t¨¦rmino de estas poco m¨¢s de 100 horas de atraco imperfecto que ya son historia reciente de la televisi¨®n.
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